El diplomático Bernardo de Cólogan durante la rebelión bóxer
Del 13 de junio al 7 de agosto de 1900 en Pekín
El diplomático español, embajador de España en China durante la rebelión bóxer, Bernardo de Cólogan y Cólogan, desempeñó un papel relevante que la historia, y las potencias mundiales, le han usurpado; y rescata el historiador Carlos Juan Gómez Martín en este artículo en colaboración con los editores de la página: Miguel Ángel Olmedo y Luz Trujillo.
En 1900, Bernanrdo de Cólogan y Cólogan era el decano del cuerpo diplomático acreditado en Pekín. Gracias a sus buenas relaciones con la emperatriz Tseu-Hi tenía acceso a la mítica Ciudad Prohibida imperial; facilidad negada a los embajadores de naciones tan poderosas, y allí presentes, como Francia, Reino Unido de la Gran Bretaña o Estados Unidos. Y tal fue su influencia en la corte y aprecio de la mandataria china, que el diplomático español fue un personaje clave en la redacción del Tratado de Xinchou (también denominado Protocolo Bóxer), corroborado en septiembre de 1901, en el que China reconocía su “culpa” en la rebelión y sus consecuencias, admitiendo pagar compensaciones a la vez que establecer nuevos acuerdos con las potencias internacionales.
En aquella época España distaba de ser una potencia descollante en el panorama mundial. No obstante, jugó su papel durante la rebelión bóxer, y el entonces diplomático Cólogan, embajador de España en Pekín, obtuvo por ello el reconocimiento de los aliados y numerosas distinciones acreditando la valía de sus gestiones.
Nació Bernardo de Cólogan y Cólogan en La Orotava, provincia de Tenerife, el 13 de enero de 1847. Hijo de los marqueses de Candía, estudió en la célebre universidad británica de Oxford, iniciando su carrera diplomática como joven de lenguas en la legación de Atenas. Posteriormente fue destinado por primera vez a la capital china, con el mismo rango. Luego y ya como secretario, a las legaciones de Constantinopla (1868-1871) y de Caracas (1871-1875). Convertido en primer secretario de la embajada española en México y al cabo encargado de negocios y ministro residente (1875-1894), fue requerido a instalarse en Pekín por segunda vez, ahora como ministro extraordinario y plenipotenciario. En este periodo se produjeron los hechos antes apuntados y a continuación expuestos.
En 1887 escribió la obra: Estudios sobre la nacionalidad, naturalización y ciudadanía consideradas como objeto de legislaciones y en sus relaciones con el Derecho Internacional.
La emperatriz Tseu-Hi y su gobierno alentaban los atentados contra extranjeros y sus intereses en China, pero sobre todo contra los misioneros y religiosos instalados en la vastedad del territorio chino. Esos fanáticos de prácticas crueles fueron denominados bóxers, y ejercieron el terror con la aquiescencia del poder político. La emperatriz y sus consejeros manifestaron su animadversión hacia los extranjeros promulgando un edicto de expulsión.
Dada la situación de odios y atentados, el 13 de junio estalla una guerra de 55 días en la que mueren civiles, asaltantes, cuerpo diplomático y sitiados en general. El embajador alemán Von Ketteler fue la primera víctima diplomática de resonancia. A partir de ese punto quedan rotas las comunicaciones a cualquier nivel entre los asaltantes y los acogidos a las legaciones. El decano del cuerpo diplomático acreditado ante la corte imperial china era Bernardo de Cólogan y Cólogan.
Españoles, británicos, alemanes, estadounidenses, austrohúngaros, franceses, japoneses y rusos, atrincherados en el barrio de las legaciones, sostuvieron una desigual lucha que cesó con el acuerdo mencionado en el que tuvo tan importante parte el embajador español; quien, por cierto, había hospedado en su residencia a su colega francés, enfermo de tifus.
Como anécdota, siendo mucho más que eso, cabe citar que Bernardo de Cólogan mantuvo una actividad política e intelectual mientras duró el sitio: compuso un vals y elaboró un reportaje fotográfico del episodio con todas sus consecuencias.
La relación de Bernardo de Cólogan y Cólogan con las autoridades chinas continuó siendo de especial cordialidad.
Tras su estancia en China recaló en Tánger (ministro plenipotenciario entre 1902 y 1905); fue representante de España en Washington D.C. (1905-1907) y Nueva York. Pero fue a su regreso diplomático a México, embajador de 1907 a 1914, donde se vio envuelto en las guerras civiles jugando, junto al embajador de EE.UU., un papel destacado en la caída de Madero y el golpe de Victoriano Huerta; y aunque luego se retractó y trató de salvar a Madero, se vio obligado a abandonar el país tras el triunfo de la revolución constitucionalista.
Por último, sería embajador en Buenos Aires de 1914 a 1915, año en que se jubiló, muriendo en 1921 en Madrid después de una dilatada vida al servicio de España.