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La segunda Campaña del Rif

¡Qué hermoso es sufrir por aquello que se ama!

Campañas de Marruecos en el siglo XX: La defensa de Melilla en 1909

Año 1909 en los barrancos del Rif



La Segunda Guerra del Rif, año 1909. Antecedentes.
En 1909 el territorio alrededor de la plaza de Melilla estaba dominado por el cabecilla local llamado El Roghi (el pretendiente), apodado Bu Hamara (el tío de la burra), un jefe rifeño que ignoraba la autoridad de los sultanes Abd-el Aziz y Muley Hafid. Personaje fraudulento que no ostentaba representación imperial alguna, pero con el que tuvieron que negociar las autoridades españolas para la concesión de explotación minera a la Compañía Española de Minas del Rif de los yacimientos de hierro y plomo de Uixan y Afra, a una treintena de kilómetros de Melilla.
    Las concesiones comprendían además de la explotación minera, la construcción de un ferrocarril de 32 kilómetros, altos hornos, tendido telegráfico e industria auxiliar para todo lo anterior; y todo ello autorizado por los caídes de la zona. El año 1907 fue provechoso, llegándose a trazar 15 kilómetros de vía férrea de los 32 previstos; pero 1908 ofreció el descontento indígena por el gobierno tiránico de El Roghi y los partidarios del sultán Muley Hafid, que había derrocado del trono marroquí a su hermano Abd-el-Aziz. Este año, moros de las cabilas de M’Tlaza y Beni Sicar asaltaron las instalaciones mineras, saqueándolas. Los siguientes meses presentaron tiras y aflojas entre rifeños y españoles que culminaron con una tregua inestable y en diciembre con el viaje a Madrid en demanda de refuerzos del gobernador de Melilla, el general José Marina Vega.
    La actuación diplomática del embajador Merry del Val ante el sultán de Marruecos acabó en el fracaso que propició el 7 de junio de 1909 la decisión unilateral española de reanudar los trabajos. Parecía que reinaba la calma, hasta que el último día de junio y primero de julio del corriente acaecieron incidentes graves con los rifeños que obligaron al general Marina a solicitar permiso para ocupar militarmente la zona del Atalayón, al suroeste de Melilla, para proteger a los trabajadores. Aunque la amenaza era seria, el Gobierno español denegó la petición.
    Al poco, la jornada del 9 de julio de 1909, previo un aviso de hogueras en las cumbres del macizo del Gurugú (tierra sagrada para los musulmanes), una partida de rifeños emboscados atacó el edificio de la entrada de las minas, destruyendo a su vez las obras hechas para la explotación de las minas y los trechos de vía y casetas en el lugar, y matando a cuatro empleados.

Protectorado español de Marruecos en 1909.

Imagen de alamy.com

Detalle del mapa anterior.


La respuesta a la agresión fue militar e inmediata.
    Transcribimos el telegrama oficial enviado por el general José Marina Vega, Gobernador Militar de Melilla, al ministro de la Guerra, Arsenio Linares Pombo, dándole cuenta de la agresión rifeña y del posterior castigo:
“A las ocho de la mañana un grupo de moros cayó sobre los trabajadores de las líneas férreas, pasando a cuchillo a varios españoles.
    Inmediatamente salí con la brigada disciplinaria y seis compañías de África, seguidas de cerca por otras de Melilla, con baterías y una compañía de plaza, una sección de ingenieros y un Escuadrón, encontrando las fuerzas enemigas parapetadas en los obstáculos naturales del terreno, sobre las alturas que dominan el camino y las vías por flanco derecho.
    Después de convenientemente cañoneada la posición, han sido desalojados sucesivamente de tres alturas, por el frente, y otras más a la derecha, hasta coronar la estribación del grupo, designada en croquis con el nombre de Yebel-Sidi-Ametil-Hach.
    El combate ha terminado a la una de la tarde, quedándome con fuerzas en las posiciones conquistadas.
    Las bajas, aunque sensibles, no parecen numerosas; hasta ahora, conócese la muerte del teniente Salcedo, de la bridada disciplinaria; heridos el capitán Riquelme, de la oficina indígena, el teniente Molina, de la brigada, y unos treinta individuos entre muertos y heridos. El espíritu de la guarnición es excelente.”
    Las posiciones defensivas de perímetro quedaron establecidas en El Atalayón, Sidi Musa, Sidi Ali y Sidi Hamed-el Hach.

Macizo del Gurugú, al fondo, y el Atalayón, en primer plano, desde la Mar Chica.

Imagen de melilladesconocida.blogspot.com

Combates de los días 18 y 19
Resumen de los combates en la prensa española:
“El combate que empezó ayer [18 de julio] en el campamento del general Marina, a las tres de la tarde, no cesó hasta la madrugada de hoy [19 de julio] y fue tan recio como prolongado.
    A la hora referida se vio que avanzaban hacia el campamento numerosos contingentes de moros, que marchaban diseminados para ofrecer menos blanco. Se rompió el fuego para contener su avance; pero ellos, aprovechando las ondulaciones del terreno, arrastrándose materialmente por él, siguieron su avance, en tanto que los disparos continuaban. El número de los moros que avanzaban era aproximadamente de 400, que atacaron furiosamente, corriéndose hacia las estribaciones del Oeste que dominan la posición de nuestras tropas. A causa de este movimiento, el general Marina ordenó el refuerzo de la segunda posición en el arroyo de Sidi Musa para evitar el corte de comunicaciones con la plaza [Melilla].
    Pese al fuego de las baterías artilleras y los fusiles de los infantes, y al número creciente de bajas vistas en el campo, las cargas moras se sucedieron y por primera vez atacaban de noche los campamentos españoles. El ímpetu de los atacantes los condujo ante las alambradas y a muy corta distancia de la boca de los cañones; fue preciso un heroico esfuerzo de los defensores para rechazar la brutal y valerosa acometida de los moros, que despreciaban el fuego y los destrozos provocados en sus filas.
    La presencia de ánimo del general Marina y su serenidad estimulaban a cada instante el valor de las fuerzas, que se vieron acosadas a la vez por distintos puntos. Hubo momentos en que parecía que la avalancha de los moros iba a internarse dentro del propio Cuartel general para luchar brazo a brazo con los nuestros. El general Marina, en uno de los momentos más comprometidos y cuando los moros se preparaban al asalto dio un ¡viva España!”
    Telegrama del general Pedro del Real, segundo jefe de la fuerza española, a la prensa destacaba en Melilla (extracto):
“El 19, a las cinco de la mañana, sigue el fuego iniciado ayer. Se han reforzado las posiciones durante el combate con batería y media, seis piezas de montaña y dos de campaña, y además el Regimiento de Sevilla. Al amanecer marcharon nuevos refuerzos convoyando víveres y municiones. (Se da cuenta de las bajas).”
    Telegrama del mismo jefe a las trece horas del citado día:
“Esta madrugada marchó el general Imaz, jefe de la Brigada Expedicionaria, a las posiciones ocupadas por el general Marina para conferenciar. El Batallón de Alba de Tormes irá con el convoy de raciones y municiones apoyado por fuerza de la plaza que pasa todas las noches en sus posiciones en previsión de lo que pueda ocurrir. (Se da cuenta de las bajas).”
    Creyendo que los españoles carecían de fuerza suficiente para contener los asaltos, los moros pretendieron romper las líneas defensivas y apoderarse de cuanta artillería desbordaran en su empuje. Fracasado este propósito, y ardiendo hogueras en las cimas del Gurugú convocando a la guerra, los moros intentaron aislar la ciudad de Melilla de los campamentos y del Atalayón.

Combates de los días 20 y 21
Estos dos días continuaron las acciones bélicas de los precedentes. El combate, pues en realidad fue uno iniciado el 20 a las 18 horas y finalizado el 21 a las 6 horas y treinta minutos, forzó casi a la desesperada el rompimiento de las líneas españolas con los asaltos de 14.000 combatientes moros, bien armados y provistos de abundante munición la mayoría. Concentraron su fuerza en las posiciones de Sidi Musa y de la Segunda Caseta del Ferrocarril.
    Concluido el combate, pero en previsión de otro intento de asalto masivo, a las trece horas se dirigió a Sidi Musa y la Segunda Caseta una Columna compuesta por cuatro Compañías del Regimiento de África, dos de Cazadores de la Brigada Expedicionaria, una Sección de artillería y la ambulancia sanitaria.

