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Autobiografía del capitán Alonso de Contreras

Milagro en la isla de Lampedusa



Alonso Guillén de Roa y Contreras, conocido como el capitán Alonso de Contreras (Madrid, 1582-1641). Militar, corsario y escritor.
Amigo de Lope Félix de Vega y Carpio, escribió una autobiografía titulada: Vida, nacimiento, padres y crianza del capitán Alonso de Contreras, natural de Madrid, Caballero de la Orden de San Juan, Comendador de Castilla, escrita por él mismo, subtitulada: Discurso de mi vida desde que salí a servir al rey, de edad de catorce años, que fue el año de 1597, hasta el fin del año de 1630, por primero de octubre, que comencé esta relación, en la que refleja su paso por el Ejército de los Austrias, entre diario y crónica de campaña de estilo espontáneo y descriptivo.
Aquí se ofrece íntegro el capítulo III.

Que trata hasta el milagro de la isla Lampedusa
En Malta se holgó el Comendador Monreal de verme, y al cabo de algunos días que estuvimos allí, nos partimos para Levante con el galeón y una fragata; estuvimos más de dos meses sin hacer presa; y un día, yendo a tomar puerto en cabo Silidonia (en la costa entre Chipre y Rodas), hallamos dentro un bizarro caramuzal (buque mercante turco con la popa muy elevada) que era como un galeón; embestimos con él y los turcos se echaron en la barca a tierra por salvar la libertad. Ordenó el capitán fuésemos tras ellos, con ofrecimiento de diez escudos por cada esclavo. Había un pinar grande, y yo fui uno de los soldados que saltaron a tierra en seguimiento de los turcos; llevaba mi espada y una rodela, y sin pelo de barba.
Me embosqué en el pinar y topé con un turco como un filisteo, con una pica en la mano, y en ella enarbolada una bandera naranjada y blanca, llamando a los demás; yo enderecé con él y le dije: “Sentabajo”; pero el turco me miró y se rió, diciéndome: “Bremaneur casaca cacomiz”; que quiere decir: “Putillo, que te hiede el culo como un perro muerto”. Yo me emperré y embracé la rodela y enderecé con él; con que ganándole la punta de la pica le di una estocada en el pecho que di con él en tierra, y quitando la bandera de la pica me la ceñí; y estaba despojando cuando llegaron dos soldados franceses diciendo: “A la parte”; yo me levanté de encima del turco, y embrazando mi rodela les dije que lo dejaran, que era mío: si no que los mataría; ellos les pareció que era de burla y comenzamos a darnos muy bien, sino que llegaron otros cuatro soldados con tres turcos que habían tomado y nos metieron en paz; con lo cual nos fuimos todos juntos al galeón sin que despojásemos al herido de cosa alguna.
Contóse todo al capitán, el cual, tomada la confesión al turco, dijo que yo solo era el dueño de todo; los franceses casi se amotinaban porque yo solo era español en todo aquel galeón, y había de franceses más de 100, y así hubo de dejar el capitán el caso hasta Malta, delante de los señores del Tribunal del armamento. Tenía el turco encima 400 cequíes de oro; el caramuzal estaba cargado de jabón de Chipre; metieron gente dentro y envióse a Malta; y nosotros nos quedamos a buscar más presas y fuimos a la vuelta de las cruceras de Alejandría.
