El Imperio en América del Norte: Ocasión propicia para un banquete y salvas de honor
Fuerte de San Miguel de la Isla de los Cedros
Junio de 1789 en El surgidero de San Lorenzo (Ensenada de Nutka)
El sevillano Esteban José Martínez Fernández y Martínez de la Sierra, nacido en 1742, tuvo su bautismo de mar en calidad de grumete en 1759, embarcado en el navío Príncipe Lorenzo que surcaba en descubierta las aguas del Mar del Sur, periodo que duró un año. La siguiente salida fue en 1762, a bordo del navío El Fénix, de la Real Armada española, ya como marinero; y al tercer embarque, en la misma nave, manifestó su deseo, y puede que aptitud, para incorporarse a las tareas marineras como segundo piloto sin que le concediera el mando tal privilegio. Hubo de pasar tiempo y Esteban José Martínez de cambiar de continente, llegado al Nuevo Mundo, para que su aspiración culminara en hecho; el virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa lo nombró segundo piloto del apostadero de San Blas, en la provincia de Nayarit, localizada en la costa pacífica de México. La misión de Martínez, junto a otros beneméritos marinos, hombres de ciencia, soldados y misioneros, era la de ir descubriendo aguas y territorios hacia el Noroeste a la par que colonizando la denominada Alta California.
En 1774 puede decirse que comienza la aventura expedicionaria de Martínez con protagonismo destacado. Con el empleo de segundo piloto de la fragata Santiago, a las órdenes de Juan Pérez, en primer lugar se procedió a la descarga de un transporte de bastimentos para los puertos de San Diego y Monterrey, y a continuación, motivo principal de la travesía, se puso proa al Noroeste. La Santiago llegó al Archipiélago de la Reina Carlota (Haida Gwaii), y poco después hasta la hoy llamada isla Príncipe de Gales, ambos territorios en aguas de Alaska, siendo la máxima latitud alcanzada los 55º 30′. El acoso de las inclemencias y el escorbuto obligó a navegar de vuelta, y fue entonces cuando Juan Pérez y sus marinos reconocieron la gran isla que en la actualidad se conoce por Vancouver pero que pasados unos años de este reconocimiento español se denominaría de Bodega-Vancouver. Costeando esta isla, dieron con una ensenada que ofrecía buen refugio para los barcos y posibilidades de emplazamiento para un destacamento, a la que Juan Pérez llamó Surgidero de San Lorenzo, más recordada como ensenada de Nutka (o Nootka). Rumbo al apostadero de San Blas para concluir el viaje, la Santiago descubrió varios parajes de interés estratégico y belleza en los actuales litorales de los Estados norteamericanos de Washington y Oregón.
Al cabo de un año, Martínez embarcó con el empleo de primer piloto en la fragata Santiago, a las órdenes del teniente de navío Bruno de Heceta, para seguir con las exploraciones y descubrimientos.
Esteban José Martínez
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Con el mando de los paquebotes La Concepción y San Carlos (alias El Filipino) y la fragata Santiago, alternativamente, entre 1776 y 1780 Esteban José Martínez transportó víveres, tropa, bastimentos y municiones a las plazas, presidios y misiones de la Alta California posesionada por los españoles. La solvencia demostrada en cada una de las misiones le valió el ascenso a alférez de navío.
Con miras a seguir explorando nuevos territorios hacia el Noroeste, y consolidar la presencia española en ellos y sus rutas marítimas, Esteban José Martínez recibió el mando de las fragatas Princesa y Favorita en 1782. Su tarea también consistía en cartografiar los litorales para facilitar futuras navegaciones, y así lo reflejó con el canal de Santa Bárbara, lugar, tierra adentro, donde ayudó a edificar el presidio homónimo y la misión de San Buenaventura; y el de San Diego, aunque en menor medida. Los años de 1783 a 1785, a bordo de la Favorita el San Carlos o el también paquebote Aránzazu, según la necesidad, cumplió con el periódico servicio de control marítimo y suministro de los citados establecimientos españoles.
Una lejana exploración
En 1775 le había sido encomendada la comandancia del Departamento de San Blas, que incluye el apostadero, cargo que desempeña con eficiencia hasta mediados de 1786.
