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Los trece de la fama. Francisco Pizarro

La conquista de El Biru

El Imperio en América: Francisco Pizarro

De 1531 a 1535 en el Imperio inca



Francisco Pizarro González nació en la localidad cacereña de Trujillo en 1478. Hijo de Gonzalo Pizarro Rodríguez de Aguilar, uno de los principales hombres de armas de Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran capitán, con el cargo de alférez abanderado.
    Desde muy joven se sintió atraído por las armas. Participó en la primera campaña en Italia al mando del Gran Capitán para afirmar el dominio español en el Reino de Nápoles disputado por los franceses de Luis XII y aliados; hasta que en vísperas de la segunda campaña, en 1502, embarcó rumbo a América.

Francisco Pizarro

Imagen de docelinajes.org

Viaje al Nuevo Mundo
Partió hacia la isla de La Española en 1502 con la expedición de Nicolás de Ovando, que había sido nombrado nuevo gobernador de la isla y representante de los Reyes Católicos en América.
    Hombre inquieto y aventurero, la siguiente expedición en la que formó parte fue la de Alonso de Ojeda y el piloto Juan de la Cosa en 1510 para la exploración y conquista del gofo de Urabá (el litoral oriental del istmo de Panamá y costas de Colombia y Venezuela). Pizarro ganó a lo largo de las duras jornadas la confianza de Ojeda, siendo destacado el episodio de Caribana, y éste le encargó la defensa de la primera ciudad fundada en el continente por los españoles, San Sebastián de Urabá, cuando se dirigió a Santo Domingo a por refuerzos que permitieran seguir las exploraciones y conquistas; ordenó a Pizarro que resistiera cincuenta días y si para entonces no había regresado con los refuerzos, o éstos aparecidos, abandonara el fortín y dispusiera de los dos bergantines que allí quedaban. Cual sucedió ante la falta de noticias y presencias.

La tercera de estas expediciones que tampoco le reportó Fortuna tuvo como hecho destacado la fundación de Santa María la Antigua del Darién (en el istmo de Panamá y a orillas del mar Caribe en el golfo de Urabá), el año 1510, siendo la primera ciudad estable en el continente, y como jefes a Martín Fernández de Enciso y Vasco Núñez de Balboa.
La perspectiva de correr mejor suerte animó a Pizarro a enrolarse a las órdenes de Vasco Núñez de Balboa en la expedición nacida en 1511 y que en fecha tal como el 25 de septiembre de 1513 avistaría descubriendo a ojos europeos el Mar del Sur (posteriormente Océano Pacífico).

Paulatinamente, la aventura de Francisco Pizarro en el Nuevo Mundo fue cobrando notoriedad para su persona.
    Otro hito que registró en su haber, como partícipe, es el de la fundación de la ciudad de Panamá, de la que llegó a ser alcalde, el 15 de agosto de 1519, llevada a cabo por Pedro Arias Dávila, más conocido por Pedrarias, que sustituyó en importancia a las precedentes de San Sebastián de Urabá, Santa María la Antigua del Darién y Acla (poblado al noreste del actual Panamá establecido en 1515 por Pedrarias, de mala salubridad), convirtiéndose pronto en la capital de Castilla del Oro (a partir de 1535 Castilla de Oro del Reino de Tierra Firme). Esta nueva ciudad, que hoy es la más veterana, se convirtió en el punto de partida para la exploración y conquista de El Biru, el vasto imperio inca, que los españoles denominaron Perú, además de una prolífica ruta de tránsito para los cargamentos de oro y riquezas provenientes de todo el litoral sudamericano del pacífico que se enviaban a España.

