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La explicación de las sensaciones y el efecto de las pasiones. Miguel Sabuco y Luisa de Oliva Sabuco

La Nueva Filosofía de la Naturaleza



Miguel Sabuco Álvarez, nacido en Alcaraz, provincia de Albacete, fue procurador síndico en 1563, boticario en 1572 y letrado en Alcaraz, donde falleció.
Es llamado “el bachiller Miguel Sabuco”. De los ocho hijos que tuvo, uno fue Oliva Sabuco de Nantes y Barrera, a la que se atribuyó durante mucho tiempo la Nueva filosofía de su padre, por figurar como autora en la primera edición impresa.
Miguel Sabuco aspira a decir lo que, a su entender, no habían dicho Platón, Aristóteles, Hipócrates y Galeno. Aunque cita a éstos y a otros muchos autores, paganos y cristianos, desarrolla una “filosofía del hombre” y una “doctrina médica” de acusados rasgos “naturalistas”.
Según Sabuco, las pasiones producen efectos fisiológicos que se manifiestan en alteraciones cerebrales por pérdida del “jugo radical”. Con ello afirma una estrecha interdependencia entre el “alma” y el “cuerpo”. La hipótesis de la existencia de un “fluido nervioso” ha hecho que se haya considerado a Sabuco como un precursor de la fisiología moderna y especialmente de la fisiología del sistema nervioso.
Sabuco parece, en todo caso, destacar el papel central que ocupa el cerebro en la explicación de las sensaciones. En el cerebro “habita” el “ánima”. Sabuco consagra una parte importante de su obra al estudio de las enfermedades, y de las pasiones como causas de las enfermedades, y da numerosos consejos de calma, sobriedad, esperanza, alegría, contento y otras actitudes a propósito para evitar los achaques.
El punto de vista de Sabuco, a la vez experimental y racional, es un punto de vista médico y terapéutico con abundantes prescripciones morales destinadas a “remediar” los males que sufre el hombre por efecto de las pasiones.
Título completo de la obra: Nueva filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida, ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos, la qual mejora la vida y la salud humana. Ed. de 1587 y reed. en 1992. Otras obras fueron sus Coloquios, que precedieron y siguieron a esta obra.
(Fuente: Diccionario de Filosofía de José Ferrater Mora)

Mención a los Coloquios
Incluyen los Coloquios, textos antecesor y continuador de la Nueva Filosofía, dos misivas que, firmadas por Oliva Sabuco, son destinadas a dedicatoria y demanda de favor. La dedicatoria se dirige al rey Felipe II, mientras que el favor se solicita por escrito del presidente del Consejo de Estado, D. Francisco Zapata, conde de Barajas, para que avale la obra ante su majestad y la divulgue, al cabo, por considerar la remitente que la Nueva Filosofía desvela misterios y enmienda errores que subsanan las deficiencias en los diagnósticos y los tratamientos de todas las patologías que al ser humano afectan.
Los Coloquios afrontan situaciones y confrontan pareceres con el objetivo de mostrar y convencer. Son diálogos que enfocan al maestro y a los alumnos, que a su vez son maestros de otros alumnos en grado descendente, conjuntos de preguntas y respuestas doctrinales que abordan las inquietudes y devaneos de quienes se paran a pensar en ello: la filosofía, la política, la retórica, la ética y la moral, la astronomía y la astrología judiciaria, la naturaleza como ámbito de vida y la medicina.
En suma, el cerebro rige a la persona al modo que Dios gobierna el universo con todos sus componentes.

La Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre
El tratado propone un cambio de mentalidad en el presente, orientado inequívocamente al futuro. A partir de la afirmada relación entre la mente y el cuerpo, o la materia corporal y la psique, las afecciones del espíritu influyen en los órganos vitales y viceversa; anticipando la vinculación psicosomática en las patologías.
Otro aspecto fundamental de la obra es la incidencia en el compromiso con la naturaleza, algo así como el envoltorio y el sustrato donde todo nace y todo vive; y la observación y respeto del comportamiento animal, tan semejante al humano en cuanto a emociones y sentimientos, también en actitudes, instintos y necesidades.
Y un tercero, por concluir el somero resumen, es el de la obligatoriedad de conocer en plenitud a los semejantes, ya que la convivencia implica un desarrollo social a nivel del individuo que, acto seguido, proyecta al grupo. Las virtudes, los defectos, los temores y los impulsos de cada cual se imbrican en el conjunto elevando a categoría lo que en el plano de la individualidad no pasaría de anécdota para un dirigente con escasa visión y nulo aprecio por las exigencias, expresadas o silenciadas, por sus congéneres en un marco de reciprocidad.

El pensador y su legado
Miguel Sabuco fue un erudito que, además, cultivó el arte de la transmisión escrita. Con notables conocimientos de Anatomía, Fisiología, Historia Natural, Filosofía y Literatura, versado en Botánica y experimentador nato, expandió sus afanes, con criterio propio, hacia campos entonces aún más oscuros que hoy, la mente humana y las relaciones sociales en vertical y horizontal, y, probablemente, menos maltratados que en la actualidad: la ética, la moral, la política y la cultura clásicas.
Hombre serio, no obstante surtido de ironía, cual es preceptivo en los estudiosos y analistas de acciones, medios y entornos, escribía fluido y ameno, didáctico para ser comprendido, con estilo y cuidado. Su honestidad intelectual y su integridad moral circulan y destellan en las obras que nos ha legado y a las que se debiera retomar el pulso.
Sistemático y meticuloso en la tarea, el bachiller Miguel Sabuco honró a su hija Luisa de Oliva con la paternidad de la Nueva Filosofía, según consta en el testamento por él otorgado en fecha 20 de febrero de 1588, pero en ningún caso para quedar el verdadero autor desposeído de la titularidad. Honra, sí; usurpación, no. También lo dejó escrito.

Imagen de http://www.sabuco.eu


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