Por la prosperidad y grandeza de la patria española
El 14 de junio de 1897, dos columnas al mando de los tenientes coroneles Felipe Dujiols Balanzátegui, jefe del Batallón de Cazadores Expedicionario n.º 9 y Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, sobrino del capitán general de Filipinas, Fernando Primo de Rivera y Sobremonte, marqués de Estella, emprendieron marcha hacia el monte Puray en la demarcación de Morong, zona donde se sospechaba de la existencia de partidas rebeldes al margen de la obediencia del generalísimo tagalo Emilio Aguinaldo Famy. Una tercera columna, al mando del teniente coronel Celestino Caicedo Eguileviz, cubrió el territorio comprendido entre dicho monte y la población de Montalbán. La ofensiva de los tagalos rechazó el avance de las columnas españolas lo que supuso, de inmediato, un repunte de la insurrección en las provincias de Bulacán y Manila-Morong.
Por su parte, Aguinaldo se había trasladado a los montes Arayat en la provincia de Papanga con intención de apoderarse de todos los resortes insurgentes en el archipiélago filipino. En el pueblo de Arayat había una guarnición española de cuarenta hombres al mando del teniente José Rodríguez Casademunt. Los españoles rechazaron un ataque el 19 de julio, acto seguido efectuaron una salida de reconocimiento a la zona de Santa Lucía en la que se enfrentaron a una fuerte partida enemiga que hirió gravemente al teniente, pero que sufrió la muerte de su cabecilla provocando la huida de los suyos; otro nuevo ataque también fue rechazado por los españoles.
En la zona de Batangas, las partidas rebeldes, ya en posesión del poblado de Talisay, atacaron el barrio de San Agustín. A ellas se enfrentó con éxito la columna del teniente coronel Sánchez Ocaña, Pese a esta actividad de los tagalos rebeldes, el capitán general Primo de Rivera seguía convencido de la utilidad de la política para doblegar la insurrección. Su Decreto de 18 de junio, que suponía la aclaración del indulto concedido anteriormente a los cabecillas rebeldes detenidos, ordenaba el sobreseimiento de todas las causas por los delitos de rebelión, traición, espionaje y similares, quedando indultados de sus penas los culpables procesados. Otro decreto posterior, con fecha 15 de julio, ordenaba el alzamiento de los bienes embargados a los particulares acusados de colaboración o apoyo a la rebelión. Las medidas benevolentes sirvieron para que numerosos tagalos, con sus respectivos jefes, se acogieran a ellas. En sentido complementario, de Filipinas regresaron a España veinte jefes, setenta y ocho oficiales y mil cien soldados, la mayoría enfermos y dados de baja, y fueron disueltas las unidades de voluntarios aún existentes.
Fernando Primo de Rivera y Sobremonte
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El riesgo de reducir el ejército se hizo patente enseguida.
El 5 de agosto se produjo un nuevo intento de ocupar por los rebeldes la población de San Rafael, guarnecida por la 4.ª compañía del Batallón de Cazadores n.º 3, mandada por el primer teniente Ricardo Montesinos; como en ocasión precedente, este oficial guareció a su tropa, más algunos voluntarios, en el convento, donde resistieron esa jornada y las dos siguientes. Tres columnas acudieron en auxilio del reducto español, que no precisó de ellas por haberse librado con sus propios medios de los atacantes el día 7. El 20 hubo otra tentativa, también frustrada por la defensa de los españoles.
A lo largo del mes de agosto se produjeron enfrentamientos de partidas rebeldes pequeñas con tropas españolas formadas en columna en las provincias de Bulacán, Batangas y La Laguna, resultando victoriosos los españoles.
Se comprobó por la autoridad en el mes de septiembre que el núcleo de la insurrección se localizaba en el centro de la isla de Luzón. Fue nombrado Comandante general del centro de Luzón el general Francisco Castilla y Parreño, que contaba con ocho mil efectivos para sofocarla. En el bando enemigo se calculaba un total de cuatro mil efectivos, al mando del general Llaneras. Dispuso este jefe tagalo el ataque el día 4 al pueblo de Aliaga, en la provincia de Nueva Écija, con una guarnición reducida que tuvo que soportar un ataque continuo por tropa muy superior en número, resistiendo heroicamente hasta la liberación del cerco por la columna del coronel Ricardo Monet Carretero.