Ya a la tarde descubrimos un bajel, al parecer grandísimo, como lo era; seguimos su estela para no perderle, y así nos encontramos a media noche; y con la artillería lista le preguntamos: “¿Qué bajel?”; respondió: “Bajel que va por la mar”; y como él venía listo también, porque de un bajel no se le daba nada, a causa que traía más de 400 turcos dentro y bien astillado, diónos una carga que de ella nos llevó al otro mundo 17 hombres sin algunos heridos; nosotros le dimos la nuestra, que no fue menos; abordamos y fue reñida la pelea, porque nos tuvieron ganado el castillo de proa y fue trabajoso el rehacerlos a su bajel; quedámonos esta noche hasta el día con lo dicho, y amaneciendo nos fuimos para él, que no huyó; pero nuestro capitán usó de un ardid que importó, dejando en cubierta no más que la gente necesaria y cerrados todos los escotillones (puerta o trampa cerradiza en el suelo), de suerte que era menester pelear ú saltar a la mar; fue reñida batalla, que les tuvimos ganado el castillo de proa muy gran rato y nos echaron de él, con que nos desarrimamos (disminuir la superficie de una vela) y le combatíamos con la artillería, que éramos mejores veleros y mejor artillería.
Vi dos milagros aquel día, que son para dichos, y es: que un artillero holandés se puso a cargar una pieza descubierto, y le tiraron con otra, de manera que le dio en medio de la cabeza, que se la hizo añicos y roció con los sesos a los de cerca, y con un hueso de la cabeza le dio a un marinero en las narices, que de nacimiento las tenía tuertas, y después de curado quedaron las narices tan derechas como las mías, con una señal de la herida. Otro soldado estaba lleno de dolores que no dejaba dormir en los ranchos (alojamientos de la dotación en los barcos) a nadie, echando próvidas (expresiones altisonantes) y reniegos; y aquel día le dieron un cañonazo o bala de artillería raspándole las dos nalgas; con lo cual jamás se quejó de dolores en todo el viaje y decía que no había visto mejores sudores que el aire de una bala.
Pasamos adelante con nuestra pelea aquel día a la larga, y viniendo la noche trató el enemigo de hacer fuerza para embestir en tierra, que estaba cerca; y siguiéndole nos hallamos todos muy cerca de tierra con una calma, al amanecer, día de Nuestra Señora de la Concepción, y el capitán mandó que todos los heridos subiesen arriba a morir, porque dijo: “Señores: a cenar con Cristo o a Constantinopla”; subieron todos y yo entre ellos, que tenía un muslo pasado de un mosquetazo y en la cabeza una grande herida que me dieron al subir en el navío del enemigo, con una partesana (especie de alabarda con el hierro de dos cortes) el día antes, cuando ganamos el castillo de proa; llevábamos un fraile carmelita calzado por capellán, y díjole el capitán: “Padre, échenos una bendición, porque es el día postrero”; el buen fraile lo hizo, y acabado, mandó el capitán a la fragata que nos remolcase hasta llegar al otro bajel que estaba muy cerca; y abordándonos fue tan grande la escaramuza que se trabó, que aunque quisiéramos apartarnos era imposible, porque habían echado un áncora grande con una cadena grande del otro bajel porque no nos desasiéramos; duró más de tres horas, y al cabo de ellas se conoció la victoria por nosotros, porque los turcos, viéndose cerca de tierra, se comenzaron a echar a la mar y no veían que nuestra fragata los iba pescando; acabóse de ganar; con que después de haber aprisionado los esclavos se dio a saquear, que había mucho y rico; y eran tantos los muertos que había dentro que pasaban de 250 y no los habían querido echar a la mar porque nosotros no lo viéramos; echémoslos nosotros, y vi aquel día cosa que para que se vea lo que es ser cristiano, digo: que entre los muchos que se echaron a la mar muertos hubo uno que quedó boca arriba, cosa muy contraria a los moros y turcos, que en echándolos muertos a la mar, al punto meten la cara y cuerpo hacia abajo y los cristianos hacia arriba; preguntamos a los turcos que teníamos esclavos que como aquel estaba boca arriba, y dijeron que siempre lo habían tenido en sospecha de cristiano y que era renegado bautizado, y cuando renegó era ya hombre de nación francesa.
