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Victorias en 1898: Mar Caribe

Guerras ultramarinas en el siglo XIX: Combates navales en Cuba y Puerto Rico

Combates de Cárdenas, Manzanillo y Cienfuegos

Domingo Montes y Antonio Pérez Rendón

De abril a junio de 1898



Los pequeños hechos también cuentan en la historia y merecen su momento de gloria, que es recuerdo y lección a un tiempo. Hazañas, al cabo, menores según el baremo de la trascendencia y la incidencia en los acontecimientos posteriores, pero significativas de la voluntad y el carácter de quienes las han protagonizado. Valga aquello de que no hay enemigo pequeño; a lo que añadimos, por mor del espíritu que nos impulsa, que episodio a episodio se escribe el relato de las naciones con sus héroes, los honrados merecidamente tanto como los olvidados o apartados de la primera línea de la memoria. Por grande que sea el enemigo, el valor agiganta a quien se le opone y vence siquiera en los márgenes de una contienda.
    Había empeñado el coloso norteamericano mucha fuerza bélica y encendidas soflamas propagandistas, junto al apoyo mercenario de la insurgencia, para tomar con poco riesgo las posesiones españolas en el Caribe además de las islas Filipinas en el océano Pacífico.
    Viajemos a las Antillas mayores para recuperar unas acciones bélicas que descompusieron en primera instancia la tonante pretensión invasora. A la amenaza oral de los Estados Unidos se le sumaba el bloqueo naval, por lo común efectivo, y un aparatoso despliegue de barcos con artillería intimidatoria. El objetivo norteamericano era triple: dar cobertura a la insurgencia dentro de Cuba, impedir los suministros a las guarniciones españolas e interceptar los movimientos de salida y entrada de la flota estacionada en Cuba, así como la llegada de la escuadra del almirante Cervera.
    Antes de la hecatombe final, la primavera de 1898 trajo unas satisfacciones que referimos en este artículo; aunque hubo más, también menores —impidiendo desembarcos de tropa y armas, obstáculos en las bocanas de los puertos y corte de comunicaciones—, pero motivo de orgullo nacional para nosotros. Destacamos tres, debidas a los buques pertenecientes al Apostadero de La Habana, que mandaba entonces el contralmirante Vicente Manterola y Taxonera, repartidos por las islas de Cuba y Puerto Rico, que supusieron unas victorias parciales ante un enemigo muy superior que, en su prepotencia, no llegó a imaginarlas.

