El convoy de la victoria
Desde el 18 de julio de 1936 estaba en marcha, al menos en los planes del Ejército Nacional, la operación de cruzar el Estrecho de Gibraltar para el traslado de las tropas en el Protectorado español a la Península. Por otra parte, la intención del gobierno del Frente Popular era impedir ese paso del Estrecho con lo que evitaba el imprescindible aporte militar de efectivos, y el no menos necesario refuerzo anímico, ambos componentes definitivos para la victoria final.
La operación del paso del Estrecho tenía el punto de partida en el Protectorado español de Marruecos y el punto de llegada en el extremo sur de la Península Ibérica: la provincia de Cádiz, desde la capital hasta Algeciras; favoreciendo el auxilio a las plazas de Sevilla, Córdoba y Granada y el avance lo más veloz posible hacia Madrid, capital de España.
A 18 de julio, el dominio del mar Mediterráneo, del mar de Alborán (denominación geográfica del Mediterráneo en torno amplio a la isla de Alborán y las plazas de Soberanía españolas en el norte del Protectorado), y el de la Escuadra correspondía al Frente Popular, lo cual dejaba aislado al Ejército de África (aproximadamente 25.000 hombres) y en consecuencia ineficiente para el objetivo cívico-militar de incorporarse a las fuerzas reunidas en la Península.
Los primeros transportes marítimos del Protectorado a la Península
Finalizando el día 18 de julio salió de Ceuta un convoy con transporte de tropas y material y buques de protección formado por el destructor Almirante Churruca y la motonave Ciudad de Algeciras, en ella embarcados el I tabor de Regulares de Ceuta y el 2.º Escuadrón, desmontado, del mismo; ambas unidades desembarcaron en el puerto de Cádiz al amanecer del 19. En las primeras horas de este 19 de julio, también salió de Ceuta un segundo convoy, de idénticas características que el precedente, formado por el cañonero Dato y el mercante Cabo Espartel¸ que transportó el II tabor de Regulares de Ceuta; su llegada al puerto de Algeciras fue a las nueve de la mañana.
Pese al éxito inicial, éstos fueron los únicos transportes con tropas del Ejército de África que pudieron cruzar las aguas del Estrecho en esas jornadas iniciales de la guerra, pues la flota presente en el Mediterráneo, aunque sin mandos de oficialidad, quedó a las órdenes del Frente Popular siendo su misión la de impedirlos por mar y aire.
Pese a la actividad de bloqueo por el Frente Popular, a todas luces caótica, hubo un tercer transporte con tropas del Protectorado a la Península, en condiciones sumamente arriesgadas, organizado por el comandante de Caballería Arsenio Martínez Campos el 21 de julio, utilizando dos faluchos del Consorcio Nacional Almadrabero: Nuestra Señora del Pilar y Pitucas; las dos pequeñas embarcaciones debían cruzar el Estrecho por dos veces, en viajes de ida y vuelta. Pero herido el comandante al llegar a Ceuta, la operación quedó a cargo del teniente de navío Manuel Mora Figueroa. En la madrugada del 24 al 25 de julio pudo conducir a Tarifa una compañía de la IV bandera del Tercio y un grupo de falangistas voluntarios.
El puente aéreo
El general Francisco Franco, jefe del Ejército de África, había decidido ya el 20 de julio el transporte aéreo de las unidades en el Protectorado en caso de verse imposibilitado por la vía marítima.
El bloqueo naval en el Estrecho era cierto, de manera que para trasladar al Ejército de África había que forzarlo o burlarlo, que por ambos caminos se rompía dejando el acceso libre.
Pero como a 21 de julio el bloqueo cerraba el tránsito, el general Franco dio curso a su idea posibilitando una opción inverosímil, nueva en la historia, arriesgada como tal concepción: el transporte aéreo de tropas, pertrechos y municiones de los aeródromos del Protectorado a los en condiciones de recepción en la Península. Franco había enviado en esa fecha un emisario a Roma para la compra de los aviones necesarios, según explica el capitán Ángel Salas Larrazábal, primer enlace del general Emilio Mola, jefe del Ejército del Norte, con el mando del Ejército del Sur, general Gonzalo Queipo de Llano, y el de África.
De inmediato se procedió al comienzo de la operación paso aéreo del Estrecho. Tres Fokker F-VI, aviones de bombardeo, incorporados desde el aeródromo de Cabo Juby (Ifni) a los de Larache, en el Protectorado, y Sevilla, y de Sevilla a Tetuán (aeródromo de Sania Ramel), trasladaron en la mañana del 20 de julio al aeródromo sevillano de Tablada a 20 legionarios de la V bandera del Tercio y otros tantos por la tarde. A esas horas se unió a los tres aviones iniciales un hidroavión Dornier Wal, de reconocimiento y bombardeo de la Aeronáutica Naval, que en dos viajes transportó a 24 regulares del III tabor de Larache. Era el primer puente aéreo de la historia.
