El invento de la navegación a vapor
17 de junio de 1543 en Barcelona
Fue el 17 de junio de 1543, en Barcelona, cuando por primera vez se intentó, y consiguió, desplazar un barco mediante la potencia del vapor. En España, pues se conoció de este avance tecnológico, todavía más que incipiente, y por lo tanto nuestra la paternidad, dos siglos y medio antes de su presentación por Robert Fulton en Estados Unidos.
Atestiguan la prueba de navegación con máquina de vapor el erudito Martín Fernández de Navarrete, en su obra Colección de los descubrimientos hechos por los españoles, y el archivero de Simancas (Archivo General de Simancas), Tomás González Hernández.
El oficial de marina e inventor Blasco de Garay, capitán de la Armada Española en el reinado de Carlos I, en la primera mitad del siglo XVI informó, con ánimo de poder ejecutar sus proyectos, sobre inventos que suponían mejoras para la navegación de todo tipo y para los buques de la Armada en concreto.
Declaró Blasco de Garay al rey Carlos I, convencido del éxito, que por medio del vapor lograría que navegara un barco sin ayuda de remos ni velas. Dudoso el monarca del prodigio, gracias a la insistencia de su inventor accedió a la prueba, realizada en el puerto de Barcelona estando presente la comisión real designada al efecto para conocer el resultado de la prueba.
El barco sometido al experimento era mercante y su nombre La Trinidad, y navegó impelido por la máquina de vapor: hacia delante, hacia uno y otro lado, obediente a las órdenes del timonel. Y regresó al punto de partida sin la intervención de velas o remos. A la vista de los presentes, destacaba en el barco una enorme caldera de agua hirviendo y una aparatosa combinación de ruedas interiores y palas exteriores producto del cálculo científico.
Los comisionados, plenos de entusiasmo, confirmaron al monarca el desarrollo del experimento. El comisionado Rávago, jefe del grupo y a la sazón tesorero mayor del reino (no hay invento sin dinero), pese a la demostración y el reconocimiento del éxito, aun habiendo aprobado el ingenio de Garay, recomendó al rey moderación: adivinaba poca utilidad en aquello y mucho gasto debido, suponía, a las frecuentes reparaciones motivadas por los estallidos de la caldera y el deterioro del mecanismo impulsor.
El rey Carlos optó por la pausa. No obstante, aplaudió el esfuerzo premiando a Blasco de Garay con el empleo de capitán de alto bordo y pagó del tesoro real los gastos de la prueba y una gratificación muy considerable al inventor.
Acierto o fracaso, la época no era propicia para continuar experimentando con el vapor como medio de impulsión de las naves. Todo era excesivamente novedoso.
Así pasó también con las ideas y proyectos de otros. Sin embargo, un distinguido elenco de hombres de ciencia, los unos con sus logros los otros con sus proyectos e iniciativas, aportaron lo mejor de sus respectivos intelectos a lo largo del siglo XVI, grandioso para España.