Ir al contenido principal

La expedición Cervera-Quiroga al Sahara occidental

Julio Cervera, nacido en la localidad castellonense de Segorbe en 1854, capitán de Ingenieros.

Francisco Quiroga, nacido en la localidad madrileña de Aranjuez en 1853, geólogo en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Felipe Rizzo, nacido en Trípoli, Libia, en 1823, intérprete de la Comandancia General de Ceuta.

La Sociedad Española de Geografía Comercial eligió en 1886 al militar Julio Cervera, de treinta y tres años, al geólogo Francisco Quiroga, de treinta y dos años, y al intérprete Felipe Rizzo, de sesenta y tres años, para ampliar la presencia española, y la actuación política y científica, desde la costa hacia el interior del Sahara occidental. Esta expedición continuaba la emprendida también por la Sociedad Española de Geografía Comercial quince meses antes con Emilio Bonelli al frente, para organizar y defender el territorio, que estableció diversas casetas de madera a modo de puestos avanzados, con sus respectivos mástiles ondeando la bandera nacional, entre cabo Bojador y cabo Blanco para dar presencia legal a España en la zona. Esta acción fue comunicada oficialmente a las potencias asistentes a la Conferencia de Berlín celebrada entre el 15 de noviembre 1884 y el 26 de febrero 1885. En el establecimiento situado en Villa Cisneros operaba una compañía pesquera que sufría frecuentes ataques, lo que exigía la firma de acuerdos comerciales a la par que un sistema de protección.

    Viajaron los tres expedicionarios a las islas Canarias a principios de abril de 1886, trasladándose un mes después a Villa Cisneros, en la península de Río de Oro. El propósito de ampliar la presencia, y por ende la influencia, española Enel interior del Sahara occidental, aseguraba el desvío hacia la costa de las mercancías en ruta transahariana por los oasis de la actual Mauritania.

    La expedición entrañaba graves peligros ya que las tribus nómadas de la vasta región, afectada por sequías, carencia de suelo fértil para los cultivos y tormentas de arena, no estaban sometidas a ninguna autoridad superior, ni siquiera compartida, lo que favorecía el pillaje y el secuestro, unido al odio que profesaban a los cristianos. La comisión dirigida por Cesáreo Fernández Duro que en 1878, embarcada en el vapor Blasco de Garay, tenía que determinar en el litoral de Ifni la ubicación exacta de la antigua posición de Santa Cruz de Mar Pequeña, reclamada por España en el Tratado de Wad-Ras, firmado en 1860 al finalizar la guerra, había soportado dificultades e inconvenientes para llevarla a cabo.

    Para evitar conflictos inmediatos, la expedición de 1886 tramitó sendos comunicados a los jefes de las tribus vecinas anunciando su presencia amistosa y en demanda de protección. Más de un mes se prolongó la espera que garantizaba un tránsito aceptado. Fue el 18 de junio cuando los expedicionarios partieron hacia las salinas de Iyil, a más de 400 kilómetros de ardiente desierto, para reunirse con el sultán del Adrar el-Tmarr, Ahmed uld Mohamed uld el Aidda, el jefe saharaui de más prestigio, siguiendo una línea de pozos que hallaron en malas condiciones para la salud; a lo que se añadieron los intentos de saqueo y asesinato. Así lo explicaba Julio Cervera: “Fue una peregrinación cuyo recuerdo aún me espanta. Hambre, sed, calor insufrible, persecución, amenazas, aguas cenagosas, carnes crudas de gacela, cansancioapenas repuesto con un sueño corto, intranquilo, sobre las arenas pobladas de insectos asquerosos, miseria, suciedadinevitable, enfermedades incómodas, propias del desierto, y, sobre todo, una plaga deárabes exigentes, asquerosos, inaguantables”.

    La caravana de catorce dromedarios cargados con las tiendas, víveres y regalos, varios caballos a lomos de los que viajaban los españoles y dos tiradores de protección, más siete saharauis y una perra recogida en Río de Oro.Atravesaron la meseta deTiris y el 10 de julio, tras cruzar la depresión de Iyil, llegaron al macizo montañoso que sirve de frontera al Adrar el-Tmarr. El 11 de julio, izaron la bandera de España en el campamento y tomaron posesión del territorio que habían cruzado desde la costa atlántica hasta Iyil: un recorrido totalde 425 kilómetros. Uld el Aidda firmó los documentos que le mostraron, en los que se hallaba la Carta de Protectorado para España sobre el Adrar el-Tmarr, pero no les permitió ver las importantes salinas homónimas, encrucijada de caminos en el desierto y decisivas para el comercio con Senegal; el permiso únicamente fue para explorar el Adrar Suttuf hasta el pozo de Aussert. Los tres españoles fueron escoltados de vuelta a Río de Oro el 24 de julio, y el 18 de agosto desembarcaban en Tenerife a bordo de la goleta Ceres. A principios de octubre llegaron a Madrid.

