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El asedio más prolongado de la historia: El sitio de Ceuta (1694-1727)

También denominado sitio de los treinta y tres años, el asedio de Ceuta comprendido entre los años 1694 y 1727 fue llevado a cabo por el ejército del sultán de Marruecos. Dio comienzo efectivo el 23 de octubre de 1694 y finalizó el 22 de abril de 1727. Es el asedio documentado más largo de la historia.

El sultán Muley Ismaíl, Ismaíl de Marruecos, decidió enfrentarse a los europeos asentados en la costa marroquí y a los otomanos que permanecían en territorio argelino; en definitiva, una cruzada para expulsar a los españoles y a los otomanos del Magreb. Previamente al intento de ocupar la plaza de Ceuta, las tropas del sultán habían tomado las significativas posiciones de La Mamora (o La Mámora), Tánger, Larache y Arcila durante el año 1691. Tres años después encomendó al bajá Alí ben Abdalá la conquista de Ceuta, iniciada con la presentación bélica ante las murallas y el establecimiento militar del sitio.

Ocupado el campo exterior de Ceuta, la zona defensiva periférica, los sitiadores edificaron instalaciones estables, de carácter permanente, y, con tal fin, procedieron a laborar el terreno agrícola.

    En vista de los acontecimientos y su innegable trascendencia, el Gobernador de Ceuta reclamó la ayuda imprescindible para sostener la plaza. Presta acudió de las capitales andaluzas, y una indeseada de Portugal que fue rechazada sin intervenir en combate alguno.

    Atacantes y defensores obraron en cumplimiento de sus respectivos cometidos, intentándolo con infantes y artillería los moros, repeliéndolos los españoles con alguna feliz incursión allende las murallas.

    Pero en julio de 1695, un audaz golpe marroquí logró penetrar las defensas exteriores de Ceuta y la inmediata interior alcanzando la Plaza de Armas, que un contraataque posterior devolvió a los españoles.

A todo ello, de resultas de aplicar el refrán de que a río revuelto ganancia de pescadores, en 1704, en curso la Guerra de Sucesión española, un contingente naval formado por británicos y holandeses desembarcó en Gibraltar para posesionarse del codiciado peñón. Este puerto y esta ciudadela eran la principal vía de abastecimiento de Ceuta, tan cercanas geográficamente. De paso, por si sonaba la flauta, el 7 de agosto apareció en el mar frente a Ceuta una flota conminando a la rendición de los sitiados, prometiéndolos el cese del hostigamiento moro si se entregaba la plaza al archiduque Carlos de Austria; el contendiente de la Casa de Austria por el trono de España contra el borbón Felipe de Anjou, próximo Felipe V, rey de España.

    Los motivos de británicos y holandeses eran los de quebrar aún más a la nación para luego, al modo de los oportunistas, disputarse sus restos; cosa ya entonces bien sabida.

    No hubo asalto de británicos y holandeses a la plaza de Ceuta reforzada para repelerlo. Pero desde Gibraltar éstos aliados de ocasión abastecieron en lo necesario al sultán invasor

En 1720 el marqués de Lede, Juan Francisco de Bette, con anterioridad Capitán general de Baleares, virrey de Cerdeña y Sicilia y Grande de España —y posteriormente asesor del rey Luis I—, dirigió al frente de sus 16.000 soldados la campaña de liberación de la plaza. Tal fue el éxito obtenido que los sitiadores se retiraron hasta la zona de Tetuán; no obstante, debido a una epidemia de peste declarada en Ceuta, este ejército con su jefe abandonó la plaza que de inmediato volvió a sufrir el asedio.

Con la tensión propia de lo que estaba en juego, el asedio —que no lograba penetrar la defensa— aún se prolongó hasta el fallecimiento de Muley Ismaíl en 1727. A fecha de 22 de abril de 1727 una expedición de reconocimiento española certificó el término del largo asedio con la desaparición completa ante las murallas de Ceuta de las tropas marroquíes.

Los efectivos de ambos bandos se establecen en aproximadamente 40.000 musulmanes y 3.000 (1694) más 16.000 (1720) españoles.

