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Patrulla Azul. Joaquín García Morato

El As de Ases y su escuadrilla

Vista, suerte y al toro

Batalla aérea sobre el Jarama  

18 de febrero de 1937



Sin lugar a dudas, el piloto más famoso y condecorado de la Guerra Civil española fue el Comandante Joaquín García Morato, héroe de dicha guerra y mito de nuestra aviación militar, pues a lo largo de la contienda totalizó 1012 horas de vuelo, 511 servicios de guerra, 122 ametrallamientos y 144 combates con 40 derribos; un palmarés impresionante.
Pero no solo por esta brillantísima hoja de servicios merece el reconocimiento. Fue el primer aviador español en combatir con el Fiat CR32, avión de caza, y creador de la famosa Patrulla Azul (o Grupo Azul), de la que surgió en todo su esplendor y eficacia la moderna aviación militar española; culminando su misión formadora con la Brigada Hispana, también durante la guerra y, posteriormente, en el actual Ejército del Aire. Merece la pena recordar, aunque tan sucintamente, el inicio de nuestra moderna aviación a la par que se rinde homenaje a tan señera figura y quienes con él forjaron el Arma.
Nacido en Melilla, el año 1904, su trayectoria como piloto evidencia unas dotes portentosas. Los diferentes destinos le acogen con satisfacción y da más que cumplida cuenta de las misiones que se le encomiendan; y le motiva la enseñanza de cuanto ha aprendido y aplicado. Escribe el coronel de Aviación e historiador militar, Emilio Herrera Alonso, que en 1935, ascendido a capitán García Morato, fue adscrito al Ministerio de la Gobernación para organizar la Sección Aérea de la Dirección general de Seguridad; y a finales de ese mismo año se le destinó como profesor a la Escuela de Vuelo y Combate. Por aquel entonces publicó dos obras: Vuelo sin visibilidad exterior y Acrobacia aérea.
Llegamos al periodo bélico y en él, muy resumido, se destaca la figura humana y militar de García Morato.
Joaquín García-Morato y Castaño, Julio Salvador y Díaz-Benjumea y Narciso Bermúdez de Castro y Zafra-Vázquez, forman en diciembre de 1936 la Patrulla Azul, siendo los primeros pilotos españoles que entonces manejan cazas de última generación, por ejemplo el Fiat CR32 conocido como Chirri, aparatos no obstante inferiores a los suministrados por la Unión Soviética que fueron utilizados por la aviación republicana: los biplanos I-15, Chatos y los cotizadísimos I-16, Moscas o Ratas.
Pronto conocida la escuadrilla —grupo de combate— en tierra y en el aire como la Patrulla Azul, los tres pilotos combaten en Andalucía, luciendo en los respectivos fuselajes el distintivo que les haría famosos: el halcón por Morato, la avutarda por Bermúdez de Castro y el mirlo por Salvador. Este lema no se incorporó inmediatamente, sino que nació fruto de la casualidad, cuenta la anécdota el propio Morato en su libro Guerra en el aire, dice:
“Había un piloto que deseaba unirse a mi patrulla y siempre estaba dándome la lata, así que para quitármelo de encima le dije que si adivinaba el lema le admitiría, a sabiendas de que no teniendo ninguno, nunca podría adivinarlo. Pero el interesado no dejó de preguntar a todo el mundo al respecto, hasta que alguien, para quitárselo de encima le dijo que era vista, suerte y al toro. Muy ufano, vino a decírmelo y me gustó tanto que decidí a adoptarlo y admitir al piloto.”
Aunque no dice quién, es de suponer que se trataba de Miguel García-Pardo de Prado, que se integró en la Patrulla el mes de enero de 1937.
Así quedó completado el escudo: redondel azul, las tres aves y el lema también en azul sobre fondo blanco. Este escudo ha sido el más deseado por todos los aviadores españoles, siendo actualmente el emblema del Ala 11 de Eurofighter.
