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Memoria recobrada (1931-1939) XLI


Continuación de las entregas XXXIIXXXIIIXXXIVXXXVXXXVIXXXVIIXXXVIIIXXXIX y XL

La guerra en Madrid del Consejo de Defensa contra los comunistas
Día 7
La prensa que se editaba en Madrid, otrora adicta al Frente Popular, se había decantado por el Consejo de Defensa. Ricardo de la Cierva lo resume con el siguiente texto: “Todos los periódicos, salvo Mundo Obrero, apoyaban decididamente al Consejo de Defensa y decían pestes de Negrín y los comunistas. A Negrín, antes loado, ahora lo tildaban en el ABC republicano y en Claridad, antaño órgano de comunicación del PSOE de Largo Caballero, ‘de loco caballo en el poder por su carrera desaforada’, además de ‘siniestro personaje, ministro andariego y conspiradorzuelo, carente de toda legitimidad republicana’. El Socialista, en la línea de Claridad, denunciaba la estrategia de la Unión Soviética en España: ‘Que siga la guerra si es posible prolongarla hasta que estalle la conflagración mundial. Sus posiciones en España le sirven a Rusia como presión sobre Inglaterra y Francia, como contrapeso de Munich’. Ya controlado por Julián Besteiro,  El Socialista expresaba ‘nuestro leal acatamiento y apoyo sin reservas al CND’ y daba noticia de la llegada a Toulouse de Negrín y Álvarez del Vayo [presidente y ministro de Asuntos Exteriores del gobierno frentepopulista, ambos del PSOE], principal argumento del tándem Casado-Besteiro para desacreditar a los sublevados comunistas, que mentían descaradamente al negar la huida del gobierno en sus comunicados por radio y sus panfletos. El periódico Libertad llamaba ‘salvadores de la paz’ a los miembros del Consejo de Defensa, denostaba a Negrín como ‘jefe de un gobierno autocrático’, hablaba con respeto del ‘General Franco’ y pedía ‘una paz honrosa, sin represalias’. Mientras, avanzaban las tropas comunistas de Barceló hacia Madrid y por dentro de la capital”.
    Un auténtico cambio editorial en los medios de comunicación escrita.
El 7 de marzo de 1939 el general Manuel Matallana viaja a Madrid desde Valencia con sus ayudantes los tenientes coroneles Félix Muedra y Antonio Garijo; en esta ciudad ha resignado el mando del Grupo de Ejércitos de la Región Centro (G.E.R.C.) al general Leopoldo Menéndez, titular del Ejército de Levante, quien decidirá su propio sustituto. El general Matallana ha sido designado por el Consejo Nacional de Defensa como mando supremo militar, pasando Segismundo Casado a la Consejería de Defensa y los anejos políticos pertinentes.
    A las nueve de la mañana se reunió el Consejo para evaluar la situación, que ha empeorado al conocerse que el coronel Ortega, jefe del III Cuerpo, piensa unirse a las tropas del coronel Barceló en su avance sobre Madrid. En desesperada alocución radiofónica, por Unión Radio, los principales dirigentes del Consejo se dirigen a la población que puede escucharlos. Dice Julián Besteiro: “El Consejo Nacional de Defensa quiere impedir que el Gobierno de la España republicana caiga definitivamente en poder del comunismo que tiraniza al pueblo”. Dice Segismundo Casado: “Execrables dirigentes, con Pasionaria y Jesús Hernández a la cabeza, emprenden la más vergonzosa huida a Orán, sin despedirse del Gobierno, cuyos miembros se trasladan en avión a Marsella”. Dice Cipriano Mera: “Nuestra verdad nadie pude negárnosla y se abrirá paso como se abren todas las verdades. Que el pueblo madrileño no se deje engañar. El Consejo Nacional de Defensa recogió en la calle lo que el Gobierno abandonó al huir”.
    El Consejo aún ignoraba que desde el inicio de la ofensiva militar comunista habían sido fusilados muchos de los prisioneros socialistas y anarquistas que fueron capturados en el avance hacia Madrid y dentro de la capital, tratando los comunistas de imponerse no sólo por la fuerza de las armas sino, y principalmente, por medio del terror, práctica en la que estaban amplia e históricamente experimentados.