El explorador
Los españoles tenían vagas, pero fabulosas, noticias de la existencia de grandes tesoros en unos territorios situados al sur de Panamá, y en 1522 Pizarro se asoció a Diego de Almagro y el clérigo Hernando de Luque para descubrirlos y conquistarlos; disponiendo del permiso oficial para llevar a cabo el proyecto que concedió el gobernador Pedrarias.
    Pizarro ya frisaba los cincuenta años, pero su ardor era juvenil. Supervisó la embarcación que Balboa había mandado construir para su última empresa, la pagó y alistó a sus soldados; el 14 de noviembre de 1524 zarparon ciento doce hombres, cuatro caballos y pocas vituallas rumbo Sur Sureste, hasta las islas de las Perlas (isla del Rey), tierra en el límite de lo entonces conocido, soportando tormentas y aguaceros. Siguieron adelante con la ruta trazada y dieron con el litoral del continente; costearon las riberas del río Biru (también denominado Birú o Viru) en busca de un abrigo, para utilizarlo como base de expediciones, dando con un lugar apto para recalar que bautizaron, por razones obvias, como Puerto del Hambre. Pizarro ordenó a su segundo, Montenegro, que viajara a la isla de las Perlas a por suministros; y a su regreso hubo un ataque de los naturales de tierra firme que ocasionó diecisiete muertes y siete heridas de flecha a Pizarro.
    Dada la inesperada situación, y habiendo acumulado una aceptable cantidad de oro, Pizarro decidió unirse a Almagro y conseguir refuerzos, pero éste ya navegaba con una carabela y setenta y cuatro hombres más allá de lo alcanzado por aquél. Establecido en Puerto Quemado, Almagro descubrió nuevos territorios como el Valle de Baeza, el río Melón o el río San Juan. También Almagro, después de su aventura, puso proa a la isla de las Perlas para reunirse con Pizarro y juntos desembarcar en Panamá.
Una segunda expedición partió el 11 de marzo de 1526 hacia la conquista del Perú.
    Pizarro, en cabeza, repitió itinerario; Almagro iba por detrás. Superada la isla de las Perlas, alcanzado el continente, los hombres de Pizarro avistaron la isla del Gallo, en la costa de la actual Colombia, que ganaron para España confirmando, de paso, el cruce de la línea equinoccial, un hito para los europeos.
    Bartolomé Ruiz, que era el piloto de Pizarro, fue el encomendado para una descubierta marítima mientras Pizarro hacía lo propio en tierra firme con buena fortuna en cuanto al botín recogido. A todo eso, Almagro llegaba a la isla del Gallo y empezaron las serias desavenencias entre los capitanes que culminaron con el retorno a Panamá de Almagro con los descontentos y a permanencia de Pizarro y ochenta y cuatro decididos a conquistar un ignorado imperio de doce millones de habitantes.

Descubiertas por mar de Francisco Pizarro.

Imagen de historiacultural.com

Enterado el gobernador Pedrarias del episodio y sus protagonistas, quiso frenar las ansias de los destacados y devolverlos a la disciplina; lo que en parte consiguió con la eficaz colaboración del hambre, las enfermedades y la muerte  que asolaban a los resistentes en la isla del Gallo. Ante el panorama de abandono que se cernió sobre Pizarro, deseosos de embarcar hacia el Norte la mayoría de los allí reunidos, decidió poner fin a la disputa trazando en la arena una raya, una metafórica divisoria, que obligaba a decidir a los presentes, a quienes se dirigió resumiendo con estas palabras: “Por aquí (hacia el S-SE) se va al Perú a ser ricos; por allí (hacia el N-NO) a Panamá a ser pobres; escoja el que sea buen castellano lo que más bien le estuviere”. Trece, los trece de la fama, optaron por cruzar la línea en la dirección de Pizarro.