Posteriormente, intentaron la conquista de la plaza de Ceuta por asedio, de forma infructuosa, los años 1732, 1757 y, por último, entre 1790 y 1791.

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Fragmentos de la obra Historia de la plaza de Ceuta, escrita por José A. Márquez de Prado y publicada en Madrid el año 1859, correspondientes al sitio de los treinta y tres años.

“El 22 de octubre de 1694, D. Francisco Páez, establecido para observar desde el vigía, dio parte al General Gobernador de descubrir al ejército enemigo, que en grandes masas iba penetrando en los campos del río Negro, marchando ya su vanguardia hacia la playa de los Castillejos…”

“Al amanecer del siguiente día notáronse algunos trabajos practicados por los sarracenos en el morro de la Viña, canto de Antonio Tomás y Otero de Nuestra Señora. A vista de estas obras el General Gobernador mandó romper el fuego de sus bien pertrechadas baterías; pero ni los certeros y múltiples disparos de bala, granada y bomba, ni la actividad de los fuegos, fueron bastantes para arredrar a los bereberes en su continuación…”

“Noticioso el rey [ Felipe V] de estos sucesos, creyendo que el marqués de Valparaíso no llenaba cumplidamente sus deberes de Gobernador, mandó fuese relevado por D. Melchor de Abellaneda, marqués de Valdecañas, reforzando la guarnición de la ciudad… Al efecto ordenó una salida general, cuyo objeto fue quemar los ataques y destruir las trincheras levantadas por los mahometanos, operación que se practicó con la resuelta bizarría de los pechos castellanos, no sin grandes pérdidas entre las beligerantes tropas…”

“El rey, en el año 1695, tuvo por conveniente a su mejor servicio relevar del cargo de Gobernador al marqués de Valdecañas, reemplazándole el de Villadarias, Francisco del Castillo Fajardo. Tan luego como se posesionó del mando de la plaza, mandó jugar activamente todas las baterías de las fortalezas a fin de aterrorizar a los hijos de Alá… Con su artillería probó constantemente apagar los fuegos de los marroquíes, no descuidó la construcción de minas que coadyuvaban a repeler al enemigo de sus atrincheramientos para mejor obrar el camino cubierto que era su gran decisión y que lográndolo con éxito determinó, al cabo, se construyese un bastión sobre el campo así reconquistado…”

“El Gobernador Villadarias había resuelto multiplicar las defensas de la plaza a todo trance apoderarse de los puntos desde donde el enemigo causaba mayores males haciendo uso de las minas… Era el día del glorioso Santiago en el año de 1699, cuando después de prevenida la mina y preparadas las tropas para salir al campo, nombró el Gobernador primer sobresaliente al capitán D. Francisco Palomo, del Tercio de los Colorados, soldados de robustez y agilidad, tenidos por los más valientes, siendo los más veteranos de la guarnición. A las seis de la mañana mandó el marqués dar fuego a la mina, y en breve efectuóse la voladura con un estruendo aterrador, y su explosión hizo conmover la tierra en los puntos comarcanos, desapareciendo el gran reducto que los mauritanos tenían más próximo a la plaza… Herido el capitán Palomo lo reemplazó el de no menos valor D. Juan del Barco, capitán de las Milicias del reino de Sevilla…

Llegaron a la Corte las noticias de tan brillantes hechos… El rey mandó retirar inmediatamente la caballería de Gibraltar, yendo a Ceuta de General de batalla, como segundo del marqués Villadarias, D. Antonio de Zúñiga y la Cerda, en sustitución de D. Antonio de Portugal, y fueron relevados los cinco Tercios de la Armada que en la plaza había por el Tercio de Burgos, al mando de D. Tomás Vicente…”