A las diez horas y cuarenta minutos, la “Posición Jaca”, en la Alameda de Osuna, antiguo cuartel general de Casado, es ocupada por las fuerzas de la Columna Calvo, deteniendo a los miembros del Estado Mayor allí presentes, los más destacados: tenientes coroneles Joaquín Otero Ferrer, Arnoldo Fernández Urbano y José Pérez Gazzolo, y el comisario Ángel Peinado Leal; y conducidos a un edificio inmediato al Palacio del Pardo donde los fusilaron. La marcha de la Columna Calvo prosiguió por la zona de Las Ventas hacia la plaza de Manuel Becerra y la vanguardia hasta el Parque del Retiro. La Brigada XLII, comunista, del mayor Manuel Fernández Cortina, avanzó desde los Nuevos Ministerios hacia la confluencia del Paseo de la Castellana con la calle del general Serrano, asaltando cuanto centros enemigos se encuentran por la zona, en la mayor parte de los casos con éxito: el puesto de mando de la 7.ª División, el de la Comandancia de Ingenieros, el Centro y Unidad de Instrucción Militar de la C.N.T., y el Gobierno Civil; fracasando en el asalto al Comité de Defensa Libertario.
    Escribe Julián Zugazagoitia (Guerra y vicisitudes de los españoles): “Los prisioneros hechos en aquel puesto de mando fueron fusilados, enterrando los cadáveres en el jardín. Exhumados después de la victoria del Consejo de Casado, se dijo que una de las víctimas no presentaba lesión alguna”; como si hubiera sido enterrado vivo. En el Gobierno Civil fue hecho prisionero el gobernador, José Gómez Ossorio, el intendente Trifón Gómez y el alcalde Rafael Henche de la Plata.
Intentado evitar que las tropas del III Cuerpo de Ejército, al mando del coronel Ortega, sumen sus efectivos a las varias fuerzas comunistas que van confluyendo en la capital, el general Miaja, comisionado por el Consejo de Defensa, y acompañado del anarquista González Marín (porque no se fiaban en el Consejo de Miaja) abandona los sótanos del Ministerio de Hacienda, la “Posición Japón”, sede del Estado Mayor de la Defensa, para acercarse al cuartel general de dicha unidad en la localidad de Carabaña, al sureste de Madrid. Consiguió Miaja detener el impulso de Ortega, pero no la violencia dialéctica dispensada por el comunista Ortega hacia el anarquista González Marín y viceversa, por lo que el III Cuerpo no se unió al avance comunista. Hecha la gestión, Miaja salió de Madrid hacia Valencia y ya no regresó hasta el 19 de marzo, cuando había finalizado la guerra civil entre los otrora aliados en el Frente Popular. A su vez, el coronel Ortega se desplazó a la “Posición Japón” para entrevistarse con Casado y Matallana en busca de un acuerdo que cesara el enfrentamiento; aunque los reunidos de urgencia no lo encontraron.
    Casado recurrió al concurso de la Aviación ahora que Hidalgo de Cisneros, su jefe, había volado de España con sus camaradas comunistas y Negrín, y en la Base de Los Llanos mandaba el coronel Camacho. La ayuda de éste será pronta y eficaz, siendo bombardeados prioritariamente el cuartel general del II Cuerpo de Ejército en Chamartín. La desmoralización de los comunistas por este ataque inesperado para su creencia fue notable.
    La situación en Madrid es caótica tanto en la población civil, de por sí aterrada, famélica y desesperada, como en las diferentes fuerzas que luchan, o no luchan, contra no saben quién o contra quien adivinan más que ver. El escritor Ángel María de Lera publicó en el primer número de la revista Historia y Vida, del año 1968, una descripción de aquellos días intestinamente convulsos; lo resume en el siguiente texto José Manuel Martínez Bande: “Asomaban soldados por todas las esquinas, y se detenía a las personas con a pregunta ¿con quién estás tú?; el detenido quedaba perplejo sin saber qué contestar a sus aprehensores. Por las calles y plazas circulaban patrullas armadas, carros de combate, artillería y camiones cargados de tropa, yendo y viniendo, corriéndose de un lado a otro como si jugaran al escondite. Súbitamente se iniciaba un tiroteo. La gente, población civil y muchos soldados que se habían quedado al margen de la contienda, corría, se refugiaba en los portales o se echaba al suelo. Después cesaba el tiroteo y restablecía la circulación y se recobraba el aspecto normal. Nadie sabía cuál era la verdadera situación”.
El Consejo de Defensa pretendía el dominio de las fuerzas armadas en el interior de Madrid, pero la realidad es que el Consejo estaba rodeado por tropas enemigas.
