Alocución a la Flota Nacional en febrero de 1937
A LAS DOTACIONES DE LA FLOTA
(Alocución del Almirante Jefe de la Flota Nacional, Francisco Moreno Fernández, con motivo de la toma de Málaga —8 de febrero de 1937— por las tropas nacionales)
Por primera vez desde mi nombramiento para el mando de la Flora Nacional me dirijo a vosotros, tripulantes de todos estos buques, que con tanta firmeza y entusiasmo desempeñáis vuestro cometido en esta dura campaña. Y he querido hacerlo precisamente en esta ocasión porque entiendo que la reconquista de Málaga, en la que habéis tomado parte muy directa, marca una etapa muy importante en el desarrollo de las operaciones navales.
Todos sabéis las condiciones en que empezó para nosotros esta guerra, condiciones que difícilmente se encontrarán en la Historia de las Marinas mundiales desde muchos siglos atrás. Sublevada la Flota, vilmente asesinados multitud de jefes y oficiales, sólo quedaron en nuestras manos desde los primeros momentos un crucero desorganizado por la revuelta, un acorazado arrinconado en el Arsenal de Ferrol desde cinco años atrás, nido de intrigantes y traidores, un destructor antiguo y averiado y unos cuantos cañoneros y torpederos. Con los buques en construcción Canarias (crucero Canarias), Baleares (crucero Baleares) y minadores, no parecía humanamente posible poder contar en mucho tiempo. Frente a esto, el enemigo nos oponía un acorazado en completo armamento, tres cruceros, catorce o dieciséis destructores, doce submarinos y la gran mayoría de buques auxiliares.
Han transcurrido seis meses desde aquellos días memorables. El Cervera (crucero Almirante Cervera) primero, el viejo España (el acorazado arrumbado en Ferrol) —por un esfuerzo prodigioso casi inmediatamente después— y con ellos el Velasco (destructor), las primeras campañas en el Norte, los ataques a Gijón y San Sebastián (finales de julio a mediados de octubre de 1936), las amenazas de los mejores submarinos rojos enviados apresuradamente a los puertos del Cantábrico (mediado agosto de 1936), la lucha con las continuas averías, propias de un material gastado y servido por voluntarios llenos de entusiasmo pero sin la menor experiencia. En el Sur, bloqueados en indefensos Cádiz, Ceuta y Algeciras; cerrados al tráfico los ríos de Sevilla y Huelva; las tropas de África con la excepción de aquel célebre convoy marítimo (el convoy de la Victoria, el 5 de agosto de 1936), prodigio de audacia y de valor, pasando trabajosamente el Estrecho transportados por la Aviación.
Pasa septiembre; la ocupación de Guipúzcoa decide a los dirigentes rojos a acudir en auxilio de Bilbao, amenazado de cerca, y aquella Flota que pudo haber sido omnipotente, emprende su famoso viaje al Cantábrico (25 de septiembre al 13 de octubre), ocultando su vergüenza e impericia con un resguardo de 120 millas a la costa de Portugal. Llega a su destino al fin, pero en el intervalo y por otro prodigio de improvisación y de actividad, el Canarias prueba sus instalaciones de tiro y pocos días después, sin artillería media, sin defensa contra aviones, en las condiciones en fin que todos conocéis, unido al Cervera, caen de improviso en el Estrecho (29 de septiembre de 1936) y con un solo golpe abren definitivamente los puertos bloqueados, aseguran el transporte de las fuerzas de África y dejan al enemigo bajo una impresión de terror de la que, al parecer, no se ha recobrado todavía. La Flota Roja, amenazada a su vez en Bilbao por los aviones de bombardeo, se decide a bajar de nuevo al Mediterráneo para encerrarse en su cubil de Cartagena, en la misma forma y con iguales precauciones con que se había trasladado al Cantábrico, esto es, cautelosamente, lejos de tierra, esquivando el encuentro con los dos cruceros que valientemente salieron a buscarla lejos de Cádiz (del 16 al 19 de octubre de 1936), interponiéndose en la derrota que lógicamente debía seguir.
Mientras tanto se organiza la defensa de Cádiz y el Estrecho, surgen las heroicas flotillas de pesqueros armados, se improvisan minadores y cruceros auxiliares y el Canarias, solo unas veces, con el Cervera otras, lleva a cabo sus largos cruceros mediterráneos sembrando el pánico en los puertos y cortando la afluencia de vapores contrabandistas, muchos de los cuales esperan semanas enteras para hacerse a la mar por temor a un enemigo en muchos casos imaginario. Nada importa que en estas incursiones no se haya obtenido el rendimiento positivo que era de desear; el enemigo dispone de muy buena información, cuenta con puertos amigos a muy corta distancia de nuestro litoral de Levante, y con los elementos con que actuamos no es posible aspirar a otra cosa; fueran veinte los cruceros disponibles y el contrabando, dada la extensión del litoral, no podría cortarse en absoluto.
Y con esto llegamos a las operaciones que acaban de terminar con la ocupación de la línea de costa entre Estepona y Motril; con el apoyo decisivo de los buques a la columna de Estepona, primero, y a la de Marbella después, hasta dejarla a las puertas de Málaga; con la interrupción de las comunicaciones costeras, las más francas y directas que ha impedido la llegada de refuerzos a Málaga y contenido el éxodo lastimoso de la población civil obligada a marchar hacia Levante en interminable caravana por las cobardes milicias que, incapaces de defender la capital, desatan su ira sobre seres indefensos. Todo esto es obra de nuestro esfuerzo, sin que bastaran a impedirlo ni los repetidos ataques de la aviación ni la posible amenaza de los submarinos ni la eventualidad de una aparición inesperada de la Flota Roja, con su docena de destructores, que sin duda ha creído mejor reservarse para otra ocasión.
Tal ha sido, en líneas generales, la actuación de la Flota Nacional hasta el momento presente; actuación oscura, ingrata, agotadora, sin el aliciente de la lucha abierta que suelta los nervios en tensión. Yo sé que todos, desde el primero hasta el último, deseáis que llegue ese momento y sé también que, si esto ocurre, la fuerza formidable que representan estas dotaciones impulsadas por el patriotismo más puro y forjado durante seis meses de trabajos sin cuento, sabrán vencer, con la ayuda de Dios, todos los obstáculos. Pero si el enemigo no quiere depararnos esa ocasión, no por eso hay que desesperar; ese trabajo silencioso, desconocido y sin embargo de importancia capital para la resolución de la guerra debe ser vuestro principal título de gloria. No esperéis nunca el aplauso clamoroso que el vulgo sólo concede a lo que entra por los ojos; las marchas, las trincheras, el combate en fin con toda su fuerza dramática; en la inmensa mayoría de las campañas navales de todas las Marinas ha ocurrido siempre lo mismo. Es vuestra conciencia de españoles la que os recompensará con creces, y el día en que se escriba la historia de esta guerra tengo la seguridad de que se hará justicia plena a la gesta heroica de estos buques, mil veces gloriosos, que están rescatando palmo a palmo el honor y el prestigio de la Armada, de esta legendaria Marina Española traicionada vilmente por una minoría de miserables asesinos que supo arrastrar a toda una turba de vulgares ambiciosos o acobardados ignorantes, lógico fruto de una política criminal que durante cinco años puso todo su empeño en hundir a la Patria en la abyección y en la barbarie. ¡ADELANTE Y ARRIBA ESPAÑA!