El Imperio en el mar Mediterráneo: La campaña de Túnez
La victoriosa campaña de Túnez contra los piratas berberiscos de Barbarroja, aliados con el rey Francisco I de Francia, supuso la consolidación de la alianza contra el expansionismo otomano y el fin de la misma en las batallas de Lepanto, el año 1571, y Viena, el año 1638.
De gran importancia estratégica, esta campaña dirigida por el emperador Carlos I de España logró oponerse a la estrategia de Solimán, apodado el magnífico, sultán del imperio otomano (la Sublime Puerta), consistente en proyectar su poder militar simultáneamente en el frente oriental terrestre, adentrándose en el corazón de Europa, y en el frente occidental marítimo, controlando la cuenca mediterránea en su casi totalidad.
Solimán llegó a expandirse por Egipto y Arabia, por la intrincada península europea de los Balcanes hasta la ciudad de Viena, lugar donde fueron detenidos por las tropas del emperador Carlos, y señoreando en el mar Mediterráneo.
Los tres hermanos Barbarroja, de nombres Oruch, Hayradin (Jeredín) y Mahomat, se hicieron con una extraordinaria armada cuya tripulación la componían berberiscos fanáticos. Sólo cuando en 1517 los españoles capturaron a Oruch, que había establecido el poder de los corsarios en Berbería, y Mahomat, y el tercer hermano Barbarroja, Hayradin (nombrado almirante de la armada turca), tuvo que refugiarse en Argelia y pedir ayuda al sultán otomano, las poblaciones costeras otrora arrasadas pudieron vivir con mayor tranquilidad. Momentáneamente, pues Solimán advirtió el gran beneficio para su causa que representaba el acuerdo con los berberiscos. De tal manera que en 1534 conquistó Túnez, reino aliado de Carlos I, motivo de la intervención española para evitar el peligro otomano en el Mediterráneo.
Las cortes europeas se mostraron partidarias de la resolución tomada por Carlos I, salvo la francesa de Francisco I, en connivencia con Solimán y los berberiscos.
La toma de La Goleta
La alianza europea comandada por España, con los mejores soldados, 27.100, y caballeros, 1.500, probada su valía, seguidos en nivel de importancia por los caballeros de la Orden de San Juan, se hizo a la mar a bordo de una escuadra de cuatrocientas naves. Zarpó de Barcelona el 30 de mayo de 1535, y tras recalar en los puertos de Mallorca y Cagliari, en la isla de Cerdeña, arribó a Cartago, simbólica ciudad de Túnez, el 17 de junio. Desembarcadas las fuerzas, el enemigo procedió a una emboscada que los españoles, veteranos en estas lides, pudieron evitar.
El emperador Carlos ordenó el sitio a la plaza de La Goleta, puerto lindante al de Cartago, defendida por dos mil piratas berberiscos y cuatro mil jenízaros fanatizados. El propio emperador combatió arriesgando la vida. Tuvieron que emplearse a fondo, cual su naturaleza, los Tercios españoles, hasta que el 14 de julio se lanzó el asalto final conquistando La Goleta a los turcos y berberiscos. Así quedó libre de obstáculos el camino a Túnez.
La conquista de Túnez
El 20 de julio comenzó la marcha de nueve kilómetros sobre Túnez atravesando el desierto. Únicamente un soldado como el español podía emprender tamaña aventura.
Mientras el ejército del emperador Carlos avanzaba camino de los pozos de agua de Cacebemavre, la hueste de Barbarroja, provista de material de guerra del rey Francisco I de Francia, preparaba un ataque por sorpresa.
Diez mil jinetes e infantes en vanguardia, con Barbarroja y treinta mil soldados en retaguardia, a la espera de que el señuelo dislocara la defensa cristiana, lanzaron su ataque. Y otra vez en pocos días los veteranos españoles desbarataron el intento con su sólida línea de infantería.
El “valiente” Barbarroja, que gustaba asolar poblaciones indefensas, mandó una retirada a toda prisa hacia la seguridad de Túnez. Pero a las puertas de la ciudad se topó con la sublevación de los cristianos allí cautivos. Viéndose perdido, Barbarroja huyó de Túnez escoltado por su guardia de jenízaros otomanos; llegó al puerto de Bona y pudo embarcar con destino a Argel.
El 21 de julio, en plena canícula, Carlos I de España cobró la rendición incondicional de la ciudad. En las jornadas siguientes y antes de volver a España, el emperador Carlos ordenó que se pusiera guarnición española en La Goleta y en Bona, a la par que ajustaba el vasallaje de su aliado el rey Muley-Hacén, a quien restableció en el trono de Túnez y aceptaba como nuevo vasallo al rey de Tremecén.
El 24 de junio de 1535, con los acuerdos de Tremecén firmados en la plaza española de Orán, y el 6 de agosto de 1535, con los acuerdos firmados en la tunecina Torre del Agua, se concluyeron las capitulaciones sobre los territorios fronterizos mediterráneos del imperio español.
Estatua que conmemora la victoria de Carlos I sobre los otomanos.
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