Las principales aportaciones científicas de la expedición a una zona prácticamente desconocida por los europeos fueron de orden geográfico y geológico. Julio Cervera fijó la posición de catorce pozos, doce de los cuales desconocidos hasta entonces. Llamó la atención de Francisco Quiroga que algunos de esos pozos eran muy profundos habiendo sido excavados sobre rocas plutónicas y néisicas, cuya ubicación y obra no estaba al alcance de las tribus allí residentes; además supo interpretar la extraordinaria presencia de sienitas elaolíticas, rocas ígneas plutónicas, muy escasas en la corteza terrestre.

    Los españoles trazaron un mapa itinerario del recorrido en escala 1:200.000, y otro a escala 1:50.000 de la península de Río de Oro, de la que ofrecieron una síntesis geológica que corrigió los mapas de Karl Alfred von Zittel, en 1888, y de Georges François Rolland, en 1890, inspirados en las afirmaciones del geólogo alemán Oskar Lenz.

    Las aportaciones de Quiroga fueron recogidas por Emmanuel Dagincourt, secretario de la Sociedad Geológica de Francia, en 1887, y por los mapas de Justus Perthes, famoso editor alemán de publicaciones geográficas y genealógicas.

    De los materiales entregados por la expedición al Museo de Ciencias Naturales y allí clasificados por reputados especialistas, destacaron los ortópteros capturados en el Sahara, para los que el prestigioso naturalista y entomólogo español Ignacio Bolívar y Urrutia acuñó los nombres de Polyphaga cerverae y Eriaphila moreti.

Artículos complementarios

    Tratado de Wad-Ras

    Emilio Bonelli

    Cesáreo Fernández Duro

    Comisión científica del Pacífico

    Eduardo Hernández-Pacheco

    José Varela y Ulloa

    Manuel Iradier

    Colonización de Guinea

    Cartografía de Guinea española

Entradas populares de este blog

Las tres vías místicas. San Juan de la Cruz

Siglo de Oro: La mística de san Juan de la Cruz Juan de Yepes y Álvarez, religioso y poeta español, nacido en Fontiveros, provincia de Ávila, el año 1542, estudió con los jesuitas, trabajó como camillero en el hospital de Medina del Campo, e ingresó a los diecinueve años como novicio en el colegio de los carmelitas con el nombre de fray Juan de Santo Matía. Prosiguió sus estudios en Salamanca y en 1567 fue ordenado sacerdote. Regresó entonces a Medina del Campo, donde conoció a santa Teresa de Jesús, quien acababa de fundar el primer convento reformado de la orden carmelita y que tanto le había de influir en el futuro. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús Imagen de stj500.com Juan de la Cruz se hallaba animado de los mismos deseos reformadores de la santa, y había conseguido el permiso de sus superiores para mantenerse en la vieja y austera devoción de su orden.; desde ese momento tomó el nombre de fray Juan de la Cruz y comenzó la reforma del Carmelo masculin

Descubridor del Eritronio-Vanadio. Andrés Manuel del Río

Mineralogista y químico, el madrileño Andrés Manuel del Río Fernández, nacido en 1764, es el descubridor del elemento químico Vanadio. Andrés Manuel del Río Imagen de omnia.ie En su infancia escolar destacó en el aprendizaje de latín y griego, posteriormente se graduó de Bachiller en Teología en la Universidad de Alcalá de Henares, y en 1781 inició sus estudios de física con el profesor José Solana.     Andrés Manuel del Río fue un alumno modélico en Física y Matemática. El ministro José de Gálvez en 1782 lo incorporó en calidad de pensionado en la Real Academia de Minas de Almadén, para que se instruyera en las materias de mineralogía y geometría subterránea con los maestros internacionales elegidos para el desarrollo científico e industrial de España. En Almadén dio inició su largo periplo por instituciones científicas de prestigio, forjando la actividad profesional que le caracterizaría. El propósito de la Corona por favorecer el desarrollo de la minería y la metalurgia en España y