Francisco Javier Balmis, Isabel Zendal y José Salvany
Real Expedición Filantrópica de la Vacuna
Desde 1803 hasta 1806 en el Imperio español de Ultramar
La alarmante mortandad infantil causada por la viruela en el Imperio español en los albores del siglo XIX, determinó el proyecto filantrópico y pionero en el mundo de una vacunación generalizada sobre el terreno a los posibles afectados por el virus.
La expedición ha tomado el nombre del médico militar y cirujano honorario del rey Carlos IV, el alicantino Francisco Javier (o Xavier) Balmis y Berenguer, nacido en 1753, destacadamente acompañado por el ilerdense de Cervera, José Salvany y Lleopart, también médico y cirujano, y la enfermera y rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña, Isabel Zendal Gómez (o Isabel López Gandalia o Isabel Cendala Gómez, como es conocida y homenajeada en México, o Isabel Gómez Sandalla, que así la llamaba Balmis; no hay unanimidad en el nombre de esta gran mujer), natural de la coruñesa villa de Órdenes-Ordes.
Francisco Javier Balmis se formó como médico en el Hospital Militar de Alicante, y posteriormente el Tribunal del Protomedicato de Valencia le otorgó el título de cirujano en 1778, pasando de inmediato a servir en tal calidad en el Ejército.
En 1781 se trasladó a México, aprovechando su estancia en la capital del Virreinato para graduarse en Artes en su Universidad, al tiempo que era nombrado por mérito Cirujano mayor del Hospital de San Juan de Dios, cargo que desempeñó hasta 1788. Durante este periodo procedió a investigar sobre la curación de las enfermedades venéreas mediante el uso de plantas medicinales.
De regreso a España quiso aplicar el método conseguido, obteniendo, sin embargo, una tenaz oposición surgida en la Corte entre los miembros del Protomedicato en la Corte. Dado ello, y para certificar la bondad de sus estudios, publicó en 1794 la obra Demostración de las eficaces virtudes nuevamente descubiertas en las raíces de dos plantas de la Nueva España, especies de ágave y de begonia, para la curación del mal venéreo y escrofuloso.
Un año después se había consolidado su prestigio médico, al punto que Carlos IV lo reclamó para ejercer como cirujano de cámara. En 1797 se graduó en Medicina por la Universidad de Toledo y continuó su formación académica en Madrid, donde conoció y difundió la vacuna contra la viruela, descubierta por el médico rural inglés Edward Jenner: aspecto clave de la historia que aquí se refiere. Jenner publica sus trabajos con las vacas y los niños para obtener la vacuna contra la viruela en 1798, y en diciembre de 1800, la vacuna había llegado a España gracias al doctor Francesc Piguillem y Verdacer, afamado médico, gerundense de la villa de Puigcerdá.
En 1796 Francisco Javier Balmis escribió el tratado científico Introducción para la conservación y administración de la vacuna y para el establecimiento de juntas que cuiden de ella, y en 1802 tradujo la obra de Jacques Louis Moreau de la Sarthe Tratado histórico y práctico de la vacuna contra la viruela, donde constaba el procedimiento experimental del doctor Jenner.
Fue al cabo de un año, en 1803, cuando la eminente Junta de Cirujanos de Cámara aprobó el proyecto de Balmis para trasladar la vacuna a las colonias americanas y por sanción real (Carlos IV había perdido a su hija María Teresa por culpa de la viruela), y financiación sufragada por la Corona, nombrado director de una expedición que partió de La Coruña con un equipo de cirujanos y veintidós niños expósitos, a los que previamente se había inoculado la vacuna para poder transportar por vehículo humano el virus inmunológico según la praxis conocida y exitosa; más un cargamento didáctico compuesto por 500 ejemplares (algunas fuentes elevan la cantidad hasta 2.000) de la traducción de la obra de Moreau con el propósito de repartirlos a médicos e instituciones sanitarias de las provincias ultramarinas españolas.
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La expedición sanitaria ultramarina
El rey Carlos IV, a instancias de su médico, el doctor Balmis, dispone que sea organizada una expedición sanitaria para extender la vacuna a los territorios españoles en América y Asia. Y recae, precisamente, en Francisco Javier Balmis la responsabilidad de dirigir la que nada más organizarse se conoció como Real Expedición Filantrópica de la Vacuna; una misión en esencia de carácter humanitario, también científica y médica, pionera en la historia, y antecedente directo para la erradicación de la viruela.