    Fue el momento de recurrir al Cuerpo de Ejército de Maniobra, el IV Cuerpo de Ejército, que dirigía Cipriano Mera y su segundo el también anarquista Liberino González. Era la única esperanza solvente para Casado. Pero retomar la “Posición Japón” fue imposible, por lo que el Consejo optó por enviar a Mera al Ministerio de Marina cuya red telefónica pertenecía al S.I.M. controlado por Ángel Pedrero. En este lugar estableció Mera su puesto de mando, que en coordinación y obediencia con el general Matallana, dirigirá las acciones que Liberino González transmitirá al Cuerpo de Ejército de Maniobra (apenas con los efectivos de una División).
    Las fuerzas a disposición del Consejo de Defensa, los “casadistas” eran: un batallón de la Brigada XC (División 12), varias compañías de las Brigadas XXXV (División 14) y L (División 12), más una batería ligera; posteriormente, y en las proximidades de Alcalá de Henares, a esta fuerza se unirán tres batallones de las Brigadas XXXV y L y otras dos baterías. El primer objetivo definido e inmediato es la ocupación de Alcalá de Henares, pero en esta jornada del 7 de marzo Liberino González no actúa sobre la ciudad a petición del jefe militar comunista allí al mando.
    El día 7 finaliza con Segismundo Casado y Manuel Matallana asediados en la “Posición Japón”.

Día 8
Cada bando contendiendo por Madrid fortificó los edificios que ocupaba. Pero los dos bandos estaban de acuerdo en resistir los ataques que provinieran del bando nacional en la capital y alrededores, con lo que se significaba por encima de cualquier otra apreciación la pugna por conseguir el poder en la zona aún dominada por el Frente Popular: o la coalición “casadista” o los comunistas con Negrín y otros socialistas de su cuerda.
    Los principales edificios controlados por el Consejo de Defensa eran: Ministerio de Hacienda, en la calle de Alcalá; Ministerio de Marina, en el Paseo del Prado; Ministerio de la Guerra y Banco de España, en la plaza de Cibeles; Dirección General de Seguridad y Comité de Defensa Libertario, en la calle Serrano números 37 y 111 respectivamente; Comité Regional de la C.N.T., en la calle Miguel Ángel.
    Los principales controlados por el Partido Comunista eran: Edificio de la calle Serrano número 6, sede del Comité Central; Ministerio de Hacienda, “Posición Jaca”, en la Alameda de Osuna, una vez arrebatada al enemigo; Edificio de los Nuevos Ministerios, en el Paseo de la Castellana. Estos dos últimos alejados del teatro de operaciones en el centro de la capital.
    Señala Martínez Bande que “aparentemente, los comunistas llevan dentro de Madrid las mayores probabilidades de éxito. Enfrente sólo tienen a los anarcosindicalistas, por igual activos y tenaces, pues los socialistas no se mueven apenas y se diría que sus centros políticos, así la famosa “Casa del Pueblo” no existen. Menos “existen” aún, para la lucha callejera, los locales de los partidos republicanos”.
Las posibilidades de victoria del Consejo de Defensa pasaban por la intervención de la Columna de Liberino González contra la de Calvo, y por la acción de las fuerzas, reducidas no obstante, de que dispone en Madrid, para que neutralizaran los centros de resistencia enemigos y cercasen a los efectivos de la Columna Calvo.
    Pero la Columna de Liberino González sigue lejos de la capital y la iniciativa en las calles correspondía esa jornada del 8 a los comunistas, aunque con menor ímpetu que la precedente.
Y es que habían asomado importantes grietas en el conglomerado comunista al conocerse la noticia de la huida del Gobierno y de los más significados dirigentes del Comité Central; por otra parte, en lo que se refiere estrictamente a la ayuda militar, únicamente contaban con las fuerzas del coronel Barceló puesto que los Ejércitos de Levante, Extremadura y Andalucía no daban señales de actuar en su favor.
    Desde Unión radio, el Consejo transmitió a las once de la mañana una amenaza a los comunistas exigiendo que “las tropas sublevadas volvieran a sus puestos” porque el Cuartel general del Consejo nacional de Defensa ponía en práctica “las medidas conducentes a restablecer la normalidad en un plazo brevísimo”.
    En Guerra y revolución en España, crónica comunista escrita por dirigentes del partido, se informa de que varios consejeros soviéticos (25), llegados a España para dirigir la política y la guerra, piden a Casado por medio del general Shumilov (Mikhail Stepanovich Shumilov), su mando superior, visados de salida que, una vez obtenidos, dirigirán a éstos hacia los puertos de Valencia, Alicante y Cartagena, donde embarcarán inmediatamente. El general Shumilov era el consejero jefe soviético para la zona Centro-Sur.