El 21 se sumaron a la operación dos aparatos de caza Niewport, llegados de Sevilla y Granada, con misión de proteger a los aviones de transporte; el 23, de Cádiz salió un segundo Dornier Wal; el 25 salió de Tablada un Douglas DC-2 de las Líneas Aéreas Postales Españolas (L.A.P.E.); y el 20 un Junkers-52 requisado a la línea aérea alemana Lufthansa. El DC-2 y el J-52 eran aviones aptos para el transporte.
Fue habilitado al efecto del puente aéreo el aeródromo de Jerez de la Frontera para acortar en la mitad el itinerario de los aviones. Por su parte, y con características propias, los hidroaviones volaban desde el puerto de Ceuta al de Algeciras.
Algunos de los citados aparatos desempeñaron al tiempo misiones de bombardeo contra los buques enemigos bloqueando la zona.
Durante el mes de julio, es decir, del 20 al 31, fueron 102 los vuelos efectuados: el promedio de viajes fue de cuatro al día con dieciséis personas a bordo. El día de mayor tránsito se registra el 25, con sesenta salidas; la marca de viajes para un solo avión en una jornada se situó en doce. El número total de soldaos trasladados se aproximó a los novecientos en ese periodo. Entonces ya se encontraban en la Península las banderas del Tercio IV y V y los tabores I y II de Ceuta, III de Larache (incompleto), tabores I y II de Tetuán y un escuadrón de Regulares de Ceuta.
En los primeros días de agosto se incorporaron a la flota aérea de transporte tres Savoia-62 de la Marina y un Fokker, aunque disminuyó el número de vuelos.
Hasta el 4 de agosto, inclusive este día, los escasos transportes marítimos y el esfuerzo aéreo llevaron a la Península un total de 2.300 soldados con toda su impedimenta.
El Convoy de la Victoria
No era suficientemente ágil, dado lo apremiante de la situación, el traslado de tropas exclusiva o mayormente por aire. Había que sortear el bloqueo marítimo con una maniobra audaz, inesperada por el enemigo, sin renunciar al transporte aéreo que continuó eficiente e incrementado a medida que se dispuso de nuevos aviones.
El día 21 de julio tuvo lugar una reunión al respecto del traslado de tropas a la que acudieron, además del general Franco, el general Kindelán, el coronal Sáenz de Buruaga, los tenientes coroneles Beigbeder y Yagüe con algunos jefes de Estado Mayor y Aviación, más los comandantes del cañonero Dato, el guardacostas Uad-Kert (o Uad-Quert) y el torpedero T-19.
El general Franco propuso un transporte naval del Protectorado a la Península, sabedor de lo arriesgado de la empresa, pero también de que los barcos en servicio de bloqueo del Frente Popular carecían de mandos capaces y de disciplina de combate. Todos los presentes expusieron a Franco las dificultades casi insuperables del proyecto, alegando esos técnicos razones de peso que nadie sensato cuestionaba. Sin embargo, Franco quería llevar a cabo la operación considerándola imprescindible. Dijo a los reunidos: “Yo tengo que pasar y pasaré. Tenéis razón. Todas vuestras observaciones son exactas; desconocemos la eficacia de la aviación [propia] contra una flota de guerra en alta mar; carecemos de fuerzas navales equivalentes a las del enemigo; sus barcos tienen una artillería más potente y mayor velocidad que los nuestros. Pero el convoy tiene que pasar. Este es, precisamente, el problema: ¿cómo pasar un convoy que no puede pasar? […] No se puede conceder a la escuadra roja el poder que tenía antes en manos de marinos expertos. Sin oficiales, los buques en poder de auxiliares poco entendidos, de comités ignorantes y tripulaciones sin disciplina, ni la potencia de sus calderas será tan eficaz ni los tiros de sus cañones serán certeros. Los factores de orden moral están todos a nuestro favor. Abona el éxito [de la operación], que lo tengo por descontado, el alto espíritu de nuestros aviadores y marinos en contraste con el deprimido de la flota roja, que se refleja en las comunicaciones que cambian entre sí”.
El día 1 de agosto se efectuó un simulacro de paso del Estrecho, de Ceuta a Algeciras, por el transporte T-19, con resultado favorable en cuanto a lograrlo pero desfavorable en la medida que alertó más a la flora de bloqueo. Se había previsto el paso del convoy principal el 3 de agosto, con todas sus consecuencias, sin embargo quedó pospuesta la operación en vista del refuerzo en las aguas. La Flota roja (así denominada por el Frente Popular) disponía en aguas del Estrecho y mar de Alborán los siguientes buques de superficie e inmersión: acorazado Jaime I; cruceros Libertad y Miguel de Cervantes; destructores Sánchez -Barcáiztegui, Almirante Ferrándiz, José Luis Díez, Churruca, Lepanto, Alcalá Galiano y Lazaga; submarinos C-1, C-2, C-3, C-6 y B-5; y algunos patrulleros de escaso valor bélico.
