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Descubiertas en la costa de la Alta California. Juan José Pérez Hernández

Una moneda conmemorativa acuñada en el extranjero

El Imperio en América del Norte: Exploraciones en aguas de la Alta California



Nacido aproximadamente en 1525, el mallorquín Juan José Pérez Hernández pronto sintió la llamada del mar y el cosquilleo idealista por explorar nuevos lugares. Ingresó en la Marina para hacer posible su deseo y durante once años sirvió como piloto en la ruta del Galeón de Manila (también denominado galeón de Acapulco, por ser ese el puerto de destino o Nao de la China, en una apreciación genérica del origen), atravesando el océano Pacífico desde las islas Filipinas a la costa occidental de México, virreinato de Nueva España.
Tras esta experiencia náutica con reconocimiento a su tarea, en 1768 se le asignó al Departamento marítimo de San Blas, principal base marítima española en la costa mexicana del Pacífico. El Apostadero de San Blas de Nayarit, en el departamento de dicho nombre, cuya fundación en 1769 se debe al Visitador General plenipotenciario José de Gálvez, se concibió para surtir de provisiones, materiales y efectivos humanos a las misiones y presidios en una amplia región que se iban a fundar o ya se habían fundado, además de, a posteriori, facilitar la exploración hacia el Noroeste con el propósito de confirmar la presencia y dominio español en aquellos territorios a la par que impedir o frenar la expansión de rusos y británicos hacia el Sur.
En este año de 1679, José de Gálvez organizó la Santa Expedición, compuesta por dos barcos al mando de Juan Pérez y Miguel del Pino y sendos contingentes de milicia pie en tierra, mandadas por el Gobernador Gaspar de Portolá y el misionero fray Junípero Serra, para llevar a efecto los propósitos citados. Desde San Diego, punto de partida de la exploración de la Alta California, bahía descubierta por Juan Rodríguez Cabrillo en 1542, la aventura expansiva fue una realidad.
Imagen de http://filostampo.wordpress.com
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Entre 1770 y 1773, las misiones de Juan Pérez consisten en abastecer, afianzar y llegado el caso proteger, los asentamientos españoles en la Alta California (una región inmensa con límite septentrional en la latitud que el más audaz marino pudiera alcanzar), trayendo y llevando noticias, mandamientos, y solicitudes de una autoridad a otra. Labor que desempeña con la diligencia debida, lo que también le supuso el premio de una responsabilidad nueva y mayor.
El 25 de enero de 1774 partió del apostadero de San Blas de Nayarit, en la costa occidental de Méjico, la fragata Santiago al mando del alférez de fragata Juan José Pérez Hernández (Juan Pérez), con rumbo Noroeste. La expedición pretendía ampliar el dominio español en el océano Pacífico norte, a la par que descubrir nuevos territorios y proteger las posesiones, asentamientos y rutas comerciales. Se daba por seguro en la metrópoli y en el virreinato de Nueva España, dadas las informaciones de los servicios de inteligencia, que en latitudes superiores hasta las entonces holladas por los españoles aparecerían establecimientos o buques, o ambos, extranjeros con intenciones parejas.
El virrey de Nueva España, Antonio María de Bucareli y Ursúa, dio instrucciones precisas a Juan Pérez para que el sigilo presidiera toda la actuación de descubierta, y una prudencia obvia que no excluía la firme determinación de imponer la presencia española en aquellas aguas y en aquellos territorios antes o después abocados al litigio.
Navegando con rumbo Norte, acompañada por lluvia y niebla persistentes, con dos recaladas sucesivas en Santa Bárbara y en Monterrey, el 15 de julio la Santiago echó el ancla en la hoy frontera entre Canadá, al Sur, y Alaska; y al día siguiente, fondeó en el extremo Noroeste de unas islas que los ojos europeos divisaban por vez primera, las Haida Gwaii, en lengua autóctona, (islas de la Reina Carlota), donde los españoles tomaron contacto con los naturales del territorio.
Transcurridas dos semanas de tanteos y prudentes exploraciones, la Santiago volvió a navegar rumbo Norte alcanzando el 30 de julio su máxima latitud en aquel viaje: los 55º 30′, lugar que hoy se conoce como isla del Príncipe de Gales. El mal tiempo imperante y el azote del escorbuto obligaron a poner proa al puerto de origen; no sin antes, y ya rumbo al Sur, reconocer la isla Vancouver que unos años más tarde se denominará de Bodega-Vancouver. Costeando esta gran isla, los españoles descubren la ensenada de Nootka, que Juan Pérez bautiza como Surgidero de San Lorenzo; era el 6 de agosto (o puede que el 8), y de nuevo se contacta con los pobladores de la zona y se procede al intercambio de objetos.