Combate del 23 de julio
La tarde del 22 de julio fueron advertidas desde la posición de Sidi Musa importantes concentraciones enemigas procedentes d las faldas del macizo del Gurugú (Ait Aixa), en dirección hacia la Posada del Cabo Moreno, posición al norte de la Mar Chica y aproximadamente a kilómetro y medio de Melilla. Para detener el avance abrieron fuego las baterías emplazadas en el Fuerte de Camellos, El Hipódromo, Sidi Musa y Sidi Ahmed.
    En previsión de esperados nuevos ataques, el general Marina destacó a la posición de El Hipódromo seis compañías y una sección de obuses de montaña por la noche, tropa a la que hubo que enviar refuerzos con el general Del Real y el coronel Aizpuru al día siguiente, 23 de julio, por haber sido fuertemente atacada en el barranco de Alfer, habiendo resultado muerto su jefe, el teniente coronel Álvarez Cabrera. El propio general Marina acudió al lugar junto al teniente coronel Ibáñez Martín que mandaba el Batallón de Figueras integrado en la recién desembarcada Brigada de Cazadores de Madrid. Un terrible descuido en la inspección de la zona antes de proceder al descanso, facilitó el ataque rifeño contra esta fuerza a la que causó muertos, como el teniente coronel Ibáñez Martín, y heridos, en número total de 252 bajas.
    El combate del día 23 fue el más empeñado, largo y sangriento de cuantos se habían librado desde el primero el día 9. Los rifeños demostraron que podían reunir fuerzas para atacar a la reforzada tropa española y seguir su propósito de cortar la línea española a fin de dejar aislados los puntos extremos, para atacarlos después con mayores probabilidades de éxito. Pero este combate también volvió a demostrar que los españoles sabían y querían mantener sus posiciones; y mientras continuaban llegando refuerzos a Melilla desde la Península.
A principios de agosto, los periódicos nacionales recogían un texto del Diario Oficial del Ministerio de la Guerra que distinguía el comportamiento observado del cabo del batallón de Cazadores de Estella núm. 14, D. Pedro José Calvo Mazarre, en la acción acaecida en los alrededores de Melilla el pasado 23 de julio, en la cual, desarmó y dio muerte en combate personal a un moro que intentaba rematar a un soldado herido, por tal mérito, le era concedida la Cruz al Mérito Militar con una pensión vitalicia de 7,50 pesetas al mes. La condecoración se la impuso el general Marina en un acto solemne y emotivo; dijo el general al cabo, dándole la mano, y a la tropa formada: “Me honro mucho como soldado y como general vuestro”.
    Por estas fechas era ascendido José Marina a teniente general y nombrado Comandante en jefe del Ejército en Melilla.

Jornada del 27 de julio. La tragedia del Barranco del Lobo
El día 26 fueron avistadas grandes concentraciones de rifeños por las cumbres del Gurugú, coronadas de hogueras llamando al levantamiento de las cabilas.
    La mañana del 27 se conoció en Melilla que un tramo de vía férrea había sido saboteado por los cabileños. De inmediato el general Marina ordenó la salida de una columna de castigo al mando del coronel Fernández Cuerda y el arreglo de las vías. Los efectivos para la reparación fueron acompañados hasta la posición llamada Segunda Caseta por la columna militar. Y a esta columna la protegía simultáneamente la Brigada de Cazadores del general Pintos, que una vez garantizado el establecimiento en la posición debía vigilar el acceso a la llanura por los barrancos del Infierno y del Lobo para evitar otra acción de perjuicio.
    La columna de Fernández Cuerda fue atacada siendo precisa la intervención de las baterías del fuerte de Camellos y del Hipódromo, más la sección de artillería de montaña propia. Repelido con presteza el ataque, quedó despejado el frente mediterráneo del macizo del Gurugú por la zona de Ait Aixa (una loma) y con la misma celeridad reparada la vía férrea.
    Cerca del mediodía la Brigada del general Pintos ocupó posiciones en el sector de los lavaderos de mineral, y pronto se enfrentó con el enemigo proveniente de la escaramuza anterior. La Brigada desplegó en dos alas: la derecha, mandada por Pintos, comprendía los batallones de Madrid, Barbastro y Figueras, y cruzaba en perpendicular a los barrancos que descienden del Gurugú; la izquierda, al mando del coronel Páez Jaramillo, estaba integrada por los batallones de Las Navas, Llerena y Arapiles, y avanzaba de Este a Oeste por el Barranco del Lobo para confluir en la loma de Ait Aixa.
    Una descarga cerrada detuvo el avance del ala derecha a mitad de camino del encuentro con el enemigo, todavía invisible, situado a mil quinientos metros. Forzando la marcha para ocupar unas alturas que liberaran la presión de los disparos y, a su vez, aseguraran el paso del ala izquierda, el general Pintos recibió un balazo en la cabeza que le provocó la muerte en el sitio. El fuego intenso y certero de los cabileños paralizó definitivamente el avance del ala derecha, lo que imposibilitó la cobertura prevista para el ala izquierda que cumplía la orden de atacar de frente el Barranco del Lobo. Cada paso de los batallones recogía descargas de fusil bien dirigidas, pero aun así pudieron atravesar el Barranco del Infierno y adentrarse por el del Lobo. Los tiradores rifeños acertaban a los oficiales que, en cabeza, de pie y al descubierto, ofrecían un blanco perfecto.
    Al caer muerto el bravo teniente coronel Tomás Palacios sus hombres se replegaron desordenadamente facilitando la puntería enemiga. Metidos de lleno en la trampa del barranco, los cazadores fueron envueltos por los flancos y la retaguardia y además de sufrir el acierto de las balas también les alcanzó una carga de cabileños gritando y disparando al tiempo. Pese a que el teniente Joaquín Tourné logró frenar la desbandada de sus hombres, dirigiéndolos para luchar con la bayoneta calada a la conquista de una loma que dominaba la hondonada mortal, en cuanto resultó muerto la huida volvió a generalizarse.
    Los sostenidos ataques rifeños causaron el efecto deseado, y ni las reservas, que mandaba el capitán Ángel Melgar, pudieron auxiliar a los islotes de valientes que resistían las acometidas de un enemigo numeroso, organizado y conocedor del terreno. También cayó este bravo capitán sin haber salvado a los aislados.

Augusto Ferrer-Dalmau: Tropas españolas en el Barranco del Lobo el año 1909.

Imagen de pinterest.es

El resumen de lo acaecido a partir de este momento de extrema gravedad lo describe Emilio Marín Ferrer en el siguiente texto:
“El general Marina asumió el mando directo y dispuso que el coronel Ignacio Axó [segundo del coronel Fernández Cuerda], que estaba en la Segunda Caseta, avanzara con sus fuerzas para apoyar a la izquierda de la Brigada Pintos. Así las fuerzas protegidas se convirtieron en protectoras. La maniobra logró el propósito de Marina y la presión enemiga fue cediendo, sobre todo por el intenso fuego de artillería que cubría el repliegue. Sobre las tres y media los batallones de Arapiles, Las Navas y Llerena [el ala izquierda inicial] abandonaron precipitadamente el Barranco del Lobo, buscando el apoyo de las tropas que acudían en su auxilio. Se reagruparon e iniciaron una retirada por escalones.
    A las seis y media Marina ordenó la retirada general, que se efectuó ordenadamente en escalones de compañía. Esta operación duró aproximadamente dos horas. Las últimas tropas entraron en Melilla de noche.”
    La trágica jornada proseguía impenitente en la memoria de los españoles puesto que no pudieron rescatar los cadáveres dispersos en los barrancos. Hubo un total de 752 bajas, de las cuales muertos 1 general, 17 jefes y oficiales y 136 de tropa, y 35 jefes y oficiales y 564 de tropa heridos de diversa consideración.
    El parte oficial del combate es el que sigue, dado en Melilla el día 27 a las 23 horas y 15 minutos:
“Gobernador Militar a Ministro de la Guerra. Grupos numerosos colocados a nuestra derecha en la cañada del Gurugú habían destrozado doscientos metros de la vía férrea, entre la primera y la segunda caseta. Ante la imperiosa necesidad de enviar agua a las posiciones avanzadas, tuve que organizar un convoy de carros-aljibes y carricubas, y organizar dos fuertes columnas, las primeras con los coroneles Fernández Cuevas, y Axó de protección, y la Brigada del general Pintos, que había de apoderarse de alguna loma en la falda del Gurugú, ocupada por los moros que amenazaban nuestra loma. La Brigada del general Pintos, en su avance, se apoderó de posiciones necesarias, sosteniéndose en ellas todo el día, hasta que de vuelta el convoy dispuso el repliegue a nuestro campamento. El repliegue se hizo con toda precisión y serenidad por parte de la tropa. El combate ha sido duro y tenaz por parte de los moros, que han sido rechazados varias veces por las descargas y fuego de la artillería al querer avanzar hasta nosotros. Nuestras bajas han sido numerosas y sensibles. El general Pintos ha muerto gloriosamente al frente de su Brigada y al frente también de sus Batallones han sido muertos los jefes de Las Navas y Los Arapiles. Las bajas de oficiales y tropa, entre muertos y heridos, comprobadas hasta ahora, pasan de doscientas. El enemigo, como antes digo, debe haberlas sufrido caras de los que le han hecho varias veces fuego al descubierto.”

