Siglos XV y XVI: Las regencias del cardenal Cisneros
Fundación de la Universidad Complutense y el Decreto de 1503
Regente de Castilla en dos ocasiones, cardenal, político, impulsor de la cultura y estadista, Francisco Jiménez de Cisneros, bautizado con el nombre de Gonzalo que cambió en 1485 por el de Francisco al profesar en el convento franciscano de San Juan de los Reyes de Toledo, nació en la madrileña localidad de Torrelaguna el año 1436.
Cursó estudios de Teología en Alcalá de Henares, completados en Roma, y de Derecho en Salamanca. Habiendo desempeñado varios cargos eclesiásticos de alto rango, y manifestado su divergencia con el arzobispo de Toledo, Alfonso (o Alonso) Carrillo de Acuña, que en 1471 lo condujo a la cárcel, y cumplida posteriormente una etapa eclesiástica en la diócesis de Sigüenza auspiciada por su amigo el cardenal Pedro González de Mendoza más una etapa de retiro en los conventos franciscanos, en 1492 fue llamado a ser el confesor de la reina Isabel I de Castilla. Al cabo, los Reyes Católicos, previa aprobación del papa Alejandro VI, le confiaron la reforma de las órdenes religiosas por la que exigió a los clérigos un mayor nivel cultural y un mejor ejemplo en sus tareas, que precedió a la Reforma protestante en más de dos décadas; y el 20 de febrero de 1495, por la bula pontificia de Alejandro VI, fue nombrado arzobispo de Toledo, sucediendo al cardenal Mendoza en esa responsabilidad y en el primado de España. Cisneros fue un decidido reformador que aportó a la Iglesia española tanta fortaleza como a la reina Isabel.
Instalado en Granada acompañando a Isabel y Fernando, observaba con inquietud a la población de fe musulmana residente en el antiguo reino, tan próximo al continente africano, por lo que decidió cristianizarlos de manera drástica, lo cual provocó la revuelta de las Alpujarras que fue contundentemente sofocado por los reyes; una revuelta que continuó en 1501 en Almería extendiéndose por la serranía de Ronda y la sierra Bermeja, igualmente atajada.
Hombre de gran fervor religioso y sentido de la responsabilidad que se le confería, apoyó la campaña contra los moros en el norte de África, el Magreb, que Isabel la Católica quiso emprender para consolidar la frontera cristiana y expandir su influencia en todo el continente. Y aunque Isabel fallecía en 1504, Cisneros asumió el propósito de no cejar en la proyectada empresa “de la conquista de África y de pugnar la fe contra los infieles”, a la que el rey Fernando dio carta de naturaleza, y así participó en la toma de Mazalquivir, el año 1507, y Orán, en 1508.
Finalizada exitosamente la campaña en el Magreb, Cisneros se retiró un tiempo a la Universidad de Alcalá de Henares. Él la había fundado en 1498, convencido del valor de la educación y la cultura, inspirada en el humanismo cristiano con el propósito de equipararla a la de Salamanca y convertirla en un centro humanístico internacional de primera magnitud; en la que con su impulso determinante se publicó la Biblia Políglota Complutense, redactada entre 1514 y 1517 en griego, hebreo, caldeo y latín.
Francisco Jiménez de Cisneros
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Las regencias
La primera regencia de Cisneros tuvo inicio dos años después del fallecimiento de la reina Isabel la Católica, acaecido en 1504, presidencia desde la que defendió a Fernando el Católico como rey de España, entonces en campaña militar en la península itálica, impidiendo el ascenso al trono de Felipe el Hermoso, marido de la reina Juana, hija de los Reyes Católicos. En 1506 falleció Felipe y en 1507 cesó la regencia al entregar el poder al rey Fernando.
En esta época de tránsitos primordiales para el futuro de España, Cisneros no olvidó atender los asuntos del Nuevo Mundo, en especial con relación al bienestar y adaptación de los nativos, sobre los que ya se había pronunciado al solicitársele consejo desde la conquista, cristalizados en el Decreto de 1503 promulgado por los Reyes Católicos.
El servicio prestado a la monarquía española y a la Iglesia fue recompensado con el nombramiento de cardenal en mayo y septiembre de 1507, por el papa Julio II, e Inquisidor general de Castilla en junio del mismo año.
