Ir al contenido principal

Misiones y presidios en la Alta California. Fray Junípero Serra y Gaspar de Portolá

El Imperio en Norteamérica: Asentamientos en la Alta California



El descubrimiento marítimo de la Alta California
Se averiguó que California, la península de California, era tal y no una isla en julio de 1539, cuando a ese efecto la expedición marítima de Francisco de Ulloa, compuesta por las naves Santa ÁguedaTrinidad Santo Tomás, alcanzó la desembocadura del río Colorado y puesto el rumbo hacia el sur fue costeando para verificarlo.
    Juan Rodríguez Cabrillo protagonizó la primera exploración completa del litoral californiano por vía marítima. Rodríguez Cabrillo, que había participado a las órdenes de Hernán Cortés en la victoria sobre los aztecas, era lugarteniente de Pedro de Alvarado -Adelantado y eminente conquistador en Mesoamérica de los actuales territorios correspondientes a Guatemala, colaborando con el previamente citado en la fundación de la ciudad homónima, Honduras y El Salvador, y también significado partícipe en la de la isla de Cuba y las exploraciones náuticas por el golfo de México, con Juan de Grijalva, y la península del Yucatán-, zarpó del Puerto de Navidad (o Barra de Navidad), en la provincia mexicana de Jalisco, en el virreinato de Nueva España que gobernaba Antonio de Mendoza, el 24 de junio de 1542, con una exigua flota de dos naves: San Salvador  y Victoria y rumbo norte, llegando a un “puerto muy bueno y seguro”, en sus palabras: la bahía de San Diego, el 28 de septiembre de 1542, hecho que descubría la llamada Alta California. Muerto a causa de una gangrena Rodríguez Cabrillo, su segundo, Bartolomé Ferrer, prosiguió la navegación hasta alcanzar los 42º de latitud norte, siendo ellos los primeros en pisar las costas californianas. Los mapas levantados por Cabrillo y sus pilotos sirvieron para que en mayo de 1596 el virrey de Nueva España, Gaspar de Zúñiga Acevedo y Velasco, ordenara a Sebastián Vizcaíno una descubierta marítima con una flota de tres naves que arribó a la bahía de San Diego y, continuando la derrota, en diciembre a la de Monterrey, que descubrían, situada a 37º de latitud norte y que las nieblas ocultaron a Cabrillo. Vizcaíno registró minuciosamente aquella costa en unas magníficas cartas de navegación.
    Desde las islas Filipinas y tras una azarosa aventura náutica, en 1565 arribó a las costas californianas el patache San Luis de sólo cuarenta toneladas, al mando de Lope Martín en el que fue primer viaje de vuelta, o tornaviaje, al cruzar el océano Pacífico desde Asia a América, abriendo el camino para la definitiva ruta trazada por fray Andrés de Urdaneta que posibilitó las navegaciones entre ambos continentes del Galeón de Manila.

Exposición sucinta de la tarea misionera en América
Las Ordenanzas de 1573 impulsadas por el rey Felipe II encomendaron el protagonismo de la tarea descubridora y conquistadora en el Nuevo Mundo a los evangelizadores. A jesuitas en primera instancia y a franciscanos y dominicos después, correspondió la función de Adelantados, pero con la estricta obligación de preservar y asimilar a los nativos. La clave para este proceder fue el establecimiento de misiones: iniciadas en la meseta de México y los territorios mesoamericanos, continuaron por Sudamérica y culminaron en el mediodía norteamericano, de California a Florida. Esta ingente labor facilitó la influencia española en un territorio de más de seiscientos mil kilómetros cuadrados (una superficie notoriamente mayor que la de España) y la consolidación de la obra evangélica, cultural, legislativa y social; cuya huella se mantiene indemne y activa en la actualidad. En las fechas de que nos ocupamos, la población de California ascendía a un total aproximado de cincuenta y tres mil habitantes, de los que dos mil eran españoles.
    Operaban los misioneros de un modo genuinamente valeroso, al estilo aguerrido y esperanzado de los descubridores, adentrándose en el territorio dominado por las tribus indias ajenas al dominio español para predicar el evangelio. Unas veces actuaban en solitario, sin más apoyo que su palabra y la confianza en el prójimo; otras se hicieron acompañar de un destacamento militar que permanecía vigilante a cierta distancia para garantizar la seguridad y no suscitar recelos. Este método de cooperación entre la cruz y las armas, originó una institución fronteriza original y acorde a las circunstancias: el presidio, edificio levantado relativamente próximo a la misión con objeto disuasorio ante los previsibles ataques de las tribus, defendido por los sodados de cuera o de los presidios.
    Las misiones fueron concebidas temporalmente, para un periodo funcional de entre diez a veinticinco años, suficiente para transmitir el legado español y convertirlas en asentamiento permanente y autónomo: en un pueblo y al cabo, de prosperar, en una ciudad.
    Las misiones de Norteamérica (las que incumben al presente estudio) distribuían sus enseñanzas en tres apartados: la doctrina católica, el aprendizaje de industrias y oficios y los rudimentos para el conocimiento de artes y letras. El aporte financiero para el mantenimiento de las misiones y presidios fue enorme, pero en contrapartida aseguró la presencia española en esos territorios a la vez que impedía, por la misma razón práctica, el avance de los rusos venidos desde el Norte y asimismo de ingleses y francés desde el Este.

