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Francisco A. Mourelle de la Rúa: Explorador del océano Pacífico

El Imperio en América y Oceanía: El descubrimiento de las islas Vavao  

El año 1781 navegando el océano Pacífico (Mar del Sur)



Nacido en Corme, provincia de La Coruña, en 1750, Francisco Antonio Mourelle de la Rúa, ingresa en la Academia de Pilotos de El Ferrol a los 13 años y es en 1765 cuando realiza su primera navegación a bordo del navío Arrogante, y ese mismo año embarca en la urca Peregrina para su primera travesía del océano Atlántico.
    Entre 1770 y 1774 cumplirá diversas comisiones como pilotín y como segundo piloto en travesías hacia la América hispana.

Monumento a Francisco Antonio Mourelle de la Rúa en La Coruña.

Imagen de caminosdomar.com

Expediciones por el océano Pacífico nororiental. La Alta California y Alaska
En enero de 1775 Francisco Mourelle ya contaba con amplia experiencia como marino, fue contratado en Veracruz para incorporarse en San Blas, el apostadero, a una expedición marítima al mando de Juan Francisco de la Bodega y Quadra, para continuar las exploraciones de las costas del noroeste americano iniciadas por Juan Pérez. La fragata Santiago (también llamada Nueva Galicia) y la goleta Sonora (conocida también por Felicidad) en la que viajaba Mourelle como piloto, y el paquebote San Carlos alcanzó el norte del cabo Mendocino (Estado de Washington) y llegaron a un puerto llamado de la Santísima Trinidad. Tras tomar posesión de la rada de Bucarelli (en honor al virrey de México, Antonio Bucarelli, patrocinador de la expedición), hoy Greville Port, y sufrir la goleta un ataque de los naturales con un resultado de seis muertos, la expedición se separó: la fragata regresó mientras la goleta siguió hasta Alaska en condiciones penosas.
    Los descubrimientos del viaje fueron notables: el monte San Jacinto (Edgecumbe), Susto (Sirka Sound) y puerto de los Remedios (Sean Lion Bay), punto desde el que tomaron rumbo sur en camino de vuelta hacia Monterrey, adonde llegaron el 7 de septiembre de 1775, después de haber alcanzado los 58º norte y  de haber dejado demarcada la costa.
    Mourelle, que había escrito durante la travesía un esmerado diario, ascendió a alférez de navío en 1780 por deseo de Carlos III.
    Una descripción amplia de estas expediciones puede leerse en el artículo correspondiente a la biografía de Juan Francisco de la Bodega y Quadra.

Imagen de ancienhistories.blogspot.com

Navegaciones por el Mar del Sur. El descubrimiento de las islas Vavao
El virrey de Nueva España, Martín de Mayorga, mandó enviar desde Nueva a España a Filipinas, a finales de 1779, recién terminada la expedición a Alaska, un socorro de tropa, armas y caudales ante el previsible ataque británico. El teniente de fragata Francisco Mourelle embarcó en la fragata Princesa con el capitán Bruno Heceta; la otra fragata participante era la San Josef, capitaneada por el teniente de navío José Emparán. Partieron de San Blas el 15 de marzo de 1789 y arribaron a Manila el 23 de junio, tras una navegación acosada por turbonadas, aguaceros e impetuosas corrientes.

Itinerario de Mourelle de la Rúa por el océano Pacífico en 1781.

