Profesor de metafísica y pensador que averigua y propone sobre arte, literatura, política, historia, sociología y la propia filosofía, el madrileño José Ortega y Gasset, nacido en 1883, es además un brillante ensayista de la literatura española. Sus escritos ejercieron una considerable influencia en los ámbitos culturales españoles de la primera mitad del siglo XX, y le granjearon un amplio reconocimiento internacional.
Se definía como un intelectual ensayista abierto a la discusión de cualquier problema, apartado de la imagen tradicional del filósofo, que él desdeñaba, adoptando la óptica del espectador guiado por un “amor intelectual” hacia las cosas. Denominaba “la actualidad” o “la circunstancia” a los hechos ofrecidos por la vida cotidiana, que debían ser respondidos con la atribución de un significado; de ahí que una de sus obras lleve por título El espectador, y que la mayoría de sus escritos aparecieran originariamente publicados en periódicos de España y América. La prensa fue su verdadera cátedra de filosofía y el artículo periodístico o el ensayo las formas literarias de su preferencia.
José Ortega y Gasset
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Los ensayos de Ortega recogen sus tres preocupaciones máximas: los temas filosóficos, la crítica y las estructuras políticas y sociales de España, y la crisis de la sociedad moderna.
Sus ideas filosóficas estaban encaminadas a elaborar un sistema que superara la pugna entre racionalismo y realismo; niega a la vez el que las cosas sólo existan si se piensa en ellas, como marcan los racionalistas, o de que existan independientemente de que se piense en ellas, al decir de los seguidores del realismo. Para superar la dicotomía propuso el raciovitalismo, que interpreta la vida como un “diálogo dinámico entre el individuo y su mundo”, entre las ideas y las cosas. Una de sus frases más célebres afirma esta tesis: “Yo soy yo y mi circunstancia”.
Por lo que respecta al problema español y la crisis de la sociedad moderna, Ortega escribe en España invertebrada y La rebelión de las masas, respectivamente; en ambos asuntos se manifiesta contrario a la participación masiva del pueblo en la política, proponiendo como solución participativa del conjunto la existencia o configuración de “minorías selectas” capaces de ofrecer un “sugestivo programa de vida en común” al que podrían adherirse las masas.
En 1923 fundó la Revista de Occidente, que amplió con una editorial homónima, que significó el c anal de penetración de la filosofía europea, en especial alemana, y en un influyente órgano de modernización y configurador de la opinión pública y filosófica.
La evolución del pensamiento de Ortega y Gasset
Ideas metafísicas y gnoseológicas
Aproximadamente desde 1902 hasta 1910, Ortega defiende una tendencia objetivista que afirma la primacía de las cosas y de las ideas sobre las personas.
A partir de 19810, y especialmente desde 1914, su pensamiento se orienta en la forma ulteriormente desarrollada, con dos periodos diferenciados: el primero, que abarca hasta 1923, llamado perspectivista; y el segundo, desde 1923, llamado raciovitalista.
La etapa perspectivista formula el enunciado de que la substancia última del mundo es una perspectiva. Pero como la doctrina del perspectivismo se convierte en la piedra angular de la teoría del conocimiento, Ortega se opone en ella por igual al idealismo y al realismo; contra el idealismo afirma que el sujeto no es el eje en torno al cual gira la realidad, contra el realismo sostiene que el sujeto no es un simple trozo de la realidad. El sujeto es una pantalla que selecciona las impresiones o lo dado, no es un ser abstracto sino una realidad concreta que vive aquí y ahora; es, por lo tanto, una vida. Una vida no sólo biológica. Ortega insiste en la defensa de lo vital, pero también con el mismo ahínco expone que no equivale a la defensa de lo primitivo. Si bien la cultura es producida por la vida y para la vida, y por consiguiente la vida es anterior a la cultura, ello no significa que los valores culturales sean secreciones de actividades vitales y aún menos meramente biológicas. Entiende que los valores culturales son funciones vitales que obedecen a leyes objetivas, en lo que hay una continuidad completa entre lo vital y lo transvital o cultural. Al hilo de lo cual concluye que la razón no está fuera de la vida ni tampoco es la vida, sino una función de la vida.
Una de las primeras tesis filosóficas de Ortega basada en el raciovitalismo, aparecida en 1914, elabora una doctrina del concepto como auténtico órgano del conocimiento; y permite, a posteriori, entender la noción de razón vital sobre la cual va a girar su filosofía. Ortega mantiene que el conocimiento, aun siendo racional, está arraigado a la vida, es vitalista: toda razón es razón vital y da razón de los hechos vitales; “la razón vital por sí misma reclama y postula la razón histórica y en ella viene a efectuarse”. De ahí que la filosofía no sea un pensamiento acerca de la viuda, sino un partir del hecho de que toda razón es viviente.