    Los dirigentes comunistas que permanecían en Madrid, sin combatir en primera línea, estaban en Villa Eloísa, en el distrito de Ciudad Lineal; allí quería enviar Casado al coronel Ortega para negociar entre “débiles”, procurando que la voluntad endeble de unos minorara la de los otros proponiendo tablas en el tablero de juego. Nuevamente relucía la indefinición de Casado, sus contradicciones y la nula fiabilidad que ofrecía tanto al Ejército Nacional, a la expectativa del resultado de la contienda entre los antiguos aliados, como a los frentepopulistas y a los dispuestos a luchar para acabar por las armas con el comunismo.
Dos agentes del S.I.M.P. (Servicio de Información y Policía Militar), del Ejército Nacional, a las órdenes de Julio Palacios, puestos en comunicación ese día 9 con el general Matallana, informaron sobre la sensación de “impotencia y desorden” en el Consejo de Defensa, “una apurada situación la de los casadistas en la que algunos miembros del Consejo hacían gestiones en busca de asilo en el Hospital Francés”, y trasladaron el ruego de Matallana de que “solicitasen al general Franco urgentemente una ofensiva general sobre la capital, a fin de evitar su caída en poder de los comunistas”; citado en el libro de Antonio Bouthelier y José López Mora Ocho días. La revuelta comunista.

Día 9
Enviada por el Consejo, por la mañana salió una comisión negociadora hacia Villa Eloísa, la sede provincial del Partido Comunista y entonces puesto de mando de la fuerza comunista, para tratar el canje de prisioneros. La comisión la encabezaron el coronel Ortega y Rafael Sánchez Guerra, ayudante del coronel Casado, y tras una conversación infructuosa con los dirigentes comunistas allí establecidos regresaron al Ministerio de Hacienda, la “Posición Japón”, acompañados por un miembro del Comité Provincial.
    Dado el fracaso y la obvias posturas enfrentadas, el Consejo de Defensa radiará a lo largo de la jornada, que presentó violencias, las siguientes notas: “¡Madrileños!, el Cuerpo de Ejército de maniobra y otras unidades avanzan rápidamente sobre Madrid para liquidar la sublevación comunista. Los sediciosos no oponen resistencia y se pasan constantemente a nuestras filas”. “Jamás encontró Franco aliados más eficaces que los sediciosos que hoy se levantan contra el poder constituido”. “Ya no cabe respeto ni consideración de índole espiritual con los elementos indeseables que están perturbando sin ningún fin ni ninguna posibilidad la vida de la población madrileña”. Incrementadas las amenazas contra los comunistas a medida que pasaban las horas, por último se tachará a los que el Consejo califica de sublevados y sediciosos de locos por inconsciencia, ordenando a las tropas leales que restablezcan la disciplina y actúen represivamente “con todos los caracteres de violencia precisos”.
    La renacida confianza del Consejo, apartados los temores de la víspera ante la inoperancia de la tropa adicta, se debió a que desde las cinco de la mañana había sido tomada Alcalá de Henares por los de Liberino González, y a continuación, con empleo de la artillería, también la localidad de Torrejón de Ardoz; quedando detenida la fuerza en las inmediaciones de los dos puentes de San Fernando de Henares sobre el río Jarama, el de la carretera y el del ferrocarril, ambos muy dañados. El cruce del río llegó al anochecer, después de una intensa preparación artillera y la intervención de aviones (el coronel Manuel Cascón Briega era el jefe de las Fuerzas Aéreas del Centro, nombrado por el Consejo de Defensa), y de ahí a la Alameda de Osuna, “la “Posición Jaca”, ocupada como se ha dicho por la Columna Calvo. Los de Liberino González reconquistaron la posición a las veintiuna horas, que también había sido bombardeada por la aviación.
    En esta jornada las fuerzas del Consejo habrían conseguido un importante botín de prisioneros: para Luis Romero (El final de la guerra) la captura total fue de 400 prisioneros en Torrejón, más 10 tanques y 4 blindados, hasta un total de 11.400 prisioneros al final de la jornada; según Cipriano Mera (Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista), se hicieron 500 prisioneros del Cuerpo de Carabineros en los puentes y entre 4.000 y 5.000 en la “Posición Jaca”.
    Martínez Bande señala que a lo largo de este día 9 se fueron agregando al Ejército de Maniobra las Brigadas LXXI (17 División y IV Cuerpo de Ejército), CXXVII (28 División, reserva del Ejército del Centro), V de los Guardias de Asalto (2.ª División de Asalto), V Brigada de Carabineros, LXXXIII (73 División, XVII Cuerpo de Ejército) y CCXIV (66 División, XIX Cuerpo del Ejército de Levante), y dos baterías pesadas. Una fuerza cuantiosa.