Imagen de ancienhistories.blogspot.com

Al mando de la fragata Princesa, Francisco Antonio Mourelle de la Rúa zarpa de la bahía de Manila el 24 de agosto de 1780; lleva como primer piloto a José Vázquez, como segundo piloto a Juan Echevarría y de médico a Pedro Carvajal, y ha de cumplir una misión que se explica en un pliego cerrado que deberá abrir cuando se halle a doce leguas mar adentro.
    Tal distancia se cubre al día siguiente y entonces, 25 de agosto, abre el pliego donde se le manda navegar hasta el puerto de Sisirán, en la costa sudoriental de la isla filipina de Luzón, y allí esperar nuevas órdenes. La travesía que no era larga se complicó por las condiciones de mar y viento, de modo que arribaron a este primer destino náutico el 3 de septiembre. Más de dos meses tardaron las noticias que esperaba Mourelle, aunque el tiempo fue aprovechado ejercitando a la tripulación en disparos de cañón y fusil por si topaban con el enemigo. La orden que traía el oficial era la de partir inmediatamente para Nueva España, a los puertos de San Blas o Acapulco, con unos pliegos del gobernador de Filipinas para el virrey Mayorga. El viaje era largo y arriesgado para la reserva sobre todo de agua a bordo, pero aun así, escribe en su diario Mourelle, “aunque en situación tan deplorable, viéndome empeñado a cumplir las órdenes superiores, y reducido a cerrar mis ojos a tan poderosos inconvenientes, determiné la salida, y me vi obligado a apresurarla para evitar la deserción, que ya comenzaba, noticiosa la tripulación del viaje que llevábamos”. La época era inconveniente para seguir la derrota habitual en el tornaviaje a las costas americanas, por lo que decidió experimentar una nueva ruta plagada de incógnitas y riesgos. “El espíritu que siempre me ha animado por el mejor servicio del rey, y el deseo de contribuir en algún modo a la perfección de la Geografía, me hacían olvidar algunos momentos la infeliz situación en que emprendía mi salida; y resuelto a buscar todos los medios para concluir mi viaje, me hice a la vela el 21 de noviembre de 1780 del puerto de Sisirán para el reino de Nueva España”.
    Entre el 18 y el 20 de diciembre supo0nen navegar a la altura de las islas Mártir (Carolinas), Triángulo, Yap y Palaos, sin avistar ninguna. El 29 cruzaron la línea del Ecuador rumbo Sur, navegando hacia Levante aunque ganando latitud austral en busca de los imaginados vientos favorables del tercer y cuarto cuadrante.
    El 7 de enero pasan a dos millas al norte de las que llaman Mil Islas (actual grupo de islas de Ninigo, en el Archipiélago de Bismarck; en el grupo de Ninigo se integran los atolones de Heina, Pelleluhu, Ninigo, Sama, Sumasuma y Awin; grupo descubierto por Íñigo Ortiz de Retes el 27 de julio de 1545), un conjunto de islas rasas, más bien islotes, orientado de Sudoeste a Nordeste, muy arboladas, con notables arrecifes y algunas habitadas; contaron a la vista veintinueve porciones de tierra de pequeña extensión. Rumbo Este-Nordeste, el 8 de enero avistan los islotes de Los Ermitaños (actual Hermit), dos, Los Anacoretas (islas Sae), dos, y Los Monjes (islas Kaniet), cuatro. Rumbo Sudeste, el día 10 descubren unas tierras que corren de Oeste a Este, de las que recibieron una embajada de doce canoas cuyos navegantes “no se diferencian de los negros de Guinea, pues en pelo, color, labios y ojos les son perfectamente semejantes”, en demanda de alimento; desde la fragata les arrojaron pan galleta y varios cocos. Poco después, recién iniciado el día 11, al hilo de estas islas e islotes, hallaron tres islotes que bautizaron gráficamente Tres Reyes, y el 12, por el Sur-Sureste, avistaron una islilla que llamaron Bandurria (Nauna o Balletwi) por su forma, luego, y por la proa, suponen que avistan la isla Matías (Mussau). El día 14, a una distancia aproximada de entre doce y quince millas, creen pasar por Nueva Bretaña, y ya en el crepúsculo y la noche pasan al norte de unas pequeñas islas que bautizan San FranciscoSan JoséSan Antonio y la menor, San Pedro (islas Simberi). El 15 aparecen por el Sudoeste las islas que llaman San Lorenzo y San Blas (islas Lihir). El día 18 amanece a la vista de tres islas: Santa Rosa (islas Tanga), Magdalena y Refugio (islas Feni o Anir); y por el sur avistan una gran extensión de tierra con montes elevados, que Mourelle creyó era la isla de Don Juan. El 19 costean cuatro islas separadas por un canal, Dos Caimanes (islas Verdes o islas Green), en un lado, y Santa Ana y Santa Bárbara (islas Buka) en el otro. El día 20, arrumbados hacia el Este, descubren una isla mediana que llaman Del señor Flores (isla Bougainville), y enseguida asoman por la proa de la fragata nueve islotes que navegaron de cerca y describieron con detalle, llamándolos alternativamente Hohondaba o islas de Ontog Java (actual islas Kilinaulau o Carteret).
    Continuaba arrumbando a Levante la fragata cuando la noche del 22, escribe Mourelle “oímos a las diez el ruido de mucha reventazón por la parte del nordeste, y vimos a lo largo del costado, no ha mucha distancia de nosotros, todo el blanquizal que formaban las espumas”; denominó a este hallazgo el Bajo del Peregrino Roncador, situándolo a 6º 17′ bajo el Ecuador y a 155º 24′ de longitud (referida al meridiano de París). Estos extensos bajos, avistados el 22 de enero más a Levante, se rotulan hoy Roncador, y coinciden con los descubiertos por Álvaro de Mendaña en su primera expedición por el Mar del Sur, al norte de la isla Santa Isabel en las Salomón, que denominó Bajos de la Candelaria en febrero de 1568.
    Otras islas descubiertas por la Princesa de Mourelle y Vázquez fueron: José Basco (Manus, la isla mayor del grupo del Almirantazgo en las Bismark), San Gabriel (Pak), San Rafael (Tong), RasaHorno, San Miguel (conserva el nombre), Jesús y María (Rambuyo) y San Jacinto (Malendok).

