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Memoria recobrada (1931-1939) XLII


Continuación y final de las entregas XXXIIXXXIIIXXXIVXXXVXXXVIXXXVIIXXXVIIIXXXIXXL y XLI

La guerra en Madrid del Consejo de Defensa contra los comunistas
Día 10 de marzo
Sigue la guerra en las calles este día. Pero a diferencia de los anteriores, el optimismo se asienta en el bando del Consejo de Defensa; los partes que a lo largo de la jornada fueron emitidos por Unión Radio, en la locución del comisario inspector del Ejército del Centro, Edmundo Rodríguez (antiguo partidario de Negrín), reflejarán la situación favorable que sentían los de Segismundo Casado y Besteiro, que declara: “Ha llegado el momento de rasgar la red de falsedades en que estábamos envueltos”.
    A las 10 horas: “Ayer tenía la esperanza de que la razón había vuelto el juicio de los obcecados y que todos juntos, nuevamente, seguiríamos defendiendo a Madrid y a la República. Me he equivocado. Hoy nuevamente se han producido las escenas violentas, y aunque en menor número, no por ello dejan de producir el tremendo daño de retrasar la obra que ha de realizar el Consejo de Defensa Nacional”. A mediodía: “Las fuerzas republicanas han hecho su entrada en la plaza de Manuel Becerra. El vecindario ha recibido a los soldados españoles con muestras de entusiasmo. En el interior de Madrid también se van reduciendo los reductos sediciosos cayendo en nuestro poder la mayoría de los edificios desde los que los comunistas sublevados pretendían hacer frente a nuestras tropas”. A las 13 horas: “La Gloriosa Aviación Republicana vuela sobre Madrid arrojando sobre los comunistas sublevados millares de proclamas. Los bravos pilotos de la Gloriosa, que desde los primeros momentos prestaron su adhesión incondicional al Consejo Nacional de Defensa, colaboran con las autoridades para hacer llegar a las filas rebeldes, engañados por la propaganda comunista, la verdad. ¡Madrileños! La Gloriosa que en los frentes de batalla hizo honor a su nombre luchando contra los aparatos alemanes e italianos hoy cumple también su deber luchando contra los comunistas que quieren hacer de España una colonia extranjera”. A las 19 horas: “La situación puede considerarse virtualmente terminada. A los grupos que aún resisten se les arroja, siguiendo una táctica preconcebida, al Retiro y a barrios extremos, donde serán dominados”.

El Cuerpo de Maniobra anarquista, desplegado en cinco columnas (de a dos batallones cuatro de ellas y la quinta con efectivos equivalentes a una Brigada) llevaba a cabo una operación de gran alcance en las calles de Madrid. Había ocupado la plaza de Manuel Becerra, el barrio de Doña Carlota, proseguía avance hacia el cementerio del Este, se extendía por la calle de Arturo Soria en dirección a Chamartín (entablando combate con el puesto de Mando del II Cuerpo de Ejército), y por Canillas, Hortaleza y Fuencarral se quiere converger en Chamartín. A última hora del día fueron alcanzadas las calles de Narváez y Menéndez Pelayo.
    A las fuerzas de la Agrupación Álvarez (coronel Armando Álvarez) se han agregado la V Brigada de Asalto y la LXXXIII Brigada Mixta, pertenecientes al Cuerpo de Maniobra que ahora pasa a depender de la dicha Agrupación. La V Brigada se destina para liquidar los focos de mayor resistencia, mientras que la LXXXIII para ocupar el puesto de mando del Partido Comunistas en el número 54 del Paseo de la Castellana.
    Pero Manuel Tagüeña (Testimonio de dos guerras) resta mérito a los anarquistas del IV Cuerpo de Ejército atribuyendo el cese de la actividad comunista a las instrucciones que van llegando de la dirección del PC que integran Palmiro Togliatti, Pedro Checa y Fernando Claudín, la troika de la Comintern (Internacional Comunista o III Internacional) en España. Desde Moscú, Stalin ha ordenado la retirada de los comunistas de España con la repatriación de sus consejeros militares y políticos. Ricardo de la Cierva apunta que “Togliatti intentará hasta el último momento, el día 12, conseguir infiltrarse en el Consejo de Defensa (o Junta de Defensa) para recuperar la plena legalidad del partido [comunista] y luego abatir el Consejo (o la Junta) no por la fuerza sino creando contra ella (o el Consejo) un fuerte movimiento de opinión pública”; la invariable estrategia comunista de la propaganda.

Días 11 y 12
Desde el día anterior la guerra en las calles de Madrid está decidida. Aunque el coronel Barceló pretende resistir y avanzar en pos de los reductos del Consejo de Defensa, de hecho consiguió recuperar la zona de Fuencarral atrayendo hacia la capital tropas estacionadas en la sierra madrileña (Guadarrama y Somosierra), duró poco este dominio y los legados de la sierra a ella volvieron huyendo.
    Poco antes del mediodía del 11 caerán los centros de resistencia comunista de las calles Antonio Maura y Serrano (número 6, donde se requisó un importante botín de billetes de banco), concluyendo la ocupación de los enclaves comunistas la mañana del 12.