Los barcos que integraban el convoy que la historia denominaría de la victoria eran: en calidad de transportes, las motonaves correos Ciudad de Algeciras y Ciudad de Ceuta, el mercante Arango y el remolcador Benot; en calidad de buques de protección, el cañonero Dato, el guardacostas Uad-Kert, surtos en Ceuta, y el torpedero T-19 que, como se ha indicado, había atracado en el puerto de Algeciras el 1 de agosto. En caso de presentarse algún buque enemigo, los propios de guerra saldrían a su encuentro para afrontar resueltamente el combate y atraer hacia ellos el fuego, llegando hasta el sacrificio si fuera preciso, a fin de posibilitar al convoy su arribada a destino.
El 4 de agosto se dio a la Aviación una orden con las misiones a desempeñar el 5, día fijado para el cruce del Estrecho, siendo estas: limpiar el Estrecho de submarinos y demás unidades enemigas, mantener bloqueados a los buques de la Escuadra enemiga que se hallasen fondeados en Tánger, no dejar pasar de Estepona a los buques que se encontraban en el puerto de Málaga, y proteger a toda costa el convoy. Fueron seis las patrullas aéreas formadas: dos hidroaviones Dornier, dos patrullas de tres Breguet XIX de reconocimiento cada una, dos Niewport, tres trimotores Fokker y tres trimotores Savoia; en reserva se contaría con tres Savoia y tres Breguet XIX estacionados en el aeródromo de Sania Ramel, en Tetuán.
Fueron, además, convenidas las zonas de actuación en el eje Ceuta-Algeciras y un sistema de señales radiotelegráficas para avisar de presencias enemigas.
El cañonero Dato, a las órdenes del capitán de corbeta Manuel Súnico y Castedo, izaría la insignia de mando, y en cada uno de los mercantes fue agregado, con desempeño de mando específico, un oficial de la Armada. En Punta Carnero, zona de Algeciras, estaban emplazadas dos piezas artilleras de 155 milímetros y a ambos lados del Estrecho se había organizado una red de vigilancia visual, mientras que en Punta Cires, zona de Ceuta, un oficial de Marina actuaría como observador. Los barcos zarparían del puerto de Ceuta y los aviones despegarían de Sania Ramel; el puesto de mando de la operación se situó en el monte Hacho, sobre la ciudad de Ceuta, junto a la ermita de San Antonio. El embarque de las tropas tuvo lugar la madrugada del 5 de agosto. Desde la atalaya del monte Hacho el general Franco transmitió su seguridad a su ayudante, el teniente coronel Franco Salgado-Araujo con la siguiente frase: “Hay ocasiones en que con un cincuenta por ciento de probabilidades de éxito, y aún algo menor, puede justificarse una decisión si las circunstancias lo exigen. Y en este caso las probabilidades de éxito son mayores”.
Este día amaneció con niebla espesa en el aire y fuerte temporal de Levante en el mar. Las condiciones eran adversas, pero la decisión estaba tomada y las unidades aéreas volaban desde las 5 horas: a las 7 horas avistaron y atacaron al destructor Lepanto que fue a refugiarse en Gibraltar. El convoy zarpó de puerto a las 7 horas y 30 minutos, pero se suspendió la navegación al sospecharse que del puerto de Gibraltar podía salir el destructor con intención de ataque. Tras urgentes gestiones del general Alfredo Kindelán con las autoridades del peñón, el destructor fue obligado a zarpar en dirección a Málaga, perseguido inicialmente por algunos aviones; luego la ruta quedaba expedita. A las 15 horas y 30 minutos se ordenó tenerlo todo dispuesto para la salida y a las 16 horas y 30 minutos empezaron a desfilar hacia mar abierto los barcos del convoy en el siguiente orden: Uad-Kert, Dato, Arango, Benot, Ciudad de Algeciras y Ciudad de Ceuta. El Benot se vio obligado a virar en redondo por no poder debido a la mucha carga aguantar la marejada, situándose luego en cabeza del convoy las dos motonaves escoltadas por el cañonero; cerraban la comitiva el mercante y el guardacostas. Así pues, el traslado comenzaba hacia las 18 horas en dirección a Punta Carnero. A esa hora zarpaba de Algeciras el torpedero para sumarse a la protección del convoy.