“El 18 de mayo de 1703, dio el Gobernador la señal de ataque que emprendieron los granaderos con decidido arrojo, siguiendo los demás soldados tan bizarra gente… Las columnas españolas obligaron al ejército mauritano a volver la espalda, cediendo parte del territorio y trincheras que defendían… El marqués Gobernador dispuso se incendiasen las barracas y chozas que sobre el territorio conquistado tenían los berberiscos, mandando destruir todas las obras de fortificación que se hallaron, entre ellas seis galerías de mina contra las fortificaciones que dirigía un minador desertado…”

“La Inglaterra amagaba guerra con España en estos tiempos, y el Gobernador de Ceuta en consecuencia formó una escuadrilla artillando una fragata con diez y ocho cañones y tres buques de menos porte que la plaza tenía, embarcaciones con las que consiguió apresar algunas procedentes de Smirna. Conocedor el marqués de la estrategia inglesa, preparó su plaza por si tenía que luchar a un tiempo con enemigos de dos bien diferentes condiciones. Los ingleses, con el pretexto del canje de prisioneros de su nación, holandeses y portugueses, metieron en la bahía de Cádiz diez navíos, cuyo intento era apoderarse de la plaza por una conspiración: se descubrió ésta y por ello abandonaron el puesto cruzando sin determinado rumbo…”

“El diez de julio de 1704, reunidas las escuadras coaligadas de Inglaterra y Holanda, penetraron en el Mediterráneo mandadas por los almirantes Rook y Kalemberg, determinando en consejo de guerra habido el 18 obrar contra Gibraltar. La plaza falta de pertrechos, con sólo cien infantes y treinta caballos de guarnición, sucumbió a tres mil hombres desembarcados y al fuego de veinte navíos. Perdió España de este modo uno de los dos sillares de la puerta del Estrecho… No estaba satisfecha su codicia [inglesa], y ambicionando que su dominación fuese completa y absoluta, fijó su mirada sobre la otra orilla en donde otra fortaleza española [Ceuta] se defendía heroicamente contra la tenacidad y audacia mora… La escuadra británica destacó a Ceuta algunos de sus navíos con los que iba el príncipe de Armenstad, quien despachó uno conduciendo a Baset Ramos, marqués de Cullera, que llevaba cartas y expresiones para el Gobernador de Ceuta, José de Agulló-Pinós marqués de Gironella. Es sus escritos el príncipe ofrecía muchos adelantos en nombre del Archiduque Carlos si le hacía entrega de la plaza y le prometía, además, que si accedía a sus deseos al instante levantarían los moros el asedio con que tantos años estaban fatigando a los españoles. De aquí se deduce ciertamente que la Inglaterra no era extraña a tan prolongada agresión. El marqués de Gironella no permitió atracar al muelle la lancha del navío, despachándola al recibir los pliegos, los que respondió mandando a su bordo al juez D. Juan de Guevara y Mendoza y al Sargento mayor D. Pedro Giménez a fin de que hicieran saber a quien mandaba: ‘Que no reconocía otro dueño que al Rey que le había entregado la plaza para su defensa, y que por ella moriría primero entre sus ruinas antes que dejarla en otras manos, ni que se viera señoreada de otros estandartes, y que no s ele volviese a hacer más proposiciones sobre semejante materia, porque además de no volverlas a oír experimentarían su firme resolución.’ Con estas prevenciones aguardaba el marqués de Gironella las amenazas de Baset Ramos cuando entró en el puerto un buque francés, perseguido por los guarda-costas, con pliegos del conde de Tolosa para el General Gobernador, pidiéndole noticias de la escuadra anglo-holandesa. Dióle las que suministraron los vigías del monte Hacho y se hizo a la vela, teniendo que arriesgadamente navegar por entre algunos navíos enemigos. Las noticias que tuvieron las escuadras aliadas de que la flora franca iba en su demanda, les obligó a abandonar aquellas aguas y el ataque proyectado contra Ceuta, el 12 de agosto, día en que tomaron rumbo para el Este… El General Alí ben Abdalá facilitó cuanto pudo ayuda a los ingleses de Gibraltar, carentes de todo, y así como las hostilidades contra la plaza de Ceuta aumentaban de día en día, la amistad más estrecha ligaba a ingleses y moros que estaban con continuos mensajes…”