Las tentativas de desembarco en Cárdenas y Cienfuegos
La acción bélica inicial, propiamente dicha, en el litoral cubano tuvo lugar en las bahías de Cárdenas y Cienfuegos, donde los insurrectos cubanos pretendieron descargar ocho barcazas con municiones para sus fines rebeldes en tierra firme.
    A pesar del apoyo de los buques norteamericanos que cañoneaban las posiciones españolas que podían impedir el desembarco, los insurrectos vieron frustrado en intento ante la aparición de varios batallones de infantería española que abrieron fuego sobre los botes, obligando a una retirada inmediata. A la par, las baterías de los fuertes y otras emplazadas estratégicamente a lo largo de la costa proyectaron sus disparos sobre los barcos de guerra, que también se retiraron; y aunque repitieron la operación a orillas del río Tremao, volvieron a ser rechazados.
    El despacho en que describe el general Blanco (Ramón Blanco y Erenas, marqués de Peña Plata, Capitán general de Cuba en sustitución del Capitán general Valeriano Weyler) el combate de Cienfuegos refleja lo sucedido:
“Los americanos arrojaron como unas seiscientas granadas al intentar efectuar un desembarco con grandes botes remolcados por lanchas de vapor.
    Algunos de los botes desembarcaron a sus hombres, pero los últimos fueron enérgica y victoriosamente rechazados, todos a lo largo de la línea.
    Viéronse obligados los americanos a embarcarse de nuevo a todo prisa, y tuvieron pérdidas considerables en las cinco horas que duró la pelea. Se retiraron en dirección del Oeste.
    Se dio la embestida de acuerdo con las bandas de insurrectos, a quienes se puso en fuga.
    Las pérdidas españolas consistieron en dos muertos y catorce heridos.”
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Combate de Cárdenas
La ciudad y el puerto de Cárdenas, situado a levante de La Habana, en la costa de la provincia de Matanzas, fue escenario del principal éxito naval de la guerra contra los Estados Unidos de América en 1898. En el cubano puerto de Cárdenas habían quedado bloqueadas dos lanchas cañoneras de 40 toneladas, Ligera y Alerta, y el remolcador de la Compañía Trasatlántica Antonio López habilitado para tareas de guerra.
    El 25 de abril, de ese 1898, la Ligera, al mando del teniente de navío Antonio Pérez Rendón y Sánchez se encontró con el torpedero Foote (o Cushing, según la fuente consultada), que efectuó unos 70 disparos, alcanzando un candelero de la lancha española sin causar más averías ni baja alguna entre la dotación. La respuesta de la Ligera provocó varios impactos graves en el torpedero que abandonó el combate fuertemente escorado.
    Hubo alguna que otra escaramuza, síntoma de la guerra, de poca relevancia; hasta que el día 11 de mayo los buques bloqueadores del puerto de Cárdenas emprendieron un ataque coordinado contra las naves españolas penetrando hacia el puerto de Cárdenas por el canal de acceso entre Cayo Romero y Cayo Blanco, con el torpedero Winslow al frente por ser el de menor calado. Quedó fuera del puerto el cañonero (o pequeño crucero) Machias, de 1.177 Tm., y siguieron el guardacostas Hudson, armado con dos cañones de 57 mm de tiro rápido, y el cañonero Wilmington, de 1.392 Tm. y armado con 16 cañones y cuatro ametralladoras. Pretendían bombardear las defensas de la zona además de hundir los barcos españolas presentes.
    A las 13’40 horas entraban en formación de combate en la bahía de Cárdenas. Las dos lanchas cañoneras españolas se retiraron de la línea de tiro hacia otro punto del litoral, mientras el remolcador, por su mayor calado, puso proa al muelle para salvar del ataque a su dotación. El Winslow, a 1.500 metros del muelle, se destacó en dirección al Antonio López que rompió el fuego con su único cañón sobre el torpedero norteamericano con tal rapidez y acierto que en breve lo inutilizó.
     Después de las tres de la tarde la flota norteamericana se alejaba del puerto, remolcado el Winslow por el Hudson; barco que también quedó tan mal parado que ya no volvió a servir en la Marina.
    La victoria española fue tan contundente que en ese día se causaron más bajas al enemigo que en todos los grandes combates anteriores y posteriores.
    El teniente de navío Domingo Montes, comandante del Antonio López, fue recompensado con la Cruz Laureada de San Fernando y el teniente de navío Antonio Pérez Rendón, comandante de la lancha Ligera, protagonista del enfrentamiento del 25 de abril que inició la guerra, fue recompensado con la Cruz Naval de María Cristina.

Combate en la bahía de Cárdenas en 1898.

Imagen de HRH editores.

Despacho del general Blanco sobre el ataque al puerto de Cárdenas:
“Uno de sus buques mayores ancló como a una milla de los muelles y en seguida intentó el enemigo desembarcar tropas. Pero nuestras fuerzas, compuestas de voluntarios y de dos compañías de infantería lo obligaron a desistir de su propósito.
    Nuestros cañoneros inutilizaron uno de los destructores del enemigo y forzaron a los buques restantes de la escuadra a abandonar la bahía.
    La guarnición tuvo cinco heridos y como diez lo fueron a bordo de los barcos.
    Fu poco el daño causado a la ciudad, no obstante que cayó una granada en el consulado inglés.
    El ataque se había proyectado en cooperación con las tropas insurrectas que fueron derrotadas recientemente en San Miguel.
    He dado la enhorabuena tanto a las tropas como a los habitantes de la ciudad, por la prueba inequívoca que han proporcionado de su lealtad a España.
    Muchos fueron los americanos que al intentar el desembarco cayeron bajo el fuego español.
    En Cárdenas perdieron la vida dos de los habitantes, heridos por los proyectiles del enemigo.”