Gaspar de Portolá

Imagen de http://www.revistadehistoria.es

La reducción de Santa María fue el último emplazamiento en el continente americano fundado por los jesuitas antes de su expulsión de los territorios españoles dictada por Carlos III y ejecutada entre 1767 y 1768 en el virreinato de Nueva España; y la más importante en la Baja California o península de California era la misión de Loreto.
    El capitán Gaspar de Portolá fue elegido por el entonces virrey de Nueva España, Carlos Francisco de Croix, para proceder al desalojo de los jesuitas de California, encomienda que realizó a su pesar. Zarpó del puerto de Matachel con 50 soldados y los 16 frailes franciscanos, dirigidos por fray Junípero Serra. que debían reemplazar en la tarea evangelizadora y de fundación de misiones a los jesuitas. El 3 de febrero de 1768 dieciséis jesuitas abandonaron aquellas tierras, otros tantos quedaron enterrados en California (la península de California o la Baja California), tras una intensa etapa de setenta años en la que crearon veinte poblados, las reducciones, y dieciocho misiones, con siete mil indios bautizados, la casi totalidad de la población de la península californiana.
    Gaspar de Portolá y Rovira, nacido en el leridano municipio de Os de Balaguer en 1716, fue oficial de Dragones de Sagunto, combatiente en la campaña de Italia de la Guerra de Sucesión de Austria y en la campaña de Portugal enmarcada en el periodo final de la Guerra de los Siete Años. En América ejerció de Gobernador de las Californias desde 1767 hasta 1770, el primero de la Alta California, y es el fundador de San Diego y Monterrey.
    La llegada de los franciscanos pretendía extender la evangelización de los nativos y la creación de misiones al norte de la península de California, en la Alta California pendiente de exploración completa, implicando al virreinato y, por ende, a la Corona, quienes debían aportar la protección militar a las nuevas misiones y poblados así como el establecimiento de presidios con las correspondientes dotaciones de apoyo.

La tarea misionera de Fray Junípero Serra. La Santa Expedición
Miguel Serra Ferrer, en el mundo conocido por fray Junípero Serra, nació en la localidad mallorquina de Petra el año 1713, y murió en la Misión de San Carlos Borromeo del Carmelo, en el puerto de Monterrey, en la Alta California, en 1784. Doctor en Filosofía y Teología, ha pasado a la historia como el evangelizador de la Alta California.
    Miguel Serra cambió su nombre en 1731, pasando llamarse Junípero como uno de los más humildes seguidores de san Francisco de Asís. Ocupó la cátedra de Teología en la Universidad de Palma de Mallorca y posteriormente solicitó su traslado A México, lo que le fue concedido en 1749. Meses después era trasladado de la capital del virreinato de la Nueva España a las misiones de Sierra Gorda, en Querétaro, donde estuvo ocho años conociendo los usos nativos y su lengua. Regresó a México y luego ejerció el sacerdocio en las diócesis de Guadalajara, Oaxaca y la costa norte de Veracruz, antes de iniciar su labor misionera en California ocupando las plazas vacantes por la expulsión de los jesuitas. San Fernando de Velicatá fue la primera misión fundada por Junípero Serra y durante años la situada más al norte en la California explorada.

