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El impulso a la ciencia y a las letras del rey Sabio. Alfonso X

Tratados de ciencia, historia y jurisprudencia



Descripción de España
Esta España tal es como el paraíso de Dios… es bien abondada de mieses, e deleitosa de frutas, viciosa de pescados, sabrosa de leche e de todas las cosas que de ella se hacen; e llena de venados e de caza, cubierta de ganados, lozana de caballos, provechosa de mulos e de mulas; e segura e abastada de castillos; alegre por buenos vinos, holgada de abundamiento de pan, rica de metales. E España, sobre todas las cosas, es ingeniosa, y aún temida y muy esforzada en lid; ligera en afán, leal al Señor, afirmada en el estudio, palaciana en palabra, complida de todo bien; e non ha tierra en el mundo quel semeje en bondad nin se iguale ninguna a ella en fortaleza, e pocas ha en el mundo tan grandes como ella. E sobre todas España es abundada en grandeza; más que todos preciada por lealtad. ¡Oh, España, non ha ninguno que pueda contar tu bien!
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Alfonso X, rey de Castilla y León, llamado el Sabio, es la figura más representativa de la vida cultural de Occidente a lo largo de la Edad Media y el auténtico precursor del Renacimiento, afirma el historiador y académico Antonio Rumeu de Armas. Emparentado con media Europa, por la herencia recibida de su madre, la alemana Beatriz de Suabia, que lo sitúa en la descendencia directa del sacro Imperio Romano, también por la línea paterna concita significado parentesco con Jaime I el Conquistador, consuegro de San Luis, rey de Francia, cuñado del Príncipe de Gales, abuelo de don Dionís de Portugal, nieto de doña Berenguela y suegro de doña María de Molina, las dos grandes reinas medievales españolas.
En vísperas de la muerte, su padre Fernando III le anuncia y advierte: “Fijo, rico fincas de tierras e de muchos buenos vasallos e de que rey en la cristiandad sea pugna en facer bien e ser bueno, ca bien has con que”.
Alfonso X es un gran impulsor de la ciencia y las letras, figura decisiva en el ámbito cultural español y universal. Abarcó todos los campos del saber de su tiempo: la jurisprudencia, la historia, la astronomía, el arte, los juegos, la poesía; su nombre aparece al frente de tratados científicos, obras legales, compilaciones históricas y exquisitas composiciones literarias, líricas y narrativas, de carácter religioso, amorosas y burlescas. Rodeado en su corte por un círculo de intelectuales y sabios, se cita el Taller alfonsí, espacio donde se tradujeron y revisaron todas las obras que llevan su impronta.
Artífice o ejecutor de sus obras, el monarca explica así su participación en ellas:
El rey faze un libro, non porqu’él le escriva con sus manos, mas porque compone las razones d’él, e las emienda et yegua e enderesça, e muestra la manera de cómo se deven fazer, e desí escrívelas qui él manda, pero dezimos por esta razón que el rey faze el libro.
Otrossí quando dezimos el rey faze un palacio o alguna obra, non es dicho porque lo él fiziesse con sus manos, mas porque l‘mandó fazer e dio las cosas que fueron menester para ello.
El texto, traído a colación por el profesor Carlos Alvar, vincula al rey con aquellos autores, juristas, científicos y literatos, aun sin nombrarlos, que trabajaron a su servicio y al del propósito por el patrocinado.
Parte de la abundante obra de Alfonso X se conserva en códices de esmerada calidad, copiados en pergamino, escritos en pulcra letra gótica y con frecuencia ilustrados con ricas miniaturas; es de suponer que estos textos fueron guardados en la cámara regia o realizados en el scriptorium del monarca, y allí mantenidos para su estudio.

