Marino y científico español, Isaac Peral es el inventor del submarino que lleva su nombre, nacido en Cartagena en 1851 y muerto en Berlín en 1895 a consecuencia de una operación en el cerebro a la que tuvo que ser sometido.
Ingresó en la Escuela Naval en 1865 y en 1872 fue destinado, con el grado de alférez de navío, al cañonero Dardo.
Después de haber intervenido en varias acciones y desempeñado distintos servicios, en 1882 fue nombrado profesor de la Escuela de Ampliación de la Armada. Se dedicó al estudio de la electricidad aplicada a la navegación submarina, ya experimentada en 1859 por el también español Narciso Monturiol, y en 1884 concibió la idea de un submarino de propulsión eléctrica.
Al año siguiente, con motivo del conflicto de las Carolinas, expuso su proyecto al entonces ministro de Marina, vicealmirante Pezuela. Tras muchas dificultades burocráticas recibió la ayuda necesaria para la construcción del submarino al que se dio el nombre de Peral, que fue botado el 8 de septiembre de 1888. A pesar de que las numerosas pruebas a que fue sometido entre 1889 y 1890 resultaron satisfactorias, el informe emitido por el ministerio de Marina resultó desfavorable y, en consecuencia, se le retiró la ayuda para continuar las pruebas; e incluso se le llegó a acusar de haber despilfarrado la subvención estatal en unos experimentos inútiles.
En 1891, Peral se retiró de la Marina, pero no accedió a vender su invento a ningún gobierno extranjero a pesar de las ventajosas ofertas que recibió.
Cuenta el almirante Luis Carrero Blanco, que el primer submarino con armamento, compuesto por un tubo lanzatorpedos y tres torpedos, fue el construido en España por el teniente de navío Isaac Peral, quien, en estricta justicia, debe ocupar al menos el mismo rango entre los inventores de submarinos que el francés Gustave Zedé.
Dos años antes de que Gustave Zedé dirigiera a la Academia de Ciencias de París la comunicación en que manifestaba la idea de Dupuy de Lôme, su maestro, de utilizar la propulsión eléctrica para resolver el problema de la navegación submarina, un teniente de navío español terminaba una noche, en la soledad de su gabinete de trabajo, en una modesta casa del pueblo de San Fernando, el estudio que desde largo tiempo, y con el mayor secreto, llevaba a cabo sobre la realización de un buque submarino con propulsión eléctrica.
Isaac Peral se había destacado en la Armada desde su ingreso en 1865, por su extraordinaria inteligencia y afición al estudio. Alférez de navío en 1872, terminado su servicio a bordo, en ultramar, su pasión por las ciencias le llevó al curso de ampliación de estudios en el Observatorio Astronómico de San Fernando, en la provincia de Cádiz, y, más tarde, a la cátedra de Física matemática de la Escuela de Ampliación de Estudios de la Armada, donde simultanea su función docente con sus estudios particulares sobre la navegación submarina, que logra cristalizar en un proyecto de submarino “destinado a la defensa de los puertos”.
El submarino de Peral era fusiforme, similar a un cigarro puro, y de sección circular construido en acero, de 22 metros de eslora y 2’87 de manga, y desplazaba 77 toneladas en superficie y 85 en inmersión. La propulsión se conseguía con dos hélices, movida cada una por un motor de 30 caballos, alcanzando una velocidad máxima de 10’9 nudos y media de 7’7 nudos. La batería para estos motores constaba de 480 acumuladores de 50 kg de peso cada uno, que fue la primera instalación en gran escala y a gran voltaje (920 voltios) que se hizo en el mundo. La autonomía teórica del proyecto era de 396 millas a tres nudos, 284 millas a cuatro y 132 millas a 6 nudos y 30 metros de cota máxima.
El armamento consistía en un tubo lanzatorpedos interior a proa y tres torpedos Schwartzkoff que podían ser disparados con un intervalo de 20 minutos. La dotación era de 5 hombres.
El prototipo de Peral era el más avanzado de su época y, entre otras peculiaridades, el primero que empleó la propulsión eléctrica por baterías de acumuladores y el tubo lanzatorpedos interior.
El proyecto de Peral —considerado un torpedero-submarino— fue elevado al ministro de marina, almirante Pezuela, quien dio su visto bueno en atención al excelente informe elaborado por la junta académica de la Escuela de Ampliación de Estudios de la Armada con el que fue acompañado. La orden de construcción del submarino se dio en abril de 1887, pero hasta el 1 d enero de 1888 no pudo ser montada la quilla en el arsenal de La Carraca, en Cádiz, debido a dificultades técnicas y a complicaciones de índole burocrática.
El submarino Peral, finalmente, fue botado en septiembre de 1888 y en marzo del siguiente año comenzaron las pruebas oficiales a flote. Maniobró perfectamente en inmersión y lanzó torpedos satisfactoriamente, pero en las pruebas de orden militar fracasó. Estas pruebas estrictamente de funcionalidad militar consistieron en que el submarino se acercase a 400 metros del crucero Colón sin ser visto. Como a bordo del crucero se contaban más de 200 personas acechando al submarino, el submarino fue divisado a 1.000 metros. Irónicamente, el almirante Carrero dice que “nunca buque alguno tuvo más perfecta vigilancia antisubmarina.”
Isaac Peral aportó notables adelantos en la concepción del buque capaz de navegar bajo el agua y actuar, además, como nave de combate. El problema de la visibilidad lo resolvió con su torre de visión indirecta, montada en la pequeña torreta central, consistente en una combinación de lentes y prismas que proyectaban sobre una mesa la visión del exterior. El tubo lanzatorpedos, instalado a proa, estaba provisto de un mecanismo de seguro para abrir sus puertas, interior y exterior, idénticas a las que se emplean en la actualidad. También contaba con un pequeño tanque destinado a inundarse cada vez que se lanzaba un torpedo, con el fin de compensar el peso de los torpedos disparados.
Para efectuar la inmersión completa, Peral ideó lo que denominó aparato de profundidades. Consistía en dos hélices de eje vertical colocadas una en cada extremo del buque, alimentadas por las baterías propulsoras y accionadas por motores que actuaban de acuerdo con las regulaciones de una placa hidrostática y un péndulo (igual que un torpedo).
La obra de Peral fue magnífica, la de un verdadero adelantado en el arte de la navegación submarina. Pero aquello tan inefable en España, por desgracia, como las envidias, las intrigas, la insidia, la desidia provocada y la nefasta burocracia administrativa, no solamente eclipsaron los éxitos del insigne inventor del primer submarino de guerra sino que desmoralizaron a su creador en el proyecto inmediato de construir otro mayor y más complejo. El Peral quedó arrumbado durante muchos años en el arsenal de La Carraca; mientras tanto, su inventor fallecía en Berlín víctima de un tumor cerebral en 1895.
Allá por 1928, el submarino Peral fue remolcado a Cartagena y con él se erigió un monumento en memoria de su creador, natural de esa ciudad, que se enclavó ante la Escuela de Submarinos y Buzos; y en 1969, para mayor honra de Isaac Peral y en calidad de monumento nacional, fue trasladado al Paseo de la Muralla, donde queda a la vista y admiración de todos.