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El rayo de la guerra. Alejandro Farnesio

El brillante resultado de las empresas acometidas por los españoles en sus campañas de exploración, defensa y conquista por los distintos escenarios del mundo, aumenta al contemplar el valor, la inteligencia y los reducidos efectivos humanos y medios materiales para llevarlas a cabo.

    Circunscribiéndonos únicamente a las actuaciones militares en Flandes, asombra y cautiva que apenas diez mil hombres dominaran una región como la del Brabante, rindieran cinco ciudades populosas, variaran el curso de ríos y domeñaran el mar con diques y contradiques, derrotaran escuadras navales con asaltos de Infantería, vencieran a un enemigo diez veces superior en número, todo ello combatiendo a la vez contra protestantes ingleses, anglicanos escoceses, hugonotes franceses y calvinistas de Holanda y Zelanda; hasta perder entre muertos y heridos las dos terceras partes de los efectivos. Para conseguir tales resultados hay que disponer de un ejército bravo, insuflado de gloria, como eran Los Tercios, con un jefe capaz de los mayores logros, cual fue Alejandro Farnesio, digno continuador de la obra de Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el Gran Duque de Alba.

Alejandro Farnesio nació en Roma en 1545, nieto de Carlos V por la rama materna. Su madre, Margarita de Austria era hermana natural de Felipe II. A finales de 1556, madre e hijo abandonaron la ciudad de Parma: ella nombrada Gobernadora de los Países Bajos y él para continuar su formación en la Corte de su tío el rey Felipe allá establecida. Posteriormente Alejandro y Margarita acompañaron a Felipe II en su desplazamiento a Inglaterra para reanudar su vida marital con María Tudor. En septiembre de 1559 regresó Alejandro, de catorce años de edad, con Felipe II y su Corte a España. Por voluntad de su tío, Alejandro se instaló en Alcalá de Henares para seguir un meticuloso plan de estudios teniendo como compañeros a su tío Juan de Austria y a su primo el príncipe Carlos.

    En 1565 regresó a Bruselas con su madre la gobernadora de Flandes-Países Bajos, a casarse con María de Portugal, nieta del rey Manuel I.

Con el paso de los años se reveló en Alejandro su carisma, el genio militar y la habilidad política y diplomática. Y también el amor a España, su lealtad al rey y el cumplimiento del deber como identidad.

    Se forjó como militar en la guerra de las Alpujarras contra los moriscos, entre 1568 y 1571; luego, en la célebre batalla de Lepanto, en 1571, donde ante su insistencia Juan de Austria, comandante en jefe de la Santa Liga (o Liga Santa), le concedió el mando de las tres galeras genovesas y él satisfizo plenamente las expectativas con su arrojo e inteligencia en el combate.

Felipe II estudiaba minuciosamente la complejidad del teatro europeo.

    Respecto a los Países Bajos-Flandes, el fallecimiento en 1576 del gobernador Luis de Requesens, que había sustituido en el cargo a finales de 1573 al duque de Alba y ensayado una política tendente a la conciliación, ofrecía un panorama de inestabilidad en todos los ámbitos. Felipe II designó gobernador a su hermanastro don Juan de Austria, que el 12 de febrero de 1577, después de muchas discusiones con los Estados Generales, accedió a firmar el llamado Edicto Perpetuo, entre cuyas cláusulas estaba la salida de las tropas españolas hacia Italia. Pero enseguida el propio Juan de Austria rompió el convenio al apoderarse el 25 de junio de 1577 de la ciudadela de Namur. Esta acción fue reprobada en Madrid por suponer una quiebra diplomática y la apertura prematura de un frente bélico; ante lo que se le avecinaba, Juan de Austria solicitó del monarca la autorización para trasladar a Farnesio, viudo reciente, a su lado. El 17 de diciembre se reunieron en Luxemburgo tío y sobrino, los viejos amigos y compañeros de armas.

    Con tal apoyo sobre el terreno, Juan de Austria demandó a Felipe II la vuelta de Los Tercios, un ejército que sumaba dieciocho mil infantes y dos mil caballos, españoles, borgoñones, franceses y alemanes, para lanzar un ataque contra los protestantes que resultó victorioso en la batalla de Gembloux, cerca de Namur, el 31 de enero de 1578. La circunstancia favorable empujaba al equipo Don Juan-Farnesio a la conquista de Bruselas, pero la falta de recursos económicos limitó la expansión a la conquista de varias ciudades en la región del Brabante oriental, provincias católicas meridionales: Nivelle, Diest, Suhem y Dalhem, además de la plaza fuerte del Limburgo y zona de influencia, el 15 de junio de 1578. Después de los avances consignados, los españoles mantenían la provincia de Namur y el ducado de Luxemburgo; una importante reconquista del territorio de Flandes aunque lejos de ser completa.

    A las puertas de la muerte, Juan de Austria eligió en 1578 a su sobrino Alejandro como sucesor en el gobierno de los Países Bajos y Jefe de Los Tercios, decisión ratificada por Felipe II. De esta manera dio inicio la actividad política y diplomática de Alejandro Farnesio, cosechando pronto logros relevantes para la Corona española en el plano político cual las Uniones de Arrás y Utrech, ambas el año 1579.

