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El camino español

La vía española entre Milán y Bruselas

El Imperio en Europa: El camino vertebrador de las posesiones españolas

El Duque de Alba y el cardenal Granvela

Del 28 de junio al 22 de agosto de 1567 por el centro de Europa



Para vencer al enemigo hay que superarlo en inteligencia y estrategia, y con tal victoria se consigue, además, ocasionarle otro problema y una mayor pérdida de confianza en sus posibilidades.
    Así lo veía Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III Duque de Alba, el Gran Duque de Alba, y así lo pensó y puso en práctica, una vez más, ésta aquí recordada con un camino de unión singular y asombroso entre las posesiones españolas en la península itálica, concretamente el Milanesado, y los Países Bajos, exactamente la ciudad de Bruselas. Entonces, hace 450 años en la fecha de 2017 que escribe el artículo-homenaje, un imponente ejército compuesto por 10.000 soldados de los Tercios españoles, familia e impedimenta al completo, vituallas, animales y vehículos, munición y armamento para satisfacer las necesidades de la guerra, cubrieron la enorme distancia que separa Milán de Bruselas, por valles y pasos de montaña. Una ruta ideada para franquear obstáculos que distraían del objetivo máximo, que a la postre vertebró las posesiones de la monarquía hispánica y el continente europeo, en servicio durante cincuenta y cinco años; un camino con sello español y autoridad española que sirvió para el traslado de tropas equipadas de los extremos citados en aproximadamente un mes.

Augusto Ferrer Dalmau: El camino español (2014)

Imagen de abc.es

Lo que en un principio, corriendo el año 1567, se destinó a sofocar una revuelta, de inmediato se convirtió en una solución estable, que perduró hasta 1622.
    El camino español permitía la comunicación y aprovisionamiento de las tropas españolas que defendían intereses propios en territorios a mucha distancia de la metrópoli y las bases seguras en la zona mediterránea; y no únicamente, pues sólo se trataría de una finalidad, aunque sin duda decisiva, ya que con el camino abierto se brindaba acceso, manutención y alojamiento a cuantos por él transitaban.

El camino español
Hay que atribuir al cardenal Granvela, Antonio Perrenot de Granvela, la idea de abrir un paso sin riesgo, un corredor protegido militarmente, al rey Felipe II en su prevista visita a los Países Bajos, el año 1563. Esta ruta partía de la capital de España, se dirigía a Génova y de allí a Lombardía; luego se alcanzaría Saboya y la travesía de los Alpes, el Franco Condado y Lorena. Un camino recorrido por territorios españoles. Desde este punto y en dirección a los Países Bajos se atravesaba el condado del Luxemburgo español. Lugares aliados, aunque exigentes con los acuerdos diplomáticos de mutuo beneficio.
En 1566 fue designado Gobernador General de los Países Bajos el Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, con la prioritaria encomienda de sofocar la rebelión protestante. Junto a su Comisario General, Francisco de Ibarra, el de Alba estudió concienzudamente el mapa y fijó el itinerario más seguro, utilizado de antiguo por comerciantes, para cubrir la distancia entre Milán y Bruselas. Decidida la ruta, mandó una comisión técnica de 300 zapadores al mando de un ingeniero ducho en la tarea, para comprobar sobre el terreno la factibilidad del proyecto y, de ser así, adecuar las zonas de mayor estrechez y pendiente al paso de tropas, armamento y vituallas también con personal civil, y el trazado y levantamiento de mapas para uso del ejército en marcha.
Este fue el origen del llamado camino español, posible gracias a la logística y la preeminencia diplomática de la Monarquía Hispánica, los dos factores esenciales; vigente en su trazado y disposición efectiva de 1567 a 1622. Aquel viaje pionero duró 56 días, por lo que el audaz de Alba y su ejército llegaron a Bruselas el 22 de Agosto de 1567.

Antonio Perrenot Granvela, el cardenal Granvela

Imagen de atenas-diariodeabordo.blogspot.com.es

El itinerario registraba una serie de pasos, incluidos puentes, vados y transbordadores, y postas de obligado seguimiento, a modo de eslabones de la inmensa cadena.
La expedición inaugural, mandada por el Duque de Alba, aconteció el año 1567, con un mapa elaborado por Fernando de Lanoy.
Si en sucesivos viajes los mapas desaparecían, los responsables militares contrataban el servicio de guías autóctonos. No obstante, antes de que el grueso del contingente expedicionario atravesara cualquier zona, por delante iba un grupo explorador que informaba puntualmente de las novedades.

Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba

Imagen de atenas-diariodeabordo.blogspot.como.es

La adecuada planificación del viaje para el desplazamiento de las tropas y acompañamiento, permitía acortar la duración en un mes y medio, aunque expedición hubo que cubrió el recorrido en solo treinta y dos días. El contingente expedicionario ideal sumaba tres mil efectivos y su velocidad promedio diaria era de entre doce y quince millas.
El abastecimiento de personas y animales, asunto peliagudo, tanto como el de la protección contra el enemigo francés, se conseguía mediante la ubicación de almacenes permanentes en lugares acordados para el inicio de las marchas, la primera, Milán, y las siguientes en función del territorio y la orografía.

Imagen de museo.ejercito.es


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