Incursiones vikingas en España
La Reconquista: Rechazo de las invasiones normandas
Dos centurias de la Alta Edad Media, iniciadas en el siglo IX, entre guerras y alianzas de cristianos y musulmanes, vieron aparecer en las tierras hispanas las expediciones vikingas, siempre belicosas, llegadas en barco desde el lejano y frío septentrión con propósito invasivo; como si no hubiera bastante con el tira y afloja de conquista y reconquista ya asentado.
El califato Omeya lucía poderoso en la mitad sur de la península, mientras en la norte la organización de los reinos cristianos, aunque en fase de consolidación en todos los ámbitos, da sus frutos. La constante amenaza musulmana ha configurado en los cristianos un estado de alerta continua y disposición a emprender batalla, que de repente advertirán el peligro de un enemigo nuevo, ignorado hasta entonces.
Primera invasión
De las islas Británicas al continente europeo y de Francia, navegando sus grandes ríos, a España, tal fue el recorrido vikingo para conocer y tomar.
El historiador José Javier Esparza data el primer avistamiento de la flota vikinga el 31 de julio del año 844, en las costas asturianas de la actual ciudad de Gijón. Las naves, en número aproximado de 115, y sus ocupantes, alrededor de cinco mil guerreros, provenían de la región escandinava de Vestfold. Cuenta Esparza que al parecer esta flota era mercenaria y había participado en las guerras intestinas de aquella Francia carolingia, y de regreso a sus lugares de origen la corriente los arrastró hacia la zona cantábrica. El historiador Ricardo de la Cierva informa del fracasado desembarco vikingo en Gijón al ser inmediatamente rechazados. Lo intentaron en otro litoral, y son los habitantes de Galicia, territorio integrante del Reino de Asturias (que abarcaba desde la citada Galicia hasta Álava y La Rioja), quienes describen la aproximación de las muchas velas al viento con intenciones obvias.
Conviene recordar que en 813 se encuentra la tumba del apóstol Santiago en tierras gallegas, de tal manera que para los vikingos Galicia es Jakobsland, la Tierra de Santiago.
El periplo gallego comprende una visita a Lugo, el saqueo de Clunia, la actual La Coruña y un recorrido por Tuy. La respuesta del rey Ramiro I no se hizo esperar y armada su hueste buscó pelea contra los invasores normandos, o vikingos, que es lo mismo, hasta derrotarlos entre La Coruña y Betanzos.
Esto narra la Crónica de Alfonso III, en su versión Sebastianense (porque la entregó a su sobrino Sebastián, obispo de Salamanca u Orense), asimismo llamada Ovetense, ad Sebastianum o Erudita:
“Las naves de los normandos llegaron al litoral de la ciudad de Gijón por el océano del norte y desde allí prosiguieron hasta el lugar que se llama Faro Brecantium. Cuando Ramiro, ya convertido en rey, averiguó esto, envió contra ellos al ejército con sus jefes y séquitos y mató a muchos de ellos y quemó sus naves.”
No obstante el fiasco, los vikingos costearon la península occidental, tanteando Lisboa, donde acusaron recibo depredador, doblaron hacia el este, atacando y saqueando Cádiz y Medina Sidonia, y remontaron el curso del Guadalquivir irrumpiendo en Sevilla para proceder según su costumbre: dividir su fuerza en partidas para saquear mucho terreno y: “matar a espada y fuego a muchos de los moros” (Crónica Sebastianense). Hasta el ejército de Abderramán (Abd-al-Rahman) II acabó con la sangría y la rapiña con la ayuda principal del caudillo de estirpe goda islamizada Muza, de la familia Banu-Qasi, que llegó de Zaragoza, en las cercanías de Tablada; como recuerda De la Cierva.
Pero como entre musulmanes y vikingos existían coincidencias expansivas de peso, y el común enemigo carolingio, los moros hispanos enviaron un embajador, Al-Ghazal, a Escandinavia para abrir puertas y cerrar acuerdos de mutua conveniencia. El resultado de la estancia del embajador, cerca de año y medio, supuso la primera descripción etnográfica del mundo normando-vikingo.
Segunda invasión
Heridos en su orgullo, y con el recuerdo del botín pen diente de captura, los normandos volvieron a España dirigidos por los caudillos Bjorn, apodado Costillas de Hierro, y Hasting, a bordo de una gran flota.
Sitiaron Santiago de Compostela, del que obtuvieron un pingüe rescate, y empeñados en mantener el acoso rentable, tuvo que intervenir para desalojarlos de Galicia un ejército cristiano al mando de Don Pedro de Pravia.
Pero no fue suficiente para devolverlos a sus frías latitudes. Durante tres años, del 859 al 862, saquearon las costas mediterráneas, remontaron el río Ebro llegando a Pamplona, secuestraron al rey de Navarra, García I Iñíguez, y cobraron por su rescate, y después enfilaron el camino de Francia.
Con estilo lacónico lo resume la Crónica Sebastianense:
“Una vez más, durante aquella época, vinieron a nuestras costas los piratas normandos; luego continuaron en España y desaparecieron saqueando por el fuego y la espada toda la costa. Atravesado el mar [Mediterráneo] alcanzaron Nacchor, ciudad de Mauritania, y allá mataron a multitud de moros por la espada; desde allí, atacando las islas de Mallorca y Menorca, exterminaron su población a espada. Después se dirigieron a Grecia y, pasados tres años, regresaron a su país.”
Tercera invasión
Como no hay dos sin tres, los normandos lo intentaron por tercera vez, ahora con el caudillo Gundar (Gunduredo en el relato cristiano). Corría el año 968 cuando mostró las velas de su centenar de naves, con ocho mil guerreros embarcados, por la costa gallega, camino nada santo de Santiago.
Prevenidos los lugareños y comandados por su obispo Sisnando y el conde Gonzalo Sánchez salieron armas en ristre al encuentro del vikingo; y hubo lucha. Sisnando murió combatiendo, pero los cristianos vencieron y cesaron las incursiones de consideración.
Otras hubo, menores, hasta el año 1066 del siglo XI, momento en que el caudillo Harald, alias el Despiadado, cayó muerto guerreando en la actual Inglaterra.
El último caudillo vikingo que puso holló tierra hispana fue Olaf Haraldsson, hermano del anteriormente citado, rey de Noruega que cristianizó su nación en 1024 y fue canonizado como Olaf II el Santo.
Para terminar este artículo, destacaremos que el rey Alfonso X el Sabio casó a su hermano Felipe con la princesa Cristina de Noruega e Infanta de España, que murió a los veintiocho años de edad y está enterrada en la Colegiata de San Cosme y San Damián en la villa de Covarrubias, provincia de Burgos.