El hombre es para Ortega una realidad que tiene que usar de la razón para vivir; y vivir es tratar con el mundo y dar cuenta de él de un modo concreto y pleno; de ello se deriva el saber como un saber a qué atenerse. El hombre ha inventado la razón para guiarse en el sistema de la realidad, que es el universo, que a su vez se guía a sí misma dentro del universo.
El hecho, fundamental, de que la vida tenga que saber a qué atenerse explica la diferencia entre las ideas y las creencias. Vivir en la creencia, igual que vivir en la duda, constituye un segmento fundamental de la existencia humana. La vida es la realidad máxima y absoluta dentro de la cual se hallan las demás realidades. La vida es un hacerse a sí misma continuamente; la vida de cada cual es la existencia particular y concreta que reside entre circunstancias haciéndose a sí misma y orientada hacia su propia mismidad, autenticidad o destino. A diferencia de las cosas, la vida humana admite grados de realidad. La vida, en síntesis, es una realidad biográfica a la que se accede por la narración más que por el análisis; por lo que la trascendencia es la propia existencia con su carga realista, dramática y desilusionada.
Con su pensamiento, Ortega supera tanto el idealismo como la fenomenología y sitúa la realidad con anterioridad al ser.
Doctrinas
La más importante de sus doctrinas es la de la sociedad. Según Ortega, no hay ninguna sociedad como tal. Si el hombre no tiene, propiamente hablando, una naturaleza sino una historia, lo mismo es aplicable a la sociedad, o mundo social, que es un elemento en el cual el hombre vive y que ejerce presión sobre él por los usos, las costumbres, las normas, la regulación de la convivencia, etc.; una presión, que puede ser meramente grupal o estatal, en doble vertiente: ayudando a vivir y dirigiendo todos los actos.
Al hilo de esta doctrina, Ortega expone que junto a las relaciones sociales están las relaciones interindividuales: amor, amistad, afinidades, etc. De tal manera que la relación persona-sociedad no es unívoca, sino regida por una compleja trama de relaciones e interdependencias en las que ciertas formas de agrupación pueden tomar una vía intermedia entre la vida personal y la social.
Algunas de sus frases
“Yo soy yo y mi circunstancia.”“El raciovitalismo interpreta la vida como un diálogo dinámico entre el individuo y su mundo.”“La razón vital por sí misma reclama y postula la razón histórica y en ella viene a efectuarse.”“Lo que la naturaleza es a las cosas, es la historia al hombre.”“El sentido histórico se ha abierto como una nueva pupila, como un nuevo órgano humano, el más humano de todos, porque con él el hombre percibe al hombre.”“La Historia es razón histórica, por tanto, un esfuerzo para superar la variabilidad de la materia histórica.”“Asistir a lo que a uno le pasa.”“El darse cuenta no tiene un carácter contemplativo, sino que es encontrarse con las cosas mismas, con el mundo.”“La vida ces la coexistencia mía con las cosas, ese absoluto acontecimiento: un yo en sus circunstancias. El mundo y yo, uno frente a otro, sin posible fusión ni posible separación.”“La vida no es una cosa estática que permanece y persiste: es una actividad que se consume a sí misma.”“La viuda es constitutivamente un drama, porque es siempre la lucha frenética para conseguir ser de hecho el que somos en proyecto.”“El hombre no es res cogitans, sino res dramatica. No existe porque piensa, sino, al revés, piensa porque existe.”“Tiene que reconocerse al pensamiento racional como esencialmente secundario y resultado de esa realidad preexistente y no buscada, mejor aún, de que se pretende huir.”“Se pierde en las masas y toda noción de deber y de servicio, y no se ofrece nada alternativo porque es una mera negación que oculta un efectivo parasitismo. El hombre-masa está aún viviendo precisamente de lo que niega y otros construyeron o acumularon.”
Algunas de sus obras
Meditaciones del Quijote (1914), Vieja y nueva política (1914), Personas, obras, cosas (1916), El espectador (8 volúmenes, entre 1916 y 1934), España invertebrada. Bosquejo de algunos pensamientos históricos (1921-1934), El ocaso de las revoluciones (1923), La deshumanización del arte e ideas sobre la novela (1925), La rebelión de las masas (1930), Rectificación de la República (1931), El libro de las misiones (1940), Papeles sobre Velázquez y Goya (1950).
Algunas de sus obras póstumas:
Meditación del pueblo joven (1958), Origen y epílogo de la filosofía (1960), Pasado y porvenir para el hombre actual (1962).