Reconocimientos y exploraciones
A finales de agosto las tropas españolas se posesionaron del Zoco-el-Arba, en el extremo meridional de la Mar Chica, al sur de La Restinga, y continuaron las columnas del general Aguilera y el coronel Larrea, ambas de la División Tovar, general Antonio Tovar Marcoleta, avanzando en descubierta por ese territorio al sureste de Melilla. El resultado de la marcha fue positivo en cuanto que un número importante de caídes se sometieron a la dominación española.
    El avance hacia diversos puntos del interior alargaba la línea de operaciones de los españoles, por lo que de cuando en cuando llegaban nuevas tropas de Melilla y con ellas se intentaban consolidar la penetración en territorio hostil. Tarea interrumpida el 30 de agosto con un ataque rifeño sostenido contra la Columna Aguilera. Desde La Restinga se telegrafió al general Aguilera informando de que una harca numerosa preparaba un asalto al citado zoco. Los rifeños pretendía castigar más a los “traidores” que apoyaban el avance de los españoles que a éstos, lo que no les impidió actuar en ese doble sentido en la llanura frente al Zoco-el Arba donde, previsoramente, el general Aguilera había mandado desplegar una fuerza sustancial que presentara combate. Las primeras horas enfrentan la artillería y la infantería contra las vanguardias y las protecciones moras; en la segunda fase contiende a la carga la caballería mora, que viene de Zeluán; y en la tercera y última es total la lucha entre las diferentes armas que compiten en el campo.
    La balanza de este combate se inclina del lado español: los moros escapan de la presión de la artillería y las descargas de fusil refugiándose en el fondo arenoso de la llanura y en las estribaciones de los montes cercanos. A las 12 horas, cuarenta y cinco minutos el combate toca a su fin.

Llegada de refuerzos a Melilla para decidir la campaña
En vista de los acontecimientos, el Consejo de Ministros aprobó el 28 de julio el envío urgente de importantes refuerzos: Durante el mes de agosto y los primeros días de septiembre fue concentrada en torno a Melilla una fuerza equivalente a cuatro Divisiones para un total de 35.500 hombres, 3.095 caballos y 3.040 mulos.
    Aunque el objetivo principal era la conquista del macizo del Gurugú, el general Marina descartó el ataque directo, por lo aún incierto del resultado, prefiriendo dominar los aledaños de la imponente muralla natural con su envolvimiento por dos flancos: una tenaza. El 20 de septiembre comenzaron las operaciones, siendo el primer objetivo controlar la península de las Tres Forcas, cubriendo el norte y el oeste de Melilla, territorio de Beni Sicar.
    Conocían los cabileños esta intención y se aprestaron a frenar el ataque lanzado por tres Divisiones: la del general Tovar en vanguardia (con los generales Gabriel de Morales y Felipe Alfau Mendoza y secciones montadas del Regimiento Alfonso XII de Caballería), la del general Fernando Álvarez de Sotomayor y Flores en la reserva (en el lugar de Rostrogordo) y la del general Pedro del Real (entre Rostrogordo y la casa de Dar el Hax Bisan) enlazando ambas. Las hogueras rifeñas volvieron a iluminar las crestas convocando a la guerra.
    La Brigada de Alfau fue hostigada en las proximidades de Taurit, pero el despliegue de los cazadores y algunos disparos artilleros bastaron para liberar la presión. Los rifeños se hallaban concentrados en dos núcleos de resistencia: en Zoco el Had, al sur, y en la línea de este a oeste Tafarat (o Tafarast) – Taxdirt. El contingente de Zoco el Had, que advertía la División de Álvarez de Sotomayor en Rostrogordo, se desplazó hacia las alturas de Tamsyut en la zona de Taxdirt para envolver a la Brigada Morales, que iba por delante en la División Tovar, y posteriormente a la de Alfau, que ocupaba la localidad de Taurit, al noreste de Taxdirt.
Proclama del general Marina publicada en Melilla el 15 de agosto:
“Concentradas ya en esta plaza y sus alrededores todas las tropas que el Gobierno de S. M. ha puesto bajo mi mando para vengar los agravios que algunas kabilas del Rif han inferido a la nación española, cúmpleme saludarlas en la orden de hoy, expresándoles la satisfacción y el entusiasmo de que me siento poseído al frente de ellas.
    La imaginación impresionable de nuestras clases populares ha forjado fantásticas leyendas acerca de las condiciones que reúne el enemigo a quien hemos de combatir. Tenéis sobre él innumerables ventajas; el armamento, la táctica, la instrucción y la disciplina, que es el arma más poderosa de los Ejércitos. Seguid el camino que os indiquen vuestros jefes y oficiales; obedeced sus órdenes ciegamente; pensad en los momentos de peligro en que, aprovechando los accidentes del terreno y conservando serenidad para esgrimir vuestras armas y hacer fuego en la forma que se os ordene, sois invencibles.
    Yo os prometo conduciros a la victoria y facilitaros medios para que escribáis una página gloriosa en la historia de nuestra Patria. Europa nos ha confiado la misión honrosa de abrir paso a la civilización en este país salvaje, y hemos de cumplirla.
    España tiene la vista fija en vosotros, y con los aplausos que os tributa a diario y con los dignos dones que os otorga pródiga y generosamente, os alienta a que probéis que sois dignos descendientes de aquellos héroes que hace medio siglo clavaron nuestra bandera en los minaretes de Tetuán, paseándola victoriosa por el valle de los Castillejos, por la cuenca del río Martín y por las ásperas montañas de Wad-Ras. Pensad que cuanto mayor sea vuestro esfuerzo antes volveréis a vuestros hogares, cubiertos de gloria. Rendid culto fervoroso a la disciplina y al honor. No olvidéis que hasta vuestras madres os despreciarían si desmayaseis en el cumplimiento del deber.
    Y cuando en el fragor del combate escuchéis el aullido estridente de nuestros enemigos, con el que tratarán de intimidaros, avanzad con mayor decisión y arrojo. Permaneced serenos en vuestras posiciones, si así se os ordena, limitándoos a contestar a la algarada con los gritos patrióticos de ¡viva el Rey! ¡viva España!
    Vuestro general y comandante en jefe, Marina.”

Batalla de Taxdirt. Las tres cargas del Escuadrón Alfonso XII
A las ocho de la mañana de este 20 de septiembre de 1909, una patrulla de caballería reconoce a distancia el poblado de Taxdirt desde donde se les dispara. Esperan al resto del 4.º Escuadrón de Alfonso XII (21.º Regimiento de Cazadores de Caballería) y atacan desalojando al enemigo que se dirige organizadamente a las alturas de Tamsyut. Una vez integrada en el combate el resto de la columna en vanguardia, abrió fuego de cañón sobre estas alturas mientras el Batallón de Cataluña las tomaba a la bayoneta.
    Los rifeños se trasladaron a las alturas colindantes de Hidum para desde ellas lanzarse a las de Tamsyut envolviéndolas y capturando la artillería allí emplazada. Advirtiendo la maniobra, el general Tovar envió tres Compañías que lograron evitarla entonces. Los rifeños optaron por atacar el flanco derecho del dispositivo que fue reforzado por otras dos Compañías; eran las diez horas y quince minutos.
    Tras cuatro horas de lucha ininterrumpida, Tovar ordenó la sustitución del Batallón de Cazadores de Cataluña por el de Tarifa; pero anticipándose al repliegue-despliegue, el enemigo penetró en cuña y se adueñó de la situación en el campo. Tal era el peligro que de inmediato ordenó Tovar a su ayudante el teniente coronel José Cavalcanti de Alburquerque y Padierna que tomara el mando del Escuadrón del Regimiento Alfonso XII, de Caballería, y taponara el boquete. Los de Cavalcanti descendieron por las paredes del arroyo Hendok y ascendieron por la vertiente contraria en dirección a un cañaveral en las laderas del Tamsyut; allí se ocultaron y dieron vista a los aproximadamente 1.500 rifeños que habían penetrado en la línea española. Decidido a cargar, Cavalcanti previno con enlaces a caballo a los de Tarifa que pensaba enfrentar a sus 65 jinetes con el enemigo; una acción más que temeraria por la desproporción de efectivos y escaso conocimiento del terreno.
    Dicho y hecho. Los de Alfonso XII rebasaron a los cazadores de Tarifa y cargó al grito de guerra de la Reconquista y de Los Tercios: ¡Santiago!, contra los muchos rifeños por secciones: centro, derecha e izquierda. El efecto de esta acometida fue el de obligar a una huida precipitada, casi una desbandada, a los rifeños; pero se produjo la esperada y temida reacción una vez pasada la sorpresa. Cavalcanti aprovechó este desconcierto para reagrupar a los suyos y retirarse al cañaveral: eran 40, pues el resto permanecía en el campo persiguiendo al enemigo. Con estos 40 se lanzó por segunda vez a la carga contra otro nutrido grupo enemigo; y de nuevo se repitió el éxito al causar pánico esta oleada al galope en los rifeños.
    Cavalcanti volvió a repetir la estrategia reagrupando a sus jinetes, ahora 20 y cargando por tercera vez consiguiendo dispersar a diversos grupos que pretendían sostenerse en el campo.
    Pero el éxito de las tres cargas era insuficiente para frenar definitivamente a un enemigo muy numeroso y rápidamente compuesto en sus líneas. A tal extremo que los rifeños atacaron furiosamente al mermado Escuadrón que fue a refugiarse, pie a tierra, en el cañaveral; conteniendo a duras penas las acometidas del enemigo hasta que en su auxilio acudió una Compañía de Cazadores de Tarifa que, dirigidos por el jefe del batallón, teniente coronel Eloy Moreira y Espinosa de los Monteros, y al arma blanca, logró que el enemigo retrocediera más allá del arroyo Sdiken, acabando gravemente heridos tanto Cavalcanti como Moreira.
    Enterado el general Marina de la marcha de las operaciones, mandó el repliegue de las fuerzas hacia Taxdirt a la par que enviaba refuerzos de la División Álvarez de Sotomayor y de la Brigada Alfau para que culminaran la batalla; lo que así sucedió victoriosamente.
    El Escuadrón del Regimiento Alfonso XII de Caballería sufrió 7 muertos y 17 heridos, además de 29 caballos.

