20 de junio de 1920
Las alas giratorias, precursoras del helicóptero, fueron una utopía hasta el 20 de junio de 1920. En esta fecha nacía el Autogiro, registrada la patente y el nombre por su creador: Juan de la Cierva y Codorníu.
Juan de la Cierva y su Autogiro
El despegue y aterrizaje verticales de aparatos destinados al vuelo, habían sido estudiados desde el Renacimiento por mentes tan brillantes como la de Leonardo da Vinci. En épocas ya cercanas a la del Autogiro de Juan de la Cierva, intentos serios como los de Breguet-Richet, Paul Cornu, Ellenhammer, Oehminchen, Pescara, Petroczi o Von Karman, no superaron en el mejor de los casos más que tímidos acercamientos al helicóptero actual y también los aviones de despegue y aterrizaje verticales.
Juan de la Cierva y Codorníu nació el 21 de septiembre de 1895, en Murcia, nieto del ingeniero de Montes Ricardo Codorníu e hijo de Juan de la Cierva Peñafiel, abogado y político conservador que fue alcalde de Murcia, Gobernador de Madrid y ministro de Hacienda. Ingeniero de profesión, Juan de la Cierva había comenzado a construir aviones de ala fija a la temprana edad de 16 años.
Tras continuas pruebas y experiencias a lo largo de varios años, llegó a la conclusión de que conservándose el motor convencional de hélice tractora y añadiendo un rotor con palas dispuesto de forma angulada en tierra y relativamente paralela en vuelo al eje longitudinal de la aeronave, permitiría una sustentación basada en el accionamiento del rotor por la corriente de aire generada (rebufo) con el giro de la hélice tractora contra las palas del eje de rotación, con libertad total de giro. De la Cierva imaginaba que así se generaría una fuerza ascensional que, tras un rodaje muy corto, elevaría la aeronave, contando una vez en el aire con la sustentación del conjunto motor-aspas autorrotatorias como principal elemento para evitar la temible velocidad de pérdida. Ese es el origen del nombre: Autogiróptero, posteriormente abreviada la denominación a Autogiro.
Los accidentes de los prototipos C-1, C-2 y C-3, construidos entre 1920 y 1922, revelaron lo inadecuado del motor rígido para la finalidad pretendida, solventándose el problema con la implantación de un rotor basculante cuyas aspas traseras se flexionaban hacia abajo, equilibrándose de este modo la fuerza ascensional y neutralizando tanto el efecto giroscópico de la hélice tractora como la inestabilidad inducida que ello provoca.
Solucionados los problemas, el primer vuelo S.T.O.L. (acrónimo en idioma inglés de ‘despegue y aterrizaje cortos’) tuvo lugar el 17 de enero de 1923, con el piloto militar español Alejandro Gómez Spencer a los mandos y con 70º de ángulo en las aspas del Autogiro C-4.
A finales de ese mismo mes el teniente Joaquín Lóriga cubría el trayecto entre los aeródromos de Cuatro Vientos y Getafe en 4 minutos a un promedio de 30 metros de altura, con una ascensión máxima de 200.
A este prototipo C-4 siguieron el C-5, en julio de 1923, con rotor tripala, y el C-6-A, con fuselaje de biplano Avro 504, en mayo de 1924.
Para comercializar su invento, Juan de la Cierva se trasladó a Inglaterra con el prototipo C-6_A, fabricándose los primeros pedidos en octubre de 1925, con lo que surgieron las versiones: C-6-C (J-8068) monoplaza, C-6-D (matrícula civil G-EBTW) biplaza, C-8-D derivada de la anterior pero con palas rotoras más largas y la C-8-V, desarrollada a partir de ambas; no tardaron en seguirlas las C-8-L, C-9, C-11, C-12, C-17, C-18, C-19, C-24, C-25, C-26, C-30 y C-30-A; todas fabricadas por la “Cierva Autogiro Company Ltd.”
Más tarde fundaría en Estados Unidos “The Pitcarm-Cierva Autogiro Company of America”, para el desarrollo del Autogiro allí. No obstante, Juan de la Cierva siempre inscribió sus patentes en España.
Juan de la Cierva realizó demostraciones con su Autogiro en Francia, Alemania e Italia. En 1929 protagonizó uno de los hitos en la historia de la aviación, volando el Canal de la Mancha con su aeronave de alas giratorias.
En España fue nombrado Ingeniero Aeronáutico Honoris Causa y recibió el Premio de la Fundación Duque de Alba de la Academia de Ciencias, entre muchos otros reconocimientos.
La lista de distinciones internacionales es larga, destacando el Trofeo Collier, otorgado por la National Association Aeronautic de Estados Unidos y la Medalla de Oro Guggenheim “por la mayor contribución de la época a la seguridad del vuelo en aeroplano”, que recibió en la Exposición Internacional de Chicago de 1932.
En 1934 el autogiro de Juan de la Cierva acompañaba al vicealmirante Richard Evelyn Bird en su expedición al Polo Sur; y en 1935, el invento de Juan de la Cierva se convertía en el pionero del aterrizaje y despegue en edificios, y el adelantado en el transporte de correo, siendo la azotea elegida la del Post Office Building Filadelfia Administration.
Del Autogiro expresa elogiosamente el afamado inventor Thomas Alva Edison, en 1930: “El Autogiro constituye, después del primer vuelo de los hermanos Wright, el mayor progreso aeronáutico alcanzado por el hombre.”
El Autogiro La Cierva C-19 Mark 4P conservado en el Museo del Aire
El legado de Juan de la Cierva a la aviación es extraordinario. Sus patentes y avances aeronáuticos son reconocidos universalmente como la contribución fundamental para el desarrollo del helicóptero.