Reparamos nuestro bajel y el preso, que todos dos lo habían menester, y tomamos la vuelta de Malta, donde llegamos en breve tiempo; y como la presa era tan rica mandó el capitán nadie jugase, porque cada uno llegase rico a Malta; mandó echar los dados y naipes a la mar y puso graves penas quien los jugase, con lo cual se ordenó un juego de esta manera: hacían un círculo en una mesa como la palma de la mano, y en el centro de él, otro círculo chiquito como de un real de a ocho, en el cual todos los que jugaban cada uno metía dentro de este círculo chico un piojo, cada uno tenía cuenta con el suyo, y apostaban muy grandes apuestas, y el piojo que primero salía del círculo grande tiraba toda la apuesta, que certifico la hubo de 80 cequíes. Como el capitán vio la resolución dejó que jugasen a lo que quisiesen; ¡tanto es el vicio del juego en el soldado!
En Malta puse pleito por mi esclavo se en Malta por que tomé en tierra en cabo Silidonia; y habiéndose hecho de una parte y otra lo necesario, dieron sentencia los señores del armamento que los 400 cequíes entrasen en el número de la presa y que a mí se me diesen cien ducados de joya por el prisionero, y la bandera, con facultad que la pusiese en mis armas por despojo, si quería; lo cual hice con mucho gusto, y entregué la bandera a una iglesia de Nuestra Señora de la Gracia. Me tocó entre mi parte y galima (hurto frecuente y pequeño) más de 1.500 ducados, los cuales se gastaron brevemente; y viendo que las galeras de la Religión (la Orden de San Juan) estaban de partencia para Levante, a hacer una empresa, me embarqué en ellas por aventurero (soldado de fortuna) y en 24 días fuimos y venimos, habiendo tomado una fortaleza que está en la Morea, que se llama Pasaba (al sur de Grecia), de la cual se sustrajeron 500 personas entre hombres y mujeres y niños; el Gobernador y mujer, hijos y caballos y 30 piezas de artillería de bronce, que se espantó el mundo, sin perder un hombre; verdad es que pensaron era la armada de cristianos que estaba en Mesina reunida. Luego el mismo año de 1601 fueron las mismas galeras a Berbería a hacer otra empresa. Me embarqué aventurero como el viaje pasado, y tomamos una ciudad llamada la Mahometa (Hammamet, ciudad tunecina); fue de esta suerte.
Llegamos a vista de tierra la noche antes de que hiciéramos esta empresa, y caminamos muy poco hasta la mañana que estuvimos muy cerca; mandó el General que todos nos pusiésemos turbantes en la cabeza y desarbolaron los trinquetes; de suerte que parecíamos galeotas de Morato Araiz, y ellos lo pensaron, enarboladas banderas y gallardetes turquescos y con unos tamborilillos y charamolas (instrumento musical de viento) tocando a la turquesca; de esta manera llegamos a dar fondo muy cerca de tierra; la gente de la ciudad, que está en la misma lengua del agua, salió casi toda: niños y mujeres y hombres; estaban señalados 300 hombres para el efecto, que no fueron perezosos a hacerlo, y con presteza embistieron con la puerta y ganaron, con que quedó presa; yo fui uno de los 300; cogimos todas las mujeres y niños y algunos hombres, porque se huyeron muchos; entramos dentro y saqueamos, pero mala ropa (botín), porque son pobres vagarinos (remero libre asalariado).
Embarcáronse 700 almas y la mala ropa; vino luego socorro de más de 3.000 moros a caballo y a pie; con que dimos fuego a la ciudad y nos embarcamos. Costonos tres caballeros y cinco soldados que se perdieron por codiciosos; con que nos volvimos a Malta, contentos, y gasté lo poquillo que se había ganado, que las quiracas (amigas) de aquella tierra son tan hermosas y taimadas, que son dueñas de cuanto tienen los caballeros y soldados.
