La guerra en Madrid del Consejo de Defensa contra los comunistas
Balance de fuerzas: Ejército del Centro
Las tensiones entre grupos y partidos habían caracterizado el devenir de la II República y la guerra civil, especialmente en los integrantes del Frente Popular: burgueses de izquierda, anarquistas, socialistas, comunistas y separatistas; acentuadas desde que comenzara la fase bélica del periodo citado, y en parte ya evidentes durante el golpe de Estado dado por socialistas, comunistas y separatistas en octubre de 1934.
Ahora, en marzo de 1939, con la guerra perdida para los frentepopulistas enconadamente divididos: comunistas y facciones socialistas en un bando, el resto de los socialistas, los descabezados republicanos y los anarquistas en el otro, y pululando en torno al mejor postor los separatistas y los masones, el enfrentamiento armado era inevitable, en realidad imprescindible para conocer quién se imponía a su enemigo. Un escenario vivido anteriormente en Barcelona en mayo de 1937, pero magnificado en el presente por la situación general. El ajuste de cuentas entre los que permanecían en España estaba servido.
El Ejército del Centro mandado por el coronel Segismundo Casado, y con el socialista Edmundo Domínguez Aragonés (autor del libro Los vencedores de Negrín) actuando en calidad de comisario inspector de dicho Ejército, constaba de cuatro Cuerpos de Ejército: I Cuerpo (teniente coronel Barceló), con las Divisiones 1, 2 y 69 (mayor Calvo, mayor Suárez y teniente coronel Gallego, respectivamente); II Cuerpo (teniente coronel Bueno), con las Divisiones 4, 7 y 8 (mayor Oliva, teniente coronel Zulueta y mayor Ascanio, respectivamente); III Cuerpo (teniente coronel Ortega), con las Divisiones 9, 13 y 18 (mayor Pertegaz, teniente coronel Fernández Recio y teniente coronel Fontela, respectivamente); y IV Cuerpo (teniente coronel Mera), con las Divisiones 12, 17 y 33 (mayor Liberino González, teniente coronel Valverde y mayor Poveda, respectivamente). En el Estado Mayor del Ejército del Centro figuraban los tenientes coroneles Joaquín Otero Ferrer, Arnoldo Fernández Urbano y José Pérez Gazzolo. Constituían la Reserva de este Ejército las Divisiones 14 (mayor Gutiérrez Caro), 28 (mayor Mayordomo) y 65 (mayor Gutiérrez de Miguel); además, el Grupo de Ejércitos de la Región Centro (G.E.R.C.) ponía a disposición del Ejército del Centro, y por ende del Consejo de Defensa, el XVII Cuerpo de Ejército (teniente coronel García Vallejo), situada en Levante, con las Divisiones 19, 64 y 73 (mayor Martínez Lignac, teniente coronel Calderón y mayor Carro, respectivamente). Un total de 18 Divisiones, aunque, como ya se ha comentado, la influencia comunista en los mandos y tropas de bastantes unidades era un hecho.
Aparte de las unidades enumeradas, también había que contar con la 300 División de “guerrilleros”, netamente comunista, y la base de tanques y blindados en Alcalá de Henares, cuyo proceder era incógnito en este momento.
Casado tenía confianza sólo en el IV Cuerpo, anarcosindicalista, y las Divisiones de la Reserva 14, 28 y 65; ésta última con reticencias en alguna Brigada marcadamente comunista.
Nada más constituirse el Consejo de Defensa, Casado envió el siguiente telegrama al general Matallana, en demanda de su plena adhesión: “Gral. Presidente del Consejo nacional de Defensa al Gral. Jefe Grupo Ejércitos. Al hacerme cargo de la Presidencia del Consejo Nacional de Defensa, constituido por exigencias de las circunstancias y compuesto por representantes del Frente Popular, manifiesto que su único deseo es llevar a feliz término, con la dignidad que merece, la gran defensa que de las libertades del pueblo y de la independencia de España han desarrollado durante la campaña las armas republicanas. Con tal motivo saludo a V: E., jefe y oficiales, comisarios, clases y soldados que componen esas fuerzas de su mando y espero que para el bien de España ayuden a este Consejo Nacional de Defensa, cuyo único objeto es velar por el honor del Ejército Popular. Salúdale”.
