La Luz salvadora y el Protector
Pedro de Mena y Medrano
Pedro de Mena y Medrano, escultor, imaginero (Granada 1628 – Málaga 1688), hombre de profunda religiosidad y depurada técnica, nos ha legado tallas de esplendente policromía, precioso detalle y extraordinario dramatismo.
Una de ellas, el Cristo de la Buena Muerte, datado hacia 1660, ha alcanzado gran notoriedad y fervor patriótico, llevado en volandas por los legionarios españoles cada Semana Santa en la ciudad de Málaga. El año 1921, año siguiente al de su fundación, la Legión Española se acogía a la advocación del Cristo de la Buena Muerte, representada por la talla de Pedro de Mena, como su Sagrado Protector. En 1928, la Autoridad Militar confirma al Cristo de la Buena Muerte como Protector y Patrón de la Legión Española; y desde entonces acude cada año a participar en el desfile procesional de Málaga.
En todos los acuartelamientos de la Legión existe una reproducción exacta de éste Cristo. El año 1946 la Cofradía regaló un estandarte a La Legión que, tras custodiarse todo el año y de forma rotativa en cada uno de los Tercios, lo trasladan a Málaga para llevarlo en procesión.
La Legión con su protector y patrón el Cristo de la Buena Muerte.
Pedro de Mena dispuso para su Cristo de la Buena Muerte (realizado en Málaga, titular de la Congregación de Mena) unos brazos muy cortos para que luciera más en la iglesia y convento de Santo Domingo; lugar donde se guarda y luce. Esta magnífica obra, como tantas otras en aquella época, fue descuartizada y quemada por las turbas el 13 de Mayo de 1931. No obstante, aún pudo rescatarse el tronco deformado y guardado allí mismo; pero al cabo la horda reincidió contra el lugar y sus imágenes para culminar la aniquilación.
Del trágico suceso, cual huella de la barbarie, queda la pierna izquierda que conserva la Congregación, rescatada por Paco Palma García. En 1941 el artista Francisco Palma Burgos dio forma y expresión a otro Cristo de la Buena Muerte, inspirándose en el original destruido, que se sigue llamando el Cristo de Mena, restaurada la imagen en 2001, que continúa siendo el protector y patrono de la Legión y procesiona por Málaga en la noche del Jueves Santo.
La Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad data del año 1579, ya que desde esta fecha existe documentación aunque anteriormente ya existía una Hermandad. En el año 1862, se funda la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y en 1881, es descubierto por el jesuita Moga el Cristo Crucificado de Mena y lo entrega a la citada Cofradía. La Cofradía procesiona por primera vez en el año 1883 la Imagen que talló Pedro de Mena y Medrano.
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La Congregación de Mena, en Málaga, cuenta una leyenda que también vincula a los marineros nacionales en la devoción. En mitad de una imponente tormenta una fragata de la Armada Española divisaba a duras penas y como única referencia en el horizonte lo que semejaba la luz de un edificio, que sirvió de guía hasta que trabajosamente arribaron a un puerto donde atracar y desembarcar, el de la ciudad de Málaga. La luz salvadora provenía de la iglesia-convento de Santo Domingo, junto al cauce del río Guadalmedina; una luz nacida de los ojos de la Virgen de la Soledad que recibía culto en la capilla más próxima al río.
Los marinos solicitaron al prior de la Orden Dominica que se celebrara un tedeum, una misa de agradecimiento, pero no fue posible por ser aquel día Sábado Santo. Fue tanta la insistencia que se celebró la misa completa, rezando fervorosamente los acogidos a la protección de la Virgen la primera Salve Marinera.
Salve Marinera
Salve, estrella de los mares,
de los mares iris de eterna ventura
salve fénix de hermosura
madre del Divino Amor.
De tu pueblo a los pesares
tu clemencia dé consuelo
fervoroso, llegue al cielo,
hasta Ti, hasta Ti nuestro clamor.
Salve, Salve, estrella de los mares
Salve estrella de los mares
Sí, fervoroso llegue al cielo
y hasta Ti y hasta Ti nuestro clamor.
Salve, Estrella de los mares
Estrella de los mares,
salve, salve, salve, salve.
Fue tal la gratitud y fervor de los marineros, que les llevó a solicitar al Obispo un privilegio especial para que todos los Sábados Santos “por siempre jamás” fuera oficiada una Misa, y concedido el título de Pontificia para la Hermandad. La Armada Española solicitó la bula para la Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y la celebración eucarística cada Sábado Santo para rememorar el hecho milagroso, siendo única en la cristiandad. Desde aquel 1756 se venía celebrando todos los años, pero el Concilio Vaticano II suprimió la misa completa.
Infantes de Marina portando en andas a la Virgen de la Soledad
En 1915 la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte se unió a la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, dando origen a la Pontificia y Real Congregación del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas y Nuestra Señora de la Soledad.
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La Guardia de Honor Legionaria custodia la imagen en la Capilla de Santo Domingo, con el estandarte del Cristo de la Buena Muerte orlado por los Guiones de los cuatro tercios: Gran Capitán, Duque de Alba, Don Juan de Austria y Alejandro Farnesio.
El Jueves Santo, en Málaga, la Banda de Guerra de La Legión enmudece para dejar espacio en el aire a las gargantas de los legionarios que a su emotivo e inconfundible modo rezan El Novio de la Muerte, mientras recuerdan sus gestas y dedican sus sones a los miles de caídos que han dado su vida por España.
El Novio de la Muerte
I
Nadie en el Tercio sabía,
quien era aquel Legionario
tan audaz y temerario
que en La Legión se alistó.
Nadie sabía su Historia,
mas La Legión suponía
que un gran dolor le mordía
como un lobo el corazón.
Mas si alguno quien era le preguntaba,
Mas si alguno quien era le preguntaba,
con dolor y rudeza le contestaba:
Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera;
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tan leal compañera.
II
Cuando más rudo era el fuego
y la pelea más fiera,
defendiendo a su Bandera
el Legionario avanzó.
Y sin temer al empuje
del enemigo exaltado,
supo morir como un bravo,
y la Enseña rescató.
Y al regar con su sangre la tierra ardiente
Y al regar con su sangre la tierra ardiente
murmuró el Legionario con voz doliente:
Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera;
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tan leal compañera.
III
Cuando al fin le recogieron,
entre su pecho encontraron
una carta y un retrato
de una divina mujer.
Y aquella carta decía:
“…Si Dios un día te llama,
para mí un puesto reclama,
que a buscarte pronto iré”.
Y en el último beso que le enviaba,
su postrer despedida le consagraba:
Por ir a tu lado a verte,
mi más leal compañera,
me hice novio de la muerte,
la estreché con lazo fuerte
y su amor fue mi Bandera.
En varios lugares de España (Zamora, Puente Genil, Ciudad Real, Jaén, Motril, Valladolid, entre otros de extenso citar) encontramos advocaciones, hermandades y cofradías devotas del Santísimo Cristo de la Buena Muerte.
En Valencia, por ejemplo, y en representación de todos ellos.