Estatua de fray Junípero Serra en la misión de San Antonio de Padua.

Imagen de www,religionenlibertad.com

El visitador José de Gálvez y Gallardo, hombre instruido y audaz, de valía y prestigio, fue el encomendado por la Corona española, la del rey Carlos III, y el virrey de Nueva España, Carlos Francisco de Croix, marqués de Croix, para sustituir a los misioneros jesuitas por los franciscanos y para organizar una expedición, la Santa Expedición, a la California inexplorada.
    José de Gálvez ofreció a Junípero Serra, avalado por su obra, la presidencia de las misiones en la Baja California y la iniciativa evangelizadora en la Alta una vez establecidos allá.
    La expedición debía explorar las costas de la Alta California y entre sus objetivos, especialmente asignado a fray Junípero, fundar cuatro misiones: desde San Diego, en el Sur, a Monterrey, en el Norte. Fue nombrado capitán de la Santa Expedición el ilerdense Gaspar de Portolá, un militar de probado valor y eficacia, mientras que en fray Junípero recaía la dirección de la vertiente espiritual y de práctica religiosa.
    La expedición era de doble vía, terrestre y marítima, ésta partió desde la base-apostadero de San Blas, con tres barcos: San JoséSan Carlos y San Antonio, que es el que primero llegó a San Diego) y dos grupos por tierra, iniciados en la misión de Santa María de Loreto, en la península de California, al mando del propio Gaspar de Portolá y con el que viajaba fray Junípero. Corría marzo de 1769.
    El 16 de julio, transcurridos cuatro meses de la partida y tres desde la llegada, fray Junípero fundaba la misión de San Diego de Alcalá (actualmente ciudad de San Diego). Antes, como se citó, y en ruta pedestre y tortuosa a San Diego, fray Junípero fundó en Velicatá la misión de San Fernando. Desde el puerto de San Diego el San Antonioregresó a San Blas para cargar provisiones, y Portolá se dirigió por tierra hacia Monterrey con el capitán Rivera, el teniente Pedro Fages y 25 soldados, ayudado por los mapas levantados por Sebastián Vizcaíno; pero los expedicionarios no consiguieron identificar la bahía de Monterrey en la latitud estimada de la Punta de Pinos, por lo que continuaron ascendiendo hasta dar, impensadamente y recorridos doscientos kilómetros, con la bahía de San Francisco, el mejor puerto del Pacífico Norte, un gran descubrimiento, y entonces, satisfechos con el hallazgo, emprendieron el camino de vuelta a San Diego. Una satisfacción incompleta y momentánea, pues nuevamente intentaron descubrir la bahía de Monterrey, esta vez embarcado Junípero Serra y por tierra Portolá, Fages y fray Juan Crespí. Se localizó por mar la bahía de Monterrey en el lugar indicado en los mapas de Vizcaíno. El 3 de junio de 1770 es la fecha de fundación del presidio y la misión de San Carlos Borromeo en Monterrey, llamada luego del Carmelo (en la actualidad Carmel); aquí instaló Junípero Serra su base de operaciones.
    Las misiones fundadas por Junípero Serra se convertirían con el paso del tiempo en importantes ciudades de Estados Unidos de Norteamérica.

Estatua de fray Junípero Serra en la misión de Santa Bárbara.

Imagen http://www.medierraneodigital.com

Estatua de fray Junípero Serra en la misión de Santa Bárbara.

Imagen de http://www.aciprensa.com

Informado del resultado positivo de las exploraciones, el virrey de Croix solicitó a la orden franciscana el envío de otros treinta misioneros para atender los territorios recientemente incorporados a la Corona y ayudar a fray Junípero en la tarea prioritaria de levantar nuevas misiones.
    Después de San Carlos Borromeo fueron establecidas las misiones de San Antonio de Padua (hoy la ciudad de San Antonio) y San Gabriel Arcángel (Los Ángeles), en 1771, y San Luis Obispo de Tolosa (San Luis), en 1772.