A continuación, Casado habla con el teniente coronel Bueno y una vez éste se pone a sus órdenes le ordena que detenga a todos los elementos sospechosos del II Cuerpo de Ejército (citado por Antonio Bouthelier y José López Mora en Ocho días. La revuelta comunista y en las obras de Segismundo Casado, Así cayó Madrid, y José García Pradas, Como terminó la guerra de España. El teniente coronel Barceló promete adhesión al Consejo, pero el teniente coronel Ortega sigue fiel al Partido Comunista y se niega a resignar el mando como le urge Casado. En cambio la Aviación, con Hidalgo de Cisneros, su jefe, volando al extranjero y el coronel Camacho, jefe de la Región Aérea Central y de la Base albaceteña de Los Llanos, acepta a Casado renunciando a su militancia comunista.
Como la prioridad para Casado era dominar Madrid, con estos apoyos podía emprender la tarea. El resto de la España aún en poder del Frente Popular ni tenía ni tuvo peso en la sublevación.
Por su parte, y en calidad de consejero de Gobernación del Consejo de Defensa, Wenceslao Carrillo, se puso en contacto la misma noche del 5 de marzo con todos los Gobiernos Civiles para conocer el ánimo de las diversas poblaciones aún dominadas por el Frente Popular con respecto a la radiada constitución del Consejo de Defensa: fue informado sin excepciones de la normalidad en el comportamiento de la gente.
El Gobierno Negrín había abandonado o estaba abandonando España y al cabo la dirección del Partido Comunista ordenaría el sometimiento de los comunistas en España al Consejo de Defensa. La explicación a tan sorprendente actitud radica en las versiones de los comunistas Enrique Líster, Juan Modesto y Manuel Tagüeña. Cuenta Líster (Nuestra guerra): “Cuando el Presidente de la República [Juan Negrín] y el de las Cortes [Diego Martínez Barrio] desertaban de sus puestos, y el Gobierno —presidido por un socialista—, en el que estaban representados todos los partidos y organizaciones del Frente Popular, decidían abandonar el campo a los conspiradores, cuando el Frente Popular era roto por la traición de casadistas, besteiristas, anarquistas y demás ralea, ¿debía el Partido Comunista entablar la lucha por tomar el Poder en sus manos? No. No debía hacerlo y no lo hizo. Antes del golpe de los casadistas la continuación de la lucha era posible; después ya no lo era y el Partido no podía desencadenar una nueva y sangrienta guerra civil —esta vez entre las fuerzas republicanas—, que no hubiese servido para otra cosa que para acelerar la derrota”. Cuenta Juan Modesto (Soy del Quinto Regimiento): Cuando se examinó la situación después del afianzamiento —con el apoyo por negligencia del gobierno de Negrín— de la Junta de Casado, junta de traición, se desechó el llamar a la guerra civil en nuestro campo. Ello hubiera significado precipitar consciente e irreversiblemente la catástrofe, la pérdida de la guerra, la victoria de Franco, bajo nuestra responsabilidad principal”. Cuenta Manuel Tagüeña (Testimonio de dos guerras): “Nuestras organizaciones tenían instrucciones de no adelantarse a la sublevación [anticomunista de Casado y Besteiro] y no estaban preparadas para actuar si el golpe militar se producía. Cuando el gobierno Negrín abandonó España, el Partido Comunista acordó no luchar contra Casado y mandar al extranjero a sus más destacados militantes”.
Pero esta unanimidad de criterio no se impondrá en Madrid por los comunistas que en la capital permanecen, el Comité Provincial del Partido Comunista instalado en Villa Eloísa, hotel en la zona de Ciudad Lineal, y que al escuchar esa noche del día 5 de marzo la proclama radiada por el Consejo de Defensa, recién constituido, deciden pasar a la ofensiva y rápido, ignorando cualquier orden del Comité Central en Elda-Monóvar, huidos sus miembros o a punto de huir en avión, por lo que envían enlaces a las diversas unidades próximas a Madrid, o dentro de la capital, en las que confían. El dirigente del Comité Provincial, Domingo Girón, se puso en contacto con el teniente coronel Bueno, jefe del II Cuerpo de Ejército, para que inmediatamente tomara el mando del Ejército del Centro. Como Bueno estaba enfermo, Girón habla con el teniente coronel Barceló, jefe del I Cuerpo de Ejército, transmitiéndole la misma petición antes de ser detenido por fuerzas del Consejo de Defensa. Así lo asume Barceló, ascendido automáticamente por los comunistas a coronel, y apareciendo en Villa Eloísa confirma que dará la batalla al Consejo de Defensa.