Combate de Manzanillo
El 27 de junio de 1898 se declaró por la fuerza naval expedicionaria de Estados Unidos de América el bloqueo de la ciudad y puerto de Manzanillo, en el Sureste de Cuba, lugar de intenso tráfico marítimo. Con órdenes del almirante William Thomas Sampson, navegaron en dirección a Manzanillo los cruceros auxiliares HistHornet y Wompatuck, desplazando cada uno de ellos más de 400 Tm., para un total artillero de 16 piezas y cuatro ametralladoras.
    El día 30 avistaron la lancha cañonera Centinela de treinta toneladas, al mando del alférez de navío Aldereguia, armada con dos ametralladoras de 37 mm, que resultó alcanzada con veinticinco impactos; pero aún pudo embarrancar en la costa de Manzanillo para desembarcar a la marinería.
    A continuación, los cruceros entraron en la bahía de Manzanillo. En el puerto se encontraban las lanchas cañoneras españolas EstrellaGuantánamoDelgado Parejo y Guardián, al mando respectivamente de los tenientes de navío Joaquín Rivero, José Rivero, Ubaldo Serís y Carlos del Camino. Las cuatro sumaban seis piezas artilleras y varias ametralladoras. Junto a ellas fondeaba el pontón María, antiguo vapor de ruedas de 200 Tm, y el cañonero Cuba española, un viejo barco de madera, inútil para navegar, armado con un cañón de 13 cm, al mando del teniente de navío Luis Pou. La artillería de los barcos españoles, que maniobraron para evitar ofrecer un blanco fácil a los cruceros,  respondió al unísono y con acierto; y en poco más de una hora había abortado el objetivo de los invasores. El Hist recibió once impactos, el Wompatuck tres y el Hornet cinco, además de quedar averiado su motor; los tres cruceros sufrieron averías de importancia y bajas. En la flotilla española las averías fueron menores y únicamente contabilizadas dos muertes.

Combate de Cienfuegos
Combate naval sostenido por el cañonero español Diego Velázquez, de 200 Tm., y el crucero auxiliar norteamericano Yankee, de 6.900 Tm.
    El almirante Sampson, jefe de la flota de bloqueo norteamericana, fue informado de que el vapor Purísima Concepción había burlado el bloqueo  y se dirigía a Cienfuegos, en la provincia homónima y vecina de la anteriormente citada de Matanzas, procedente de Jamaica, con su carga de víveres, ordenó al Yankee que lo interceptara y procediera a su captura o hundimiento.
    El 13 de junio de 1898 apareció ante los vigías de Cienfuegos el vapor Purísima Concepción; momento en que el cañonero Diego Velázquez se dirigió hacia él para protegerlo en el tramo final de su travesía; a ocho millas de la boca de entrada al puerto de Cienfuegos comenzó a caer a ambas bandas una vez advertida la presencia del barco enemigo.
    Aproximadamente a 4.000 metros de distancia el crucero norteamericano puso proa a toda máquina hacia el cañonero español, que de inmediato arrumbó sobre la boca simulando retirarse, pero en realidad buscando la posición idónea para abrir fuego con posibilidades de acierto y dificultad en la respuesta del Yankee. Tan buena fue la maniobra que al cabo de una hora de duelo artillero el crucero norteamericano, seriamente dañado, giraba en redondo para tomar el mar abierto. El Diego Velázquez había disparado más de doscientos proyectiles, y en su debe sólo constaban seis heridos y averías de menor importancia; de hecho, una vez desembarcados los heridos, y junto a las lanchas Lince y Cometa, fueron a por el huido Yankee.
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Ataque naval a San Juan de Puerto Rico
La isla de Puerto Rico era un territorio tan codiciado para los Estados Unidos de América como Cuba y el archipiélago de las Filipinas. En los tres frentes actuó la Marina y el Ejército, y como ya se ha explicado antes con relación a Cuba, también el bombardeo naval contra San Juan de Puerto Rico entre una poderosa escuadra norteamericana y las aguerridas defensas isleñas acabó en fiasco para los atacantes.
    El contingente naval norteamericano al mando del almirante William Thomas Sampson estaba compuesto por los acorazados Iowa e Indiana, el crucero acorazado New York, los monitores Terror y Amphitrite, los cruceros Detroit Montgomery y el remolcador Wompatuk, que sumaban 164 cañones. La misión principal era la de interceptar la escuadra española del almirante Pascual Cervera que viajaba al Caribe, para reforzar la presencia española en aquellas aguas y tierras desde España; y la secundaria, a modo de advertencia y castigo, la de amedrentar a la guarnición de Puerto Rico, con efectivos aproximados de 18.000 hombres, y, en última instancia, provocar su rendición para un inmediato desembarco.