De allí a pocos días me ordenó el Señor Gran Maestre Viñancur (Viñancourt, Gran Maestre de la Orden de San Juan) fuese a Levante con una fragata a tomar lengua (informarse) de los movimientos de la armada turquesca, por la práctica que tenía de la tierra y lengua; llevaba la fragata, entre remeros y otros soldados, 37 personas de que yo era capitán, y para ello me dieron mi patente firmada y sellada del Gran Maestre. Entré en el Archipiélago (la parte del Mediterráneo entre Asia y Grecia, poblado de islas); tuve noticia de unas barcas, como la armada había salido de los castillos afuera y que quedaba en una isla que se llama Tenedo (isla del estrecho de los Dardanelos), desde donde iba hacia Chío (isla del Mar Egeo, al Oeste de Esmirna); yo me entretuve hasta ver que llegase a Chío, y sabiendo que estaba allí, aguardé a ver si iba a Negroponte, que está en la Morea fuera del Archipiélago; porque si no sabía la certidumbre si iba a tierra de cristianos ú se quedaba en sus mares, no hacía nada, y es a saber: que todos los años el General de la Mar sale de Constantinopla a visitar el Archipiélago, que son muchas islas habitadas de griegos, cuyos Corregidores son turcos; y de camino recoge su tributo, que es la renta que tiene, y hace justicia y castiga y absuelve; además que todas aquellas islas le tienen guardado su presente conforme es cada una, y tiene la habitación y muda los Corregidores; trae consigo la Real (la galera real) con otras veinte galeras que están en Constantinopla; la escuadra de Rodas que son nueve; las dos de Chipre y una de las dos de Alejandría; dos de Tripol de Suria (Trípoli); una de Egipto; otra de Nápoles de Romania (Neápolis, ciudad en la entrada del Archipiélago); tres de Chío; otras dos de Negroponte (Negroponto, Eubea, en el Archipiélago); otra de La Cábala (ciudad del norte de Grecia); otra de Mytilín (isla de Lesbos); éstas no son del Gran Turco; solas las de Constantinopla y las de Rodas, que las demás son de los Gobernadores que gobiernan estas tierras que he nombrado.
Me acuerdo de las dos de Damiata (Damietta, en la desembocadura del Nilo), que es por donde pasa el Nilo y en él están estas dos galeras y juntas hacen su visita como digo, al Archipiélago; y cuando ha de salir de él y venir a tierra de cristianos, se juntan las de Berbería, Argel, Bizerta, Trípoli y otras que arman para hacer cuerpo de armada como lo hicieron este año; pero si no llegan a despalmar (limpiar el plano de las embarcaciones y darles sebo) y tomar bastimentos a Negroponte, no hay pensar vayan a tierras de cristianos.
Supe ciertamente se despalmaban y tomaban bastimentos en Negroponte y les aguardé en cabo Mayna (Maina, península estrecha al sur de Grecia), y del dicho cabo descubrí la armada, que era de 53 galeras con algunos bergantinillos.
Partí para la isla de la Sapiencia (Sapienza, isla próxima al Peloponeso) que está enfrente de Korón, ciudad fuerte de turcos y cerca de Navarín (Navarino); de allí me vine al Zante (Zakinthos, isla al Oeste de Grecia), ciudad de venecianos, en una isla fértil, y estuve hasta saber había partido de Mavarino y atravesé a la Cefalonia (Kefallinia, isla al Oeste de Grecia), también isla de venecianos, y de allí me vine sin costear a la Calabria que hay 400 millas; tomé el primer terreno y di aviso como la armada venía, y costeando la tierra fui repitiendo el aviso hasta llegar a Regio de Calabria (casi frontero con la ciudad de Mesina), donde tuve noticia cierta iba a saquear, como lo había hecho otro General su antecesor que se llamaba Cigala.