Alfonso X el Sabio

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El desglose por capítulos de las temáticas abordadas por la determinación del rey sabio comprende los siguientes: Libros de Astronomía, Astrología, Magia y Ciencia; Obras de Historia Universal y de España; Tratados de Jurisprudencia y Legislación; Libros de Juegos; y Literatura y Traducciones.
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Libros de Astronomía, Astrología, Magia y Ciencia
La presencia e influjo de la Astrología en la Edad Media era tan considerable como en la Antigüedad, integrada en diferente medida en todas las ciencias de la Naturaleza, el macrocosmos, y en las relativas, a título experimental en grado de génesis, al comportamiento de las personas, el microcosmos. Los seres vivos se hallan sometidos a ese poder sobrenatural e inefable que emana del Zodiaco, es decir, de los planetas, la Luna y el Sol.
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En cuanto a la Astronomía, ámbito plenamente científico, a diferencia del anterior, su estudio se circunscribía hasta el siglo XII a las informaciones aportadas por Macrobio, al comentar el Somnium Scipionis, obra de Cicerón, a las interpretaciones del Timeo llevadas a cabo por los exégetas de Platón, a ciertas referencias en la obra de Isidoro de Sevilla y en los escritos de Beda el venerable, principalmente. A partir de esa fecha se amplía el conocimiento astronómico gracias a las traducciones latinas, efectuadas por hebreos, de los textos árabes, a su vez provenientes de Ptolomeo y Aristóteles. Pero como para los árabes Astrología y Astronomía son inseparables, con el florecimiento de la astronomía también rebrota la Astrología.
A su vez, los autores cristianos adaptan las revelaciones a las doctrinas de la Iglesia, con lo que el designio divino sigue vigente y ahora escrito en las estrellas, como aquella de Belén que guió a los Reyes Magos de Oriente: el conocimiento de los astros marca el camino.
Alfonso X reúne su faceta de historiador con la de astrónomo y astrólogo para derivar hacia el conocimiento de los designios divinos en el aspecto conjunto, la Historia, y en el individual, la Astronomía y la Astrología. Empeñado en calcular con exactitud, dispuso la minuciosa fabricación de instrumentos de observación, fiables, manejables y precisos, capaces de indicar la hora de un nacimiento sucedido durante la noche. Y posteriormente, de cara al cielo, averiguar las conjunciones astrales y la posición de las estrellas más destacadas del firmamento.
Los Libros del saber de Astronomía, que agrupan los conocimientos obtenidos por la observación y la deducción, constituyen la colección más importante de tratados astronómicos en lengua romance. Se dividen en tres partes: Los cuatro libros de la ochava espera (la octava esfera, círculo u órbita, es el cielo de las estrellas fijas y de los signos zodiacales, visto desde la posición central de la Tierra), primera parte; Libro de los estrumentos et de las huebras (manual para la construcción y utilización de trece instrumentos, que son los utilizados para las observaciones y cálculos), segunda parte; Libros del saber de Astronomía o (Taulas) Tablas alfonsíes ( Tablas de cálculo astronómico, que toman como base las coordenadas de Toledo, y que suponen el principal trabajo científico de la corte de Alfonso X).
Otras obras de Astrología son el Libro de las cruzes y el Libro cumplido del juicio de las estrellas.
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En lo tocante a la magia, y su conexión con la medicina y la astronomía, destaca el Lapidario, tratado acerca de las propiedades de las piedras, redactado en primera instancia hacia 1250; ampliado en 1279 con el Libro de las formas e imágenes que están en los cielos, más conocido como Tablas del Lapidario, recopilación de tratados helenísticos y árabes sobre medicina y astronomía.
Y un tratado de magia y talismanes, el Picatrix (Líber Picatrix en latín), traducción en 1256 de la obra árabe El objetivo del sabio, de corte iniciático y cabalista, escrita dos siglos y medio antes.
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Obras de Historia Universal y de España
La producción historiográfica en la Península Ibérica da inicio con el riojano Chronicon Villarense, en los albores del siglo XIII, escrito en lengua local; a continuación figura el castellano Chronicon Mundi, de Lucas de Tuy, el Tudense, datado en 1236, igual que la Crónica latina de los Reyes de Castilla; y sigue, como válido antecedente a todo lo demás posterior, el De rebus Hispaniae de Rodrigo Jiménez de Rada, que merece un comentario aparte.
En 1245 Rodrigo Jiménez de Rada, el Toledano, militar, político, historiador y eclesiástico, escribe el De rebus Hispaniae o Historia Gothica, crónica profundamente marcada por la huella de Isidoro de Sevilla, compendio de toda la historiografía anterior, incluida gran parte de la árabe. Para informar su obra, Jiménez de Rada bebe de fuentes poéticas tanto españolas como francesas, rechazando estas últimas como falsas y mentirosas. Es un hecho significativo, que ha merecido la atención de los estudiosos, el conocimiento de los textos franceses para el cotejo. Ya el anónimo autor de la Crónica Seminense, escrita cien años antes, motejaba de falaces las narraciones francesas sobre la conquista de España por parte del emperador Carlomagno; el Toledano rechaza explícitamente las historias de los francos que cuentan los juglares.
Don Rodrigo, arzobispo de Toledo, compuso también una Historia Romanorum, una Historia Ostrogothorum, una Historia HunorumVandolorum, SuevorumAlanorum et Silinguorum y la Historia Arabum. Todas estas narraciones desembocan en el cauceque es la historia de los godos, De rebus Hispaniae, los legítimos habitantes de la Península, ya en el parecer de Alfonso III, que es el de los albores de la historiografía. De rebus Hispaniae es una recopilación de datos, nombres y fechas, el equivalente a una summa latina de la historia de España.
La erudición y esmero de Rodrigo Jiménez de Rada hacen de su obra el culmen de la historiografía previa al rey Alfonso X, y la principal fuente consultada por el rey Sabio.