El 12 de mayo de 1898 cubrió el horizonte de San Juan de Puerto Rico, capital de la isla, la escuadra norteamericana del almirante Sampson. La ciudad estaba defendida por un cinturón de fortificaciones: el Castillo de San Cristóbal, el Castillo de San Felipe del Morro y los bastiones de San Sebastián, Santo Tomás, Ánimas, Santa Teresa, Santa Rosa, San Antonio, San Fernando, Santa Elena y San Agustín; dotadas en conjunto con 54 piezas de artillería, distribuidas entre 19 baterías, y 20 cañones de campaña de emplazamiento variable.
    Un sucinto relato de lo acaecido figura en las páginas de la obra Historia de la Guerra Hispano-Americana, escrita por Enrique Mendoza y Vizcaíno (escritor, periodista e historiador), prologada por Francisco G. Cosmes (periodista e historiador político mejicano) y con la colaboración de Alberto Leduc (escritor, periodista e historiador mejicano):
El combate principió a las cinco horas y quince minutos, momento en que  el Iowa [buque donde ondeaba la insignia del jefe de la flota] se encaminó a la costa. Súbitamente viró y presentando un costado a las fortificaciones les descargó simultáneamente todos sus cañones. Durante catorce minutos no cesó de hacer fuego, entre tanto el New York y el Indiana y otros buques disparaban sobre los fuertes. El Iowa se volvió hasta donde estaba situado el Wompatuk. Pocos minutos después regresó hacia la costa.
    Los fuertes concentraban sus fuegos sobre el Terror que se encontraba a setecientas yardas de la costa. Todos los buques de línea pasaron frente a las baterías sin hacer caso a los disparos de los fuertes [un total de 441 frente a los 1.360 de los barcos, siendo alcanzados el Iowa y el New York, ambos con daños de consideración a la vista; lo que no puede decirse de las posiciones españolas].
    A los heridos se le auxilió en el acto.
    A las 7’40 el almirante Sampson hizo señal de suspender el fuego y retirarse.
    El Iowa encabezó la retirada, el Terror fue el último en alinearse, pero no vio la señal y continuó el fuego durante aproximadamente media hora más; por lo que el combate concluyó a las ocho horas y quince minutos.


Artículos complementarios

    La defensa de la Torre Óptica de Colón

    Batallas de El Caney, Las Colinas de San Juan y Canosa

    Opinión española sobre la guerra contra los Estados Unidos

    El torpedo Bustamante 

    La defensa de San Juan de Ulúa

    Los heroicos últimos de Filipinas

    Los últimos de Filipinas. Homenaje literario

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