Muy escasos de víveres y especialmente agua, surtidos de cucarachas y otros insectos molestos, con excesiva calma en los vientos, la comisión encargada a Francisco Mourelle podía retrasarse demasiado. De ahí que optara por desechar la ruta hacia las Marianas, para no perder toda la longitud ganada hacia levante, dirigiendo la Princesa hacia las Salomón.
    El 20 de febrero estiman hallarse a “17 leguas a poniente de la isla de Santa Cruz o Guadalcanar”, localización desde la cual Mourelle, al dictado de los vientos, navegó en dirección Sur y Este hacia el archipiélago de la Tonga. Esperanzados, el día 26 avistaron una isla que defraudó las expectativas porque “no tenía árboles ni campos que indicasen los esperados socorros”, que apropiadamente llamaron isla de la Amargura (hoy Fonualei, en Tonga). Pero la suerte cambió al día siguiente cuando, a la vista de una isla frondosa, Late en lengua aborigen y Volcán de Indios en español, aparecieron canoas con indios cordiales y alegres suministrando cocos y plátanos; en la vecindad de esta isla se dibujaban otras dos menores; y al aproximarse a Late para desembarcar observaron otras islas hacia el Este-Nordeste, mayores que ésta. Pero hasta el 4 de marzo, por culpa mezclada de calmas y ventolinas, no pudieron entrar la fragata por la boca noroccidental de una isla donde hallaron un buen surgidero: puerto Refugio. “Este puerto que nombré del Refugio, formado de tres islas que son las mayores, y otras más pequeñas, cuyo conjunto de unas y otras llamé del Excmo. Sr. D. Martín Mayorga, está situado sobre la latitud sur de 18º 38′ y en la longitud de 179º 52′ al oriente de París, donde hay los mejores abrigos para todos los tiempos, sin que los mares padezcan alteración por terribles que sean los huracanes fuera de él”. Todo el archipiélago en el que se integraba esta isla fue bautizado de los Amigos o de la Amistad, y a fe que el nombre vino pintiparado pues las muestras abundantes de favor por parte de los aborígenes.
    Las islas que bautizaron de Mayorga son integrantes del grupo insular de Vavao o Vava’u, en el archipiélago polinesio de Tonga. La fertilidad del suelo de las Vavao cultivaba gran variedad de especies alimenticias: plátanos, cocales, ufis, raíces dulces, rimas, caña dulce, naranjas y toronjas, y, para otras utilidades, unos árboles “de cuya cáscara sacan lo conducente para texer las colchas y estrazas y una especie de petates”; una fertilidad que rindió aún mayor provecho para los naturales con la aportación de frijoles, maíz y semilla de pimiento y arroz que les dejaron los españoles.