    El Ejército de Maniobra acabó el día 9 ocupando por las alas las localidades de Ajalvir y Paracuellos del Jarama, a la derecha del avance, y a la izquierda alcanzando el kilómetro 6 del ferrocarril de Madrid a Arganda, superadas las localidades de Vicálvaro, San Fernando de Henares y Coslada.
En paralelo al Ejército de Maniobra, la Agrupación del coronel Armando Álvarez (Brigadas LXX y CXII, de la 65 División, más otras fuerzas secundarias, para un total aproximado de once batallones), fue atacando los barrios de Buenavista, Chamberí y los posiciones comunistas en el Jardín Botánico y la Puerta del Sol con, expresado por el Consejo, “la acción necesaria para terminar de modo definitivo y seguro con toda resistencia en el casco urbano de la capital”; es decir, la limpieza o aislamiento de los focos comunistas. Esta Agrupación operó protegiendo la “Posición Japón”, extendiendo su influencia por el barrio del Pacífico y en dirección al de Vallecas.
Durante las primeras horas del 9 de marzo, salió a la calle el último número del órgano portavoz de la prensa comunista, Mundo Obrero, que en realidad había dejado de publicarse el 5 de marzo. Así lo relata Martínez Bande: “En lugar destacado [del diario] figura una nota del llamado ‘Estado Mayor del Ejército del Centro’, firmada por su ‘jefe accidental’ el coronel Luis Barceló, donde se dice, entre otras cosas, que ‘la sublevación del general Casado y de un titulado Consejo nacional de Defensa ha perturbado durante dos días la vida de Madrid’. El hecho de disponer de la radio dio a los sublevados la posibilidad de ‘poner en circulación las mayores falsedades y calumnias’, pero la verdad es otra: ‘¡La criminal sublevación toca a su fin; el Ejército de la República, todo el Ejército de la República, leal al Gobierno de Unión Nacional, está aplastando a los traidores’. Estos aparecen sitiados en unos pocos baluartes, que serán reducidos en breve plazo: ya ha sido tomado su cuartel general ‘Jaca’ y las posiciones clave de Madrid. La nota termina con esta frase: ‘¡Madrileños! Como en julio y noviembre del 36, cooperad con todo entusiasmo y decisión, junto a las fuerzas leales, a la defensa de la independencia nacional, restableciendo el orden y la normalidad en Madrid’.
    La proclama de Mundo Obrero en su último número, el 1.019, declara en defensa de Negrín (recogido por Ricardo de la Cierva): “El Ejército de la República, con ayuda del pueblo madrileño, sofoca definitivamente en estos momentos el criminal alzamiento militar [del CND]. Madrileños: ¡viva el Gobierno de Unión Nacional! El Gobierno de la República que preside el doctor Negrín está hoy en su puesto, como estuvo en los días críticos de Cataluña. Falta a la verdad quien diga lo contrario. La paz que buscaba la Junta facciosa de Casado era la paz de la entrega a los invasores”.
    Y a continuación lo que registra José Manuel Martínez Bande antes transcrito.
El desconcierto entre los comunistas es grande. Mientras Togliatti, Checa y Fernando Claudín, que permanecen todavía en Albacete y han redactado un comunicado demandando de los suyos “resistencia para evitar el degüello”, Jesús Hernández negocia en Valencia con el general Menéndez y envía a negociare a Madrid a Fernando Montoliu, comunista; pero nada es posible al conocerse la noticia de la huida del gobierno y de los principales dirigentes comunistas.  Ello provocó una deserción en masa de afiliados y el apartamiento de los comunistas de las entidades locales alicantinas. Los anarquistas transmitieron esta resolución en contra de los comunistas: “Se ha eliminado a los enemigos de una solución digna”.

Fuentes
Ricardo de la Cierva y Hoces, La victoria y el caos. Ed. Fénix
José Manuel Martínez Bande, La lucha por la victoria. Vol. II. Monografías de la Guerra de España n.º 18. Servicio Histórico Militar. El final de la Guerra CivilMonografías de la Guerra de España n.º 17. Servicio Histórico Militar.
Luis Suárez Fernández, Franco. Crónica de un tiempo. Tomo. I. Ed. Actas
Pío Moa Rodríguez, Los mitos de la guerra civil. Ed. La esfera de los libros.
César Vidal Manzanares, La guerra que ganó Franco. Ed. Planeta.

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