Estoria de España
Denominada por Marcelino Menéndez Pidal Primera Crónica General, y también Crónica General de España, la redacción en lengua castellana de la historia de España emprendida por Alfonso X y sus colaboradores comienza a mediados del siglo XIII. Hacia el año 1272 ya estaban escritos los 565 que componen la primera parte de la obra. En estos capítulos se relatan episodios de la Antigüedad, siendo su principal fuente la Biblia y otros textos sagrados de ellos extraídos, a los que sigue el periodo de dominación goda y concluye con la llegada de los árabes y sus conquistas. Además de la Biblia, el Chronicon Mundi y el De rebus Hispaniae, se consultó una fuente poética, la Farsalia, y varios textos de carácter histórico que recibieron crédito, igual que diversas leyendas, poemas y gestas tradicionales. La intención que subyace en este magno proyecto es la de divulgar los conocimientos sobre los hechos sucedidos en el pasado que son patrimonio y razón para el presente y el futuro, con una lectura más fácil que la de las crónicas precedentes: “Porque los que después viniesen por los fechos de los buenos punnassen en fazer bien, et por los de los malos que se castigasen de fazer mal”.
Alfonso X extiende la historia de España más allá de la protagonizada por los godos. Traslada el origen del relato a sucesos previos ocurridos en la Península o en relación directa con ella, cotejando a través de la cronología los hechos hispanos con las dinastías papales, los emperadores y los reyes de los Estados europeos y el mundo árabe. La historia a partir del rey Sabio trasciende a “todos los fechos que fallarse pudieran” de España con independencia de la biografía de los respectivos monarcas.
La segunda parte de la Estoria de España se extiende hasta la muerte del rey Fernando III y fue acabada aproximadamente en 1289, durante el reinado de Sancho IV. La proximidad cronológica de los hechos narrados posibilita que el número de las fuentes, sobre todo cantares de gesta, sea mayor en esta parte de la obra.
Hubo una tercera parte, continuación de las dos anteriores, auspiciada por el rey Alfonso XI, finalizada hacia 1340, siete décadas después del inicio de la Crónica.
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Grande e General Estoria
Empresa historiográfica de criterio exhaustivo, a diferencia del utilizado en la Estoria de España, con propósito de narrar la historia del mundo desde su creación hasta los tiempos del rey Alfonso. De cada acontecimiento reseñado se presentan informaciones de fuentes muy diversas, concatenados los datos para ofrecer cuantas versiones hayan del mismo sucedido; siendo prioritaria la unión temática antes que la exactitud cronológica. Entre las principales fuentes aparecen los Cánones crónicos de Eusebio de Cesarea ampliados por san Jerónimo, con las modificaciones incluidas por san Agustín y san Isidoro en lo relativo a la división del mundo en seis edades distintas.
Primera edad: Desde el génesis bíblico y la creación del mundo hasta Moisés, dando cabida a los hechos más importantes de los imperios antiguos de Egipto, Asiria, etc.
Segunda edad: Llega hasta la muerte del rey David, incluyendo noticias contenidas en las Metamorfosis y las Heroidas de Ovidio, y el relato de la historia de Tebas, los trabajos de Hércules y la destrucción de Troya.
Tercera edad: Desde las enseñanzas de los Salmos hasta el profeta Ezequiel, incorporando la vida y obra del rey Salomón, junto a otros episodios del Antiguo Testamento, las peripecias de Ulises y la cronología de los reyes de Bretaña.
Cuarta Edad: Desde la época de Daniel al Eclesiástico (Libro de la Iglesia o Libro de la Sabiduría de Jesús), centrado en los imperios de Babilonia, Persia, Egipto, Grecia y Roma, y las hazañas de Alejandro Magno.
Quinta edad: Narra la historia de los Macabeos, junto con una traducción de la Farsalia de Lucano y la historia de Roma hasta el nacimiento de Cristo.
Sexta edad: La más fragmentada, habla de los profetas y de la genealogía de la Virgen María.
La Historia scholastica, de Pedro Coméstor y las Antigüedades judaicas de Josefo, aportaron su ciencia junto a varios comentarios sobre la Biblia.
Desconocida la fecha de inicio de esta Historia Universal, se supone comenzada en 1272 y concluida a la muerte del rey, en 1284.
Explica su propósito el propio rey:
Yo don Alfonso […] después que ove fecho ayuntar muchos escritos e muchas estorias de los fechos antiguos escogí d’ellos los más verdaderos e los mejores que ý sope e fiz ende fazer este libro. E mandé ý poner todos los fechos señalados tan bien de las estorias de la Biblia como de las otras grandes cosas que acaecieron por el mundo desde que fue començado fasta’l nuestro tiempo.
La narración es de principio a final coherente, bien enlazada y fluida en su lectura.
Imagen de http://www.spanisharts.com