Estatua de fray Junípero Serra en Monterrey, California.

Imagen de http://www.aciprensa.com

Con tal bagaje fundacional, en 1772 Junípero Serra volvió a la Ciudad de México para informar al presente virrey, Antonio María de Bucareli y Ursúa del estado y proyección de las misiones californianas. La cordial y fluida relación entre ambos posibilitó un entendimiento mutuo y el dictamen de una serie de reglas de gobierno que favorecían la estrategia evangelizadora preconizada por los franciscanos quienes, a su vez, encarecidamente, debían enseñar a los nativos agricultura, ganadería y demás oficios para su prosperidad, amén de instruirlos en la fe católica. Con la disposición pactada y asumida, misioneros y militares empezaron a abrir caminos terrestres entre la Alta California y las misiones de Sonora, en marzo de 1774, y Sinaloa (todas ellas comprendidas en territorios de la Baja California, Nuevo México, México y Arizona, integrantes del virreinato de la Nueva España), y vías marítimas que ascendieron por la costa noroccidental de los actuales Estados Unidos de Norteamérica y la costa pacífica de Canadá hasta recalar en Alaska, embarcando a los franciscanos Juan Crespí, Tomás de la Peña Saravia, Miguel de la Campa y Benito Sierra.
    En 1774, fray Junípero retornó a la Alta California para fundar al año siguiente las misiones de San Francisco de Asís y San Juan Capistrano, que enlazaba por el camino real la recientemente atacada de San Diego con la de San Gabriel; y fundó la misión de Santa Clara, en la zona de San Bernardino, en 1777. La última misión fundada por Junípero Serra y la última fundada por sus franciscanos se situaron en la orilla del canal de Santa Bárbara (que separa la costa continental de las islas de Santa Rosa, Santa Cruz y San Miguel): la de San Buenaventura, en 1782, y la homónima de Santa Bárbara, en 1786.
De visita por sus fundaciones, Junípero Serra falleció súbitamente en la misión de San Carlos Borromeo de Monterrey en 1784.
    En 1988 fue beatificado por Juan Pablo II.
    Y es el único español que tiene una estatua en el National Statuary Hall del Capitolio de la ciudad de Washington, capital de Estados Unidos de Norteamérica.

Estatua de Junípero Serra en el Capitolio de Washington.

http://www.ultimahora.es
____________________

Dieciséis años fundando misiones y aprendiendo las costumbres de los nativos otorgaron a fray Junípero Serra el simbólico y honorífico título de conquistador espiritual de California. Para él siempre fue prioritario en la expansión española por el Nuevo Mundo la misión evangelizadora, considerando subordinada cualquier otra civil o militar, pese a disponer del imprescindible y solicitado apoyo de los presidios con los soldados de cuera.
    Las misiones fundadas por fray Junípero Serra se configuraron como eslabones de la cadena acústica de sones de campana que tañían orientando a los viajeros a lo largo del Camino Real.
    “Bajo la dominación española, a diferencia del resto de potencias europeas y los rusos, apenas hubo merma en la población indígena que además incorporó a la propia la civilización cristiana europea. La obra española ofrece un balance positivo para conquistadores y conquistados con la estrategia evangelizadora y de unión de razas, configurándose las misiones como “una muestra visible del genio español en la frontera”, en palabras de un estudioso norteamericano de la huella española en Norteamérica (recogidas por el eminente investigador y divulgador de historia Borja Cardelús en La huella de España y de la cultura hispánica en los Estados Unidos Luces de la cultura Hispana).
____________________