A las 19 horas la patrulla de aviones Savoia avisó de la presencia de un destructor, el Alcalá Galiano, entre el cabo Trafalgar y punta Marroquí, a ocho millas de la costa, marchando en dirección al Estrecho. Al cuarto de hora despegaban de Tetuán las reservas de aviones que atacaron al destructor cinco minutos después. Simultáneamente, el cañonero Dato, que ya se encontraba a cinco millas de Punta Carnero, de acuerdo a las instrucciones previas abandonó su puesto en el convoy para interponerse entre los buques que protegía y el destructor enemigo, que había abierto fuego sobre la motonave Ciudad de Algeciras. Atacado desde el aire y por mar, cañoneado por los tres buques de guerra del convoy y las piezas emplazadas en Punta Carnero, y con los disparos de fusil de las dotaciones y la tropa embarcada tal era la cercanía, el destructor huyó a toda máquina zigzagueando. Eran las 19 horas y treinta minutos.
A las veinte horas arribaba el convoy sin novedad al puerto de Algeciras, siendo la motonave Ciudad de Ceuta el primer barco en atracar, mientras el destructor buscaba el refugio del puerto de Málaga con la tripulación desmoralizada según los mandos políticos y militares del Frente Popular que reconocieron el éxito del paso marítimo del Estrecho.
El triunfo de la operación fue sobre todo moral. Los soldados que cruzaron el Estrecho por mar la jornada del 5 de agosto fueron poco más de 1.600, y como material de guerra importante una batería ligera y cuatro morteros. Las fuerzas embarcadas en el denominado Convoy de la Victoria habían sido: I bandera del Tercio, III tabor de Melilla, Plana Mayor y sección de Transmisiones de la 2.ª Legión del Tercio, personal remanente en Marruecos del III tabor de Larache, cuatro morteros y 13 hombres del Grupo de Regulares de Ceuta, una batería de 105 mm con personal y municiones (para un total de 42 hombres y 1.200 proyectiles), material de transmisiones diverso, 76 hombres de automovilismo, dos ambulancias, una estación de radio-automóvil y dos millones de cartuchos de fusil. La valoración del hecho fue muy favorable para el bando Nacional y muy desfavorable para el bando del Frente Popular.
Reacción del Frente Popular
Antes de consumarse el paso del Estrecho por el Convoy de la Victoria, el gobierno del Frente Popular había empleado la superioridad aérea y marina para imponer su presencia, limitar la enemiga y ejercitar tareas de bombardeo de ambas fuerzas contra los objetivos marcados en cada momento por los asesores militares. Fueron bombardeadas Sevilla, la madrugada del 20 de julio y el día 23; Melilla, los días 18 y 26; Cádiz, el 24; Ceuta, el 20 y el 25; Tetuán (capital española del Protectorado), el 18 y 19; Algeciras, el 20 y 25; La Línea de la Concepción, el día 21. El 2 de agosto se bombardearon Ceuta, Algeciras y Tarifa; y el 3, de nuevo Tarifa.
Cruzado el Estrecho la jornada del 5 de agosto, fue incrementada la estrategia del castigo por el fuego para destruir los puntos de apoyo: puertos, acuartelamientos improvisados, aeródromos y plazas, de la Península y el Protectorado. El 7 de agosto fueron bombardeadas las localidades de Arcila y Larache por los destructores Lepanto, Almirante Ferrándiz y Alcalá Galiano; bombardeados por el crucero Miguel de Cervantes los aeródromos de Río Martín (en el Protectorado) y la plaza de Cádiz; bombardeadas Punta Carnero, Punta García y Algeciras por el crucero Libertad; bombardeada por el acorazado Jaime I la bahía de Algeciras. La aviación cooperó en el ataque a la plaza de Algeciras. El día 8 de agosto fue castigada la zona de Río Martín por el crucero Miguel de Cervantes; el 8 el destructor Almirante Valdés bombardeó Cádiz y el 9 Arcila y Larache. En estos ataques sufrieron daños de diversa consideración el cañonero Dato y el guardacostas Uad-Kert, anclados en la bahía de Algeciras.
Los daños producidos en estas acciones bélicas fueron cuantiosos en víctimas y materiales, pero sin influencia real para el curso inmediato de la guerra.
Continuidad del puente aéreo
Dada la superioridad de la Marina del Frente Popular en aguas del Estrecho y mar de Alborán, al no poderse repetir con garantías el convoy de transporte de tropas y material (hasta la irrupción en el Mediterráneo de los cruceros Canarias y Almirante Cervera), el bando Nacional prosiguió operando con aviones para el traslado de tropas desde el Protectorado a la Península. En la primera decena de agosto se había completado la dotación de los veinte Junkers-52 de transporte comprados a Alemania, por lo que el ritmo de los vuelos se incrementó en el acto.
Aproximadamente, en julio fueron transportados por aire 850 hombres, 6.500 en agosto, 5.450 en septiembre, 1.200 en octubre y 850 en noviembre; con 500 toneladas de material que incluyen 44 cañones y 90 ametralladoras.