El gran primer momento de la Patrulla se produjo el 18 de febrero de 1937, cuando en plena batalla del Jarama la unidad es enviada desde Andalucía al frente de Madrid. La aviación republicana mantenía el dominio del aire debido a una superioridad material y a tener concentrada la mayoría de sus I-16 en dicho frente, por lo que los bombardeos nacionales eran muy dificultosos; añadido a esto el que la aviación legionaria (pilotos italianos) tenía orden de no rebasar la línea del frente, por lo que los bombarderos quedaban a merced del enemigo. Pero ese día la Patrulla Azul decide lanzarse al ataque contra no menos de 30 cazas republicanos que acosan a los JU52 nacionales de bombardeo, interponiéndose entre ellos y el enemigo. Ante esta situación, los cazas italianos rompen la orden y se lanzan en apoyo de sus compañeros españoles, dando lugar a un gran combate, donde junto a Morato, Salvador y Bermúdez, destacan batiéndose los italianos Ricci y Degli Incerti. No quedó claro el número de aparatos enemigos abatidos, pero estuvo en torno a los 15, de ellos uno seguro por García Morato.
Así la refiere Emilio Herrera Alonso en su libro Cien aviadores de España:
“El 18 por la mañana, al ver Morato que las dos escuadrillas CR-32 de la caza legionaria permanecían impasibles ante el ataque de la caza republicana a los aviones de bombardeo nacionales, que apenas cruzar las líneas para internarse en territorio enemigo fueron atacados por los cazas republicanos, fiel a su principio de que atacar aún en inferioridad numérica aumenta la moral y rebaja la del enemigo, se lanzó con su patrulla en medio del enjambre de aviones enemigos, entablando un disparatado combate de tres aviones contra veintiséis y seis ametralladoras contra ciento cuatro.
“Al presenciar el hecho, y viendo el tremendo peligro que afrontaban los aviadores españoles, el capitán Nóbile, poniendo por encima de las órdenes recibidas su sentido del Honor y del compañerismo, se lanzó al combate seguido por sus dos escuadrillas, logrando equilibrarlo inicialmente y que terminara la lucha con el muy positivo resultado de seis aviones republicanos derribados por dos nacionales perdidos.
“Por esta acción, el capitán García Morato fue propuesto para la Cruz Laureada de San Fernando, que le sería concedida el 12 de mayo e impuesta con toda solemnidad por el general Kindelán, en el aeródromo de campaña de Castejón del Puente el 18 de marzo de 1938.”
Esta gran acción no solo devolvió la moral a la aviación nacional sino que fue el inicio de la superioridad aérea, sobre todo con la llegada de los Messer 109 B alemanes, de los He 111 y otro material alemán e italiano, que equilibró la pugna con los modelos rusos. Como cifra significativa indicamos que los Chirris abatieron aproximadamente 500 aviones republicanos o frentepopulistas, siendo 73 los aparatos propios perdidos.
Por la acción del Jarama, como se ha descrito, el capitán Morato recibió la Laureada y sus compañeros la Medalla Militar individual, y la unidad la colectiva. Nacía el mito de la Patrulla y forzó a los italianos a entregar los aviones Fiat a los españoles, creándose la escuadrilla 1-E-3 y, posteriormente, la 2-E-3, juntándose en el Grupo 2-G-3 y, posteriormente la Brigada Hispana, formada por pilotos españoles y que daría lugar a nuestro posterior Ejército del Aire.
Desgraciadamente, de la patrulla inicial solo sobrevivió el posteriormente jefe de la Escuadrilla Azul en Rusia y Ministro del Aire, Julio Salvador Díaz- Benjumea, pues Narciso Bermúdez de Castro moriría durante la batalla de Brunete y Joaquín García Morato el 4 de abril de 1939 mientras ensayaba para el gran Desfile de la Victoria. Pero el mito de la Unidad y sus componentes se mantiene hoy día al margen de adscripciones ideológicas como los grandes entre los grandes y sobre todo la figura señera de Joaquín García Morato, a quien le fue concedida a título póstumo la Medalla Militar, que fue impuesta sobre su cadáver; y fue ascendido a comandante por estar en posesión de la Cruz Laureada de San Fernando.