La expansión terrestre y el asentamiento en la Alta California
En 1772 Pedro Fages, instalado en Monterrey con el cargo de Gobernador de la Alta California, se internó en descubierta por el valle de San Bernardino hasta el Cañón de las Uvas (Grapewine Valley), y dirección al Nordeste divisó el valle de California, siendo el primer europeo en contemplarlo desde tan hermosa perspectiva, y localizó el nacimiento del río San Joaquín. En otro viaje de exploración, hacia el Norte, avanzó por el valle de Santa Clara y la contracosta de San Francisco hasta divisar los ríos Sacramento y el ya conocido San Joaquín. A finales de este mismo año entraba en California el primer rebaño de ovejas trasladado en barco por el franciscano Francisco Dumetz desde Velicatá.
    A principios de 1774 era nombrado Gobernador de la Alta California el capitán Fernando de Rivera y Moncada con la encomienda de explorar y ocupar el puerto de San Francisco; episodio realizado por el capitán Miguel Manrique, al mando delo bergantín-paquebote San Carlos, y el teniente de navío Juan Bautista Ayala, que lo sustituyó por enfermedad. El teniente Ayala ordenó al piloto Cañizares que efectuara el reconocimiento de la bahía de San Francisco a bordo de una canoa. Durante cuarenta días, desde el 1 de agosto de 1775, desembarcó Cañizares en la mayor parte de las islas, levantando cartas náuticas y mapas y escribiendo los informes que manifestaban al de San Francisco como uno de los mejores puertos naturales de Nueva España. En San Francisco, como se ha indicado anteriormente, fueron edificadas una misión y un presidio.
    Con el nombramiento de Felipe de Neve como Gobernador de las Californias en 1778, Monterrey se convirtió en la capital de la Alta California española.
    Desde la llegada de Gaspar de Portolá a San Diego en 1769, el Ejército español había fundado tres presidios: San Diego, Monterrey y San Francisco, y ocho misiones, se habían explorado miles de kilómetros cuadrados de territorio desconocido y abierto dos nuevas rutas a la Alta California desde el interior de México y asegurado vías de abastecimiento y protección para los nuevos territorios septentrionales. Transcurrida una década, ya era de soberanía española la amplia extensión que limitaba al sur californiano, la Baja California, el cabo San Lucas y al norte californiano, la Alta California, la bahía de San Francisco.


Artículos complementarios

    Dragones de cuera

    Poner pie en la costa de la Alta California

    La colonización de Arizona 

    El camino entre Sonora y la Alta California   

    Los caminos españoles en América del Norte   

    Dos expediciones y una comisión

    Ocasión propicia para un banquete y salvas de honor

    Descubiertas en la costa de la Alta California

    Proclama y bandera española en Alaska

    Quemar las naves

Entradas populares de este blog

Las tres vías místicas. San Juan de la Cruz

Siglo de Oro: La mística de san Juan de la Cruz Juan de Yepes y Álvarez, religioso y poeta español, nacido en Fontiveros, provincia de Ávila, el año 1542, estudió con los jesuitas, trabajó como camillero en el hospital de Medina del Campo, e ingresó a los diecinueve años como novicio en el colegio de los carmelitas con el nombre de fray Juan de Santo Matía. Prosiguió sus estudios en Salamanca y en 1567 fue ordenado sacerdote. Regresó entonces a Medina del Campo, donde conoció a santa Teresa de Jesús, quien acababa de fundar el primer convento reformado de la orden carmelita y que tanto le había de influir en el futuro. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús Imagen de stj500.com Juan de la Cruz se hallaba animado de los mismos deseos reformadores de la santa, y había conseguido el permiso de sus superiores para mantenerse en la vieja y austera devoción de su orden.; desde ese momento tomó el nombre de fray Juan de la Cruz y comenzó la reforma del Carmelo masculin

Descubridor del Eritronio-Vanadio. Andrés Manuel del Río

Mineralogista y químico, el madrileño Andrés Manuel del Río Fernández, nacido en 1764, es el descubridor del elemento químico Vanadio. Andrés Manuel del Río Imagen de omnia.ie En su infancia escolar destacó en el aprendizaje de latín y griego, posteriormente se graduó de Bachiller en Teología en la Universidad de Alcalá de Henares, y en 1781 inició sus estudios de física con el profesor José Solana.     Andrés Manuel del Río fue un alumno modélico en Física y Matemática. El ministro José de Gálvez en 1782 lo incorporó en calidad de pensionado en la Real Academia de Minas de Almadén, para que se instruyera en las materias de mineralogía y geometría subterránea con los maestros internacionales elegidos para el desarrollo científico e industrial de España. En Almadén dio inició su largo periplo por instituciones científicas de prestigio, forjando la actividad profesional que le caracterizaría. El propósito de la Corona por favorecer el desarrollo de la minería y la metalurgia en España y