“El marqués de Gironella fue relevado por D. Francisco Manrique y Arana… Era el 2 de mayo de 1706 cuando los moros de improviso y durante la noche, dieron un avance sobre los ángulos salientes de San Ignacio, llegando a arrancar la estacada, pero fueron rechazados enérgicamente por los defensores…”

“El Gobernador Arana practicó algunas salidas infructuosas sobre los ataques enemigos. Asimismo, las operaciones que ejecutó por el mar, como si fuese perseguido por el fatalismo, dieron iguales resultados negativos… Los reveses sufridos por el Gobernador Arana dieron lugar a su relevo por D. Gonzalo Chacón y Orillana… Los moros ocupaban una ventajosa situación para meterse sin ser vistos en el foso de Santiago, desde donde ofendían extraordinariamente a los defensores, y el Gobernador dispuso y logró echarlos, cubriendo aquél de estacada, y viendo que el punto desde donde hacían mayor daño los bereberes era el ataque de las Zarzas, mandó abrir galería y lo hizo volar…”

“El 27 de junio de 1714 los mauritanos dieron un avance al reducto de Alcántara, por los muchos daños que hacía a sus huestes; pero fueron rechazados sin obtener ventaja y con alguna pérdida. No desistieron de su empeño, y en la noche del día siguiente 28 se lanzaron con temerario arrojo, pero el fuego de cañón y fusilería les hizo volver la espalda completamente batidos…”

“Noticioso el Gobernador de que andaban por las aguas de Ceuta cuatro galeras sarracenas mandadas por el renegado San Reno, cuyo intento era apresar los víveres que conducían a la plaza, mandó a D. Francisco Villalobos y a D. Benito de Guevara Vasconcelos que salieran a castigar los piratas, y para cebarlos dispuso que dos gabarras que se hallaban en el puerto cargadas de provisiones se hiciesen a la mar a las órdenes del capitán D. José de Acuña, a fin de excitar la codicia de los berberiscos. Hízose así, mientras que Villalobos y Guevara con las naves de guerra se aprestaron para ir en su busca. Encontráronse los enemigos, rompióse el combate, y después del abordaje apresaron los españoles dos de las galeras, echando otra a pique, y huyendo la mayor valida de su ligereza; en el combate murió el renegado San Reno… Tres galeotas del General sitiador Alí salían de Tánger continuamente a insultar las naves españolas que surcaban el Estrecho. El General Gobernador mandó a D. Benito de Guevara a reconocer la bahía de Tánger, y no habiendo visto las galeotas en el muelle, y sí un cárabo cargado de hierro que lo tripulaban cinco moros, entre innumerables riesgos lo sacó y condujo a Ceuta…”

“Fue nombrado Gobernador D. Francisco Fernández de Rivadeo. Su inteligencia en fortificación lo encaminó a hacer un estudio detallado de todas las obras que constituían el sistema de defensa de la plaza, corrigiendo varios reductos de las avanzadas.”

“Relevó a Fernández de Rivadeo D. Francisco Pérez Mancheno, en calidad de interino, quien en el corto espacio de su mando construyó algunas baterías en la Almina, cerrando varias brechas de la cara norte que el tiempo abrió en los muros de aquel recinto, y tomando otras medidas de seguridad y precaución a consecuencia del grande armamento que Alí ben Abdalá estaba haciendo en Tetuán para realizar un desembarco en la Almina…”

“Nombrado Gobernador el príncipe de Campoflorido [1719-1720], Luis Riggio Branciforte, se ocupó activamente de la reparación y desarrollo de las defensas de la Almina; artilló y municionó los fuertes de San Amaro, Santa Catalina, Desnarigado y el Sarchal, cerrando todos los puntos accesibles al desembarco, atrincherando las calas, y a fin de que la caballería corriese con más velocidad una línea tan extensa se hicieron trabajos para la habilitación de un camino en medio de las riscosas y perpendiculares rocas de aquel recinto. Construyó una cortina abaluartada que cubría el arrabal desde la puerta de la Sardina hasta la playa de San Gerónimo, donde se edificó una torre artillada con cuatro piezas… El Príncipe Gobernador señaló al clero armado el puesto que debía defender en una invasión general, y la guarnición tuvo el refuerzo, llegado de Europa, de unos quinientos milicianos…”