El 20 de marzo zarpa la fragata Princesa de las Vavao, con rumbo Sudoeste. Pronto descubren a poniente una isla de alta cumbre y muchas hogueras a la vista; más hacia el sur, el 21 observan diez islas a estribor y seis por babor, y una vez dentro del grupo, otras muchas de superficie rasa. La aparición de “largas reventazones” obligó a poner proa hacia la isla primera de la jornada precedente, que bautizan San Cristóbal (hoy Tofua), a 19º 37′ S. y 179º 3′ E. del meridiano de París. Este nuevo conjunto insular, de aproximadamente cuarenta islas “entre grandes y chicas, que dexan en el centro un crecido seno, corriendo muchos arrecifes desde unas a otras”, recibió el nombre de José de Gálvez, en honor al ministro universal de Indias y marqués de Sonora. Desde San Cristóbal descubren una isla similar, también alta, que llaman Monte Hermoso y también Gran Montaña (la actual Kao).
    El día 22 de marzo, rumbo sur, “ciñendo el viento cuanto era posible”, avistan por la proa dos islas, que denominan Culebras (hoy Hunga Ha’apai y Hunga Tonga). Más hacia el Sur, con vientos del E. y NO., el 24 avistan a larga distancia una isla, a la que llaman Sola (hoy Ata), y el 27, de la misma manera, avistan la que llaman Vázquez en honor del piloto.
    Ante un grave problema con el estado de los alimentos, y creyendo Francisco Mourelle que se situaban a 1.760 leguas de Perú y a 1.240 de la isla de Guam, en las Marianas, convocó a la junta que manifestara su opinión respecto al camino que debía tomarse. Pidió la junta recalar en Guam, tomando socorro en las islas de Mayorga o las de Vavao. Tal medida retrasaba mucho la comisión, así como la renuncia a la travesía por el Pacífico sur. Lo explica Mourelle con estas palabras:
“Hallándome en la dura necesidad de admitirlos por justos [las demandas de la junta a bordo], y por no hacer perecer tanto infeliz, perdiendo de una vez los intereses del rey mandé arribar en vuelta del norte para ponerme 40 leguas al este de las expresadas islas, con el fin de llegar a socorrerme en ellas. Mi dolor en este punto fue mucho mayor que cuando registré los pañoles, pues puedo asegurar que antes deseaba morir que arribar; y si la razón no me venciera, desde luego hubiera intentado el formidable desatino de continuar la navegación hacia el Este. Desde entonces no hallé sosiego ni viví con aquella tranquilidad con que sufrí muchas veces, en mis penosísimos viajes de descubrimientos, tantas fatigas como por su naturaleza ofrecen; ni el ver la más justa causa me proporcionó un pequeño consuelo, y más cuando consideraba que precisamente se descubrió nuestra ruina vencido el rigor de la derrota, sobre una altura donde no podía esperar sino tiempos favorables, como ya lo experimentaba, por lo cual apenas creía demorarme más de un mes. Ello es cierto que, si el raro accidente de querer ver por mí mismo el estado de la despensa sucediera pasados quince días de camino, no hay duda que, a salir con felicidad, quedaríamos en algunas islas desiertas, si las hallábamos prontas; y aún en esta situación, si el refresco que yo saqué de entre los indios no fuera abundante, sólo nos quedaba el recurso de solicitar alguna tierra donde acogernos. De que se infiere que, benigna la Providencia divina, nos proporcionó las islas de Mayorga, tan abundantes, para librarnos de la última necesidad.”
    El 19 de abril avistan la isla de Late, habiendo navegado al norte de las Gálvez (hoy Hapai o Haabai o Ha’apai, integrantes del archipiélago de Tonga) y al sur de las Mayorga (Vavao) sin avistar ninguna.
Reconocida por segunda vez la isla de Lete, la Princesa arrumba hacia el Norte. El día 21 descubren dos islas, que llaman de la Consolación (Niuafo’ou, aunque el almirante e hidrógrafo José Espinosa y Tello identifica las Consolación con las actuales Good Hope), porque en ellas pueden suministrarse de alimentos; los nativos son semejantes a los de Vavao y hablan la misma lengua. Ahora hacia el NNO., avistan un grupo de islas, una mayor que el resto, que deciden bautizar islas de Mourelle (Wallis).
    Con rumbos próximos al NO., el 5 de mayo ven “una isla pequeña, muy rasa, cercada de playa de arena, que se terminaba por un interminable arrecife, con la superficie cubierta de un espeso cocal”. Los nativos, “algunos con la barba tan larga que le colgaba hasta el pecho”, se acercaron en sus canoas a la fragata, pero ni con ayuda pudo la fragata hallar un buen surgidero. Tras seis horas en las aguas de la bautizada Gran Cocal (Niutao, en el archipiélago de Tuvalu o Ellice), a 6º 2′ Sur y 172º 30′ Este del meridiano de París, la Princesa continúa su derrota. Pocas horas después y a distancia de seis leguas hacia el O. avistan “una isla muy rasa, aunque más grande que la antecedente”, que cristianan con el nombre de San Agustín (la más oriental del archipiélago antes citado que actualmente se llama Nanumea).
Prosigue la navegación hacia el Noroeste con vientos frescos de Sudeste.
    El 12 de mayo, con turbonadas de todos los cuadrantes, cruzan el Ecuador y dejan por el Este el archipiélago de las Gilbert y posteriormente el de las Marshall. De nuevo acosados por el hambre y la escasez de agua potable, y entonces la fragata sobre los bajos de San Bartolomé, el día 22 resuelve Mourelle navegar con mucha vela porque la tripulación “estaba cada día en más deplorable estado, picados los más de escorbuto”. Dos jornadas después gobierna Mourelle al Oeste “en vuelta a la isla de Guajan, capital de las Marianas”. Por fin el último día de mayo fondeó la Princesa en la rada de Umatac, al SO. De Guam, la más meridional de las islas Marianas; en pésimo estado los hombres. Tal es así que el gobernador de Guam, Felipe Ceraín, en carta dirigida al virrey Mayorga (a quien también se dirigió en otra de 30 de septiembre de 1781 el propio Francisco Mourelle) el 17 de junio de 1781, escribe: “Arribó a este puerto el 31 de mayo último, en el más deplorable estado […] careciendo de toda clase de víveres […]. Si el comandante se hubiese tardado pocos días más en llegar aquí, sin duda hubiera fallecido con toda su gente”.
    El gobernador Ceraín se desvivió para ayudar a los expedicionarios, pero el abatimiento de Mourelle, porque estaba en las Marianas más lejos de Nueva España que desde las Vavao, y el hastío de los tripulantes de la Princesa, incluso con deserciones, pintaban el abandono de la travesía encomendada. Cuenta Mourelle que “un punto de honor me reducía al más melancólico estado y me hacía cerrar los ojos a los obstáculos que realmente había”, pero que “con el firme empeño de morir antes de dexar de llegar a Nueva España”, iba a seguir su viaje. Lo que sucedió el 20 de junio, ya con los enfermos repuestos y las reparaciones urgentes que precisaba la fragata efectuadas.
Con vientos del cuarto cuadrante ascienden hasta los 20º 10′ N. donde sufren una semana de calmas. Han de pasar trece días, esto es, el 3 de julio, para situarse en el Ecuador; y el día 7 sobre la isla Volcán Grande a la altura de las islas que en 1543 Bernardo de la Torre denominó Volcanes, hoy grupo Volcano.
    El 11 de julio, Mourelle cree pasar el este de la isla Mal Abrigo, descubierta también por Bernardo de la Torre (correspondiente al grupo hoy llamado de Bonin o Ogasawara Gunto).
    Entre los días 9 y 12, el piloto Vázquez va escribiendo en su diario: “Según el paraje de mi punto, debo ver las islas del Mal Abrigo […]. Nos pusimos al nornordeste, por si acaso no hubiésemos rebasado las islas, y con toda la vela y buena guardia pasamos toda la noche […]. Seguimos hasta mediodía sin haber visto señal de tierra ninguna, por lo cual, y la práctica que tengo de otros viajes, considero estar más al oriente de lo que ponen las islas del Mal Abrigo“.