Imagen de noledigasamimadrequeestoyhaciendofoto.blogspot.com

Imagen de deltoroalinfinito.blogspot.com

Con tan exigua dotación, Pizarro alcanzó la costa de Perú. Comisionó a Alonso Molina como su embajador ante los naturales, que hablaban de la guerra civil que cumplido un lustro vivía el vasto imperio inca entre los hijos de Huayna Capac, el bastardo Atahualpa y el legítimo Huáscar; y acudieron a Tumbez. Las dotes políticas de Pizarro elaboraban una estrategia que le permitiera apoderarse del imperio con un mínimo coste.
    Los caciques locales tomaron a los españoles por enviados de los dioses. Una profecía indígena avisaba de su llegada, de sus terribles rayos de fuego y de los monstruos de cuatro patas.
    Satisfecho con la toma de contacto y confirmada la creencia sobre las grandes riquezas que allí se encontraban, Pizarro regresó a Panamá. Y de nuevo chocó con las pretensiones del gobernador Pedrarias. Por ello Pizarro y los suyos decidieron embarcar hacia España a solicitar del rey autorización y seguridades en la proyectada empresa. Era 1528.

El emperador Carlos I de España y V de Alemania distinguió en Pizarro al héroe y al patriota, por lo que obtuvo las capitulaciones para explorar y conquistar el 26 de julio de 1529, que le permitirían convertirse en gobernador y capitán general del Perú, y un título de nobleza el 13 de noviembre del mismo año.
    En capítulo aparte, Pizarro y sus tres hermanos, Hernando, Gonzalo y Juan, sellaron un pacto a futuro que les obligaba en el Nuevo Mundo.

Imperio inca

Imagen de wikipedia.org

El conquistador
Por si las antiguas rencillas con Almagro, y alguna notoria también con Hernando de Luque, no eran suficiente, con las capitulaciones y títulos el encono entre ambos cobraba su auténtica dimensión. Pero eso a Pizarro traía sin cuidado; le esperaba una conquista y la fortuna que ya no iba a serle esquiva como antaño.
En 1531 Pizarro salió de Panamá con 3 naves, 180 hombres y 27 caballos. Cuando llegó a Perú seguía el imperio inca cruentamente dividido por las luchas intestinas entre los hijos de Huayna Capac, Atahualpa y Huáscar para conseguir el poder. Esta circunstancia favorable fue hábilmente aprovechada. Pizarro, apostando por la diplomacia en primera instancia, eligió como su adelantado a Hernando de Soto, que en vanguardia descubría caminos y riquezas, mientras en la retaguardia se negociaba con los enemigos del belicoso Atahualpa. A medida que los españoles se adentraban en el territorio inca, las facciones en litigio se ofrecían como señuelo para engaños o como alivio de penalidades ante lo desconocido.
    A oídos de Atahualpa llegó la noticia de la penetración de aquellos seres extraños, poderosos, venidos del más allá. El aspirante al trono de su padre quiso tender una trampa al capitán español, pero no tuvo éxito; como tampoco fructificaron otras añagazas. La diplomacia de Pizarro vencía obstáculos y trazaba la ruta de la conquista.
    Cajamarca fue el lugar convenido para un encuentro al más alto nivel. Supo Pizarro por sus agentes aliados que a los españoles les esperaba una recepción envenenada, por lo que dispuso entrar en la ciudad con pocos hombres, a pecho descubierto, pacíficamente, con ganas de entrevista y acuerdo con Atahualpa, que disfrutaba de salutíferos baños sulfurosos rodeado en la distancia por un numeroso ejército preparado para el asalto. Por su parte, en previsión de males anticipados, Pizarro organizó una línea de piezas artilleras y a su caballería fuera del contacto visual del confiado enemigo.
    Hízose de rogar Atahualpa para conceder la solicitada audiencia a los españoles; y para cuando se decidió a mostrarse a los ojos mortales desplegó una embajada multitudinaria y colorista, fastuosa y musical. Luego, ofrecido el espectáculo, Atahualpa ordenó el ataque de sus 20.000 soldados; repelido por los arcabuces de la exigua tropa española apostada al efecto y la carga de los jinetes. En breve, pero ya de anochecida y con una cifra aproximada de ocho mil cadáveres que yacían en la ciudad víctimas del asombro y la certera puntería de los que pretendían someter con el ataque masivo, Pizarro capturaba a Atahualpa, ese 16 de noviembre de  1532,  y lo encerraba en una mazmorra.
La prisión dio conciencia a Atahualpa de su frágil condición humana, e incrementó su odio fraternal ordenando matar a su hermano por si se le ocurría aliarse con Pizarro. Sólo le quedaba el recurso al soborno para comprar su libertad con oro, plata y joyas, asunto en el que se empeñó con el beneplácito de Pizarro; quien al cabo de recibir el magnífico presente acusó a Atahualpa de asesinato y así fue sentenciado y por tal cargo ajusticiado.
    Sustituido el inca muerto por Manco Inca, más avenido con los españoles, Pizarro entró en Cuzco, la capital del imperio inca, en 1533 y dio inicio a su tarea gubernativa y al edificio sociopolítico que llegaría a ser el virreinato de Perú. En 1535 fundó la Ciudad de los Reyes, que luego se llamaría Lima, y en ella estableció su residencia definitiva.
    Pero Almagro no le consideraba el personaje idóneo para la alta magistratura, pues aspiraba al mismo puesto y a colocar a los suyos.