Sobre esta última fecha, ocupan los oídos y los ojos de la autoridad española en la metrópoli las noticias e informes que aportan las exploraciones en el Pacífico septentrional. Cunde la alarma en la Corte al conocer la presencia de asentamientos, embajadas y comercios de potencias extranjeras en esos remotos lugares, a la vez suficientemente próximos a los intereses españoles, que obligan a tomar cartas en el asunto sin dilación (por el desfase entre órdenes, desarrollos y resultados, debido a la inmensa distancia). El rey Carlos III manda en enero de 1787 organizar una expedición de descubierta, instrucciones que imparte por el conducto del ministro Floridablanca el 8 de julio del mismo año. Era preciso afirmar la soberanía española en tierra y mar, con el recurso de la fuerza, llegado el caso “fijados y asegurados los puntos que se puedan, arrojando cualesquiera huéspedes que se hallen establecidos”, y el de la diplomacia, preferentemente, “aficionando a los indios”.
La expedición estaba formada por la fragata Princesa, capitaneada por Esteban José Martínez, con los pilotos Antonio Fernández y Esteban Mondofia, y el paquebote San Carlos, capitaneado por Gonzalo López de Haro. El 9 de marzo de 1788 emprenden la navegación, alcanzando los 58º 32′ N. el 15 de mayo. En esa latitud, y con la referencia del litoral, arrumban al Oeste y atraviesan el hoy entrante del Príncipe Guillermo (Prince Willian Sound), avistando varias islas sin allí atisbo de las presencias buscadas. Dividida la flota para cubrir mayor espacio y minimizar el riesgo que entraña navegar un mar embravecido y brumoso, López de Haro llega a la isla de Unalaska, en el Archipiélago de las Aleutianas, lugar más distante alcanzado por los españoles y toma de contacto con los rusos. Tras las oportunas averiguaciones en un entorno cordial se confirma la intención de éstos, y otros como ingleses y norteamericanos en relación comercial directa, de asentarse en territorio más hacia al sur, hacia las posesiones españolas, para continuar sus negocios. Por su parte, Esteban José Martínez que seguía la línea costera con la Santiago, llega a la región oriental de las Aleutianas donde se entera de que el comerciante británico John Meares ya dispone de un puesto de comercio en Nutka; y es sólo el principio de un propósito ulterior avalado por Londres.
La noticia imprime urgencia en la autoridad española del virreinato de Nueva España. Por lo que una vez informado por boca de Martínez y López de Haro en San Blas, en febrero de 1789 el virrey Flores Maldonado (o Florez Maldonado) ordena ocupar el Surgidero de San Lorenzo (ensenada o abrigo de Nutka) como medida de precaución a la par que disuasoria. Otra vez la fragata Santiago y el paquebote San Carlos alias El Filipino recorren la travesía Noroeste, esta vez para cumplir el mandato de toma de posesión del puerto de Nutka y zonas limítrofes marítimas y terrestres, hasta completar el dominio de la isla. Para garantizar el éxito de la misión fue embarcado un contingente militar de 28 soldados con dos cabos y un sargento.
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Toma de posesión
Una vez en el puerto de Nutka (Surgidero de San Lorenzo) los españoles se apresuraron a su acondicionamiento como puesto avanzado. Esteban José Martínez dispuso la tala de árboles y la preparación del terreno que acogería un modesto pero en lo posible dotado fuerte, a su conclusión bautizado con el nombre de Fuerte de San Miguel de la isla de los Cedros. Además, a poca distancia de él, en un islote adyacente separado por un canal marino, construyó un caserón de madera, en funciones de baluarte, que se llamó de San Rafael. Un tercer edificio hizo las veces de polvorín, almacén y cuartel. Los cañones que desembarcaron de las naves fueron situados apuntando a la ensenada.
Concluida esta fase de la operación, el 5 de mayo de 1789 comienza la que corresponde al reconocimiento marítimo de la zona previo a la formal toma de posesión.
Isla, ensenada y puerto de Nutka (Nootka).