Augusto Ferrer-Dalmau: Carga del Regimiento Taxdirt de Caballería.

Imagen de forodeculturadedefensa.es

Himno de Taxdirt
“Suena el clarín… con sus bélicos sones de guerra.
Suena el clarín… óyelo, Cazador de Taxdirt.
Vamos allá… galopad sin cesar.
Si lucháis como buenos… no tenéis que temer…
A la Carga, a la Carga, a la Carga, bravo Cazador…”

La toma del Gurugú
El 22 de septiembre despejó de enemigos la vertiente septentrional del macizo del Gurugú la División Álvarez de Sotomayor, ocasión propicia para ocupar el Zoco-el-Had de Beni Sicar, al suroeste de Melilla, zona lindante con el territorio de Beni bu Ifrur, donde quedó una importante guarnición.
    El 25, fuerzas de la División Orozco avanzaron en descubierta entre la Mar Chica, Zeluán y las afueras de Nador, al sur de Melilla, faldas meridionales del Gurugú y territorio de Zeluán. En Nador, el 26, se incorporaron efectivos de la División Tovar, y ambas unidades fueron a ocupar sin resistencia la población de Zeluán.
    Junto a estas operaciones de ampliación de la zona defensiva de Melilla, hubo otra se significado humanitario y sentimental: la recogida de los cadáveres causados por los combates de los ya lejanos días 23 y 27 de julio.
    La aparente tranquilidad de finales de septiembre se quebró las jornadas del 28 y 29 con el fuerte ataque a la posición del Zoco-el-Had de Beni Sicar. El episodio está detalladamente contado en el artículo sobre la hazaña del cabo Luis Noval, por lo que en el presente nada se incluye. A raíz de este hecho se decidió limpiar definitivamente de enemigos el gran macizo del Gurugú, amenaza perenne a la plaza melillense. El 29 iniciaron la marcha a tal efecto tres columnas a las órdenes este operativo que debía coronarlo del general Salvador Arizón, al frente de un Escuadrón de Cazadores de Treviño: la del teniente coronel Aizpuru (izquierda del despliegue), del coronel Axó (centro) y del coronel Miguel Primo de Rivera (derecha); Aizpuru coronó la cima de Basbel, Axó la del pico de Kol-la y Primo de Rivera las alturas de Ait Aixa y El Gorro Frigio.
Sin embargo estas conquistas, el mismo 29 se tuvo noticia de que una numerosa harca se había posicionado en los barrancos de Beni-bu-Ifrur para atacar la localidad de Zeluán. El general Marina dispuso en contra de la maniobra el envío de ocho batallones de cazadores de la División Tovar al Zoco-el-Jemis, flanqueados por escuadrones de María Cristina y húsares de la Princesa, y como reserva una brigada de la División Orozco. A las 10 de la mañana del día 30 fueron ocupadas las alturas de Zoco-el-Jemis y a las 12 se entabló combate con las fuerzas rifeñas provenientes de las alturas de Beni Sicar que se dirigían a interceptar el flanco izquierdo de la tropa expedicionaria. El combate de varias horas de duración resultó ineficaz para los propósitos de cada enfrentado; el número de bajas españolas ascendió a 1 general, Darío Díez Vicario, 5 oficiales y 25 de tropa muertos, y 1 jeje, 15 oficiales y 233 de tropa heridos.
Imagen de forodeculturadedefensa.blogspot.com

    El parte oficial del combate dictado por el general Marina, sito en Zeluán, es el siguiente:
“Con objeto de ver estado de vitalidad kabilas próximas a esta Alcazaba, y poder cerciorarme de su posición respecto de nosotros ordené efectuara hoy 30 un reconocimiento por el Zoco Hemis [Jemis] de Beni-bu-Ifrur. La Columna se componía de seis Batallones de la División de Cazadores, tres baterías de montaña, una Schneider y tres Escuadrones de Caballería. Esta fuerza estaba protegida por la izquierda por la segunda Brigada de la primera División, al mando del general Díez Vicario; una batería Schneider protegiendo la extrema izquierda, dos escuadrones de húsares. La marcha y el reconocimiento practicado sin dificultad, aunque teniéndose que rechazar numeroso enemigo que lo impedía, causándonos numerosas bajas. Al iniciarse la retirada, organizada con mucha pericia por general Tovar, el enemigo favorecido por condiciones terreno, y deseando dar muestras de su vitalidad, atacó con furioso empuje a nuestras tropas que lo rechazaron briosamente, causándole bajas vistas de mucha consideración, auxiliados además por dos compañías y una batería Schneider, situadas en una posición importantísima que ocupan estas fuerzas, con las que yo me encontraba. Artillería ha tomado un aparte activa muy importante en el combate y todas las tropas han estado animadas del mejor espíritu. Nuestras bajas, sensibles e importantes, consisten en un general, dos capitanes, un teniente y catorce de tropa muertos, y unos ciento ochenta heridos entre oficiales y tropa, que precisaré más tarde, cuando tenga datos fidedignos de la ambulancia. El general muerto es el Sr. Díez Vicario…”
    Días después fueron ocupados el collado de Atlaten y la meseta de Taxuda, lo que consiguió que los caídes de Beni Sidel y Beni-bu-Ifrur solicitaran ante el general Marina la protección de España para sus territorios respectivos.

Bandera Nacional de España que ondeó en las cumbres del Gurugú en el Museo Militar de Melilla.