Mapa de la conquista española del imperio inca.

Imagen de vte.qc.ca

Diego de Almagro había obtenido en 1534 permiso de Carlos I para conquistar un territorio al sur del ocupado por Pizarro. Después de una desafortunada expedición a Chile trató de conquistar Cuzco, pues consideraba la ciudad dentro de la demarcación a él asignada. A su vez, Pizarro también creía que Cuzco estaba dentro de sus territorios, por lo que las discusiones por la posesión del enclave incrementaron las desavenencias entre los españoles, agravadas por un levantamiento indígena capitaneado por Manco Inca.

El ejercicio de la política
Diego de Almagro y su gente se sublevaron en Cuzco contra la autoridad de Pizarro, figura ya entrada en años y reacio a enfrentar en guerra civil  los españoles. Pudo someter a los insurrectos, pero sólo momentáneamente; la dualidad entre pizarristas y almagristas era un hecho incontrovertible.
    Por si no bastara esta pugna, tampoco se libró Pizarro del descontento manifestado por sus hermanos y familia debido, al parecer, por la mala gestión de gobierno con los aborígenes. Dividido en estos dos frentes, anulada la vía diplomática, Pizarro conjuró a los incas pero sucumbió en la batalla de Abancay, el 12 de julio de 1537, contra los partidarios de Almagro.
    En vista de lo acontecido, intentó negociar una paz honrosa para los contendientes mediante la intervención de fray Francisco de Bobadilla; pero éste fue tan equitativo en su tarea mediadora que no satisfizo a nadie.
    No quedaba otra. Las armas hablaron nuevamente en la batalla de las Salinas, dando un resultado favorable a los de Pizarro; con la victoria llegaron las detenciones y las ejecuciones. Hernando Pizarro mandó poner fin a la vida de Almagro.

Estatua de Francisco Pizarro en su Trujillo natal.


La venganza caminaba rauda en las filas de los derrotados, alentada por el hijo de Almagro, de nombre Diego como su padre, apoyado por los autodenominados “caballeros de la capa” que perseguían acabar con la vida de Pizarro. Objetivo cumplido el 26 de junio de 1541.
    Lo que propició otra venganza, la de los hermanos de Pizarro.

Imagen de ccapitalia.net

* * *

Francisco Pizarro fue un hombre tan excepcional como singular, capaz de hazañas de toda índole, continuamente superando dificultades e ideando estrategias. Figura de relevancia universal, la historiografía lo enmarca, junto a Hernán Cortés, entre los cien mejores generales de todos los tiempos.

Monumento a Francisco Pizarro en Lima, Perú.

Imagen de wikipedia.org


Monumento a Francisco Pizarro en Piura, Perú.

Imagen de forocoches.com


Monumento a Francisco Pizarro en Buffalo, Estados Unidos de América.

Imagen de forocoches.com


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