Día 6
El primer apoyo directo para el Consejo fue el del coronel inspector de Seguridad Armando Álvarez, que aun ofreciéndose a organizar una fuerza de choque tardará varias jornadas en conseguirlo.
Los comunistas optaron por su gran arma: la propaganda a través de los medios de comunicación. Controlando la emisora llamada Radio Popular o Norte, lanzaron mensajes y consignas a los mandos y comisarios comunistas y a los adictos en general, que aceleradamente comienzan a actuar.
De madrugada suenan en las calles de Madrid disparos sueltos; son varios los barrios que registran el paqueo. Al conocer esta noticia salen del Ministerio de Hacienda, la “Posición Japón”, sede del Consejo de Defensa, algunos de los flamantes consejeros. Horas más tarde, el inspector general del S.I.M. en la 8.ª División informa a Casado que el jefe de esta unidad, el comunista mayor Guillermo Ascanio, va a sublevarla y dirigir sus fuerzas a Madrid. Casado quiere asegurarse de este movimiento, para lo que llama al teniente coronel Bueno quien lo justifica como una maniobra táctica anteriormente proyectada en el sector de Fuencarral; Casado no se fías y radia un mensaje prohibiendo la circulación en la capital a partir de las 11 horas y treinta minutos; y en paralelo envía al agente del S.I.M. Anastasio Moraleja para que verifique la situación: Fuencarral ha sido ocupado por Ascanio y es inminente la penetración hacia el centro de Madrid.
Ante esta realidad, Casado pide a Armando Álvarez que organice una poderosa unidad, superior a la Brigada de Bernabé López, encuadrando tropas dispersas y con tres baterías artilleras que serán instaladas en las plazas de Colón, Cibeles y Manuel Becerra, en cerco defensivo al Consejo de Defensa.
Por su parte, el teniente coronel Barceló también se dispuso a combatir a los “casadistas” con el movimiento de sus tropas. Las tropas comunistas de Fuencarral avanzan por los barrios madrileños de Tetuán y Cuatro Caminos, siguen por las calles de Bravo Murillo y Ríos Rosas y se sitúan en el paseo de la Castellana a la altura de los Nuevos Ministerios, amenazando al Consejo de Defensa y, a la par, protegiendo el Cuartel General del II Cuerpo de Ejército sito en el barrio de Chamartín. Otras fuerzas atacantes pasan de la zona Oeste de la capital a los llamados Bulevares y de ahí a la calle de José Abascal y aledañas. El mayor Calvo, jefe de la 300 División de “guerrilleros”, abandona su base en Alcalá de Henares y subleva la vecina de tanques y blindados para formar una Columna de avance hacia Madrid.
En el bando de Casado es un Batallón de Carabineros de la V Brigada de la 13.º División del III Cuerpo, la fuerza que defiende el puesto de mando del Ejército del Centro, la “Posición Jaca”, en la Alameda de Osuna; el resto de Carabineros recibe la orden de cortar la penetración de los “guerrilleros” en Torrejón de Ardoz; lo cual no llega a producirse por la pasividad de los enviados por Casado. Desde la “Posición Jaca” sale el “casadista” teniente coronel Joaquín Otero Ferrer a parlamentar con el mayor Calvo, quien le asegura que no abriga intenciones opuestas al Consejo mientras su Columna prosigue el avance hacia el centro de la capital. Pero lo que resulta de ese “encuentro” es la detención y traslado de los tres jefes del Estado Mayor del Ejército del Centro: coroneles Joaquín Otero Ferrer, Arnoldo Fernández Urbano y José Pérez Gazzolo, al puesto de mando del mayor Ascanio en el Palacio de El Pardo, donde ya han sido encerrados muchos de los prisioneros que van haciendo los comunistas y que acabarán fusilando a las afueras del lugar. Así murió, como ejemplo de los principales apresados, el socialista Ángel Peinado Leal, que había controlado la publicación de los dos últimos números del Diario Oficial del Ministerio de Defensa, que incorporaba los nombramientos de urgencia decididos por Negrín y sus apoyos para consolidar su golpe del 3 y 4 de marzo.
