La primera máquina de multiplicar directa
10 de septiembre de 1878 en Nueva York
Con dignidad y espíritu patriótico, Ramón Verea manifestó públicamente que su único interés era demostrar al mundo que un español es capaz de una invención sobresaliente. Y a fe que lo consiguió al crear una máquina calculadora que multiplicaba cifras de forma directa sin necesidad de recurrir a sumas, como operaban los ingenios que precedieron al suyo.
Ramón Silvestre Verea Aguiar y García, pontevedrés de la parroquia de Curantes en el ayuntamiento de La Estrada, nacido en 1833, presentó su modelo de máquina calculadora mecánica en la ciudad de Nueva York, siendo bien recibida su contribución científica y aprobada por encima del resto de invenciones hasta entonces; galardonada con la medalla de oro en la Exposición Universal de Inventos celebrada en Cuba ese mismo año 1878.
Patente 207.918
El invento de Ramón Verea ha quedado registrado para la historia en un documento de patente en la Oficina de Patentes de Estados Unidos de América con el número 207.918, fechado el 10 de septiembre de 1878; además, fueron publicadas reseñas en revistas de la época como Scientific American y el prototipo forma parte de la colección de ingenios de cálculo visible en la sede central de la empresa tecnológica IBM.
La máquina calculadora Verea Direct Multiplier, que nunca llegó a fabricarse en serie pero sirvió de inspiración a otros inventores e ingenieros que fueron perfeccionando el mecanismo de cálculo a lo largo del siglo XIX a partir del prototipo de Verea, desarrollaba un complejo proceso de multiplicación a una considerable velocidad. Pesa aproximadamente 26 kilos y mide 35 centímetros de largo, 30 de ancho y 20 de alto, con funciones de suma, resta, multiplicación y división de números hasta nueve cifras, admitiendo seis números en el multiplicador y quince en el producto; fue la máquina de palanca más veloz y precisa de la época.
Ramón Verea, hombre peculiar, reivindicativo, estudioso y de firmes convicciones, nunca quiso comerciar con su invento ni tampoco continuar en el camino de la invención.
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Seminarista en Santiago de Compostela hasta 1855, Ramón Verea emigra a Cuba donde ejerce como maestro y escribe dos novelas, aprende inglés y se inicia en el periodismo e inventa una máquina para plegar periódicos cuya patente vendería más tarde en Nueva York. Pero antes de instalarse en esta ciudad en 1865, cumple una breve estancia en Puerto Rico. Una vez en la capital del mundo trabaja como traductor, maestro, cambista de oro y billetes de banco y comercial de artes gráficas y en 1875 funda una imprenta, crea una agencia industrial y dirige un periódico hispano, y luego en 1884 una revista de tirada mensual.
En 1895 se traslada a Guatemala, donde publica una serie de cartas contra la leyenda negra que se achaca a España por parte de sus acérrimos enemigos, y después, en 1897, se traslada a Buenos Aires, ciudad en la que en 1898 volvió a publicar la revista El Progreso y siguió ejerciendo de periodista hasta su muerte un año después.
Docente, ingeniero, periodista, inventor, escritor, historiador, ensayista y crítico en el más afamado de los sentidos, Ramón Verea murió en el anonimato, como por voluntad, salvo en momentos contados, había vivido.