El segundo periodo de regencia se produjo con el fallecimiento del rey Fernando el Católico en 1516, quien dejado a su heredera Juana el reino estableció en dos regentes la tutela efectiva: el arzobispo de Toledo Francisco Jiménez de Cisneros, en Castilla, de ochenta y cinco años de edad, y el arzobispo de Zaragoza, su hijo Alonso de Aragón, en Aragón. Esta regencia duró veinte meses, el plazo transcurrido entre el fallecimiento del rey y la llegada de su nieto el emperador Carlos I de España y V de Alemania; durante ella tuvo que contender pragmáticamente con la acción de gobierno y a la vez con la afirmación de una nueva monarquía española, herencia de los Reyes Católicos, hubo de afrontar las intrigas de los nobles castellanos y las de los consejeros flamencos de Carlos I antes de la llegada del emperador en 1517 y contribuir a la estabilización del gobierno de España en las Indias y a la implantación popular del ejército español, con la creación de una nueva forma de milicia organizada, “de gente de ordenanza” y permanente ya iniciada en la guerra de Granada: la Milicia de la Ordenanza.
Habiendo proclamado Cisneros a Carlos, el nieto de los Reyes Católicos, rey de España en contra de la voluntad de los nobles castellanos, que preferían a Juana, la hija de los Reyes Católicos y madre de Carlos, como reina de España, pese a su inestabilidad emocional, el enfrentamiento estaba servido. Con la pretensión de intimidar a Cisneros, los representantes de la poderosa nobleza y beligerante nobleza le conminaron a mostrar públicamente los poderes mediante los cuales ejercía la regencia, a lo que el cardenal respondió con hechos y la frase: “¡Estos son mis poderes!”, abriendo el balcón del aposento donde se celebraba la tensa reunión bajo el que se alineaba en formación de combate un batallón de artillería.
A finales de 1517 fallecía Francisco Jiménez de Cisneros habiendo entregado el reino en las debidas condiciones, cual su encomienda máxima, al nieto Carlos de sus queridos Reyes Católicos, de quienes siempre fue un leal súbdito. A lo largo de su extensa vida tuvo tantos motivos para sufrimiento como para la satisfacción. Y como otro de sus importantes legados queda el visto bueno al proyecto de dar la vuelta al mundo por mar que el navegante Fernando de Magallanes ofreció a España; fue el cardenal Cisneros quien atendió la propuesta y las peticiones para llevarla a realidad, y también quien delegó en el arzobispo Juan Rodríguez de Fonseca, árbitro de los asuntos indianos, la recomendación de que se firmasen las capitulaciones, rubricadas por el emperador Carlos I el 22 de marzo de 1518.
Universidad de Alcalá de Henares
Francisco Jiménez de Cisneros había ideado un nuevo concepto de universidad, completa en sus saberes y de carácter humanista cristiano, dispuesta con amplia autonomía canónica y civil y suficientemente dotada económicamente para asegurar su continuidad. Su estatuto constitucional y profesional de maestros y oficiales combinaba exigencias de eficacia práctica con estímulos para las iniciativas; los profesores complutenses gozaron de libertad de opinión bajo la égida del patrocinador y alma de la universidad.
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Decreto de 1503
A finales de marzo de 1503, los Reyes Católicos promulgaron el decreto titulado De inocencia y confusión, destinado a orientar la educación y los derechos de los nativos del Nuevo Mundo, réplica de un informe remitido desde La Española por Nicolás de Ovando, con la colaboración de Francisco Jiménez de Cisneros. En el decreto, aquí resumido en las obligaciones promulgadas, se indica que los indios de las islas del Nuevo Mundo debían vivir en familia para evitar las anteriores dispersiones que rompían los vínculos sanguíneos y la educación plena a todos los niveles; cada familia debía tener una vivienda para garantizar su intimidad; cada poblado debía contar con una iglesia, un capellán y un hospital, bajo la autoridad del encomendero español con objeto de evitar las injusticias de los caciques; el capellán enseñará a los indios a respetar la propiedad privada de sus semejantes mientras el encomendero los protegería de la explotación; los niños serán educados en la fe cristiana y se les enseñará a leer y escribir; la Corona alienta el mestizaje a través de matrimonios entre españoles e indias; todos los nativos serán alentados a vestir con recato, pagarán diezmos e impuestos por los beneficios laborales obtenidos, serán bautizados y protegidos impidiéndoles vender sus propiedades a los cristianos.