La guerra civil entre los otrora aliados del Frente Popular era definitivamente un hecho en Madrid.
En paralelo, más fuerzas provenientes de la zona Oeste se dirigen hacia la estación ferroviaria de Atocha, ocupan el Palacio de Oriente y enlazan por el paseo de San Vicente y la calle Princesa con los destacados en los Bulevares. Ya de noche, agrupaciones heterogéneas a pie y carros de combate, se posesionarán de las calles, sembrando el miedo, y avanzando unos hasta el Palacio de Comunicaciones en la plaza de Cibeles, donde son rechazados, y otros hasta en Ministerio de la Guerra, en la misma plaza, y el edificio de la Telefónica en la Gran Vía.
La situación no era optimista para el Consejo de Defensa, que no imaginaba tal despliegue en su contra. Casado ordenó al XVII Cuerpo de Ejército, reserva del G.E.R.C. (Grupo de Ejércitos de la Región Centro), que se aproximara a la capital, y asimismo a las unidades del IV Cuerpo a disposición del anarquista Liberino González. A todo eso, Cipriano Mera, burlando la vigilancia de los “guerrilleros”, llega a la “Posición Jaca” y parlamenta con el teniente coronel Otero Ferrer, apreciando la gravedad extrema e instando a Liberino González a que apresurara el desplazamiento hacia Madrid del IV Ejército. En la capital afianzaban al Consejo la Brigada Mixta 70 y la Agrupación Republicana del coronel Álvarez, ocupando el triángulo plaza de Cibeles-Gran Vía-Puerta del Sol, con los centros de comunicaciones: Telefónica, Unión Radio y Ministerio de Marina, custodiados por fuerzas del S.I.M. (Servicio de Información Militar).
A las 18 horas y treinta minutos, por Radio Madrid, el portavoz del Consejo de Defensa transmite una información en la que destaca la tranquilidad general en Madrid salvo por las acciones de “determinados elementos del Partido Comunista que pretenden ocasionar alteraciones de orden público”, ante las que el Consejo de Defensa, dice, se ha impuesto y adoptado las medidas oportunas.
Comunicado desmentido por los altavoces y publicaciones comunistas, las más destacadas Mundo Obrero y La Voz del Combatiente, que continúan lanzando proclamas incendiarias, amplificadas por los comisarios políticos y las Juventudes Comunistas, que señalan la connivencia del Consejo de Defensa con las tropas nacionales y la “quinta columna”. Tanto los comisarios políticos como las Juventudes y demás miembros comunistas en la capital, ignoraban que el Gobierno Negrín y el aparato del PC habían huido de España, por lo que estaban solos en su credulidad revolucionaria.
En esos momentos, aproximadamente, llegaba a Madrid el general José Miaja para hacerse cargo de la ofrecida presidencia del Consejo de Defensa. A las 22 horas leyó un texto acordado desde el Ministerio de Hacienda, “Posición Japón”, con frases como: “Hemos interpretado fielmente los deseos de los españoles” o “Hemos recogido el poder, que estaba muerto, para darle vida” y “Llevaremos la tranquilidad a los hogares españoles con la paz”. El Consejo de Defensa buscaba a toda costa finalizar la guerra, pero Miaja, oportunista, que había acudido a Madrid en la creencia de que era dueño de la situación salió corriendo para Valencia en cuanto supo del riesgo comunista que amenazaba al Consejo en las calles de la capital.
Fuentes
Ricardo de la Cierva y Hoces, La victoria y el caos. Ed. Fénix
José Manuel Martínez Bande, La lucha por la victoria. Vol. II. Monografías de la Guerra de España n.º 18. Servicio Histórico Militar. El final de la Guerra Civil. Monografías de la Guerra de España n.º 17. Servicio Histórico Militar.
Luis Suárez Fernández, Franco. Crónica de un tiempo. Tomo. I. Ed. Actas
Pío Moa Rodríguez, Los mitos de la guerra civil. Ed. La esfera de los libros.
César Vidal Manzanares, La guerra que ganó Franco. Ed. Planeta.