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Esteban José Martínez navega la costa de Nutka a bordo de la fragata Princesa en misión de reconocimiento. Al poco avistó dos buques fondeados en una de las ensenadas o bocas de la isla que no eran ni rusos ni británicos, cual lo esperado, sino norteamericanos y de uso civil, de nombres Columbia y Lady Washington, ambos con matrícula de Boston. El propósito de ambos barcos era el de comprobar la certeza y rentabilidad del comercio de pieles en las aguas septentrionales del océano Pacífico; y el motivo de la recalada en la isla de Nutka venía motivado por el mal tiempo imperante en la zona. En comunicación con los dos capitanes, Martínez aceptó las explicaciones y les permitió continuar su ruta, no sin antes advertirles de la titularidad española de la zona para aviso de propios y extraños en adelante.
Prosiguiendo el reconocimiento, a no tardar Martínez descubrió la presencia del paquebote Iphigenia Nubiana, de bandera portuguesa, propiedad aparente del luso Juan Carvalho pero patrocinado por el poderoso comerciante inglés John Meares, de quien se tuvo noticia en las Aleutianas, y que había viajado anteriormente a la costa de Nutka entre 1785 y 1788. Mandó detener el barco y después de revisar la documentación e interrogar al capitán lo apresó.
La información extraída sirvió a Martínez para hacerse una idea clara de lo que se estaba fraguando en torno a ese atractivo territorio. Por lo que actuó con diligencia y presteza para salvaguardar los intereses españoles, según la tarea que le había sido encomendada por el virrey Flores Maldonado. De ahí que, cuando a los pocos días se dibujó en el horizonte la amenaza de nuevos barcos extranjeros, Martínez ya estaba preparado para impedirles maniobrar a gusto. Lo sufrieron la balandra Princess Royal, el paquebote Argonaut, capitaneado por James Colnett, de bandera británica una y otro, y la goleta norteamericana Northwest America, que presentaba averías. James Colnett tenía el encargo de tomar posesión de aquellos territorios y emplazar en el puerto una posición comercial apoyada por otra militar fortificada. La disputa estaba sobre la mesa.
Esteban José Martínez anunció a James Colnett que ese lugar era de soberanía española, lo que significaba una retirada inmediata y completa del despliegue inglés. Pero como Colnett se mostrara reacio a dar media vuelta, obligó al español a su apresamiento, incluida nave y tripulación. Y ya puestos, Martínez se incautó de la goleta averiada para, una vez reparada, incorporarla a la flota española con el nombre de Santa Gertrudis. La Princess Royal fue puesta en libertad con su carga no sin antes apercibir a su capitán de que no debía volver a navegar esas aguas; cosa a la que el informado hizo caso omiso y que condujo a su segunda detención unas semanas después.
Esteban José Martínez toma posesión para España y en nombre de S.M. el rey Carlos IV del puerto de Nutka y límites visibles en junio de 1789, ocasión propicia para un banquete al que fueron invitados los capitanes de las naves apresadas, apostillado por las salvas artilleras de ordenanza.
Isla de Nutka (Nootka) y territorios adyacentes.
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Sabedora la autoridad española de los trajines colonizadores y de control de las aguas y tierras de interés comercial para las potencias rivales, dispuso que el contingente español allí apostado fortificara la ensenada de Nutka, el lugar más apetecido por todos, para lo que fue emplazado en el islote de San Miguel una batería para defender el puerto y los barcos y edificios españoles. Y en evitación de miradas indiscretas u otras injerencias indeseadas, Martínez derivó al Argonaut y a la rebautizada Princesa Real (antes Princess Royal) hacia el apostadero de San Blas custodiados por el San Carlos capitaneado por López de Haro. Corría el mes de julio de 1789.
A finales de dicho mes cambia por completo el panorama en Nutka. La fragata Nuestra Señora de Aránzazu, al mando del alférez de navío José Cañizares, llevó a Esteban José Martínez la noticia de la muerte del rey Carlos III y por su causa la orden del virrey Flores Maldonado de abandonar la posición barcos y hombres. Tanto esfuerzo para demostrar la soberanía española era dejado al albur político.
Pero aún hubo ocasión, intercalada con las tareas de salida de Nutka, para apresar la goleta norteamericana Fair American, que Martínez incorporó a su flota. A principios de diciembre el cuerpo expedicionario español había retornado al apostadero de San Blas.