“La Inglaterra abrió entonces guerra con los moros, y estando en paz con España mantuvo dos navíos cruzando desde cabo Negrón a punta de la Almina para prohibir el paso a la flotilla tetuanesa, en tanto que Campoflorido tuvo repetidas conferencias con el jefe moro que mandaba los ataques más avanzados, llamado Alí Hamet, tratando de captarse su afecto con crecidas ofertas para explorar los intentos de Alí Baja; pero nunca consiguió más que ambiguas e insignificantes contestaciones…”

“La plaza de Ceuta se llenó de temor con la idea de que además del prolongado asedio que sufría por tierra iba a experimentar otro por mar, y en consecuencia solicitó del Rey prontos auxilios y que le enviase su antiguo Gobernador D. Francisco Manrique y Arana, que a la sazón se hallaba mandando en el Puerto de Santa María. Las reiteradas instancias de la fiel ciudad fueron oídas por el Monarca, ordenando el relevo del Gobernador. Arribado a Ceuta el general Manrique, y deseando destruir el amilanamiento de las tropas expedicionarias de la guarnición, dispuso una salida general. Verificóse con la mayor intrepidez, pero con mal resultado… El Gobernador hizo ir de España dos galeotas, las que unidas a los bastimentos de la plaza, armó en corso y mandó a las playas de Tetuán para explorar los armamentos marítimos que tanto se propalaban. Pero nada descubrieron, trabándose un nutrido fuego entre los buques y los árabes que en la playa había… Al regresar a la playa la flotilla dio con una embarcación inglesa, que reconoció, y encontrando que iba de sobrecargo un mercader judío llevando a bordo un cargamento de bombas para los mauritanos la apresó y condujo a Ceuta…”

“El Gobernador tuvo repetidas órdenes del Rey encaminadas a que diese informes minuciosos sobre el estado de aquella plaza, y si era buena base de operaciones para hacer fácil la conquista general del Norte de África, pues se hallaba resuelto a emprender la ofensiva contra la audacia berberisca. El general emitió sus opiniones, y el espíritu de los defensores de Ceuta se llenó de entusiasmo; mas es lo cierto que si bien empezaron a notarse algunos preparativos, no tuvo ejecución tan grande y ventajoso pensamiento…”

“El Rey en 1715 mandó que la compañía de la Bandera nueva formase del Regimiento Fijo de Ceuta, a quien sirvió de base la compañía de la Bandera vieja con las de artilleros y minadores de la planta fija… Había una fuerza de Caballería compuesta de un capitán, dos subalternos y veintisiete hombres que se amalgamó en los treinta caballeros de lanza, formando una compañía que se denominó de Lanzas… Contábase en la plaza con una sección de marineros, naturales de ella, que se hallaba a cargo del Alcaide de las puertas del mar, con cuya gente se organizó la Compañía de Marina…”

“El Gobernador Arana fue sustituido por D. Francisco Fernández de Rivadeo. Observando este General los muchos daños que hacía el enemigo desde un ataque próximo al glacis [en una fortificación permanente, declive desde el camino cubierto hacia el campo] por el ala izquierda de la plaza, dispuso que dos compañías de Granaderos del Regimiento de España practicasen una salida para demoler la obra avanzada…”

“Revivió en la corte de España el pensamiento de marchar contra el Norte de África, y por ello el Rey D. Felipe V en septiembre de 1720, mandó al General Gobernador de Ceuta hiciese la admisión de las municiones de boca y guerra, así como de las tropas que se le enviaban… El 15 de noviembre llegó a Ceuta el marqués de Lede, Juan Francisco de Bette, nombrado General en jefe del ejército expedicionario… Dieciséis mil hombres reforzando el ejército de operaciones de Ceuta… El ejército marroquí contaba con veinticinco mil hombres al frente de la plaza y un extenso y bien atrincherado campo dirigido por ingenieros ingleses, contando en sus filas oficiales protestantes y alemanes y algunos franceses…”