Fui bien recibido del Gobernador de Reggio, que era un caballero del hábito de San Juan, que se llamaba Rotinel, el cual se previno llamando gente de su distrito y caballería, y fue menester darse buena prisa, porque la armada estuvo dada fondo en la fosa de San Juan, distante de Reggio 15 millas; al tercer día, y por los caballos que iban y venían de la fosa de San Juan de Reggio, supimos cómo la armada echaba gente en tierra. El Gobernador les hizo una emboscada que les degolló 300 turcos y tomó a prisión 60; con que se embarcaron sin hacer daño ninguno, y á mi me mandó el Gobernador me metiese en mi fragata y atravesase el foso y diese aviso a las ciudades de Taormina, Siracusa y Augusta que están en la costa de Sicilia enfrente de la de San Juan, distante veinte millas; lo cual hice atravesando por medio de su armada, y habiendo hecho lo que se me ordenó, pasé a Malta y di aviso de lo referido y estúvose con cuidado, con que la armada vino a la isla del Gozo (isla al Noreste de Malta), donde teníamos una buena fortificación, y como estaban ya con aviso, cuando el enemigo quiso desembarcar, la caballería que hay en aquella isla no se lo consintió, ni que hiciesen agua. Este fin tuvo este año la armada del turco en nuestras tierras.
Pasáronse algunos días con las quiracas y me enviaron a Berbería a reconocer la Cántara, que es una fortaleza que está en Berbería cerca de los Gelves (Jerba, enfrente de Gabes, en Túnez) y es cargador de aceite, y se tenía nueva cargaban dos urcas (embarcaciones grandes para el transporte de grano y otros productos) para Levante. Salí del puerto de Malta con mi fragata bien armada, camino de Berbería, y a medio camino hay una isla que llaman de Lampedusa, donde cogimos a Caradali, aquel cosario; tiene un puerto capaz para seis galeras, y hay una torre encima del puerto, muy grande, desierta; dicen está encantada y que en esta isla fue donde se dieron la batalla el Rey Rugero y Bradamonte (personajes de Orlado furioso, de Ariosto); para mí, fábula; pero lo que no lo es que hay una cueva que se entra a paso llano (sin tropiezo); en ella hay una imagen de Nuestra Señora con un niño en brazos, pintada en tela sobre una tabla muy antigua, y que hace muchos milagros; en esta cueva hay su altar en que está la imagen, con muchas cosas que han dejado allí de limosnas cristianos, hasta bizcocho, queso, aceite, tocino, vino y dinero.
Al otro lado de la cueva hay un sepulcro, donde dicen está enterrado un morabito turco (mahometano), que dicen es un santo suyo y tiene las mismas limosnas que nuestra imagen, más y menos, y mucho ropaje turquesco; solo no tiene tocino; es cosa cierta que esta limosna de comida la dejan los cristianos y turcos, porque cuando llegan allí si se huye algún esclavo tenga con que comer hasta que venga bajel de su nación y le lleve si es cristiano ó turco; lo hemos visto, porque con las galeras de la Religión habían huido moros y se guarecieron allí hasta que vino un bajel suyo y se embarcaron; entretanto, comen de aquel bastimento; saben si son bajeles de cristianos o moros los que quedan allí, en esta forma: la isla tiene la torre dicha, donde suben y descubren a la mar, y en viendo bajel van de noche entre las matas y al puerto, y en el lenguaje que hablan es fácil de conocer si es de los suyos; llaman y embarcan; esto sucede cada día. Pero adviértese que ni él ni ninguno de los bajeles se atreverá a tomar el valor de un alfiler de la cueva, porque es imposible salir del puerto, y esto lo vemos cada día. Suele estar ardiendo de noche y día la lámpara de la Virgen sin haber alma en la isla; la cual es tan abundante de tortugas de tierra que cargamos las galeras cuando vamos allí, y hay muchos conejos; es llana como la palma; bojea ocho millas.
Toda esta limosna, que es grande, no consiente la imagen la tome ningún bajel de ninguna nación, si no son las galeras de Malta, y lo llevan a la iglesia de la Anunciada de Trapani (ciudad al Noroeste de Sicilia, siglo XIV); y si otro lo toma, no puede salir del puerto.
Isla de Lampedusa
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