Con vientos del tercer cuadrante siguió la Princesa ganando altura, repitiendo la derrota del tornaviaje inaugurado por Alonso de Arellano y Andrés de Urdaneta. Al alcanzar los 40º N. Mourelle gobierna hacia Levante aunque ascendiendo hasta los 43º.
    El 5 de agosto navegan por la mayor latitud registrada: 44º 27′ N., desde donde viran a ESE.
    El 3 de septiembre aprecian señales de tierra: pájaros y “mar color de sonda”. El 8 se sitúan a cinco leguas de la costa de Nueva España, a 34º 16′ de latitud, frente a la Punta Pedernales. Siguieron en demanda del cabo San Lucas y ya el 20 avistan el morro de San Lázaro; dos días más tarde están sobre el cabo homónimo. El 26 dieron vista a las islas Marías.
    Por fin el 27 de septiembre de 1781 fondea la Princesa en la boca del apostadero de San Blas, culminando al cabo de trece meses el viaje y la encomienda. Mourelle, agotado y consumido, se felicita por haber preservado la vida de sus hombres (sólo fallecieron dos, uno en Sisirán y otro, por la tisis, también en este puerto) y haber cumplido su deber con la entrega de los pliegos al virrey Mayorga.
    Además de satisfacer la misión encomendada, Francisco Mourelle de la Rúa trazó cartas de navegación, plasmó derrotas y situó con una exactitud meritoria sus hallazgos al norte de Nueva Guinea, Nueva Irlanda y las islas Salomón, así como en los archipiélagos de Tonga, Samoa y Tuvalu.
    Las relaciones y mapas de Mourelle aportaron gran conocimiento del Mar del Sur, de una importancia equivalente a la de navegantes como Alejandro Malaspina, James Cook, Louis de Bougainville y Jean-Françoise de la Pérouse, pronto a disposición de marinos y geógrafos a través de las cartas publicadas por José Espinosa y Tello en 1812.