Reseña histórica de Carlos Juan Gómez Martín, complementada por los editores de la página Miguel Ángel Olmedo Fornas y Luz Trujillo y Trujillo Bosque.
* * *

El piloto de caza debe ser: joven, sano, fuerte, acróbata y voluntario en su destino; de alto espíritu combativo y gran acometividad.
Joaquín García-Morato, Guerra en el aire.

Guerra en el aire tiene el sonido tiene el sonido de algo romántico y emocionante. Aviador desde los veinte años, un enamorado de la aviación, y nunca se me ocurrió soñar siquiera que algún día pudiera tomar parte en un combate aéreo.
Joaquín García-Morato, Guerra en el aire.

En repetidas ocasiones, ojeando las páginas de la prensa, he podido contemplar, con el natural halago, mi nombre seguido de frases de alabanza hacia mi persona, exagerando generalmente mi modesta actuación en servicios de guerra realizados personalmente por mí o en unión de mis compañeros de unidad. Todos los que me rodean, todos los queme han hecho el honor de citarme en sus cuartillas, no tienen más que palabras de homenaje para mis actuaciones, y entre todos se destacan frases de afecto y cariño, que siendo casi general es lo que siempre más me ha satisfecho. De mí forman una figura destacada en la guerra, quizás por ser el más adelantado en el número de victorias sobre el enemigo, y creador u originario de la caza española con sus características propias de combate, que tan buenos resultados ha dado.
Joaquín García-Morato, Guerra en el aire.

Mi crónica de hoy va dirigida, más que a los españoles de la Zona Nacional, a los de la zona roja.
Es la segunda llamada que se hace a los jefes de la aviación republicana en nombre de la esposa del heroico capitán Carlos Haya. Esta atribulada mujer de España quiere tener el consuelo de recoger el cadáver de su esposo.
Con este noble objeto, otro héroe de la Aviación Nacional, el comandante García Morato, ha dirigido una carta a los coroneles Hidalgo de Cisneros y Camacho, jefes de la aviación republicana. Para que les llegara a ellos, García Morato cogió un avión y se paseó por el frente de Huesca. Eligió un campo de aviación del enemigo y descendió a diez metros de altura para arrojar el mensaje. Mensaje digno del Romancero, digno de un Caballero del Aire español, y que no puede quedar sin respuesta si las personas a quienes va dirigido guardan respeto a los emblemas que llevaron en sus uniformes.
Con la autoridad y prestigio del comandante García Morato y con unas breves líneas llenas de hidalguía y caballerosidad, se hace la demanda, demanda que es bien atendible.
Dice García Morato en su mensaje: “Si alguna vez nos encontramos en el aire, antes de comenzar la lucha os saludaré reconocido”. El merecer el saludo de un caballero como este prestigioso Comandante de la Aviación Nacional, ya es un buen premio y ya es para que se atienda la demanda.
Los que vistieron el uniforme de los Caballeros del Aire no pueden desatender esta petición.
¿Desatenderán la petición? No lo creemos. Al fin nacieron en España y no creemos que desaprovechen la ocasión que se les brinda de demostrar que pueden proceder como caballeros.
El Tebib Arrumi (Víctor Ruiz Albéniz), cronista de guerra.

Nota de los editores: La petición fue ignorada.




Leyenda, antes que canas; romance, antes que arrugas

Eran tres amigos, tres capitanes con su uniforme azul brillante y su alma encendida como un volcán. ¡Uno, Dios le llamó y tiró de él hacia su trono!; Narciso Bermúdez de Castro. ¡Otro, ay ese otro!: ese también se fue y le esperamos para siempre. Otro: Joaquín García Morato. Guerra y chatos de Montilla en Córdoba. Miaja dominaba con sus hordas de haraganes, ávidos de botín, de sangre de españoles y de españolas (pálidas españolas como lirios, nietas de tribunos romanos y califas árabes y soldados visigóticos), las tierras con monasterios de jardines misteriosos y con viejas ciudades enterradas y ermitaños y cortijos de toreros. Abajo, Córdoba, seria y señora, avanzada de la Andalucía hacia La Mancha, donde los sacros caminos estaban profanados, preparaba su defensa entre himnos de patriotas, rezos de mujeres y luces de aceite a un Arcángel. Y toses y tacos de un bravo coronel. Y entre alegría de capitanes de uniforme azul y brillante.
El teniente Vigueras rondaba el trío de los capitanes. Él quería formar parte de aquella escuadrilla elemental de cazas primitivos que iban a lanzarse a la aventura de luchar con los primeros aviones rojos enviados a Madrid y que eran ya unos magníficos aviones modernos. Morato no sabía cómo disuadir a aquel valiente. Y por fin encontró un subterfugio.
—Mira, Vigueras, ¿cómo quieres venir a la caza si no sabes el lema?
—¿Pues cuál es?
—¡Ah, averígualo!
Vigueras recurrió al bondadoso Bermúdez de Castro
—Oye, Bermúdez, ¿cuál es el lema de la caza?
Bermúdez no lo sabía porque, en realidad, no existía tal lema. Pero Morato lo inventó en el acto:
—Pero, hombre, si eso lo sabe todo el mundo: “Vista, Suerte y al Toro”.
Así nació este lema, en apariencia pueril, pero que por inspiración muy española resume las tres características del vuelo de caza de guerra.
Este lema se ha cubierto de gloria. En la “paridera” —ya explicaremos algún día lo que es la “paridera” y el alto significado poético y heroico de esta humilde choza de las sierras ibéricas—, donde hoy se encuentra Morato con sus escuadras, terror del rojo, habrá un timón de un caza enemigo en el que figuran los nombres de los camaradas muertos —pocos por fortuna— y tantos aeroplanos pintados como unidades han sido abatidas al enemigo; cuando yo vi ese timón la última vez, en una inolvidable noche de mayo, había cerca de 150 “aeroplanitos”. Hoy casi debe estar doblada la cifra.
……………….