Ambas historiografías, Estoria de España y Grande e General Estoria fueron redactadas con una notable riqueza expresiva, lo que dotó a las construcciones sintácticas de complejidad y exactitud. En ellas varía por completo el sentido precedente en la redacción de textos históricos: huye de las explicaciones y pasa a incorporar documentos y testimonios cercanos a los hechos que estudia. Así lo declara: “Mandamos ayuntar quantos libros pudimos auer de istorias, e que alguna cosa contassen de los fechos d’Espanna”.
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Tratados de Jurisprudencia y Legislación
El ocupar un territorio, despoblado, abandonado o habitado, con la necesidad de su repoblación, supone la aplicación de una normativa, legítima en principio, al cabo legal, que haga confluir la costumbre, el derecho consuetudinario expresión de usos y tradiciones, con la aportación jurídica del nuevo dominio asentado en textos escritos. Los Fueros y las Cartas puebla fueron los más importantes textos legales en los reinos de Castilla y León.
Los Fueros eran la recopilación de los privilegios de cada localidad; las Cartas puebla eran documentos que protegían la repoblación de los lugares fronterizos; tan abundantes durante la Reconquista.

Las Siete Partidas
El origen de Las Siete Partidas (o simplemente Partidas), libro de referencia legal para legisladores y jueces, ha de situarse en el reinado de Fernando III el Santo, momento en el que, auspiciado por este monarca, dio inicio la tarea unificadora de los instrumentos legales de Castilla y León hasta entonces vigentes. Él mandó traducir al romance el Liber iudiciorum (o Lex Visigothorum), cuerpo legal ordenado por el rey visigodo Recesvinto, promulgado en 654 y completado por el también rey visigodo Ervigio en 681, que una vez corregido y adaptado pasó a llamarse Fuero Juzgo, de aplicación en todos los territorios de la Corona, incluidos los reconquistados a los musulmanes como Murcia y gran parte de Andalucía. A partir de este cuerpo legal emergió el Setenario, que fue ultimado en la época de Alfonso X, hijo y sucesor de Fernando III; por lo que el Setenario puede considerarse el embrión de Las Siete Partidas. Con anterioridad a esta obra jurídico-legislativa, se habían elaborado en la corte de Alfonso X otros textos con idéntica pretensión, siendo los principales el Espéculo (también denominado Libro de las Leyes o Libro del Fuero) y el Fuero Real (o Fuero de las Leyes), probablemente fechados en 1255.
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Las Siete Partidas es una gran recopilación legal cuya primera versión data entre el 23 de junio de 1256 y el 28 de agosto de 1265. El contenido se ocupa de las relaciones entre los súbditos en todos los aspectos de la vida pública, bajo el principio de jerarquía. La Primera Partida se ocupa de la religión y el estado eclesiástico; la Segunda Partida de los reyes y grandes señores, incluyendo la guerra y los estudios y conocimientos; la Tercera Partida de la administración de justicia; la Cuarta Partida del matrimonio y las relaciones de parentesco; la Quinta Partida de la actividad mercantil; la Sexta Partida de los testamentos y las herencias; y la Séptima Partida de los delitos y las penas.
Las letras iniciales de cada Partida componen el nombre de Alfonso.
Todas las facetas humanas se hallan registradas en este cuerpo legal; de ahí que sea extraordinaria, plena de detalles, la información suministrada sobre la vida cotidiana de personas y el funcionamiento de las instituciones.
Los autores materiales más destacados, puesto que no únicos, de Las Siete Partidas son los maestros Jacobo Ruiz, Roldán y Fernando Martínez y el notario Juan Alfonso. Para constituirlas en su finalidad, acudieron a textos legales precedentes castellanos, a obras de Derecho Romano (el Código de Justiniano), al Eclesiástico (el Decreto de Graciano y las Decretales Pontificias), además de otros textos de raigambre como las Etimologías, de san Isidoro o la Biblia. Por lo que Las Siete Partidas recogen ámbitos de vida de todas las épocas anteriores al siglo XIII castellano-leonés, y de distintos lugares del occidente medieval.