Imagen de folostamp.wordpress.com

José de Alcíbar: Martín de Mayorga (s. XVIII).

Imagen de museodelprado.es

Destinos posteriores
El Gobernador y Capitán general de las islas Filipinas, José de Basco y Vargas, y el virrey de Nueva España Martín de Mayorga, tenían en alta consideración a Francisco Mourelle de la Rúa, por lo que éste solicita a finales de 1782 el gobierno de las islas Marianas o la comandancia del Galeón de Manila; y en junio del año siguiente ambos instaron el ingreso en la Orden de Santiago y su pase al Ejército con el grado de capitán. Al cabo de un mes recibe el mando de la fragata Princesa para llevar a Manila la noticia de la Paz de Versalles que cerraba el conflicto bélico entre España y Gran Bretaña; año y medio después ocupa brevemente la capitanía del apostadero de San Blas, y ya en octubre de 1875, con el mando de la goleta Sonora (Felicidad Mosca), navega hasta Manila con importantes pliegos y caudales.
    José de Basco y Vargas confió a Francisco Mourelle el mando del navío Felipe en febrero de 1876 para que asegurara la ruta comercial entre Manila y Cantón. Mourelle estudió una nueva ruta para cubrir las mil millas entre ambos puertos, y fue tal su acierto que en vez de un viaje al año, como hasta entonces, pudieron organizarse tres.
    De este periplo en Filipinas regresó al puerto de Acapulco dos años después.
La salud de Francisco Mourelle se resintió nuevamente; al punto que el virrey de Nueva España, Juan Vicente de Güemes Pacheco, segundo conde de Revillagigedo, solicitó un permiso de repatriación y un ascenso para el esforzado marino gallego. Petición aceptada la del retorno por el Capitán general de la Armada, Antonio Valdés, pero cuando llegó a Nueva España la autorización, en 1791, Mourelle ya se había repuesto y, en su línea de trabajo continuo, había redactado varios volúmenes con los diarios de las expediciones marítimas a la Alta California y Alaska, hoy en día integrados en el fondo documental del Museo Naval.
    Insistiendo el virrey en lo del ascenso “a este oficial inteligente, aplicado, celoso, de acreditado espíritu, talento y conducta”, al año siguiente se le concedió, firmado por Carlos III; ya era teniente de navío. Entonces regresó a España, desde La Habana, en el correo real Colón, para disfrutar de un merecido descanso.
    Pero nada de respiros. En 1793 España y Francia contienden por la supremacía marítima en Europa. Todos los oficiales españoles son embarcados y pese a la debilitada salud de Mourelle, actúa durante un año desde el Cantábrico al Mediterráneo defendiendo los intereses patrios; en este periodo también estuvo destinado en la base naval de Mahón. La Paz de Basilea puso fin al episodio bélico.