Asunto zanjado y cada cual a otro cometido
Sin embargo, paradojas de la descoordinación, mientras el virrey Flores Maldonado mandaba el desalojo de Nutka, desde Madrid se ordenaba lo contrario: aprobada por decisión real la ocupación del puerto de Nutka y zona aledaña. Lo que obligó a regresar, aunque ahora con un número superior de efectivos y armamento, embarcados en la fragata Concepción, capitaneada por Francisco de Eliza y el paquebote San Carlos, capitaneado por Salvador Fidalgo, con Esteban José Martínez como piloto de derrotas. Finalizaba 1790.
Asunto pendiente al que conviene poner coto y remedio
Metidos en trabajos de asentamiento, vigilancia, descubierta, exploración y captura a todo trapo, los hombres de Martínez, siendo eficaz su estricta labor en el nuevo mundo, estallaba en el viejo uno más de los múltiples conflictos diplomáticos, por así citarlos, entre España y Gran Bretaña, con ramificaciones a lo largo y ancho de Europa; esta vez debido a la ocupación de la isla de Nutka. El litigio ha pasado a la historia como la Cuestión de Nutka, en español, The Nootka Sound Controversy, en inglés. Al estilo de las divergencias antañas, este conflicto a punto estuvo de trascender de la reclamación política al ámbito militar, con lo que, tirando del hilo, se hubieran ventilado cuentas pendientes que para el ganador, y aliados, suponían obtener la razón en todo lo expuesto de tal fecha a tal fecha, de tal episodio a tal episodio.
Para los británicos el litigio era una cortina de humo que apenas tapaba la verdadera intención de anular el comercio español de Indias y la presencia conminatoria de la Armada en esas y otras aguas surcadas por mercantes y buques de guerra.
Consciente de tales pretensiones y, lo más relevante en definitiva, de lo imposible de mantener un enclave tan lejano y aislado, incrementada la dificultad por el obvio declive del poderío español para disuadir en aspectos financieros y militares a tal enemigo, José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca, hombre fuerte e inteligente del gobierno, resolvió actuar en dos frentes complementarios: en primer término aprestar medios para la defensa del enclave de Nutka y en segundo término procurar sin excesiva merma un acuerdo con Gran Bretaña. Desde Madrid se remitió a Nueva España la orden de fortificar y defender el enclave de Nutka, y a Londres una propuesta de cuatro puntos para su consideración.
1.º Españoles y británicos podrán convivir en Nutka, cada cual en un territorio previamente definido.2.º Elaboración de un reglamento que determine los derechos de cada una de las dos Naciones en los mares del Sur y en el océano Pacífico, absteniéndose los barcos ingleses de acercarse a las costas y puertos de soberanía española.3.º Sometimiento a las respectivas Cortes y Parlamento de todo lo concerniente a quejas e infracciones de los artículos precedentes, con la severa advertencia a los oficiales de ambas naciones de que se abstengan de cometer violencia alguna4.º Queda señalado un plazo de seis semanas a partir de la fecha de entrega de este documento para ratificar sus artículos, lo que al suceder suspenderá de común acuerdo los preparativos de guerra.
La propuesta, con matizaciones, se elevó a tratado, firmado en Madrid el 24 de julio de 1790 (Tratado de Madrid); pero su vigencia fue mínima, pues continuaron las redacciones en paralelo hasta concluir un nuevo tratado, con intención duradera, pero sólo eso y sobre el papel, firmado en El Escorial el 28 de octubre de ese mismo año (Tratado de El Escorial).
Una vida de servicio
Esteban José Martínez cambió de paisajes en 1792 con su regreso a España. Había cumplido satisfactoriamente todas y cada una de sus obligaciones en ultramar y ahora, ascendido a teniente de fragata, emprendía otras nuevas aquende.
Durante tres años actuó como oficial de escolta en convoyes de azogue, al cabo de los cuales, en 1975, solicitó volver al apostadero de San Blas. Le fue concedida la petición y de inmediato se incorporó a su destino. Pero sólo dispuso de tres años más para navegar con pertrechos y suministros las derrotas del océano Pacífico más transitado por la flota española. Falleció el 28 de octubre de 1798.
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Su nombre ha quedado inscrito en la nómina de protagonistas de la expansión española en el Pacífico septentrional americano. Sus continuas navegaciones por las rutas del Noroeste, plenas de anotaciones e ideas, contribuyeron a perfeccionar la cartografía de ese indómito litoral.