Imagen de elretohistorico.com

Como último apunte de este artículo sobre los sucesos de 1909 en el Protectorado de Marruecos, obviamente resumido, incluimos un hecho de guerra cuando ya parecía que había terminado. Ocurrió el 30 de diciembre en la posición de Exmuart, en el perímetro defensivo exterior de la plaza de Melilla, durante una aguada; una emboscada mora atacó a los soldados españoles que cumplían el servicio de abastecimiento de agua provocando su muerte y un episodio heroico.
    Con ello se puso fin a la campaña de 1909 y a esta crónica sucinta de la segunda campaña del Rif.
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Opiniones de la prensa extranjera relativas a España
a propósito de los sucesos aquí referidos
(Recogidas por Augusta Riera)
The Literary Digest, de Nueva York:
“Ahora que el Gobierno de Madrid ha vuelto al curso normal de su actividad prosiguiendo vigorosamente las operaciones alrededor de Melilla y reanudando el funcionamiento regular de la administración interior, los periódicos de Europa empiezan a sentirse admirados de la vitalidad que España ha demostrado en todos los periodos de la reciente crisis.”
Neue Freie Presse, de Viena:
“La impresión admitida a la ligera como un convencionalismo de la falta de vitalidad en España debe ser desde ahora reformada.”
Pester Lloyd, de Budapest:
“Cuando se fija la atención en que el Gobierno de Madrid hacía frente al mismo tiempo a una guerra en el exterior y a una rebelión en su territorio [la Semana Trágica de Barcelona], no es asombroso que cuantos seguían el curso de los acontecimientos temiesen un crach tan completo como irremediable. La huida de la Real familia, el apoderamiento de la Administración pública por una turba de revolucionarios, el triunfo de los moros en el Norte de África sobre las fuerzas de la península y la posible intervención del concierto europeo, todas estas cosas fueron puestas sobre el tapete como posibles sucesos. Y ¿qué ha sucedido? La sanguinaria revuelta de Barcelona ha sido sofocada con tanta presteza como lo hubiera hecho la guarnición de Berlín con los turbulentos operarios de cualquier gran centro fabril. El tacto desplegado por las autoridades merece elogios tan intensos como fueron su cordura y rapidez. No ha habido matanza de mujeres y de niños, no hubo sangrientas demostraciones encaminadas sólo a probar que el brazo de la ley puede caer tan duro como el de la rebeldía. Los mismos elogios merecen la rapidez y precisión en la movilización militar para la guerra en el Norte de África. Nada de innecesarias demoras. Los fusiles, entregados oportunamente a los movilizados; su vestuario y municionamiento, convenientes y siempre adecuados. Los transportes de la artillería, rapidísimos. Los cuadros de marcha, perfectamente concebidos. Los que han presenciado estas operaciones reconocen que la movilización para esta guerra revela una eficacia de la cual podría estar orgullosa cualquier nación. No ha habido el menor desorden, la menor vacilación. Las tropas, rápidamente entrenadas; su alimentación, perfectamente regular; el servicio sanitario, excelente. Todo hacía temer el pánico, la pérdida de la presencia de espíritu y los nervios; no hubo nada de esto, España ha dado un ejemplo de capacidad que muchos Gobiernos deberían estudiar para su propia enseñanza.”
Le Journal des Debats, de París:
“Muchos de los elogios por cuanto se ha hecho en estos críticos momentos corresponden al primer ministro, señor Antonio Maura, quien ha contribuido en gran manera a la creciente prosperidad de España. Sin embargo, un hombre solo no puede fabricar todo un sistema de administración eficiente. La vida oficial de España debe en estos momentos mucho al levantado carácter de gran parte de sus leales hijos. La empresa de desenvolver los recursos del país ha animado los espíritus en la península, y el primer ministro sabe, por fortuna, hallar al hombre conveniente y colocarle en puesto adecuado. La revuelta anterior justificaba plenamente el pesimismo del mundo, que contemplaba los sucesos, porque la crisis era seria. El Gobiernos e mostró de una capacidad sorprendente; ni el fuerte brazo del señor de la guerra prusiano se hubiera mostrado con una energía más pendulada. Los españoles han sufrido terriblemente en las últimas centurias, y han visto abatido su orgullo hasta el polvo. Hoy pueden encontrarse en el suelo de la península signos evidentes de una gran vitalidad nacional; campos cultivados, ciudades bien urbanizadas, grandes y florecientes centros de producción. Los españoles de esta generación están dando buenos soldados, excelentes literatos, grandes artistas, hombres de negocios y originales pensadores. Ha sido necesaria la demostración de estas capacidades en la dominación de la revuelta y la feliz conducción de la campaña en África para llevar al mundo a corregir los prejuicios que abrigaba respecto a la España de hoy.”
Taglebatt, de Berlín:
“El mundo había vivido acostumbrado a la idea de una España conquistadora. Esta ilusión cayó al suelo por virtud del fracaso de la guerra con los Estados Unidos. España debe felicitarse por la obra realizada durante el mes de agosto transcurrido. España podrá no ser una nación conquistadora, pero no podrá ser desde hoy considerada como una nación decadente.”
Saturday Review, de Londres:
“España tiene hombres, capacidades vigorosas. Al día siguiente de la revolución en Barcelona, un centenar de leaders del periodismo, en una docena de capitales, creyó llegada la hora del rey Alfonso [Alfonso XIII]. Y el rey Alfonso permanece en su trono, y el señor Maura continúa también en los Consejos de la Corona. La España impotente y sin ventura de muchos periodistas que no han viajado, ha mostrado al mundo cómo se domina mejor y más rápido una conflagración que puede cualquier día retoñar en Londres, en Nueva York o en cualquier otra próspera ciudad infestada por criminales enemigos del orden.”
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Descripción del macizo del Gurugú
(En la obra de Augusto Riera)

Los dos más altos picachos [895 metros de altura] en que plantamos nuestra bandera siguen virtualmente en nuestro poder, aunque por ser verdaderos nidos de águila no se haya creído necesario mantener fuerzas en ellos.
    De no haber tomado posesión nuestros soldados de las alturas en que están, ya habría vuelto a ocuparlas, con los refuerzos que acaba de recibir, la harka enemiga, y seguiría hostilizándonos impunemente y a diario desde el barranco del Lobo.
    El desconocimiento general de lo que es el Gurugú conduce a juicios erróneos, y en algo contribuye también a esto la absoluta reserva en que se mantiene el plan de campaña. Odo ello me impulsa a dedicar la mayor parte de esta crónica a describir el Gurugú, tan traído y llevado desde el principio de la campaña, y tan desconocido a estas horas.
    Los indígenas se opusieron siempre a que transitáramos por el famoso monte. Cuando el pretendiente [El Roghi] daba toda clase de facilidades para circular por Guelaia [o Guelaya], negábase en absoluto a que un cristiano pusiera en el Gurugú la planta. Yo recuerdo haber gestionado con un ingeniero de la Compañía minera [Compañía Española de Minas del Rif] que se nos consintiera ir desde Beni-bu-Ifrur hasta Melilla pasando por Taxuda, donde existen las ruinas romanas. El caíd de Benisicar se opuso irremediablemente, y lo más que pudimos conseguir fue llegar a los picachos donde se izó nuestra bandera el día 29 del pasado [septiembre], pero sólo por breves momentos.
    Hay quienes creen que el Gurugú se reduce a la parte comprendida entre Sidi-Auriach y Sidi-Musa. Otros incurren en el defecto contrario y piensan que es Gurugú todo el macizo montañoso de Guelaia, incluso la sierra de Beni-bu-Ifrur y Beni-bu-Gafar. No existen croquis detallados, pero sí datos suficientes para determinar lo que entienden los indígenas por Gurugú. A ellos voy a referirme.
    El Gurugú no es un monte que se pueda dominar desde sus mesetas. Lo forman una serie de lomas y agujas que dejan entre sí abruptos barrancos desprovistos de vegetación y montones de rocas peladas, carcomidas por la lluvia, a las cuales dan los indígenas el nombre genérico de yebel. El yebel de Sidi-Hamed recibe este nombre del santuario cercano. El picacho de Basbel es el más elevado. Los indígenas lo llaman también Kamerlus. Nosotros, Gurugú. En sus faldas y cumbres se asientan los poblados de Fajana, Mezquita, Beni-Ensar, Mesamer, Nador y Barraca, todos pertenecientes a la cabila de Mazuza; y en las vertientes meridional y occidental, la mayoría de los poblados de Benisicar, con la sola excepción de los situados en la península de Tres Forcas.
    En las proximidades de estos poblados recibe el Gurugú sus nombres, como Yebel-Frajana, Yebel-Nador, o bien los de los santuarios diseminados aquí y allá como Sidi-Musa. El zoco El-Had es una estribación del Gurugú, y lo mismo Sidi-Musa y las demás posiciones que ocupamos hasta Nador.
    La orografía del macizo es complicadísima. Al coronar sus cumbres no se halla una meseta más o menos extensa, sino una serie de picos, o mejor dicho, de agujas y de colinas aisladas y contrafuertes hasta el valle estrecho y accidentado que queda entre este macizo y el de Beni-bu-Ifrur, por donde está trazado el ferrocarril minero.
    Para que se forme idea de su extensión, diremos que se considera limitado por el Río de Oro -que nace cerca de las alturas de Taxuda y Beni-bu-Gomaren, de donde desciende en cascadas para formar los ríos de Frajana y Benisicar que reunidos forman el de Oro-, por la llanura de Beni-Ensar y la Mar Chica hasta Nador y por el valle antes mencionado, que desde Mar Chica, en las cercanías de Nador, Asciende hasta el collado del Atlas. El perímetro, en la base, es de más de sesenta kilómetros. Es poco accesible por el Este y Nordeste, y aún menos por el Oeste. Siguiendo el cauce del Río de Oro, los barrancos producen tremendos torrentes. Más allá de Nador, por el extremo Sur, es accesible, pero bien pronto, al avanzar, se encuentran terrenos impracticables.
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Carta del periodista y corresponsal de guerra
Francisco Peris Mencheta con motivo de la toma del Gurugú
(Recogida por Augusto Riera)