En febrero de 1796 vuelve al servicio activo embarcando en los navíos San Telmo San José, para navegar en misiones de seguridad e intervención los litorales de Francia e Italia.
    Sellada una nueva paz con Francia en el Tratado de San Ildefonso, en otoño del año en curso se romperán hostilidades con la Gran Bretaña. Mourelle vivió la decepción de la batalla del cabo San Vicente y acto seguido la compensación, a bordo del navío Conde de Regla, de la puesta en fuga de la escuadra inglesa que había puesto en serio apuro al buque insignia Trinidad.
    La primavera de 1797 trasladó a Mourelle del Conde de Regla al apostadero de Algeciras, donde permaneció tres años al mando de lanchas cañoneras que registraron 41 combates y cañoneos contra la plaza invadida de Gibraltar y toda suerte de buques enemigos en aquellas aguas. El Comandante general del apostadero y Jefe de escuadra, Bruno Heceta, antiguo oficial de Mourelle, dio cuenta por escrito de los méritos de éste en catorce acciones “de la mayor nota, batiendo con diez o doce cañones fuerzas que atacaban con quinientos, no en guerra galana, sino siempre a tiro corto de metralla y algunas veces de fusil y pistola, y aun abordando de día las murallas de la plaza de Gibraltar”. Una de estas acciones, acaecida en enero de 1799, valió a Mourelle el ascenso a capitán de fragata: fue el combate contra un convoy británico, al mando Mourelle de catorce lanchas y un místico, al que hundió una cañonera y se apoderó de otra más una fragata y dos bergantines y un total de ciento veinte prisioneros.

Entre San Fernando, en Cádiz, y Algeciras, discurre la vida de Francisco Mourelle, de marzo de 1800 a febrero de 1806; la despedida cuenta la victoria sobre una fragata británica que condujo apresada a Punta Carnero.
    Pasó a comandar el apostadero de Málaga y a seguir ofreciendo muestras de su valor y pericia, alcanzando a mediados de 1806 el ascenso a capitán de navío.
En mayo de 1808 se le destina al mando del apostadero de Ceuta, luego al de Málaga y al de Cádiz. Iniciada la Guerra de la Independencia, Mourelle se adhiere a la Junta de Defensa del departamento marítimo gaditano. Viaja a La Habana y Veracruz para traer caudales y armas contra los napoleónicos, y en julio de 1809 es nombrado Comandante de las fuerzas sutiles de reserva de la Armada.
    Tras años de patrullas y combates, decisivos pero apenas destacados en la guerra, cumplidos los sesenta años, en 1811 es ascendido a Brigadier; y dos años después llega al Puerto de Santa María como vocal del consejo de guerra de oficiales que allí actuaba.
    En 1819 es ascendido a Jefe de Escuadra, y será su último empleo pues fallece en 1820. Pero antes de su muerte embarca al mando de una flota que había de proteger una expedición de 25.000 soldados enviada a socorrer el contingente militar español leal a España en el continente americano en vista de las rebeliones surgidas en varios puntos; y precisamente a causa del pronunciamiento del teniente coronel Rafael de Riego en Cabezas de San Juan, un pronunciamiento en toda regla por completo relacionado con los de ultramar, la fuerza necesaria allende quedó en tierra y a disposición de sofocarlo.
    Recogemos en extracto el panegírico que le dedica su biógrafo Amancio Landín Carrasco:
“Valiente, conocedor de su oficio, agrio, duro e inflexible; justo en cuanto mandaba. Hombre difícilmente sustituible en el combate, disciplinado y acaso distanciado de los modos que se adquieren en la niñez y cuyas asperezas no parecen tener otro remedio que el sepulcro.”


Artículos complementarios

    Extender y consolidar los descubrimientos

    El paso del Noroeste

    Descubiertas en la costa de la Alta California

    El control del Pacífico septentrional

    El viaje más atrevido y mejor manejado

    En busca de horizontes australes

    La expedición Malaspina-Bustamante

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    El tornaviaje    

    Las exploraciones promovidas por el virrey Manuel de Amat



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