El principal problema que había que lidiar antes de emprender viaje era el de conseguir que la vacuna contra la viruela lo resistiese y fuera efectiva a la llegada a tierra. Asunto que solventó Balmis, tomando en consideración el método adoptado por Jenner, embarcando un número determinado de niños que eran los humanos que mejor respondían a la técnica profiláctica (viajaron 22 en total), cada uno inoculado en los brazos en su debido momento con el fluido vacuno (que posibilitaba la vacuna para inmunizar de la enfermedad); además de surtir a los médicos y sanitarios que visitara, y a las futuras comisiones científicas que se crearan, con ejemplares del tratado de Moreau que él había traducido. Los niños oscilaban entre los tres y los nueve años (todos varones salvo tres niñas que participaron en la etapa sanitaria que discurrió entre la isla de Cuba y la península de Yucatán), dieciocho provenientes de la Casa de Expósitos de La Coruña y cuatro de Madrid acompañando a Balmis. La directora de la Casa de Expósitos de La Coruña era Isabel Zendal Gómez, la Rectora Doña Isabel, una extraordinaria cuidadora devota de su misión que impresionó a Balmis; ella y su hijo adoptado, Benito, integraron la benemérita comitiva de sanación ultramarina que llevó la vacuna de las islas Canarias a China (alguna fuente incorpora a Japón en el destino), pasando por Nueva España (América del Norte y Central con cabecera en México), Nueva Granada (Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela), Perú (virreinato extendido por los actuales Estados de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Panamá, Perú y las regiones oeste y sur del Brasil) y las islas Filipinas. Aunque hubo más trayecto con renovada acción humanitaria.
Monumento en La Coruña a los niños portadores de la vacuna en la Real Expedición Filantrópica.
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Partió la flota a bordo del navío María Pita del puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803. Junto a Balmis embarcan como actores de primer orden los veintidós niños, el cirujano José Salvany, Doña Isabel, dos médicos asistentes, dos prácticos y tres enfermeras. El barco contaba con una importante dotación de instrumental quirúrgico e instrumentos científicos.
Arribados a La Guaira (demarcación venezolana) Balmis decidió distribuir el esfuerzo: él se trasladó a Caracas para instalar la Junta Central de la Vacuna con el apoyo de los médicos venezolanos José Domingo Díaz y Vicente Salias y luego marchó a Puerto Cabello, también en Venezuela, y La Habana, en Cuba.
Por su parte, José Salvany, el segundo cirujano de la expedición, visitó Nueva Granada y el Virreinato del Perú; durante siete esforzados años recorrió este vasto territorio, hasta que la muerte frenó su altruismo sanador en la localidad boliviana de Cochabamba en 1810.
Balmis se ocupó de Nueva España y allí recogió 25 niños huérfanos para transportar la vacuna en la travesía por el océano Pacífico rumbo a Manila, la capital de Filipinas, a bordo del navío Magallanes, que levó anclas desde el puerto de Acapulco el 8 de febrero de 1805.
Llegados a las Filipinas, Balmis y sus expedicionarios sumaron en el acto la inestimable colaboración de la Iglesia para organizar las vacunaciones de los indígenas. Y de Manila, decidieron repartir el beneficio de la vacuna a territorios no españoles como era China. Balmis solicitó permiso para dirigirse a Macao, territorio portugués, y concedido el 3 de septiembre de 1805 allí presentó la vacuna; y el 5 de octubre holló tierra china vacunando a cuantos pudo hasta el término del periplo en la provincia de Cantón.
El regreso a España desde extremo Oriente es vía el océano Índico, bordeando la India y África meridional, y antes de aproar en dirección a España pone rumbo al centro del océano Atlántico para en una escala voluntaria, iniciado el año 1806, aprovisionar de vacunas a los ingleses estacionados en la isla de Santa Elena (tuvo a bien ayudar al enemigo). Luego, navegación hasta Lisboa y traslado a Madrid donde da cuenta al rey promotor del éxito de la misión.
Monumento en La Coruña a los integrantes de la Real Expedición Filantrófica de la Vacuna.
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Repercusión
La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna fue la primera campaña mundial de vacunación con programa estipulado oficialmente y seguido de una acción intercontinental de educación sanitaria; valga como sucinta referencia que las Juntas de Salud instituidas por el doctor Balmis se mantuvieron vigentes durante ochenta años.
Esta gesta médico-científica universal de absoluto carácter generoso obtuvo la más alta consideración humanitaria en los a continuación beneficiados y el manifiesto laudatorio de personalidades científicas del momento y posteriores.
Edward Jenner, descubridor de la vacuna contra la viruela, escribió al respecto de la expedición: “No puedo imaginar que en los anales de la historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este”. Y, a su vez, Alexander von Humboldt señalaba: “Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia”.
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Discurriendo la campaña de vacunación y aún sin noticias fidedignas de su trascendencia, en 1805 es promulgada una Real Cédula mandando que en todos los hospitales se destinase una sala para conservar el fluido vacuno, artífice de la vacuna contra la viruela.
Francisco Javier Balmis fue designado en 1814, acabada la Guerra de la Independencia, Cirujano de Cámara del repuesto rey Fernando VII e integrante de la Junta Superior de Cirugía.
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Conocida la suerte que corrió el doctor José Salvany, no lo es tanto la de Isabel Zendal, la esforzada expedicionaria que recorrió muchas millas y lugares aportando esperanza y sanación. Se sabe que llegó a Filipinas con el doctor Balmis y que efectuó el tornaviaje hasta México con su hijo adoptivo Benito; y en el virreinato de la Nueva España se quedó la única mujer que viajó en el María Pita y por ende, con todo honor y merecimiento, así determinado por los hechos y por la Organización Mundial de la Salud (OMS) la primera enfermera de la historia en misión internacional.