Una vida intensa e itinerante, además de pionera, fue la de Sofía Guadalupe Pérez Casanova de Lutoslawski, coruñesa nacida en 1861; la primera española corresponsal en el extranjero, dotada para la narración de cuanto sus muchos viajes, con añadidura fundamental de los acontecimientos vividos, le reportaron y quiso transmitir, a guisa de periodista para diversos rotativos. Sus artículos cubrieron, entre otros sucesos de calado, las dos guerras mundiales y la Revolución soviética. También se ejerció en la literatura tradicional como novelista, poeta y dramaturga de no escaso mérito.
De La Coruña natal, aún niña, junto a su familia se trasladó a Madrid, y de igual modo, su vocación literaria se manifestó temprano y públicamente, recibiendo buena crítica en los círculos literarios; al punto que llegó a participar en las veladas de corte del rey Alfonso XII. El monarca, admirador de su poesía, le sufragó la edición de Poesías; El Faro de Vigo y La Gaceta de Madrid publicaban sus artículos.
Hay que destacar, por su relevancia futura en el conocimiento de lugares y hechos, su matrimonio con el filósofo, docente y diplomático de origen polaco Wincenty Lutosławski. Viaje a viaje por Europa, Sofía Casanova aprendió costumbres e idiomas, aspecto que le sirvió para ejercitarse como traductora, siendo ya una consumada reportera. Cuando la relación matrimonial se disolvió, ella contando cuarenta y tres años, regresó a Madrid con su gran bagaje y un acentuado problema visual, y en la capital de España se dedicó en cuerpo y alma a escribir en los principales diarios nacionales del aún balbuciente siglo XX. Siguió cosechando el favor de la crítica especializada y de los intelectuales de la época.
Sofía Casanova
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En un viaje para visitar a sus cuatro hijas, instaladas en Polonia, sufrió el estallido de la Gran Guerra, y de inmediato se aprestó a contar el devenir del conflicto, primero europeo y luego mundial, a los lectores de El Liberal y ABC cual corresponsal de guerra. Pero hubo más acción, de carácter humanitario, en la cotidianidad de Sofía mientras duró el conflicto armado, actuando como enfermera de la Cruz Roja allá donde la mandaba su nueva y voluntaria obligación; y otra acción, no menos reseñable, aunque de ámbito personal, que la dirigió acompañada por sus hijas a San Petersburgo huyendo del avance de los ejércitos de la Europa Central. Sin embargo, lejos de encontrar auxilio en Rusia fue testigo en origen de la toma violenta del poder por los revolucionarios bolcheviques.
Concluida la Gran Guerra, y en pleno desarrollo la revolución soviética, Sofía compaginó estancias en Polonia y España, ejerciendo de periodista y escritora. Entonces dio inicio la fase abiertamente bélica en España, que ella relató desde Polonia, mostrando su preferencia por los Nacionales. En 1938 se entrevistó con Francisco Franco en Burgos, y cuando ya se había cerrado este capítulo de armas en la vieja Europa, surgió la continuación de la Gran Guerra con otra aún más devastadora e internacional. La Segunda Guerra Mundial le hizo huir de Varsovia, donde residía, para volver a España gracias a la mediación de la embajada española en Berlín.
Con ochenta años y apenas visión en sus castigados ojos, Sofía Casanova seguía escribiendo, con la facundia propia en ella, en los periódicos nacionales ABC y La Época. y en los extranjeros New York Times y la Gazeta Polska; y su personal y versátil literatura.
Su longeva vida terminó en 1958 en la localidad polaca de Poznan.