El Imperio en Norteamérica: Las expediciones y la evangelización del padre Garcés
El franciscano Francisco Tomás Garcés, nacido en la localidad zaragozana de Morata de Jalón el año 1738, confirmó la existencia del istmo de California, previamente anunciada por el jesuita Eusebio Kino, a quien Garcés siguió la huella ampliando la exploración y los descubrimientos. La existencia del istmo posibilitaba el enlace por tierra entre las provincias de Sonora, en Arizona, y California, y con esta ruta la salvación de las misiones fundadas por fray Junípero Serra, que entonces podían ser avitualladas, defendidas y pobladas con garantía. En realidad, el camino abierto por Garcés en 1771 unía de Este a Oeste Nuevo México con la Alta California, y viceversa, y se convirtió en el eje Norte-Sur de la expansión española en ese vasto territorio.
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Ya teólogo, en 1762 obtuvo permiso para viajar al Nuevo Mundo y formarse como misionero en el Colegio de la Santa Cruz de Querétaro en el virreinato de Nueva España.
La expulsión de los jesuitas en 1767 supuso la ocupación franciscana de las misiones de Sonora; a fray Francisco le fue asignada la situada más al norte y también la más peligrosa, se llamaba San Javier del Bac, una misión con fama de dura en la que por término medio los novicios aguantaban un año.
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Las expediciones españolas, y en especial la de 1775, fueron las mejor organizadas y las más importantes de todas las emprendidas en cualquier época hacia California, incluidas las habidas en el siglo XIX con motivo de la búsqueda de filones de oro en suelo californiano. Los españoles se valieron de las expediciones como la mejor forma de penetrar en un territorio desconocido, y la historia nos ha dado la razón.
Estatua de Francisco Garcés en Bakersfield, California
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El periplo expedicionario del padre Garcés comenzó en 1768. Había sido capellán en una de las compañías volantes creadas por el visitador real José de Gálvez, en 1766, con intención de pacificar la zona septentrional y noroccidental del virreinato de Nueva España, ambos territorios inmensos y poco conocidos, además sometidas a hostilidades nativas; esta previa experiencia fronteriza por Arizona, la parte sur de Nevada, donde fue pionero de la predicación católica, Nuevo México y territorios interiores de California, se vio ampliada en ese año de 1768, donde en el presidio de Tubac conoció a Juan Bautista de Anza un año después.
La expedición de Francisco Garcés en 1771, avalada por el Gobernador de Sonora Juan Pineda, abrió un camino entre la provincia de Sonora y California. Partió de San Javier, enclave límite español, el 8 de agosto de 1771, invirtiendo dos meses en trazar la ruta además de localizar los imprescindibles aguaderos, pues la falta de agua era el principal problema en esos territorios desérticos. Las expediciones precedentes le habían conducido hasta la confluencia de los ríos Gila y Colorado, descubriendo allí el cruce natural por la existencia de vados seguros hacia California. A medida que el padre Garcés avanzaba iba desarrollando una labor pacificadora que garantizara el tránsito de colonos hacia el Oeste; una labor complementada en 1775 a lo largo de la cuenca del Colorado.
Monumento a Francisco Garcés en la misión de Santo Tomás en Yuma
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El éxito cosechado por la descubierta de Garcés incentivó las siguientes. El virrey Bucareli se dispuso a organizar meticulosamente una expedición que sirviera de apoyo a las misiones de Junípero Serra y afianzara el dominio español en el litoral del Pacífico norte. Las expediciones de 1774 y especialmente la de 1755 fueron perfectamente diseñadas para la consecución de ambos propósitos.