El capitán general Primo de Rivera, convencido de que lograría apaciguar a los rebeldes con la mediación política, determinó, no obstante, en primer lugar distribuir el grueso de su ejército en Luzón en cientos de pequeños destacamentos que permitieran controlar los pueblos para evitar que sus habitantes se unieran a los insurrectos; en segundo lugar, mantener las guarniciones de Manila y cavite como centros fuertes de la isla; y en tercer lugar, poner las fuerzas restantes a las órdenes directas de los generales comandantes de zona en función de columnas móviles. Una estrategia que en apariencia debilitaba a las tropas españolas e insuflaba ánimos a los rebeldes y a los amnistiados, que según cálculos estimativos ascendían a mil quinientos, pero que en la realidad evidenciaba la debilidad de la insurrección huérfana de su principal caudillo.
Abundando en su propósito de reducir la insurrección explorando la vía política, pero sin descuidar el recurso a la fuerza militar, Fernando Primo de Rivera puso en marcha su plan de recluta indígena, expuesto previamente al Gobierno de España (asesinado Antonio Cánovas del Castillo, la presidencia la ostentaba Práxedes Mateo Sagasta). Por Decreto publicado en la Gaceta de Manila el 16 de octubre, se creaba el voluntariado indígena, concediendo notables beneficios a quienes se alistaran.
A primeros de noviembre de 1897 llegaron noticias fidedignas de que Emilio Aguinaldo intentaba reproducir la rebelión de Luzón en otras islas del archipiélago filipino. Para sofocar lo que pudiera surgir de los llamamientos a la insurrección, el capitán general designó a varios generales de prestigio en Mindanao, Joló y Visayas, y una nueva distribución de mandos en el archipiélago en su conjunto. Los generales Diego de los Ríos y Nicolás Jaramillo fueron destinados a la capitanía de Mindanao, el general Adolfo González Montero a la de Cebú, el general Augusto de Viana a la de Ilo-Ilo y el general Luis Huertas a la de Joló. El general Francisco Castilla fue designado segundo cabo del Ejército de Filipinas; el general Celestino Fernández Tejeiro, jefe del Estado Mayor; el general Leopoldo García Peña, jefe de la Comandancia de Cavite; y el recién ascendido general Ricardo Monet, jefe de la Comandancia general del centro de Luzón.
Entre primeros de octubre y finales de noviembre, los ataques más importantes realizados por los insurrectos contra posiciones españolas fueron en las localidades de San Pablo y Norzegaray, y sobre Baler, capital del distrito del Príncipe. Pero la acción más destacada en dicho periodo fue la desarrollada para limpiar de enemigos (aproximadamente dos mil) la zona de Camansi, lugar amesetado rodeado de selva y punto de contacto entre las provincias de Papanga, Nueva Écija y Bulacán, al Suroeste del monte Arayat; preparada la acción por el general Monet, con el cuartel general en el pueblo de Magalang, las columnas que operaron desde el día 27 de noviembre las mandaban el teniente coronel Olaguer Feliú, con una sección de artillería, y el comandante Fernández. Al día siguiente se dispersó el enemigo por las montañas vecinas tras sufrir la derrota.
Parecía a finales de noviembre que la vía política emprendida por el capitán general Primo de Rivera no surtía efecto alguno. Por ello dispuso una alternativa plenamente militar que acabaría con las partidas que proliferaban en las provincias limítrofes a Manila: zonas de San Mateo, Montalbán y Morong; y que debilitaría al límite al núcleo de los insurrectos, con Aguinaldo a la cabeza.
Los primeros días de diciembre comenzaron las operaciones de limpieza en el valle de Puray, las cuencas de los ríos San Mateo y Mariquina y el nudo de comunicaciones de Minuyán, donde se habían refugiado los insurrectos, fortificados y con abundante munición, tras perder la ventajosa posición de Camansi. Conseguido el objetivo, el siguiente paso, el ataque a la zona montañosa de Arayat, donde se encontraba el nuevo refugio de Aguinaldo, Llaneras y el autoproclamado gobierno de la República de Filipinas, la localidad de Biac-na-bato, de tener éxito se presumía definitivo.
Cercados y en trance de sucumbir, del gobierno de España llegó la orden de finalizar el ataque y disponer la paz con dinero y un acuerdo de compromiso firmado.