Morato es de una modestia tal que jamás habla de sí mismo. En cambio, con qué orgullo, con qué entusiasmo de chiquillo me contaba la hazaña del comandante Salas, esa otra maravilla de la caza, que había derribado el día anterior, él solo, en un servicio, tres aviones enemigos.
—Chico, me decía—, daba gloria verlo. ¡Uno, otro, otro! Parecía que hacía la cadena por la regularidad con que caían. En un minuto se pobló el aire de puntos blancos: eran los paracaídas de los que pudieron utilizarlos.
……………….

Leyenda antes que canas. Eso es Morato. Romance antes que arrugas.
Víctor de la Serna.
Sur, 24-11-1938

As de ases
Una personalidad famosa entre los aviadores de nuestros días es el comandante Joaquín García Morato, “as de ases” de la Aviación Nacional.
Su récord militar de guerra, sus cualidades relevantes como piloto militar de caza y su suerte asombrosa, le han dado el carácter de una figura legendaria Piloto aviador desde sus primeros años, habiendo seguido la carrera militar, se hizo un nombre propio mucho tiempo antes de que comenzara la guerra como profesor de la Escuela de Aviación Militar de Los Alcázares y como ganador de concursos de acrobacia, tanto en España como en el extranjero.
Volando un Fiat, hasta la fecha ha derribado 30 aparatos enemigos, la mayoría en combate, en los que las probabilidades estaban francamente en contra suya; en realidad, con frecuencia ha entablado combate solo, contra cualquier número de aparatos rojos. Un hombre joven, de unos treinta y cuatro años, de buena apariencia, sencillo, sólo tiene adoración por la aviación. El comandante Morato es el piloto de caza ideal. Para él, la caza es lo mejor de la Aviación, y sus múltiples conocimientos en esta rama de la Aviación le han hecho una autoridad indiscutible en ella.
Afecto a la primera Brigada del Aire, es el fundador de la Patrulla Azul, que más tarde fue ampliada, convirtiéndose en el Grupo Azul. Estas unidades, creadas por él, seleccionando cuidadosamente cada uno de los pilotos, se han convertido en unidades tan temidas y famosas como las nunca olvidadas de la Patrulla de Amanecer y la Escuadrilla Endiablada, de la guerra europea. Su emblema está formado por un círculo con tres aves: un halcón, una avutarda y un mirlo, pintados en azul sobre fondo blanco. Y su lema reza: “Vista, suerte y al toro.”
Es interesante el encontrarse y charlar con el comandante Morato. Enemigo de hablar de sus éxitos en la guerra, suele hablar, sin embargo, con gran entusiasmo de las acciones gloriosas del Grupo Azul. De apretársele un poco, describe unas cuantas de las acciones en las cuales ha tomado parte; acciones que en total suman unas ciento veinte. Un detalle curioso del comandante Morato es el cinturón de cuero que lleva; en él aparecen treinta muecas, que significan treinta aparatos derribados al enemigo por él.
Volar es un placer para el comandante Morato. Pero volar como piloto de caza constituye para el comandante la mayor de las emociones. Con frecuencia, de no haber servicios de guerra, despega solo en su Fiat y pasa sobre las líneas enemigas en busca de detalles que pudieran ser de interés para acciones futuras. Algunas veces, volando en servicios de este tipo, se ha encontrado aparatos enemigos de bombardeo o caza, con los que al punto ha entablado combate. Su aparato ha sido tocado muchísimas veces; pero jamás se ha visto obligado a tomar tierra o ha sido herido.
Todos sus momentos de descanso los dedica a la lectura y a escribir, siendo el objeto de la lectura por él preferido el de Aviación. Cuantos libros se imprimen sobre aparatos o vuelos, tarde o temprano acaban por caer en sus manos. Su talento literario, indudablemente bueno, lo dedica a escribir sobre acciones de guerra en las que ha tomado parte. Últimamente ha terminado una historia llamada Guerra en el cielo. Escrita en un tono sencillo, pero emocionante, describe un gran número de combates en los que ha tomado parte; la vida de los pilotos militares en tierra, sus reacciones en vuelo y combate… En resumen: ha escrito algo que un lector de historias de aventuras describiría como un material perfecto.
Es un admirador de los Estados Unidos, país que espera visitar algún día, habiendo escrito esta historia con el objetivo principal de ser publicada en América. Desprovista de toda propaganda, la historia está llena de interés y emoción, y cree será algo interesante para los amantes de la Aviación, que de este modo podrán vivir con él los momentos de peligro, de broma y de placer de su vida de piloto de guerra.
El comandante García Morato, “as de ases” de la guerra de España, simboliza en nuestra generación todas las emociones, coraje y valía técnica que Richthofen simbolizó para la generación de la guerra europea.
Edward G. de Pury.
Corresponsal de United Press.