Isla Príncipe de Gales y Archipiélago haida Gwaii (Reina Carlota).

Imagen de http://www.es.wikipedia.org

La travesía de vuelta depara observaciones curiosas y no menos interesantes pese al quebranto en la salud de la tripulación y la fatiga acumulada. Juan Pérez acopia información para ofrecer a su llegada un relato verosímil y completo de la aventura, escrito a la manera de una crónica fidedigna cuyo título es Extracto del Diario de la Corbeta del rey nombrada Santiago, en su viaje desde el puerto de San Blas de California 1774 al reconocimiento de la costa hasta los 55 grados norte.
Rebasado el estrecho de Juan de Fuca, divisa tierra adentro la mole del que hoy se conoce como Monte Olimpo (Mount Olympus), en el actual Estado de Washington (EE.UU.), que él bautiza Cerro Nevado de Santa Rosalía.
Imagen de http://www.flyshop.cl

A principios de noviembre la Santiago atracaba en el apostadero de San Blas.

Imagen de http://www.msde.es
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Impulsada por las revelaciones de Juan Pérez, la autoridad española, encarnada en el virrey Bucareli, conforme al sentir de la Corona española, al año siguiente, 1775, organizó otra expedición, complementaria de la primera, con el propósito de reconocer mejor las tierras descubiertas y alcanzar los 65º de latitud Norte; ello incluía, por supuesto, la toma de posesión de lo previamente hollado, ahora con carácter formal, con protocolo solemne, y la cartografía del litoral. Al mando de la expedición se puso Bruno de Heceta (o Ezeta), mientras que Juan Pérez fue confirmado como piloto y segundo comandante de la flota.
Flota compuesta por tres barcos: la fragata Santiago, avezada en surcar tales aguas, el paquebote San Carlos y la goleta La Sonora; a bordo 160 hombres y provisiones para un año.
A mediados de marzo, el 16 o el 17, partieron los barcos hacia su destino. Pero al tercer día de navegación, el capitán del San Carlos, Miguel Manrique, sufrió un trastorno mental de consideración (dícese que pudo enloquecer repentinamente), cosa que obligó a su sustitución en el gobierno del paquebote, recayendo el cargo en Juan Pérez, y a la vuelta del barco a San Blas para desembarcar al enfermo y que se procediera a su tratamiento. Cumplido el trámite, Juan Pérez debía zarpar de inmediato y seguir el rumbo precedente para unirse a los otros dos barcos. Así obró Juan Pérez, pero dado que a la altura de San Francisco no veía rastro de la Santiago y La Sonora, con buen criterio decidió emplearse en la tarea de cartografiar las aguas de la bahía de San Francisco. También de este viaje hay prueba escrita del puño y la letra de Juan Pérez, ejemplar casi por completo conservado en el Museo Naval de Madrid.
Mediado septiembre el escorbuto señoreó entre la tripulación del San Carlos y no hubo más remedio que plegar velas hacia Monterrey en busca de salud. Aunque tal estrago había ocasionado la enfermedad que no fue suficiente cura los dos meses pasados en tierra firme; al extremo que tras embarcar en el paquebote para recorrer la distancia hasta el apostadero de San Blas, a los pocos días de navegación falleció Juan Pérez. Corría el 2 ó 3 de septiembre de 1775.
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Esforzado y cumplidor, Juan José Pérez Hernández es un ejemplo de arrojo y eficacia; en realidad, y en honor a la justicia, uno más de los ejemplos que dieron los españoles de la época ilustrada. A él le debemos las primeras notables exploraciones de las costas pacíficas del Noroeste de los Estados Unidos, territorios de Washington y Oregón, y del Sudoeste de Canadá, la Columbia Británica; y las cartografías de los puertos y bahías de San Diego, Monterrey y San Francisco, además del litoral entre San Diego y la isla de Bodega-Vancouver.
Imagen de http://www.tourhaidagwaii.com

En premio a tales méritos, el rey Carlos III lo ascendió a teniente de fragata a título póstumo.
Años después, en su honor y memoria fue bautizado Ensenada de Juan Pérez (Juan Perez Sound) uno de los entrantes de la costa oriental de la isla Moresby, una de las islas del archipiélago de la Reina Carlota.

Y aunque tarde mejor que nunca, en 1999 le llegó a Juan Pérez otro reconocimiento, éste desde Canadá y con motivo del 225 aniversario del descubrimiento del archipiélago de la Reina Carlota: la Royal Canadian Mint acuñó una moneda conmemorativa.
Imagen de http://www.apmex.com


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