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La grandiosidad del acento y el tono. Miguel de Unamuno

Nacido en Bilbao el año 1864, Miguel de Unamuno y Jugo descuella en sus facetas de escritor y filósofo. Personalidad vigorosa de la denominada generación del 98, con gran repercusión en Europa por los elementos de discusión aportados con relación a la religiosidad de su tiempo y la tensión intelectual que anima la complejidad de la creación personal.

    Fue en Madrid donde se doctoró en Filosofía y Letras en 1884 con la tesis titulada Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca. Es en 1889, inmerso en una etapa itinerante por Francia e Italia cuando comienza a publicar sus escritos, y dos años después cuando gana por oposición la cátedra de Lengua y Literatura griegas en la Universidad de Salamanca, a la que posteriormente unió la de Filología comparada de latín y español.

    Antes de ser nombrado rector de dicha universidad en 1901, Unamuno experimentó una profunda crisis religiosa, determinada por el fallecimiento de uno de sus hijos, que le condicionó el pensamiento durante el resto de su vida.

    Tras una intelectualmente agitada existencia dentro y fuera de España a causa de los movimientos políticos y sus aparejadas controversias, que a un polemista como Unamuno daban vuelo, retomó su cargo de rector universitario. Elegido diputado en las constituyentes de 1931, fue nombrado presidente del Consejo de instrucción pública hasta que, muy pronto, sintió la decepción originada en la política de los republicanos, cosa que manifestó en alto; no obstante, en 1934, con un gobierno de derechas, le fue concedido a título vitalicio el rectorado al llegarle la jubilación.

Miguel de Unamuno

Pensamiento filosófico y obra de ensayo

Pensamiento y obra amplios e imprecisos, determinada por discusiones epistemológicas tendentes a enfrentar los sentimientos y las ideas.

    Sus ensayos presentan un carácter marcadamente personal y literario, escritos en primera persona y con preocupación artística.

    Su sistema filosófico gira en torno de tres ejes: el hombre mortal, el ansia de inmortalidad y la doctrina del Verbo. La oposición al hombre abstracto en un tema capital por lo problemático de su discusión. Frente al hombre pensante propone otro que antes de teorizar como filósofo viva la filosofía; proponiendo al hombre como objeto y sujeto de la disciplina. Un hombre que rechaza el racionalismo, polariza vida y razón y clama por un vitalismo de corte existencial. Razón, que es la inseguridad, y contradicción, la persona antes que la idea, son los parámetros de alternancia de este hombre en el que influye sobremanera el deseo de inmortalidad; llamó “hominismo” al humanismo de este hombre sumido en razones y contradicciones.

    En su lucha contra la filosofía profesional y contra el imperio de la lógica, en su decidida tendencia a lo concreto humano representado por el individuo y no por una vaga e inexistente humanidad, Unamuno hace de la doctrina del hombre de carne y hueso el fundamento de una oposición al cientificismo racionalista, a su juicio insuficiente para llenar la vida humana concreta y asimismo impotente para confirmar o refutar lo que constituye el verdadero ser de este individuo real y actual proclamado en su filosofía con el hambre de supervivencia y el afán de inmortalidad.

    Esta inmortalidad se sustenta en la fe y no en la ciencia, es una inmortalidad vital y no ética, integrada por el cuerpo y el alma. Espera que la muerte no sea la definitiva aniquilación del cuerpo y del alma de cada persona. Esta esperanza advierte dos formas únicas de racionalismo suicida en la demostración o refutación y en la confirmación o negación, a las cuales es ajena la esperanza ya que ésta representa simultáneamente una duda y una convicción.

    Considera la doctrina del Verbo como sangre del espíritu y flor de toda sabiduría: la identificación de la filosofía con la filología es el hecho de que el Verbo, como expresión directa e inmediata del hombre de carne y hueso, sea el instrumento y el contenido de su propio pensamiento. Por eso Unamuno inserta la filosofía española en las obras de los místicos y en las grandes figuras de la literatura con la grandiosidad del acento y el tono, que es la tendencia del senequismo.

    El problema de la verdad, fundamental en la filosofía, lo resuelve Unamuno mediante la articulación interna que liga al hombre concreto con su expresión verbal, mediante la concepción que ve en lo que el hombre dice al expresarse y en lo que dicen las cosas al ofrecerse al hombre la revelación de su verdad.

    De esta concepción surgen dos obras claves: Del sentimiento trágico de la vida (1912) y los ensayos relativos La agonía del cristianismo (1924).

    Interpretando a San Juan, Unamuno establece que el principio de todo es el Verbo, definido como lenguaje, que es a su vez el instrumento y contenido del pensamiento.

    La definición del ser español es uno de los hitos de sus ensayos, postulando una españolización de presente y futuro que irradie influencia en Europa: En torno al casticismo (1895); la hispanización de Europa. Don Quijote es la exteriorización del ser hispano, proponiendo el quijotismo como base cultural para Europa: Vida de Don Quijote y Sancho (1905). El paisaje es la expresión íntima de la nación: Por tierras de España y Portugal (1911) y Andanzas y visiones españolas (1922).

    Su extensa obra periodística le sirve como difusora de su pensamiento filosófico y político, editada parcialmente en varios volúmenes: De mi país (1903) y Contras esto y aquello (1912).

Narrativa, poesía y teatro

La obra literaria de Unamuno está vinculada inextricablemente con su pensamiento filosófico.

    Dispuso que la novela fuera el medio adecuado para encauzar sus disquisiciones existenciales. Tras una primera experiencia de carácter biográfico e histórico: Paz en la guerra (1897), Recuerdos de niñez y mocedad (1908) y Cómo se hace una novela (1925); surge lo que denomina “nivola”, su concepción peculiar de la novela, donde aflora el personaje rebosando conflictos íntimos: Amor y pedagogía (1902); Niebla (1914), diálogo entre el personaje y su creador; Abel Sánchez (1917), donde trata la envidia como un factor de motivación; Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920); La tía Tula (1921), confrontando el sentimiento de maternidad y el comportamiento social medio; San Manuel Bueno, mártir (1930), dilema entre la fe y la ilusión.

    Su poesía es la plasmación irracional de su pensamiento, modulada por una temática religiosa y siempre expresiva: Poesía (1907), Rosario de sonetos líricos (1912), El Cristo de Velázquez (1920), Rimas de dentro Teresa (1923), De Fuerteventura a París (1925) Romancero del destierro (1928) y, póstumamente, Cancionero (1953).

    Su teatro es similar a su novela por la temática y el tratamiento, centrado en los conflictos íntimos: Fedra (1910), La venda (1913), El otro (1920), Soledad (1921), Sombras de sueño (1913), Medea (1933) y El hermano Juan (1935), visión personal del mito de Don Juan.

Artículos complementarios

    Miguel de Cervantes

    José Ortega y Gasset

    Ramiro de Maeztu

    Benito Pérez Galdós

    Escuela de Salamanca 

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