Me figuro el desencanto sufrido por los que sientan con vehemencia, que no teniendo serenidad estoica, no ven indiferentes transcurrir los sucesos como quien mira películas cinematográficas: comprendo la pena honda que habrán sentido al enterarse de que aquella bandera que ‘vieron’, sí que VIERON todos los españoles en su patriótica fantasía en el pico más alto del Gurugú, había sido retirada y con ella la fuerza que le rindió honores. También a mí me produjo sensación profunda, y eso que comprendía que hubiese sido una locura el empeñarse en mantenerla sin otra finalidad que satisfacer un deseo ferviente.
    Seamos reflexivos; meditemos y serenado el espíritu discurramos sobre la responsabilidad inmensa que habría contraído el general Arizón si logrado el objetivo de sus propósitos aquella en aquella célebre jornada, que no era otro que el de posesionarse de la altura de Ben-Aisa donde tuvo su cuartel general el enemigo, hubiese dado gusto a los impresionables, a los desconocedores de lo que es el Gurugú. La tragedia espantable que hubiera sucedido a los efectismos de la victoria, si victoria puede llamarse la ocupación de un monte no defendido por el enemigo, hubiese sido de las más sangrientas y de consecuencias más funestas, de empeñarnos en los picachos donde las águilas tienen sus nidos.
    No con catorce batallones que contaba el general Arizón, dejando casi desguarnecida la plaza; ni con cuarenta se hubiese alcanzado el éxito obtenido sin enormes pérdidas en el caso de defender los moros sus posiciones.
    Cuando salí de Melilla, antes de que desaparecieran las sombras de una noche de intranquilidad en todos los ánimos, presumí que el Gobernador Militar de la plaza acometería la arriesgada empresa, que a su dirección se confiaba, en combinación por la izquierda con la división Tovar o la de Orozco, y por la derecha, desde Benisicar, con la de Sotomayor; no tardé en persuadirme de que no hubiesen entrado en combate otras fuerzas que las de la plaza.
    No era el objetivo, como he dicho antes, mantenernos en el picacho; tal desatino no era posible que lo concibiese un general de la pericia y de las relevantes dotes del general Arizón, y no comento la injusticia de suponer que el general Marina así lo dispusiese, pues hartas pruebas tiene dadas de su serenidad de juicio y de su hábil compenetración.
    ¿A qué subir a 985 metros de altura, venciendo dificultades enormes, situar allí la bandera nacional, aclamarla con entusiasmo delirante y arriarla dos horas después de saludarla la plaza? Esto, que se le ocurrirá al lector menos malicioso, tiene una explicación tan sencilla como lógica, en su primera parte; aun cuando no la tenga en la segunda. Me explicaré.
    Precisaba ocupar las alturas dominantes para que la posición de Beni-Aisa, que ocupó la columna Primo de Rivera, secundada por la de Axó, por Sidi-Musa, pudiera fortificarse construyendo rápidamente un reducto que la pusiese en condiciones de defensa sin riesgo de ser hostilizada en términos que hiciera imposible su permanencia en ella sin sufrir hondos quebrantos y acaso la pérdida de punto tan estratégico. Esto está bastante claro y definido; pero no justifica el acto emocionante de izar la bandera de la Patria en el picacho, llamando la atención del enemigo, sorprendido ante el golpe de audacia realizado con tanta fortuna, para arriarla luego. Este es el punto de vista con el cual no estoy conforme. Yo siento a la antigua usanza; la bandera de la Patria debe mantenerse allí donde se la coloque, y si no puede mantenerse no se la debe colocar. ¿Hablo claro?
    No se me oculta que los impulsos del patriotismo nos llevan muchas veces más allá de lo conveniente, y en este sentido es motivo de absolución el pecado venial de haber satisfecho las aspiraciones del país, que anhelaba con loca pasión se le dijera que nuestras tropas pisaban las cumbres del Gurugú. Aquellos entusiasmos que todos sentimos por la mañana se convirtieron por la tarde en impresiones de estupefacción y de sorpresa al desaparecer el pabellón nacional del picacho.
    No miento si digo que hubo durante el día más de mil personas que con sus catalejos tenían fijas las miradas en las alturas del famoso monte, y como inmediatamente de ser retirada la bandera vieron que bajaban las tropas y que grupos de moros descendían por el monte hacia el llano de una lomita, en donde el capitán Pastorfido [Carlos Sánchez Pastorfido] había conseguido con supremo esfuerzo situar una batería de montaña, comenzaron a circular por la plaza tristes impresiones.
    Y no eran los paisanos los únicos que pasaban momentos de zozobra ante el temor de un posible desastre.
    Únicamente conocía por entonces en Estado Mayor el secreto del plan trazado para la jornada y casi todos ignoraban que el Gato [apodo del moro aliado de los españoles Mohammed Azman], capitaneaba una harka de 150 moros adictos, al retirarse éstos, sin uniformidad y en la forma que lo hacen los indígenas, se creyó durante media hora que eran enemigos y que practicaban un movimiento envolvente para apoderarse de los cañones anteriormente citados. Era de ver a la sazón cómo multiplicaba su febril actividad el coronel Dusmet, jefe del Parque de Artillería, poniéndose en comunicación con todos los fuertes para que a todo trance se procurase salvar la batería que pronto correría peligro, si eran enemigos los rifeños que descendían por el monte en aquella dirección.
    En un tris estuvo que no se ametrallara a la harka adicta. Ésta recibió orden de retirarse por el flanco derecho en dirección a Frajana, donde tienen sus casas muchos de ellos; pero como la ordenanza no reza con los indígenas, al ver que el enemigo comenzaba a producirles bajas se retiraron por donde el terreno, que conocen palmo a palmo, les era más ventajoso, y de ahí la falsa alarma que infundieron en la plaza [Melilla].
    Yo siento tener que repetir que no soy partidario del procedimiento que se sigue, aun cuando alguna vez haya visto resultados que lo justifican.
    Son útiles los confidentes, son precisos los prácticos, debe guardarse consideración a los adictos, pero que unos y otros y sus afines tengan por suya la plaza cuando les convenga, eso no me parece bien, máxime cuando desde sus casas, en el monte, se nos tirotea alguna vez.
    La acción política de premiar a los buenos debe reservarse para más adelante. Lo que yo hubiese hecho hace tiempo, y lo digo en público porque lo he manifestado en privado, es privar de libertad y de fusil a todo moro armado, “estar amigo o no estar amigo de España”, y arrasar las propiedades desde las cuales se nos hostiliza.
    Y no digo más porque demasiado he dicho, tratándose de quien ha venido aquí dispuesto a aplaudir no a censurar.
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Cruces Laureadas de San Fernando en la segunda Campaña del Rif

Posición Sidi Ahmed el Hach, 18-7-1909.
Capitán Enrique Guiloche Bonet y Comandante José Royo de Diego.
La noche del 18 de julio de 1909, las baterías emplazadas en Sidi Ahmed el Hach son atacadas por los rifeños, que desbordan la línea defensiva. Ante la invasión, el comandante Royo ordena a los artilleros disparar a cero y junto con el capitán Guiloche, ambos pistola en mano, se dirigen a impedir que los asaltantes alcancen las piezas; es entonces cuando una descarga de fusil acaba con la vida del comandante Royo, cayendo al pie de las piezas. El capitán Guiloche, que había conseguido llegar a la pieza n.º 4 para protegerla, recibe disparos a quemarropa en el pecho y murió abrazado a la rueda del cañón.

Combate de Sidi Musa, 23-7-1909
Fernando Fernández de Cuevas y Ramón. Capitán del Regimiento de África n.º 68.
Integrado en la Columna del coronel Álvarez Cabrera, salió de la posición del Hipódromo, al sur de Melilla, el día 22 de julio y al día siguiente entró en combate en la posición de Sidi Musa, siendo gravísimamente herido se negó a ser retirado del campo de batalla y continuó en su puesto hasta fallecer.

Estribaciones del Gurugú, 23-7-1909
Rafael de los Reyes y Ortiz. Primer teniente del Regimiento de Melilla n.º 59.
Formando parte de la Columna mandada por el coronel Álvarez Cabrera, llegó a la posición de Sidi Musa (donde el día 9 los rifeños atacaron a los trabajadores) al amanecer del día 23, trabando combate con los moros parapetados en las laderas del Gurugú. Dicho coronel dejó parte de su fuerza en la posición de Sidi Musa y avanzó con la restante, consiguiendo desalojar al enemigo y hacerse fuerte en los puntos ocupados, rechazando las acometidas de aquél. Durante este avance resultó gravemente herido el teniente De los Reyes, continuando, no obstante, el ataque, mandando por descargas y animando a su tropa con el ejemplo y la voz hasta que poco después cayó muerto a consecuencias de la herida recibida. Había participado en la campaña de Melilla de 1893, destinado posteriormente a Cuba ganando una Cruz Roja al Mérito Militar.

José Fernández de Guevara y Mackenna. Segundo teniente del Regimiento de Melilla n. 59.
Formando parte de una de las compañías de su Regimiento, marchó desde Los Lavaderos a las lomas de la Mezquita para relevar a otra de la Brigada Disciplinaria, a la cual se le habían agotado las municiones. En el momento de ser ocupada la posición resultó herido él y muerto el capitán de su compañía, al tiempo que los moros arreciaban el ataque, sufriendo la unidad numerosas bajas. A pesar de todo resistió él la acometida del enemigo, ordenando a su sección atacar a la bayoneta y alentándola con su ejemplo, cayó muerto poco después al recibir una nueva herida.