Por el Tratado o Unión de Arrás, firmado el 17 de mayo de 1579, a instancias de Alejandro Farnesio, los representantes de las provincias de Artois, Hainault y Flandes valona aceptaban la soberanía española y se comprometían a mantener el catolicismo como religión única, a cambio del pago de sus tropas y de la partida de Los Tercios. Para completar este éxito diplomático, buscó un importante triunfo militar que obtuvo a finales de 1579 al conquistar la estratégica plaza de Maastricht. Pero necesitaba más tropas, y consiguió convencer a los miembros de la Unión de Arrás que aceptaran los Tercios españoles con una serie de garantías. Con este selecto ejército, más que numeroso, aprovechando las disensiones de los enemigos, Farnesio redujo durante los años 1582 y 1583 ciudades tan importantes como Iprés, Brujas y Gante; en marzo de 1585, Bruselas, y el 17 de agosto la gran metrópoli comercial de Amberes. Los Países Bajos meridionales —la actual Bélgica— retornaban al seno español. Sólo las provincias de Holanda, Zelanda, Utrecht, Frisia y Groninga resistían, así como parte de Güeldres, aunque faltas de coordinación y moral de victoria.

    El peligro para las posesiones españoles era la ayuda de Inglaterra a los protestantes holandeses y el agotamiento de las tropas exigidas continuamente al máximo.

A los tres días de caer Amberes, el 20 de agosto de 1585, la reina Isabel de Inglaterra firmó con los protestantes de los Países Bajos el Tratado de Nonsuch, por el que acordaba suministrarles ayuda militar bajo mando inglés. No obstante esta participación dirigida por el duque de Leicester, en agosto de 1587 Alejandro Farnesio se apoderará de Sluys (La Esclusa), en las bocas del río Escalda. Quiso avanzar hacia el norte para doblegar la resistencia protestante cuando Felipe II anunció su irrevocable determinación de invadir Inglaterra: la ejecución de la reina María Estuardo le obligaba a ello.

    A Farnesio, convocado a la gran operación militar, le disgustaba un proyecto que posponía la para él urgente reconquista de todo el territorio de Flandes-Países Bajos, y que además era excesivamente arriesgado, deficientemente planeado y harto conocido por sus enemigos. Advirtió un fracaso que fue inevitable.

    Retomaba su iniciativa de avanzar hacia el norte en el conflictivo Flandes cuando volvió a ser llamado por Felipe II, esta vez para intervenir en Francia. Enrique III había sido asesinado en agosto de 1589, y ahora surgía la disputa por la sucesión ya que no tuvo hijos. Antes de morir había designado como sucesor a Enrique de Borbón, príncipe de Bearne y titulado rey de Navarra, cabeza de los hugonotes. Pero la mayoría de los franceses se opuso a recibir un rey hereje y excomulgado por la Santa Sede. Enrique forzó su acceso al trono por las armas, obteniendo la victoria sobre el duque de Mayenne, jefe de la Liga Católica, y sitiando París. El embajador español, Bernardino de Mendoza, se mostró infatigable animando a los doscientos mil sitiados a esperar la pronta llegada de los socorros prometidos por el monarca español. Pero los meses pasaban castigadores mientras Farnesio defendía las conquistas en Flandes, violentamente amenazadas, para mantener en posesión española lo conseguido con tanto esfuerzo. Así se lo comunicó a Felipe II, y la respuesta del rey le conminaba a liberar París al ser la prioridad de la Corona. Farnesio trató de asegurar algunas plazas antes de partir de Bruselas para reunirse en Meaux con las tropas de la Liga; con aproximadamente quince mil hombres se dirigió hacia París. Enrique acudió a cortarle el paso. Pero Farnesio, que no quería arriesgar batalla, durante la noche, realizó una hábil maniobra y se apoderó el 7 de septiembre de Lagny, llegando a las orillas del Marne poco después, con lo que abrió todos los accesos por tierra y río a la capital. Como le había encargado el Monarca, trató con los jefes de la Liga de los proyectos para instalar en el trono a la infanta Isabel Clara Eugenia, y a comienzos de diciembre regresó victorioso y fatigado a los Países Bajos, dejando una parte de su ejército en Francia.

    A su vuelta comprobó la pérdida de buena parte del territorio y la tropa amotinada reclamando el salario debido. Ordenado este aspecto, en julio de 1591 se encaminó a Nimega, sitiada por las tropas de Mauricio de Nassau. Y otra vez su intención quedó postergada debido a la reclamación de Felipe II: le mandaba acudir en socorro de la ciudad francesa de Ruán cercada por las tropas de Enrique IV.

    Insistió en vano Farnesio del riesgo que corrían los Países Bajos en su ausencia; tuvo que levantar el sitio de Nimega y retornar a Francia.

    Unido su ejército con el de Mayenne, se dirigió a Ruán por una ruta inesperada para Enrique IV y así, eludiendo la batalla a distancia consiguió ir liberando Ruán a través de las acciones en Caudebec, Aumale e Ivetot.

    Aunque victorioso, Farnesio estaba herido, acosado por el enemigo y entrado en tantos años que la ancianidad asomaba en él. En dichas condiciones retornó a Flandes en julio de 1592, falleciendo en Arrás pocas fechas después.

En 1586, Alejandro Farnesio heredó de su padre el ducado de Parma, convirtiéndose en duque de Parma, título con el que ha pasado a la historia junto al de el rayo de la guerra.

Imagen de elfarodeceuta.es

Artículos complementarios

    El sitio de Tournai

    Los sitios de Amberes y Maastricht

    Felipe II

    Los Tercios entre Flandes y París

    El milagro de Empel

    Juan de Austria

    Batalla de Lepanto

    Duque de Alba

    Bernardino de Mendoza

    La Trinidad de Flandes 

    Los Tercios regresan a Flandes


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