“El 16 de noviembre registró la primera salida del ejército expedicionario, al que poco trabajo costó hacerse dueño del campamento moro de Alí Ben Abdalá establecido recientemente en el sitio de la Corona y playas de Tramagera y Benítez… Las hostilidades de los berberiscos se desarrollaban con mayor tenacidad a medida que iba progresando el día, y siendo cada vez más empeñada la contienda, mandó el General en Jefe al General D. Feliciano de Beacamonte con su columna de los regimientos de Caballería y Dragones que saliese al campo para reforzar la Infantería… Gran rato duró la lucha con la mayor tenacidad y encarnizamiento por ambas partes; pero al fin los moros tuvieron que ceder el campo… A poco de esta acción de guerra las guardias avanzadas descubrieron una madrugada, en las colinas intermedias al Serrallo, tres gruesas columnas marroquíes que se dirigían al campo de la plaza… Los moros, recordando sus anteriores pérdidas sobre aquel suelo, se mantuvieron firmes en sus alejadas posiciones rompiendo un sostenido fuego de fusilería. Observado por el marqués de Lede que los árabes no querían descender de sus posiciones, mandó que los reductos construidos en la línea de circunvalación rompiesen el fuego de cañón, con el que hizo estragos en las mal ordenadas filas agarenas…”

“El ejército expedicionario español se halló faltó de recursos, y su General en jefe viendo que no se le enviaban socorros ni aun se le reemplazaban las bajas, y que iban desarrollándose en las tropas muchas y graves enfermedades por la mala calidad y corrupción de los víveres, consideró imposible el realizar nuevas conquistas en el norte de África, y por ello se dirigió al Monarca exponiendo los inconvenientes que le circuían y la imposibilidad de avanzar. El Rey, en consecuencia, ordenó al general que se retirara a España, demoliendo los atrincheramientos y casas de su línea, y dejando antes a Ceuta en buen estado de defensa. Después de haber cumplido el Real mandato, se retiró a la plaza con todas sus fuerzas el 2 de febrero de 1721…”

“Observando el plan del enemigo, el entendido D. Felipe Tortosa, capitán de minadores, a quien es preciso conceder un renombre, pues a su valor, talento y actividad debe Ceuta su principal defensa en aquellos tiempos, hizo inmediatamente abrir una mina dirigiéndola a los nuevos ataques, y que al destruirlos, lo hiciese también con el pozo de Chafariz [donde se asentaba una línea de vanguardia de los sitiadores]…”

“En 1726 fue a Ceuta de Gobernador D. Manuel de Orleans, conde de Charni. Las recomendables circunstancias de este general le alcanzaron bien pronto las simpatías y cariño de los habitantes de la ciudad y de las tropas, cuya disciplina elevó… El 7 de abril de 1726, disgustado el conde de Charni con los disparos que algunos árabes hacían de continuo frente a la ciudad, dispuso escarmentarlos… Salieron al campo las tropas de operaciones y acometieron decididamente por el frente al reducto de los mauritanos; posesionados del reducto, las tropas españolas establecieron puestos avanzados en las alturas inmediatas y embistieron el reducto de la Pizarra, penetrando a través de él por el lado de la Rocha. Sorprendidos los moros lucharon desesperadamente para arrojarlos de allí, y con una maniobra estratégica que no previeron, los españoles se retiraron en orden para en el acto proceder, con señal desde la torre del Hacho, a volar el reducto moro por el disparo de los hornillos situados por debajo, fraccionando las obras y a los defensores…”

“Por Real orden de 4 de agosto de 1726, accediendo el Rey a las continuas peticiones del conde de Charni, mandó que la compañía de caballería denominada de Lanzas se reorganizase bajo el antiguo pie y fuerza de cien caballos, y al mismo tiempo dispuso se hicieran mercedes a las viudas e hijos de los oficiales del Regimiento Fijo de la ciudad.

Artículos complementarios

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