Aviación de asalto
En todas las guerras surgen nuevos métodos de combate. En la guerra española ha ocurrido igual, especialmente en lo que a Aviación se refiere, convirtiendo a los rápidos cazas en nuevos instrumentos de ataque, potencialidad conocida con el nombre de Aviación de Asalto. Se debe este nuevo método (la cadena para ametrallar y el ataque rasante con bombas) al comandante Joaquín García Morato, as de ases de la Aviación Nacional. Un magnífico técnico y una autoridad en caza, que ha volado del lado del general Franco desde el principio de la guerra, utilizó este nuevo método por él ideado en el frente Sur, debido a la falta de aparatos de bombardeo que colaboraban con la Infantería.
Su idea consistió en cargar su caza con seis bombas, que podían ser lanzadas independientemente, al picar sobre un objetivo determinado. Hay que picar a toda velocidad sobre los nidos de ametralladoras enemigos, llegando hasta casi tocarlos; varios picados para conseguir la máxima efectividad.
Los técnicos de guerra de todo el mundo han encontrado mucho que aprender en los campos de batalla españoles. Pero especialmente los pilotos militares encontrarán un especial interés en convivir con el comandante Morato en las acciones de guerra; sus hechos durante la campaña han dejado ensombrecidos los de otros cazadores del pasado.
Edward G. de Pury.
Corresponsal de United Press.

Nota: Al capitán José Muñoz Jiménez-Millas, piloto durante la guerra y la posterior campaña en la Unión Soviética, también se atribuye la creación del método de la cadena para ataque a objetivos terrestres, mandando el grupo 1-G-2 dotado con aviones Heinkel-51.
* * *

En tierras de arados muertos
doce espigas brotarán;
¡doce trimotores duermen
presagios de Eternidad!…
Uralitas y bidones
junto al trigo de Aragón;
¡primavera de petróleos
y margaritas en flor!…
Todas las hélices duermen
con sincronismo a los vientos;
mecanismo, matemática, disciplina en cada acero,
unísono en los latidos,
exactitud en los cerebros;
doce trimotores saltan
con galopar de luceros.
Allá va García Morato;
madres, dejad de llorar,
que allá va García Morato
con rumbo y velocidad.
Siete cazas enemigos
se divisan a lo lejos…
Son siete, cual los pecados
capitales del infierno.
Una sagita de plata
va cruzando el Universo,
y va escribiendo un romance
en la página del cielo.
Aeródromo. La corneta
canta el Angelus. Silencio…
Doce trimotores duermen
pesadillas de misterios
Forja canciones el whisky
allá en el fondo del bar.
Un gramófono salpica estridencias de jazz-band.
En el hall está Morato;
en el rincón de un sofá.
¡Silencio, que ya se duerme,
que los ojos cierra ya,
como un niño cansado de jugar!…
Apagad todas las luces
y callad,
¡que Morato está soñando
reinos de un cielo Imperial!
Felipe de Vierna, Aeródromo.
Codiciosa de todo lo que sube,
enarbolé mis ojos a los cielos
sobre la ronda altiva de unos vuelos
que atravesaron la dorada nube.
Las alas y la luz juntas las tuve
desde el raudo temblor de unos anhelos
que allá, estrella fugaz, le daban celos
en los brazos ardientes del querube.
Trascendía el hechizo de la Victoria
Que España ofrece al mundo como ornato
De una Raza, de un Tiempo, de una Historia.
Era en los aires toque de rebato,
clarín que brinda su canción de gloria
a la sublime caza de Morato.
Concha Espina, Soneto a García Morato.

Joaquín García-Morato y Castaño



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