Otros textos legales
La actividad legisladora de Alfonso X comprende otros textos legales, de carácter más técnico y específico que las Partidas, tales como las Leyes para los adelantados mayores, las Leyes nuevas, los Ordenamientos de las tafurerías o las Leyes del estilo et declaraciones sobre las Leyes del Fuero.
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Libros de Juegos
El Libro del ajedrez, dados y tablas con sus explicaciones ordenadas por el rey Alfonso el Sabio, fechado en 1283, es el texto más antiguo sobre estos juegos, en especial el ajedrez, introducido por los árabes en España, que alcanzó una enorme difusión. Este tratado, profusamente ilustrado con 150 miniaturas, consta de 98 folios de pergamino, y está dividido en siete partes; la primera de ellas dedicada al ajedrez. Se conserva en la Biblioteca de El Escorial.
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De la época alfonsina también es la apariencia y significado de las figuras del juego de ajedrez.
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Literatura y Traducciones
Con Alfonso X la prosa castellana alcanza su plena madurez, independizándose definitivamente de la lengua latina. Dignifica el romance castellano como lengua literaria con identidad propia y trascendencia de tiempo y espacio, con intencionalidad política en su uso y difusión. Con esa idea desplaza el eje de la lengua hasta entonces en Burgos, la Vieja Castilla, lo traslada a Toledo, Castilla la Nueva.
Su producción lírica es personal, y en ella sobresale las Cantigas a Nuestra Señora, 427 poemas en loor de la Virgen, escritas en galaicoportugués, en esos momentos la lengua por excelencia de la poesía culta española.
Movido por un afán netamente intelectual, Alfonso X atendió con presteza las necesidades de traducción de obras pedagógicas de la sabiduría árabe y hebrea, principalmente, para mejor difundirlas a toda Europa. Para lo que encareció el desarrollo del centro traductor ya existente en Toledo, organizado por Raimundo de Sauvetat o de Toledo, arzobispo de la misma, que a partir de 1126 fomentó tal actividad docente con reputados maestros de la traducción como Domingo Gundisalvo, Juan Hispalense (o Juan Sevilla), españoles ambos, el primero mudéjar, el segundo judeoconverso; Gerardo de Cremona, italiano de la dicha localidad, o Miguel Scoto, escocés.
La Escuela de Traductores de Toledo pronto cobró fama en todo el orbe cristiano, puesto que en ella, además de la especialización traductora en obras de orden legislativo y astronómico y de tratados de física, alquimia y matemáticas, también se fomentaron los estudios filosóficos y científicos, a guisa de universidad en tiempos donde comenzaban a surgir esas instituciones docentes. Y a la par que el aliento a la Escuela de Traductores de Toledo, el rey Sabio constituyó en Sevilla las Escuelas Generales (Studii) de latín y de arábigo, año 1254; y en 1269 la Escuela de Murcia, en la que se incidiría en la ciencia matemática.
En una primera fase las traducciones se realizaban al latín; pero en una segunda fase fue el castellano el idioma elegido para la divulgación didáctica, y gracias a esta elección la lengua romance pasará a ser vehículo de conocimiento a todos los niveles, en igualdad de condiciones que el latín, y no sólo medio de expresión simple y vulgar.
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Aparte de sus loadas y generalmente reconocidas aspiraciones culturales, el rey Alfonso X pretendió ceñir la corona imperial alemana; se consideraba legítimo heredero a la misma por el parentesco de su madre, Beatriz de Suabia, con los Staufen o Hohenstaufen, dinastía de emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico. A fuerza de obstinación y dinero, entonces como ahora argumento de mucho peso, consiguió el aprobado de los electores en 1257; pero ni el Papa Alejandro IV ni la nobleza alemana aceptaron el nombramiento, con lo que el acto de posesión de la corona imperial no llegó a producirse.
En el batallar contra los árabes aún asentados en la Península, lo más notorio durante el reinado de Alfonso X fue la reconquista de algunas poblaciones del valle del Guadalquivir, como la plaza de Niebla, donde por primera vez desde la invasión las tropas musulmanas utilizaron cañones y pólvora en combate; el mantenimiento de las ciudades de Córdoba, Murcia, Jaén y Sevilla, y territorios aledaños, tomadas por su padre, Fernando III el Santo; y el cobro al rey nazarí de Granada de un tributo anual.


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