Combate del Barranco del Lobo en las lomas del macizo del Gurugú, 27-7-1909
Ricardo Fresneda Calsamiglia. Comandante del Batallón de Cazadores de Llerena n.º 11.
Al mando de dos Compañías, que formaban parte de la Brigada del general Pinto, marchó contra el enemigo, y a pesar de haber resultado herido continuó avanzando hasta que, herido otra vez, hubo de hacer alto, negándose a ser retirado del campo de batalla, continuando en su puesto animando y obligando a incorporarse a la línea de fuego a los que se acercaron a él para conducirlo a la ambulancia, hasta que poco después falleció a consecuencia de las heridas.
    Se le dio por desaparecido en el combate del Barranco del Lobo, siendo infructuosas las pesquisas iniciales que se hicieron para encontrarle. Tiempo después, el Batallón de Las Navas con su jefe el teniente coronel Luis Bermúdez de Castro, encontró los restos de los caídos en el Barranco del Lobo; de ahí que las familias del citado comandante, y de los también fallecidos capitanes Melgar y Moreno de Guerra y la del teniente De la Portilla, agradecieran el hecho con la entrega de una placa que reza: “Al teniente coronel Bermúdez de Castro, que arrostrando peligros y responsabilidades recogió nuestros cadáveres del campo enemigo a los dos meses del sacrificio por España. Cumplen este deber de gratitud nuestras viudas y madres”.

Eduardo López Nuño y Moreno. Comandante del Batallón de Cazadores de Las Navas n. 10.
Recibió orden del primer jefe de tomar una posición en la que el enemigo, en número muy considerable, se hallaba bien parapetado y hacía nutrido y mortífero fuego, orden que cumplió cargando sobre él al frente de su tropa con entusiasmo y serenidad, tomando luego el mando del Batallón por haber muerto el teniente coronel y prosiguiendo el avance, no obstante ser herido gravemente en el pecho en el momento más rudo de la acción; a pesar de la gravedad de la herida continuó alentando a sus fuerzas y avanzando con ellas en la línea de fuego a medida que ésta adelantaba, hasta que murió de un segundo balazo que recibió en la frente. Había obtenido la Cruz de María Cristina, con varias intervenciones meritorias y recompensadas, durante las campañas en Cuba.

Rafael Moreno de Guerra y Alonso. Comandante del Batallón de Cazadores de Llerena n.º 11.
Al mando de la 2.ª Compañía penetró con su fuerza desplegada en un barranco donde sostuvo reñidísima lucha con numeroso enemigo, llegando a combatir al arma blanca y logrando así avanzar hasta la salida de aquel paso y tomar una posición después de ser herido.
Ya en la posición siguió animando a su tropa con la palabra y el ejemplo y demostrando un valor extraordinario, continuando combatiendo hasta quedar mal herido o muerto cuando se retiraron las tropas.

Enrique Navarro y Ramírez de Arellano. Capitán del Batallón de Cazadores de Los Arapiles n.º 9.
Se puso al frente de sus tropas, a pesar de encontrarse enfermo, avanzando a costa de su indomable energía y del elevado espíritu que tenía del cumplimiento del deber, no cesando de dar pruebas de valor y serenidad, después de ser herido gravemente en la reñida lucha sostenida con el enemigo, hasta perder la vida. Había ganado dos Cruces al Mérito Militar en Cuba.

Tomás Palacios Rodríguez. Teniente coronel del Batallón de Cazadores de Las Navas n.º 10.
Hallándose en la extrema vanguardia de su Batallón, desde el comienzo de la acción fue herido gravemente, no obstante lo cual continuó alentando a su tropa con su ejemplo y valor heroico hasta que recibió otra herida en la cabeza que le produjo la muerte.

Braulio de la Portilla y Sancho. Segundo teniente del Batallón de Cazadores de Llerena n.º 11.
Acudió con su Batallón a la posición de Los Lavaderos el día 27, desde allí avanzó hacia las estribaciones del Gurugú. Herido gravemente al frente de su compañía, continuó no obstante el avance, arengando a sus hombres y contribuyendo personalmente al ataque, batiéndose con un fusil que encontró sobre el terreno perteneciente a un soldado muerto, dando un alto ejemplo de espíritu militar y abnegación, hasta ser nuevamente herido, muriendo después en el campo de batalla a consecuencia de las heridas.

Joaquín Tourné. Primer teniente del Batallón de Cazadores de Las Navas n.º 10.
Después de haber sido muertos o heridos los dos jefes de su Batallón, así como el capitán de su compañía y la mayor parte de los demás oficiales, logró reunir y hacer avanzar sin más ayuda que su propio espíritu a un 30 ó 40 hombres que sugestionados por su iniciativa le siguieron y tomaron briosamente la posición más avanzada que se llegó a ocupar, defendida por un enemigo muy superior en número, perdiendo las dos terceras partes de su tropa sin que le hiciera vacilar el estar herido en una pierna. Ya tomada la posición recibió una segunda herida que, poco después, le ocasionó la muerte.

Ángel Melgar y Mata. Primer teniente del Batallón de Cazadores de Los Arapiles n.º 9.
Al frente de tres compañías de su Batallón atacó briosamente a numeroso enemigo apostado en el barranco del Lobo, alentando a su tropa y dándole constante ejemplo de valor y energía, sufriendo dos heridas en una pierna y en el cuello, que, a pesar de la importancia que debieron tener, no aminoraron ni un momento su decisión ni fueron bastantes a impedirle continuar con igual brío el avance y la lucha, hasta que otra bala le produjo una herida mortal en el pecho. Había ganado dos cruces del Mérito Militar en Cuba. Fue ayudante de Alfonso XIII y en la Sala de Ayudantes de la Casa Militar del Rey figuraba su retrato con una placa y la siguiente leyenda: “D. Ángel Melgar Mata, Capitán del Batallón de Cazadores de Arapiles, Ayudante honorario de S.M. el Rey. Sucumbió gloriosamente al frente de su fuerza el 27 de julio de 1909, combatiendo contra los rifeños en las lomas del Gurugú (Melilla). Su Majestad ordenó se pusiera este retrato en la Sala de Ayudantes de su Casa Militar, para honrar la memoria del primero de ellos muerto sobre el campo de batalla”. Por iniciativa de Alfonso XIII se alzó un monumento al capitán Melgar en el jardín de Santiago de la Plaza de Oriente, en Madrid, inaugurado el 21 de diciembre de 1911, con la presencia del rey el presidente del Gobierno, José Canalejas, además de otras autoridades civiles y militares.

Jesús Moreno Álvaro. Capellán 2.º del Regimiento de Las Navas n.º 10.
Relato en el periódico El Imparcial: “Iba con su batallón de Las Navas el día 27 de julio por las ásperas barrancadas del Cerro El Gurugú. Jesús Moreno veía caer en torno suyo a jefes, oficiales y soldados. El trance era recio y la situación de las tropas más que difícil. Iba el capellán socorriendo a los moribundos y les administraba los últimos auxilios. El médico del batallón cayó a tierra, recibiendo un golpe gravísimo. Desde ese momento el capellán Moreno se creyó obligado a sustituirle en lo que fuese posible. El cura pasó a ser “médico” y asombra oír a los soldados el relato de los auxilios científicos que recibieron del esforzado sacerdote. A unos los curaba como podía y a otros les daba la absolución. Una doble y complicada misión mientras silbaban las balas… y se escuchaban los alaridos de los soldados. En el momento más recio de la lucha un grupo de Cazadores de Las Navas acude al capellán Moreno, diciéndole: ‘Nuestros jefes han muerto o están heridos, somos noventa soldados que estamos aquí defendiéndonos, ¿qué hacemos?’ El capellán Moreno, inmerso en su labor de capellán y de sanitario les dijo a los muchachos que le rodeaban: ‘¿Qué habéis de hacer? Noventa soldados españoles, aquí, frente al enemigo, con el honor en riesgo, con nuestros jefes cubiertos de sangre, no pueden hacer más que una cosa, que es pelear’ ‘¡Eso queremos! Pero ¿quién nos manda?’ ‘Yo’ contestó el capellán con energía. Los soldados de Las Navas, a las órdenes del improvisado e inverosímil jefe, defendieron aquella zona del Gurugú y contuvieron al enemigo hasta la llegada de refuerzos.”

Bahía de Alhucemas, 4-9-1909
Cabo de Mar Benigno da Vila Pérez y marinero Melchor Uso Márquez.
En el parte emitido por el comandante del guardacostas Numancia, donde embarcaban ambos, se destaca la heroica actuación que tuvieron los citados al echarse al agua para liberar la hélice del cabo remolque de la lancha a vapor que a ella se había enrollado al romper y que remolcaba a un bote cargado de víveres y municiones destinado a la guarnición y pobladores del Peñón de Alhucemas.

Combate de Taxdirt, 20-9-1909
José Cerra Andino. Teniente del Batallón de Cazadores de Talavera n.º 18.
Al frente de una sección de la 1.ª Compañía y protegiendo el repliegue de otras fuerzas ya de noche, fue herido de bala en la mano derecha sin que ello ni el verse cercado a corta distancia por numerosa masa de enemigos le impidiera continuar mandando su tropa ni seguir alentándola con su animoso ejemplo; poco después recibió un segundo balazo en la pierna izquierda, a pesar de lo cual y desoyendo los requerimientos que le instaban a retirarse al hospital de sangre, prosiguió al frente de los suyos dando máximo ejemplo de valor, abnegación y entereza; hasta que un tercer balazo ahora en la cabeza le causó la muerte inmediata.