Un año después se vería lo erróneo de esta postura transigente con la desaparición de la presencia española en Filipinas.
Por aquel entonces de fracaso para Aguinaldo y sus hombres en su intento de llevar la sublevación a otras islas del archipiélago, además de la progresiva eliminación de las partidas de mayor capacidad bélica, la noticia del acuerdo para poner fin a la guerra les sonó bendita.
Hasta Biac-na-bato se trasladó, representando al capitán general de Filipinas, su sobrino, teniente coronel Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, el 13 de diciembre para acordar la firma de un acuerdo de paz por el que los tagalos deponían las armas y se trasladaba a Hong Kong a Emilio Aguinaldo y a los principales cabecillas de la insurrección armada, entregándoseles una considerable suma de dinero. La firma del Tratado de paz de Biac-na-bato (también denominado Pacto de Biak-na-bató) se llevó a cabo el 23 de diciembre de 1897, con los generales Tejeiro y Monet por parte española y los hermanos Aguinaldo, Emilio y Baldomero, y Mariano Llaneras por parte tagala. Así se puso fin a dieciocho meses de guerra.
Al abandonar Filipinas camino de Hong Kong, custodiados por Miguel Primo de Rivera, los dirigentes de la sublevación remitieron al capitán general el siguiente telegrama:
“Los que fueron rebeldes filipinos, al separarse del país natal, envían su adiós de viaje, no sin profunda emoción y lágrimas en los ojos, dejando en las manos de V.E. el cuidado de sus hogares y el amparo del suelo donde vieron la luz primera, confiados todos en que España dará paz sin guerra ni combate, por los caminos del derecho y de la justicia. A la política paternal de V.E. encomiendan el verdadero concierto entre las libertades y derechos los que hoy se ofrecen lealmente a España. Dios bendiga y haga duradera esta paz por el magnífico porvenir del hogar querido, Filipinas, y por la prosperidad y grandeza de la patria española.”
Cruces Laureadas de San Fernando entre septiembre de 1896 y septiembre de 1897
Al Capitán jefe de la 3.ª Compañía del Batallón Disciplinario de Filipinas, Emilio Sánchez de Arrojo, por enfrentarse a la sublevación de dicha unidad en el fuerte Victoria, isla de Mindanao, el 27 de septiembre de 1896.
Al teniente Ignacio Crespo Soto, del Batallón de Cazadores Expedicionario n.º 3, por la defensa del destacamento de Novaliches los días 18 y 19 de noviembre de 1896.
Al Segundo teniente de Infantería Luis Sans Huelín, por su acción en el fuerte de Cacarong Silé, en la isla de Luzón, contra la sociedad secreta Katipunan el 1 de enero de 1897. Al Primer teniente de la Escala de Reserva del Regimiento de Joló n.º 73, Manuel Carrillo Ojeda, por la acción de Cacarong Silé, en la fecha citada. Y al comandante José Olaguer-Feliú por, al mando de su Columna, desmantelar las instalaciones y la tropa de la sociedad secreta Katipunan la jornada previamente citada.
Concesión de la Cruz Laureada por el ataque y toma del pueblo de Pamplona, el 15 de febrero de 1897. Brigadas Cornell y Marina.
Concesión de la Cruz Laureada por la toma de las trincheras de Maliquing-Illong. Brigadas Cornell y Marina.
Concesión de la Cruz Laureada por la toma de Silang el 19 de febrero de 1897. Brigadas Cornell y Marina.
Concesión de la Cruz Laureada por la acción en la localidad de Pérez Dasmariñas, el 25 de febrero de 1897. Brigadas Cornell y Marina.
Concesión de la Cruz Laureada por la acción de Bahay Paré, el 30 de marzo de 1897.
Concesión de la Cruz Laureada por la defensa del fuerte de Las Nieves en la isla de Mindanao, el 7 de abril de 1897.
Al Segundo teniente del 21.º Tercio de la Guardia Civil, Martín Maeso, por asumir la jefatura en la defensa del poblado de Aliaga al morir su capitán, Ignacio Crespo y Coto, los días 3 al 7 de septiembre de 1897.
Artículos complementarios
Los heroicos últimos de Filipinas
Homenaje literario a la gesta de Baler
Los heroicos últimos del Pacífico
Venciendo a los piratas samuráis