El Imperio en América del Sur: La expedición femenina a la región del Plata
La extraordinaria aventura que Mencía Calderón protagonizara en el Nuevo Mundo comenzó el año 1550 a consecuencia del fallecimiento de su marido, Juan de Sanabria, quien había sido nombrado por el emperador Carlos I, el 22 de junio de 1549, III Adelantado del Río de la Plata, responsable de continuar la organización de aquellos territorios a lo largo del río y con la misión específica de trasladar a diversas familias y un grupo de mujeres, alrededor de un centenar, en edad casadera, para contraer matrimonio con los colonos varones, naturalmente, establecidos en los asentamientos del Río de la Plata, reduciendo así la práctica del mestizaje.
Mencía Calderón Ocampo
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Mencía Calderón Ocampo era natural de la pacense localidad de Medellín, como su insigne paisano Hernán Cortés, pero se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, aunque puede establecerse hacia 1514 o entre este año y 1520.
La expedición a Sudamérica encomendada a Juan de Sanabria empeña toda la hacienda del matrimonio y tarda tres años en constituirse con igual número de barcos bien aprovisionados. Finalizado el gravoso y arduo proceso, unas fiebres matan a Juan de Sanabria. Pero la expedición no se anula ni aplaza por la minoría de edad del heredero de Juan, su hijo Diego, sino que pasa a ser dirigida por doña Mencía, la Adelantada, que viajará con sus hijas, las familias y el grupo de entre ochenta y cien mujeres previsto; un total de 300 embarcados que zarpan de Sanlúcar de Barrameda el 10 de abril de 1550.
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Las incidencias del viaje
Superado la latitud de las islas Canarias acaeció la primera desdicha en forma de naufragio de una de las naves. Costeando el occidente del continente africano, una tormenta dispersó los barcos restantes. Pasado este susto, un ataque pirata de naves francesas aborda a los españoles, con intención de aprovechar la “atractiva carga”. Pero doña Mencía desbarata los planes de los piratas comprando la libertad e integridad, asunto no menor, de todo el pasaje, más los instrumentos de navegación; cabe indicar que los hombres embarcados desearon plantar batalla a los piratas en vez de negociar con ellos, que fue el criterio de la Adelantada y jefa de la expedición.
La ruta al Nuevo Mundo prosigue tras los percances y alcanza los dominios portugueses en la isla de Santa Catalina, frente al litoral brasileño. Allí, además de sufrir el ataque de los nativos, comprueban el tráfico de esclavos que practican los portugueses, motivo que impele a doña Mencía la redacción de una carta denuncia informando de los reprobables actos esclavistas a la Casa de Contratación en Sevilla. Misiva que fue de inmediato interceptada por la hueste del gobernador portugués Tomás de Souza, quien para evitar nuevas acciones de similar calado encerró a la expedición española en el penal de la citada isla. Dos años pasaron dentro de los muros carcelarios, con hambre, miseria y demás penalidades inherentes al castigo de la reclusión vengativa con propósito de muerte, que evitarán dos jesuitas lusos.
No obstante los secuestros, Mencía remitió varias cartas de auxilio a cuantos medios náuticos aparecían en lontananza con el pabellón español izado, igualando en resultado al fracaso de la primera misiva interceptada por el negrero Souza.
Hasta que al fin liberadas del encierro y perdida la esperanza de recibir ayuda exterior, decidió emprender viaje a pie en dirección Asunción, capital de Paraguay; un recorrido de mil quinientos kilómetros atravesando poco o nada explorados anteriormente ríos, selvas, llanuras hostiles y cadenas montañosas, una orografía de máximo riesgo para quienes no habían preparado tal itinerario. La expedición se dio por perdida en la metrópoli al entrar en la selva brasileña, y nombrado a Diego Martínez de Irala para sustituir a Mencía Calderón. Las noticias viajaban con lentitud por aquel entonces.
Sorprendente y digno de la mayor admiración resultó la llegada a Asunción de los españoles “desaparecidos”, “engullidos por la prolífica vegetación selvática”. Corría el mes de mayo de 1556 cuando vieron aparecer a los expedicionarios después de transcurridos seis años de la partida; llegaron aproximadamente la mitad del contingente repoblador, valerosas y aguerridas mujeres de las que descienden los primeros criollos de la región del Plata.