Santiago Ferrer Morales. Sargento primero del Batallón de Cazadores de Talavera n.º 18.
Al mando de trece soldados protegió la retirada de las últimas fuerzas que habían intervenido en el combate de Taxdirt, permaneciendo en su puesto hasta el final de la acción, no obstante haber sido gravemente herido, haciéndose notar por su valor y serenidad.

Eloy Moreira y Espinosa de los Monteros. Teniente coronel del Batallón de Cazadores de Tarifa n.º 5.
Al poco de aparecer el Escuadrón de Alfonso XII de regreso de las cargas contra los rifeños en el combate de Taxdirt, y enterarse de que habían quedado a vanguardia muertos y heridos de dicho Escuadrón, ordenó a la 2.ª Compañía de su Batallón que lanzara un ataque a la bayoneta, con él a la cabeza, avanzando hasta rebasar a los restos de la carga que retiraron los camilleros y algunos soldados, siendo gravemente herido en la cara y en la boca nada más iniciado el ataque, pero manteniéndose sobre el caballo hasta finalizar la acción y aunque no podía hablar dirigió con el gesto de los brazos y excitó el ímpetu de los suyos hasta desangrarse.

Nicolás Moreno Gamero. Cabo del Batallón de Cazadores de Chiclana n.º 17.
Encontrándose con su Compañía en la línea de fuego, recibió orden de avanzar con diez hombres y ocupar una posición a vanguardia, lo que valientemente realizó pese al nutrido fuego enemigo que ocasionó seis bajas. Una vez ocupada la posición permaneció allí con su fuerza, respondiendo al fuego hasta que su Compañía se trasladó a otra posición inmediata, a la que entonces se incorporó llevándose a sus heridos.

José de Cavalcanti y Alburquerque. Teniente coronel del Regimiento de Cazadores de Caballería Alfonso XII.
Con las tres cargas de sus 65 jinetes que dirigió contra una fuerza muy superior, bien apostada y conocedora del terreno, logró salvar a la infantería cercada y poner en fuga a los enemigos.

4.º Escuadrón del Regimiento de Cazadores de Caballería Alfonso XII.
Por la acción anteriormente descrita, mandada por el teniente coronel José de Cavalcanti, recibió la Corbata de la Cruz de San Fernando de manos del rey Alfonso XIII.

Defensa del Campamento del Zoco el Had de Beni Sicar, 28-9-1909.
Luis Noval Ferrao. Cabo del Regimiento del Príncipe n.º 3.

Combate del Zoco el Jemis de Beni bu Ifrur, 30-9-1909.
Jacinto Martínez Verdasco, 2.º capellán del Batallón de Cazadores de Madrid.
Entre los silbidos de las balas que sonaban terribles en los combates del Zoco el Jemis, el 2º capellán, Jacinto Martínez Verdasco, recogía a los heridos, los curaba y los trasladaba a las ambulancias. En esas, el capitán Bermejo, que mandaba la posición, cayó muerto. Los soldados dijeron al páter que apenas les quedaban municiones pidiéndole que avisara para el envío de cartuchos. El capellán no encontró a un solo soldado disponible que lo acompañara, así que marchó solo en busca de munición. A su regreso tuvo que superar una gran pendiente cargado con un cajón de municiones que repartió a los soldados. Con ellos se mantuvo y sostuvo, sirviendo de auxilio a los heridos en primera línea y como enlace, cuando fue preciso, bajo el intenso fuego enemigo. Su comportamiento fue muy elogiado por tropa y mandos.

Luis Fernández Herce. Capitán de la 4ª Batería del III Regimiento de Artillería de Montaña.
La situación de la retaguardia de la Brigada que manda el general Díez Vicario se hace cada vez más crítica, porque la harca de rifeños la ataca furiosamente. Dicho general comunica al capitán Fernández Herce que es imprescindible que su Batería permanezca en línea conteniendo al enemigo, pero que teme órdenes de repliegue que dejen paso libre a los atacantes. El capitán garantiza al general que no acatará más orden de retirada del puesto de honor que se le confiere que la proveniente de su persona por el conducto reglamentario. Los artilleros no cesaron en sus disparos contra la masa atacante mandados y alentados por su jefe: “¡Antes que rendidos, muertos con honor!” Dos piezas quedaron inutilizadas, las otras siguen lanzando proyectiles a velocidad dramática. Cuando el enemigo, buen conocedor del terreno y hábil disparando, se situó a menos de cuatrocientos metros la Batería recibe la orden de retirada, pero su capitán la incumple porque no proviene del general Díaz Vicario, y él ha prometido mantenerse en el puesto salvo una orden personal. El oficial que traía la orden le dijo que todo el frente se estaba replegando ante una acometida imparable. A lo que el capitán Fernández Herce replicó: “Y no quedarán más españoles que los de esta posición’. La Batería queda sola y fuertemente atacada. Al poco el capitán recibe una nueva orden de retirada a la que, de nuevo, hace caso omiso porque no proviene del general Díaz Vicario; el capitán Fernández Herce desconoce que el general Díaz Vicario ha caído en el combate y que están replegándose todas las fuerzas del sector. Con la harca a trescientos metros, los dos cañones hábiles disparando sin cesar y los artilleros entonando su himno, les llega la noticia de la muerte del general Díaz Vicario y por tercera vez la orden de retirada, que ahora cumple el capitán porque ha mantenido su palabra. Y protegidos por la infantería, los artilleros recogen a sus caídos y luego sus dos cañones, escalonadamente su traslado a zona segura, para que al enemigo no le quede botín, y disparando sobre la marcha hasta entrar en la protección del campamento.

Antonio Ripoll Sauvalle. Capitán del Batallón de Cazadores de Figueras n.º 6.
Al frente de dos secciones de su Compañía, atacó y ocupó una posición tenazmente defendida por un enemigo muy superior en número, siendo gravemente herido en el pecho al avanzar, sin que detuviera su marcha al frente de la tropa, animándola con tal ejemplo y valor que llegó a la temeridad de arrojarse solo sobre un grupo de moros parapetados en una chumberas, a los que ahuyentó, cayendo muerto al poco tiempo a consecuencia de otros dos balazos que recibió en el vientre y la cabeza.

Isidoro Odériz Domínguez. Segundo teniente de la Escala de Reserva del Batallón de Cazadores de Chiclana n.º 17.
Estando en la línea de fuego con su batallón, recibió orden de avanzar y de apoderarse de una elevada posición al frente de tres escuadras de su Compañía. Al efectuar el avance bajo un nutrido fuego enemigo resultó gravemente herido, no obstante lo cual, animando a sus fuerzas con el ademán y la voz, siguió adelante hasta llegar a la posición, que ocupó, cayendo muerto al cabo por las heridas recibidas.

Celestino Rodríguez Salgado. Capitán del Batallón de Cazadores de Madrid n.º 2.
Al frente de su Compañía marchó formando la vanguardia de su Batallón, quedando en la posición más avanzada del flanco derecho hasta que se le ordenó retirarse. Al inicio del repliegue continuó en su puesto hasta que todas las fuerzas que habían tomado parte en el combate rebasaron su flanco izquierdo, y aun herido de bala en una pierna permaneció en su puesto sin entregar el mando. Por segunda vez fue herido, manteniéndose, no obstante, al frente de su Compañía, y al recibir la orden de retirada escalonada quedó con la última sección, recibiendo entonces la tercera herida que le hizo caer al suelo con la pierna fracturada, aunque retuvo el mando hasta completar el repliegue. Falleció al día siguiente a consecuencia de estas heridas.

Combate en las inmediaciones de la posición de Exmuart (Melilla), 30-12-1909
Víctor Aguayo Royuela. Soldado del Regimiento de Guipúzcoa n.º 53.
Salió de aguada para abastecer la posición de Exmuart a las órdenes de un cabo con otros dos soldados, siendo al regresar sorprendidos por una descarga de fusiles hecha por varios moros emboscados, cayendo muerto el cabo y gravemente herido el soldado Aguayo, retirándose los otros dos soldados. Cercado y acometido por cuatro de los atacantes que pretendían arrebatarle el arma, se le ofreció salvar la vida si entregaba su fusil, negándose él por lo que fue agredido a culatazos y herido en la mano que iba a disparar con una gumía, perdiendo entonces el conocimiento y muriendo poco después al ser conducido a la posición.
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Fuentes principales
Augusto Riera, España en Marruecos 1909. Casa Editorial Maucci.
Emilio Martín Ferrer, Atlas ilustrado de las Guerras de Marruecos 1859-1926. Ed. Susaeta.
José Luis Isabel Sánchez. Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernando (Infantería).


Artículos complementarios

    Morir por la Patria es nacer para la Gloria

    Melilla 1921

    La primera agencia de noticias española

    Carmen de Burgos

    El desembarco de Alhucemas

    Campaña de Marruecos en 1859-60

    Las cargas del Regimiento Alcántara de Caballería

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