El Imperio en el Mediterráneo: Dominando la costa norteafricana
La reina Isabel la Católica se había propuesto afianzar el poder español en el África mediterránea. A su muerte, dejando constancia de tal deseo en su testamento, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros recogió el legado y las motivaciones de la reina para llevar a cabo el propósito.
Tras unos años de ataques corsarios a las costas cristianas del mar Mediterráneo, llegando las agresiones hasta algunas poblaciones sevillanas ribereñas del río Guadalquivir, el rey Fernando el Católico y el cardenal Cisneros acordaron tomar medidas. Llamaron a Pedro Navarro, cuya carrera militar comenzó al servicio del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba en las campañas de la península itálica, manifestándose un experto en sitiar plazas importantes, y este afamado marino con su escuadra persiguió a los piratas berberiscos hasta uno de sus refugios, el Peñón de Vélez de la Gomera, donde los apresó, conquistando el 23 de julio de 1508 el peñón que desde entonces pertenece a España.
Sitiada la ciudad portuguesa de Arcila por el rey de Fez, Fernando el Católico acudió a socorrer a los lusos enviando a Pedro Navarro, quien liberó prontamente el sitio.
En 1509, los mismos sitiadores de Arcila fueron a por ésta y Tánger, y el mismo que libero aquélla también esta vez liberó ambas.
Superados estos episodios, el rey Fernando y el cardenal Cisneros, nombrado por el rey Capitán general de África en 1508. decidieron la conquista de la estratégica plaza de Orán. Un ejército compuesto por 10.000 piqueros, 8.000 escopeteros y ballesteros, 200 gastadores y 2.000 jinetes entre pesados y ligeros, embarcaron en las 80 naves de todos los tamaños y diez galeras, el 16 de mayo de 1509 rumbo a Mazalquivir, ciudad limítrofe con Orán.
El 18 por la mañana desembarcaron los efectivos en Mazalquivir estando al frente el cardenal Cisneros, dirigiendo las operaciones desde Mazalquivir, y Pedro Navarro en calidad de lugarteniente operando sobre el terreno.
Se aprestaron los berberiscos, en gran número, a tender trampas y emboscadas a los desembarcados cristianos camino de Orán. El cardenal Cisneros dividió el ejército en cuatro cuerpos previendo los efectos de las emboscadas, y dispuso el acompañamiento por mar de la escuadra con su artillería, de manera que los berberiscos sufrieron los dos fuegos y el avance de infantes y caballeros. Pese a la enconada defensa, la plaza de Orán fue tomada por los atacantes y sirvió, sin perder tiempo, para la siguiente etapa prevista que era la conquista de Bugía. A sus costas llegaron el 5 de enero de 1510 aproximadamente 5.000 soldados y un tren de artillería. Pero como el desembarco de hombres y material resultó lento y discontinuo, pudieron reunirse en la plaza unos 10.000 moros mandados por el rey Abdurra-Hamel, que había depuesto a Muley-Abdalla, prestos a su defensa; que igualmente fue inútil. Muley-Abdalla se alió con los soldados del general Pedro Navarro.
Dados los éxitos, el rey de Túnez, el de Argel y el de Tremecén, pidieron convertirse en vasallos de Fernando el Católico, que aceptó, logrando así detener los ataques que desde Orán y Mazalquivir acosaban las posesiones españolas.
El siguiente y último episodio victorioso, protagonizado por la hueste de Pedro Navarro, fue la toma de Trípoli. 14.000 soldados embarcados en una armada de 22 galeras, 50 barcos de diferente tonelaje y numerosas embarcaciones menores, surcaron entre el 7 y el 25 de julio de 1510 las aguas mediterráneas para situarse frente al puerto de Trípoli: una plaza difícil de tomar por asentarse en un istmo. Los españoles atacaron por dos puntos para dificultar la defensa, unos combatiendo contra las tropas sitiadas en el istmo y los otros entrando en el puerto, tareas apoyadas conjuntamente por la artillería de la flota. La resistencia de los moros fue digna de elogio, pero acabó en derrota; y en celebración para los españoles.
Las tres plazas conquistadas aseguraban el dominio español en la zona próxima a España del mar Mediterráneo.
La política de expansión en el norte de África tomando plazas costeras sin penetración en el continente, continuó los años siguientes con las tomas de Bugía y Trípoli en 1510, y el vasallaje ofrecido al rey católico por parte de Túnez y Argel.
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