Sendas notas radiadas al principio y al final de la jornada del 11 emitidas por el Consejo de Defensa, declaraban la “vuelta a la normalidad en Madrid”; un eufemismo que contrastaba con el realismo indiferente de los madrileños, incrédulos y hartos ante las disputas de los antiguos aliados. Pese a que suenan disparos aislados, la guerra intestina puede darse por concluida el día 12.
    Resume César Vidal el episodio con el siguiente texto: “Así concluyó una nueva guerra civil entre republicanos dentro de la guerra civil española. La habían provocado, como en mayo de 1937, los comunistas y también como entonces Franco se había mantenido al margen, librándose de lanzar ataques en unos momentos en que sus adversarios se mataban entre sí”.

Así relata Martínez Bande el final de la pequeña guerra frentepopulista: “El Consejo daba por terminados los sangrientos sucesos, exigiendo al enemigo la deposición de las armas y la entrega de todos los militares y civiles detenidos [ignorantes de los asesinatos cometidos en unos y otros]; y ofreciendo a cambio el que las sanciones se decretarían ‘sin apasionamiento’ y la libertad de los comunistas que no hubiesen cometido ‘ningún hecho delictivo’. La respuesta del Partido Comunista fue la de que había decidido interponer su influencia para que cesase el fuego, pidiendo loa unidad de todos y llamando a los españoles a ‘una concordia positiva y fecunda’. Pero la realidad fue la huida de los más hacia la Sierra [como si ello reportara una seguridad definitiva] o hacia Levante, donde soñaban unos barcos a su disposición. Los altos jefes de la revuelta no quisieran o no pudieran huir, cayendo prisioneros Barceló, Ortega, Conesa, Ascanio, Diéguez…”
    Los coroneles Barceló y Ortega y el comisario político Conesa, el primero por asumir la responsabilidad de lo ocurrido, el segundo por secundarlas y el tercero por mandar las ejecuciones de El Pardo, fueron sentenciados a la pena capital que se cumplió en el acto.
    Al resto de jefes y oficiales comunistas no implicados directamente en responsabilidades de guerra, el Consejo les dio tres días para que jurasen acatamiento y compromiso leal y entusiasta a éste, provocando, caso de incumplirse, la consideración de reos de alta traición sometidos a juicio sumarísimo. Los que se negaran a prestar juramento, y no fueran dirigentes, serían destituidos de sus empleos y mando y se les facilitaría un pasaje de huida; los dirigentes quedarían en España detenidos o vigilados respondiendo con sus respectivas vidas de posibles nuevas rebeliones.
    Cabe destacar las órdenes de detención emitidas contra los dirigentes comunistas más destacados aún en España y radicadas fuera de Madrid, dadas por el general Matallana, siendo los principales Jesús Hernández y Valentín González el Campesino.
    Además, el día 17 el Consejo decretaba lesión de la estrella roja de cinco puntas en el uniforme y prenda de cabeza; y el 22 la disolución del S.I.M. (Servicio de Información Militar), de trágico recuerdo para la mayoría en su propio bando.

Bajas de la guerra
Son de difícil cálculo, por no decir imposible, las bajas entre muertos y heridos, también desaparecidos, producidas por la guerra. El Consejo de Defensa estimó en 15.000 los prisioneros y concentrados en la zona de Alcalá de Henares, y en 233 los muertos y 564 los heridos.
    Señala Martínez Bande la reflexión del historiador Ramón Salas Larrazábal en sus obras Los datos exactos de la guerra civil Historia del Ejército Popular de la República, quien pone de relieve el “alto porcentaje de muertos frente al de heridos, muy superior al producido en cualquier otra situación bélica semejante, lo que hace pensar que o bien el número de asesinatos fue muy elevado o bien que muchos heridos no pasaron por los hospitales. Ramón Salas cree que la primera explicación es la cierta, “dados los ajustes de cuentas, venganzas personales y muertes alevosas de prisioneros que debió haber, según el odio antiguo y permanente entre comunistas y anarquistas”.


Fuentes
Ricardo de la Cierva y Hoces, La victoria y el caos. Ed. Fénix
José Manuel Martínez Bande, La lucha por la victoria. Vol. II. Monografías de la Guerra de España n.º 18. Servicio Histórico Militar. El final de la Guerra CivilMonografías de la Guerra de España n.º 17. Servicio Histórico Militar.
Luis Suárez Fernández, Franco. Crónica de un tiempo. Tomo. I. Ed. Actas
Pío Moa Rodríguez, Los mitos de la guerra civil. Ed. La esfera de los libros.
César Vidal Manzanares, La guerra que ganó Franco. Ed. Planeta.

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